martes, 22 de diciembre de 1992

Mil novecientos noventa y dos: el año del niño

Lo más importante ocurrido en los últimos doce meses en el campo económico es, sin lugar a dudas, el cruel apagón que nos ha venido acompañando desde marzo.

Los Organismos Internacionales y en especial las Naciones Unidas suelen seleccionar algunos años con el fin de destacar a un grupo de la población. El horóscopo chino designa los años con un nombre de animal. Los periodistas cuando escriben sus resúmenes de fin de año escogen un evento importante para caracterizar lo más importante de los últimos 365 días. Mil novecientos noventa y dos quedará registrado como el "año del niño".

En efecto, lo más importante ocurrido en los últimos doce meses en el campo económico es, sin lugar a dudas, el cruel apagón que nos ha venido acompañando desde marzo. El impacto en la pequeña y mediana empresa y en los hogares ha sido muy grande. El racionamiento de energía eléctrica ha tenido impactos negativos en el nivel de producción de muchas empresas, ha cambiado los hábitos de gran parte de los colombianos y ha hecho sufrir a innumerables estudiantes que han tenido que hacer sus labores escolares a la luz de una vela.

El manejo del problema energético ha sido muy poco afortunado. En primer lugar, el gobierno pospuso la decisión de racionar hasta muy pocos días antes de las elecciones. El análisis de los registros históricos muestra que desde finales del año pasado era posible prever que en 1992 habría problemas con la oferta de energía eléctrica. En efecto, el nivel de los embalses a partir de octubre fue muy inferior al promedio histórico. La falta de una decisión oportuna agravó considerablemente el problema.

En segundo lugar, el gobierno falló lamentablemente en precisar las verdaderas causas del apagón. Comenzó con una historia sencilla en la que el único culpable era el prolongado verano causado por el fenómeno del niño y terminó acusando a todos los encargados del sector eléctrico en los últimos diez años. El Sector Eléctrico de la noche a la mañana pasó de ser el mejor planeado y el mejor manejado dentro de sector público a ser el chivo expiatorio. Con el fin de calmar la justa protesta ciudadana, el Gobierno, el legislativo, y los organismos fiscalizadores realizaron una cacería de brujas que terminó con la carrera pública de distinguidos técnicos del sector eléctrico.

En tercer lugar, el gobierno no pudo cumplir con el programa de emergencia. Las barcazas nunca pudieron entrar en funcionamiento, las plantas térmicas siguen en muy mal estado y el sistema sigue vulnerable a la acción de la guerrilla. Dentro de este panorama desolador de incompetencia en el manejo de la crisis, se salva la terminación del Proyecto Hidroeléctrico del Guavio. Lo que nuestro tropicalismo llamó el "descalabro gerencial del siglo" y la "presa en el aire", al final de cuentas resultó ser la verdadera solución para el racionamiento de energía. Parece claro, entonces, que la terminación a tiempo del Proyecto Guavio y la segunda etapa de Rio Grande hubieran evitado el problema.

La decisión de posponer deliberadamente la entrada del Proyecto Guavio tomada en el Gobierno anterior fue un grave error. Si las cosas hubieran continuado dentro del cronograma vigente al final de la Administración Betancur, se hubiera podido evitar el grave problema que hemos vivido en el presente año. Más aún, la Empresa de Energía de Bogotá no estaría en una situación financiera tan grave pues hubiera podido comenzar a generar desde diciembre de 1989 y se habría ahorrado los pagos que ha tenido que hacer al sistema interconectado en estos tres últimos años.


Me complace sobremanera que el Doctor Alberto Calderón y el Alcalde de Bogotá hayan podido cumplirle al país. Les hago llegar mi sincera felicitación para ellos y para los sufridos funcionarios de la Empresa de Energía que durante la construcción han tenido que trabajar muchas veces en condiciones muy desfavorables. 

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