lunes, 18 de julio de 1994

Ojalá fuera verdad tanta belleza

Lo menos que puede exigir el país es que el Congreso antes de aceptar las nuevas cifras censales llame de urgencia a los demógrafos más reconocidos para que estudien su confiabilidad.


De ser ciertas las cifras dadas a conocer recientemente por el DANE estarían mostrando un profundo cambio en la composición de la población colombiana. En primer lugar, el fenomenal crecimiento de Bogotá estaría mostrando un cambio radical en el grado de concentración de las ciudades colombianas. Por mucho tiempo Colombia mantuvo un crecimiento balanceado en las principales ciudades. La segunda ciudad presentó a través del tiempo una población igual a la mitad de la capital. La población de la tercera ciudad siempre fue igual a la tercera parte de la población de la capital y la cuarta ciudad presentó una población igual a la tercera parte de la primera urbe colombiana. Era tal la constancia de esta relación que los geógrafos podían citar a Colombia como tal vez uno de los casos en que se cumplía llamada regla de rango tamaño, es decir en el que el tamaño de la urbe multiplicado por el rango era una constante.

La segunda característica importante que se hace evidente en el último censo de población ayuda a explicar la razón por la cual ha dejado de tener validez la regla mencionada anteriormente. En efecto, las cifras muestran claramente que el concepto estrecho de ciudad definido dentro de un perímetro con validez político administrativo ha dejado de existir. El rango dado a nivel de ciudades no tiene mucho sentido. El Valle de Aburrá que comprende a Medellín, Envigado, Bello, Itagüi y otros municipios conforman un espacio urbano que sin lugar a dudas tiene una población mayor que la de Cali, Yumbo y otros municipios cercanos. Bucaramanga y su área de influencia continúa siendo el quinto centro poblado de Colombia a pesar de que la ciudad capital de Santander haya descendido algunos puestos en el ranking de ciudades. De ahora en adelante, para entender muchos fenómenos económicos será necesario pensar en términos metropolitanos. 

La tercera característica importante que se muestra en el Censo de 1993 es la aceleración del proceso de urbanización. Las cifras de los últimos censos mostraban una relativa estabilidad en el total de la población ubicada por fuera de las cabeceras municipales. Lo que el DANE denominaba resto del municipio mantuvo por mucho tiempo cifras cercanas a los diez millones de habitantes. La reducción en un millón de personas en la población rural es algo totalmente inesperado por los estudiosos de los fenómenos poblacionales. Nadie esperaba que en este siglo ocurriera una migración urbana rural de tal magnitud.

La cuarta característica importante de las cifras presentadas es lo inesperada de algunas de ellas. La población de Bogotá, Cúcuta y otras áreas urbanas resultó muy superior a la esperada por los estudiosos del tema demográfico. Las cifras no solo muestran magnitudes muy por encima de lo esperado sino que de ser ciertas mostrarían tasas de crecimiento totalmente inconsistentes con la evolución reciente en las tendencias de fecundidad, mortalidad y migración en Colombia.

Las sorpresas brindadas por el Censo deben tener desvelados a nuestros más destacados demógrafos. Algunos de ellos deben estar pensando que la operación censal tuvo grandes fallas pues la discrepancia entre los datos censales y los estimativos de otras fuentes es demasiado grande para poderla atribuir a un error de cobertura normal. Los que quieren aceptar como válidas las cifras del DANE se encuentran más sorprendidos pues no pueden creer que unos cambios de tal magnitud los haya sorprendido tan fuera de base.

Aunque en esta época las investigaciones exhaustivas están desacreditadas, lo menos que puede exigir el país es que el Congreso antes de aceptar las nuevas cifras llame de urgencia a los demógrafos más reconocidos para que estudien la confiabilidad de las cifras censales. Adicionalmente, el nuevo gobierno debe hacer un revolcón en el Departamento de Estadística e implantar sistemas de seguimiento a nivel nacional que permitan medir de una manera precisa la evolución de la realidad demográfica. Si las mediciones del DANE en el campo de la población no son aceptadas por la comunidad científica menos va a poder convencernos el próximo gobierno, con datos del DANE, que ha cumplido con sus metas de creación de empleo.


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