lunes, 3 de agosto de 1992

Fallas del mercado o fallas del Estado

El "proceso dinámico y flexible de planeación a largo plazo" nos condujo al racionamiento de comienzos de los ochentas, seguido por un sobredimensionamiento a mediados de la década y al nefasto racionamiento de 1992.

Los adeptos a la intervención del Estado han argumentado que, contrario a lo que nos enseña la teoría económica, el dejar operar libremente a las fuerzas del mercado no lleva a una buena asignación de los recursos. Por lo general se invoca la existencia de las llamadas fallas del mercado para justificar la intervención del gobierno, presumiendo, eso sí, que el gobierno nunca falla y que la intervención se va a realizar teniendo en cuenta lo que le conviene a la sociedad.

Un ejemplo del tipo de argumento que ordinariamente se da para justificar la intervención del Estado se puede encontrar en el último número de Coyuntura Económica, en un artículo de Guillermo Perry titulado "Lecciones del racionamiento. La nueva Ley eléctrica". "Sin embargo, el mercado libre no garantizaría que en el futuro se eviten riesgos altos de faltantes de capacidad, y en consecuencia de racionamientos agudos o, por el contrario, la aparición de excedentes muy grandes de capacidad que representen una asignación ineficiente de recursos en la economía y que conduzcan a la quiebra financiera de las empresas públicas o privadas que participen en esa actividad. Tampoco garantiza, como ya lo hemos señalado atrás, un nivel óptimo de gastos de mantenimiento en las centrales térmicas de reserva, ni una operación del sistema que tenga en cuenta los costos del racionamiento para toda la economía".

La consecuencia según el Doctor Perry es muy clara. "Se requiere entonces, una intervención estatal enmarcada en un proceso dinámico y flexible de planeación de largo plazo. El proceso de planeamiento debe permitir al Estado la determinación oportuna de inversiones adicionales a las previstas por los actores descentralizados y la fijación de las obligaciones, responsabilidad y derechos de aquellos".

La lógica de los argumentos parece muy sensata en abstracto. La realidad colombiana muestra todo lo contrario. El Estado ha mostrado tener muchas más fallas que el mercado. El "proceso dinámico y flexible de planeación a largo plazo" nos condujo al racionamiento de comienzos de los ochentas, seguido por un sobredimensionamiento a mediados de la década y al nefasto racionamiento de 1992. Las empresas estatales tampoco garantizaron el nivel óptimo de gastos de mantenimiento en las centrales térmicas de reserva ni una operación del sistema que tuviera en cuenta los costos de racionamiento para toda la economía.

Más aún los anuncios del gobierno de la última semana nos están mostrando que el Gobierno no ha aprendido de los errores del pasado reciente. La interconexión del sector eléctrico es una ficción. Los excedentes de la Represa de Betania no se pueden aprovechar para aumentar los niveles de embalse en Bogotá y Antioquia sino que tienen que ser utilizados en las regiones aledañas.

La situación de los embalses sigue siendo crítica. Las estadísticas que pública ISA sobre el nivel de embalses no muestran toda la verdad. El veintiocho por ciento que aparece en las estadísticas se refiere al volumen de agua pero no a la capacidad de generar energía. Al calcular la capacidad de generación real de los embalses en este momento, se nota que apenas estamos por encima del nivel que existía al comienzo del racionamiento. A pesar de la eliminación del racionamiento en el Huila todavía tenemos un faltante grande. El sufrimiento de todo el país durante los últimos cinco meses no ha servido para mejorar el estado crítico de los embalses.

Por el contrario, si en Marzo teníamos racionamiento de energía eléctrica, hoy también nos encontramos enfrentados a un racionamiento de gas propano. En Bogotá, Colgas tiene atrasos que bordean el mes. El fracaso del gobierno debe conducirnos a abandonar el tipo de intervención que tanto le gusta al analista de FEDESARROLLO y a adoptar soluciones de mercado. Los precios de los energéticos deben subir para incentivar realmente el ahorro de energía y para hacer más atractivos incrementos en la oferta.

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