lunes, 6 de julio de 1992

La inflación sigue alta; los intereses bajos

Ni el Ministro de Hacienda en el 91, ni la Junta Directiva del Banco de la República en el 92, han podido controlar la inflación.

A mitad del año la inflación llegó a casi el 18 por ciento. Si se mantuviera el mismo ritmo durante el segundo semestre, la inflación podría llegar al 38.7 por ciento al final del año. La posibilidad de cumplir este año la tan anhelada meta del 22 por ciento parece muy remota. 1992 será otro año de frustración en el combate de la inflación. Ni el Ministro de Hacienda en el 91, ni la Junta Directiva del Banco de la República en el 92, han podido controlarla. 

Si en el 91 el Ministro de Hacienda apeló a todo un arsenal de medidas para manejar el crecimiento de los medios de pago, en el 92 se decidió dejar de controlar el crecimiento de los medios de pago. concentrándose más bien en el control de las tasas de interés. Las Autoridades Monetarias pensaron que al mantener unas tasas de interés bajas se reduciría considerablemente la entrada de los capitales golondrinas causante del crecimiento desmesurado de los medios de pago en el año anterior.

El control monetario se ha descuidado con la peregrina idea de que en una economía abierta no es necesario preocuparse por el crecimiento de los medios de pago, pues no existe una relación muy estrecha entre el dinero y la inflación. Desafortunadamente, la realidad es más compleja de lo que piensan nuestras autoridades monetarias. La disminución de las tasas de interés por debajo de las tasas de inflación tiene un efecto importante en la reactivación de la inflación. Cuando el valor de la tasa de interés que reciben los ahorradores es inferior a la tasa de inflación se vuelve buen negocio comprar bienes en lugar de colocar los ahorros en el sistema financiero.

Un ejemplo sencillo muestra el efecto perverso que tiene mantener unas tasas de interés por debajo del nivel de inflación. Si alguien tiene un excedente de 325 mil pesos puede comprarse un segundo televisor o guardar su dinero en una corporación para comprarlo un año más tarde. Si lo compra ahora, tendrá el televisor y podrá ver los juegos olímpicos, si por el contrario espera un año es muy probable que no pueda comprarlo. El televisor valdrá 416 mil pesos mientras que el saldo en la corporación será de apenas 390 mil pesos. Es claro que el comprador hará un buen negocio, pues además de tener un año de disfrute, tendrá 26 mil pesos más que el que le confió sus ahorros al sistema UPAC. El auge de la construcción se explica, así mismo, por esta discrepancia entre los retornos diferenciales en el sector financiero y en el mercado de los bienes.

Sin embargo, la protección que dan los bienes a los excesos de liquidez no es perfecta. La viudas y jubilados que viven de sus  ahorros no pueden protegerse comprando televisores o apartamentos. Los que viven de sus rentas necesitan un instrumento de alta liquidez y seguridad. Los sonados casos de Furatena, de los Picas y de los Pombos, han mostrado que la desintermediación finaciera es un juego bastante peligroso que mucha gente, hoy en día, no está dispuesta a jugar.

El gobierno, ahora que inicia el segundo tiempo con nueva alineación, tiene que hacer ajustes en la política de tasas de interés. Debe convencerse que la tasa de interés no puede ser un objetivo final sino que, más bien debe tomarse como una meta intermedia en la lucha contra la inflación. Persistir en unos niveles muy bajos en la tasa de interés con el fin de eliminar los flujos de capitales, puede ser contraproducente si esto aumenta las expectativas inflacionarias.

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