lunes, 3 de octubre de 1994

Tampoco fue en 1994

La pérdida de confianza en la política económica de un gobierno es en extremo grave.

Las cifras del costo de vida correspondientes a septiembre muestran que en 1994 tampoco se pudo cumplir con la meta de inflación. En efecto, en nueve meses la inflación llegó a 18.14%, cifra muy similar a la establecida para todo el año. Más aún, la inflación en los últimos doce meses es superior a la meta establecida para los años 91 a 93. Llevamos cuatro años sin haber llegado a una inflación anual inferior al 22% a pesar de todos los esfuerzos del gobierno y el Banco de la República.

Ante este permanente fracaso de nuestras autoridades económicas, cabe preguntar qué tan grave ha sido esto para el país. Sin llegar a la posición extrema de que toda inflación es mala y que por lo tanto la única meta razonable en el frente inflacionario es la de estabilidad total de precios, se podría decir que la lucha contra la inflación ha sido el mayor fracaso de la Administración Gaviria y puede llegar a convertirse en una gran frustración durante la Administración Samper.

La pérdida de confianza en la política económica de un gobierno es en extremo grave. En la medida en que los agentes económicos no confien en que se van a alcanzar las metas establecidas, comenzarán a alterar su comportamiento y con ello contribuirán a que no se puedan cumplir las metas propuestas. Si todo el mundo se convence de que las autoridades económicas no toman en serio las metas inflacionarias y que en consecuencia no tomarán las medidas necesarias para alcanzar dichas metas, comenzarán a protegerse aumentando sus precios y buscando aumentos salariales inconsistentes con las metas del gobierno. Con políticas poco creibles el quiebre de las expectativas inflacionarias se convierte en tarea poco menos que imposible.

La falta de credibilidad en las autoridades monetarias no solo hace difícil el logro de las metas de inflación sino que abre paso a una lucha de todos contra todos que conduce a cambios en los precios relativos agravando el problema de asignación de recursos. La infructuosa lucha contra la inflación en los últimos cuatro años ha venido acompañada de una importante revaluación real del peso. Si es grave que la inflación esté por encima de la meta oficial del 19 por ciento, más grave aún es que durante estos últimos doce meses la devaluación haya sido inferior al cuatro por ciento. El exportador ha experimentado un costo en sus gastos locales superior al 22% mientras que sus ingresos en pesos apenas ha sido de un ocho por ciento. Una brecha de esta magnitud es imposible de cerrar con un aumento normal de productividad.

El aumento de los precios relativos de los bienes no transables ha sido otra de las consecuencias desafortunadas de nuestra lucha con la inflación. Los precios de la vivienda y de los servicios locales han crecido más rápido que los de artículos que entran en el comercio exterior y como natural consecuencia las inversiones se han dirigido a estos sectores en detrimento de los sectores orientados al comercio exterior.


El fracaso reiterado de las políticas orientadas a la lucha contra la inflación no solo han tenido consecuencias graves sino que también puede influir negativamente en el futuro. Los empresarios y los trabajadores al revisar las cifras de septiembre de 1994 y al pensar en la inevitabilidad del pacto social no pueden menos que dedicarse a pensar en la mejor manera de protegerse. Los empresarios tratarán de subir sus precios para que la posible concertación no los sorprenda con precios demasiado bajos. Los trabajadores buscarán mejorar su posición antes de que se de comienzo a tan novedoso experimento. Esta lucha para mejorar su posición en el partidor lo único que producirá será una aceleración de la inflación en los meses anteriores a la iniciación del pacto social. 

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