lunes, 12 de abril de 1993

La eliminación del certificado de cambio.

La presente administración si bien ha buscado poner punto final a prácticas obsoletas, no deja de tener sus pecadillos manteniendo medidas más allá de lo necesario.

No hay nada más peligroso que una medida transitoria cuya vigencia se prolonga más de lo estrictamente necesario. El apretón monetario de 1976 establecido para controlar la bonanza cafetera, al prolongarse más allá de lo debido dió origen a la crisis del sector financiero en el 82. La política de sustitución de importaciones justificada como una medida temporal para apoyar las industrias durante su infancia se convirtió en un esquema de seguridad social para industrias que nunca tuvieron viabilidad económica.

La presente administración si bien ha buscado poner punto final a prácticas obsoletas, no deja de tener sus pecadillos manteniendo medidas más allá de lo necesario. La utilización del certificado de cambio como un método de control monetario es, en mi opinión, un claro ejemplo de un instrumento que completó su vida útil y que debe ser desmontado lo antes posible. La medida tomada en junio de 1991 de emitir certificados de cambio a tres meses y su ampliación a 12 meses hecha en octubre del mismo año, fueron bastante útiles pues le dieron a la autoridad monetaria un margen para tomar otras medidas que contrarrestaran los efectos negativos de la política macroeconómica vigente en ese momento.

Es claro que la situación de hoy en día es muy diferente a la que existía cuando se tomo esta medida. En esa época, debido a las expectativas de una disminución del precio de las importaciones, éstas se encontraban estancadas, lo que unido a unas exportaciones dinámicas tenía como consecuencia un superávit comercial considerable. El atacar la enfermedad directamente mediante una revaluación acompañada de una congelación de recursos haciendo que los costos de la restricción monetaria cayera en los exportadores parecía razonable. 

El superávit comercial ha desaparecido y el sector exportador se encuentra en dificultades. En estas circunstancias la única razón para mantener el uso del certificado es evitar el posible impacto de su desmonte brusco. El impacto en otros sectores como el cambiario o en la rentabilidad de las actividades bursátiles es menor y puede ser manejado fácilmente.

Una manera de ir terminando gradualmente con los certificados de cambio es reducir su alcance, esto es, exonerar de la obligación de recibir certificados de cambio a algunos productores. Por ejemplo podría eliminarse el certificado de cambio para las exportaciones agrícolas buscando mejorar la rentabilidad del sufrido gremio agropecuario. Sin embargo, esto implicaría de hecho el uso de tasas de cambio diferenciales, práctica un tanto peligrosa y poco aceptable por los organismos internacionales como el FMI o el Banco Mundial que están siempre en contra de estos subsidios o impuestos implícitos inherentes en las tasas de cambio diferenciales.

Parece mucho más lógico y transparente desde el punto de vista económico ir reduciendo gradualmente el período de maduración de los certificados de cambio. Esta disminución debería hacerse en varias etapas para evitar problemas en el manejo cambiario y monetario. El siguiente esquema podría servir de base para una eliminación gradual del tipo de cambio. El próximo primero de mayo el período de los certificados debería reducirse a once meses. A los dos meses, o sea el primero de julio de 1993, el período de los certificados se volvería a reducir otro mes. Este proceso de reducción, un mes cada dos meses se repetiría hasta que en enero de 1995 los certificados tuvieran una vigencia de solo un mes.

El esquema propuesto permitiría una disminución gradual del saldo de certificados de cambio del nivel de 1.200 millones de dólares hasta su desaparición en febrero de 1995. La eliminación del certificado permitiría no solo aumentar el ritmo de devaluación sino que eliminaría una serie de distorsiones existentes.


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