lunes, 25 de mayo de 1992

Autocontrol antes de intervención

La peor consecuencia de una crisis fiscal es la pérdida de autonomía en el manejo de la ciudad.

En el fin de semana pasado se realizó un importante seminario sobre el futuro del Distrito. Con la asistencia de destacados expositores del Banco Mundial y del gobierno nacional se revisó la situación del Distrito Capital y se analizaron las perspectivas que le espera a la Administración que comienza el próximo primero de junio.

Por lo visto en el seminario, a la ciudad no le fue muy bien en los dos últimos años. Los compromisos con el Banco Mundial no se cumplieron lo que tuvo como consecuencia la cancelación del segundo Proyecto de Distribución de la Empresa de Energía de Bogotá. El Proyecto Bogotá IV de gran importancia para la Empresa de Acueducto de Bogotá presenta considerables retrasos y muy probablemente será cancelado dentro de muy poco tiempo.

Dos proyectos de gran importancia para la ciudad cuyo trámite se encontraba bastante adelantado al comienzo de la Administración Caicedo Ferrer se encuentran en el limbo burocrático. El Proyecto de transporte urbano ya evaluado por el Banco Mundial no ha podido ser llevado a la aprobación del Directorio por falta de compromisos serios sobre el manejo de las finanzas bogotanas. El Proyecto Bogotá V sometido a la consideración del Banco Mundial no ha podido avanzar por la postración financiera en que se encuentra la Empresa de Acueducto y Alcantarillado.

Los indicadores de eficiencia de las Empresas de Energía y Acueducto son muy pobres. Los costos laborales de las empresas no solo son altos sino que además han continuado creciendo en el pasado reciente. La oligarquía sindical del Distrito ha montado su propio programa de bienestar. Los sobrecostos laborales superan los gastos sociales del Distrito.

La deuda del Distrito ha venido creciendo vertiginosamente. Los plazos con los que se ha contratado la deuda distrital son tan cortos que más de la mitad de los nuevos créditos deben ser contratados para amortizar créditos anteriores. El Distrito Capital en los dos últimos años parece estar enviciado con la contratación de deudas. En el pasado la deuda se contrató para poder financiar la inversión necesaria para asegurar la prestación de los servicios a cargo del Distrito. En 1991 fue necesario incurrir en endeudamiento para poder cubrir los pagos corrientes pues los ingresos resultaron insuficientes.

Los casos de Nueva York y Ciudad de México se mencionaron durante el seminario como posibilidades de lo que puede pasar cuando las ciudades pierden el control absoluto de sus finanzas. Para salir de su crisis las dos ciudades mencionadas tuvieron que pedir ayuda al gobierno central. Como bien lo dijo William Dillinger del Banco Mundial.  "En ambos casos, la ayuda del gobierno central tuvo un costo altísimo. La ayuda del gobierno norteamericano dependió de lograr un presupuesto balanceado en tres años. Esto requirió una cirugía radical tanto desde el lado de gasto como del lado impositivo. Para reducir el gasto fue necesario despedir  25.000 funcionarios, revocar un aumento salarial del 6%, y congelar por cinco años los programas de construcción de vivienda. Para aumentar los ingresos, el gobierno debió aumentar 200 millones de dólares de impuestos, incrementar las tarifas del metro y de los buses y fijar matrículas en una universidad que tradicionalmente había sido gratis. México, de manera similar, se vio forzado a aumentar dramáticamente sus impuestos y tarifas, esto incluyó el impuesto predial, las placas de los vehículos, arriendos, tarifas de acueducto, y del metro. México redujo sus gastos en una tercera parte, principalmente mediante una reducción drástica de la inversión."

Si uno considera, con el expositor, que la peor consecuencia de la crisis, se da en el largo plazo con la pérdida de autonomía en el manejo de la ciudad no puede menos de pensar que es necesario evitar a toda costa que Bogotá entre en una crisis financiera. El triste ejemplo de la pérdida de autonomía de la Empresa de Energía al suscribir un convenio con la FEN nos debe alertar sobre la posibilidad de quedar sometidos a unos compromisos dolorosos impuestos, unilateralmente, por otros niveles de la Administración Pública.


Para evitar que Bogotá pierda la autonomía que le confiere la nueva Constitución es necesario retornar a una disciplina fiscal estricta. El Alcalde debe tomar las riendas de toda la ciudad. En especial debe ejercer un control sobre el proceso de inversión de las grandes empresas. El Alcalde, con un grupo selecto de asesores, tiene que asumir la responsabilidad de fijar topes en la inversión que puedan ejecutar las Empresas de Servicios Públicos. Los gastos de inversión de gastos deben ser congruentes tanto con la capacidad fiscal de la ciudad como con las metas macroeconómicas del gobierno central. Las decisiones sobre los proyectos de ampliación más atractivos tienen que ser tomadas por el Alcalde y su grupo de asesores buscando siempre los proyectos con las más altas rentabilidades económica y social. Esta dura labor de autocontrol, sin lugar a dudas, es preferible a entregar la autonomía del Distrito al gobierno nacional a cambio de una ayuda financiera solicitada en momentos de crisis en los que no existe capacidad negociadora alguna.

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