lunes, 13 de marzo de 1995

Ojo a la situación mundial

La falta de perspectiva internacional no sólo es sorprendente sino que puede llegar a ser altamente peligrosa pues los grandes eventos tienden a tomarnos fuera de base.

Como muestra del provincialismo que caracteriza a los colombianos los analistas económicos se concentran en el estudio de las circunstancias locales.  Todo el mundo se preocupa por la inflación local, por si el Salto Social está debidamente financiado y en los últimos días todo el mundo se pregunta si el proceso de racionalización tributaria es otra de las travesuras del "chino" Perry.

Cuando surgen problemas externos como la devaluación de México los comentarios son siempre tardíos.  Los que en su momento criticamos el modelo mexicano y su cuantioso déficit comercial éramos tratados de oposicionistas por señalar fallas en el modelo que pretendía imponernos la administración Samper.  Las dificultades del modelo argentino y el verdadero alcance de la ley de convertibilidad sólo aparecen en las páginas de los periódicos colombianos cuando la Argentina está a las puertas de un gran remezón.  El tener que pagar veinte dólares por un pasaje en bus entre el aeropuerto y el centro a un hotel en Buenos Aires pasa totalmente desapercibido por nuestros ilustres comentaristas, quienes no ven que la moneda argentina está totalmente sobrevalorada. 

La falta de perspectiva internacional no solo es sorprendente sino que puede llegar a ser altamente peligrosa, pues los grandes eventos tienden a tomarnos fuera de base.  La reciente devaluación del dólar con relación al yen y al marco alemán es un caso interesante.  Los analistas con gran superficialidad nos dicen que esto puede tener un buen efecto pues nuestros productos se van a volver mis competitivos en Alemania y el Japón.  También nos dicen que los Mercedes Benz y los Toyotas van a ser- más costosos y que por lo tanto los automóviles colombianos van a tener mayor demanda, olvidándose de paso que la materia prima de los Chevrolet y de los Mazda vienen del Japón.

Lo que se ignora en nuestros comentarios es que la situación en los Estados Unidos no es tan sencilla como la pintan.  Estados Unidos al igual que México y los países del Cono Sur, han mantenido un alto déficit comercial financiado a través de endeudamiento.  Las políticas de Salinas de Gortari en México, de Reagan en Estados Unidos, de Martínez de Hoz en Argentina y de Pinochet en Chile, son esencia de las mismas: tratar de crecer rápido y con una inflación apelando a financiar un alto déficit externo con un creciente endeudamiento.

El final de la película es el mismo:  la devaluación de la moneda, la austeridad fiscal y la recesión económica.  La única diferencia entre los países de Latinoamérica y los Estados Unidos es que al Tío Sam le aceptan su moneda para el pago de sus deudas mientras que nadie en su sano juicio aceptaría para el pago de la deuda externa billetes emitidos por Salinas de Gortari o Martínez de Hoz.

Desdichadamente para Estados Unidos, el resto del mundo puede cansarse de seguir recibiendo billeticos verdes por el resto de la vida.  El dólar puede seguir el camino de la libra esterlina dejando de ser aceptado como  parte de las reservas internacionales.  En ese momento el ajuste de la economía norteamericana no podrá evitarse y el impacto en Latinoamérica seria devastador.  Los Estados Unidos no sólo nos enviarían sus modas, su música y sus comidas rápidas sino también nos enviarían una profunda recesión, el efecto tequila sería mínimo comparado con el efecto Jack Daniels.

El peligro de una posible crisis cambiaria en los Estados Unidos debe ponernos a pensar no sólo en medidas a corto plazo que nos protejan nuestras inversiones sino también de llevar a tomar medidas de más largo plazo.  La conquista de nuevos mercados en Europa y Asia debe tornarse en una de las prioridades de los próximos años.  La diversificación de los mercados puede ser una medida que nos asegure no sólo, la independencia económica sino que, nos permita tener una relación mas fuerte con los Estados Unidos en materias políticas.



Apagón pactado

El Pacto Social se puede convertir, al igual que la famosa teoría del sobredimensionamiento, en la razón de ser un futuro apagón

El aumento en el costo de vida en febrero resultó más alto de lo esperado por el Gobierno.  El aumento en lo corrido del año es muy, superior a lo que se esperaría de tanto protagonismo que ha tenido el Pacto Social en los medios de comunicación.  Lo más triste es que esta disminución tan pequeña sólo se ha logrado al diferir aumentos en los precios controlados por el Gobierno.  Gracias a que el alza de la gasolina se hizo en la última década y por lo tanto no quedó registrada en las mediciones del Dane, se ha logrado mantener una tasa de inflación ligeramente inferior al 21 por ciento.  Basados en las cifras anteriores, los analistas han comenzado a apostar en contra del cumplimiento de la meta del 18 por ciento para 1995.

El incumplir la meta de inflación es grave para la credibilidad de la política económica, pues en el futuro los agentes económicos con toda seguridad no volverán a jalarle al Pacto y la oportunidad de doblegar el flagelo inflacionario en la Administración Samper se habrá perdido.  Lo que es triste es que este magro resultado se ha obtenido a un alto costo.  Como se ha mencionado anteriormente en esta columna, las empresas de servicios públicos han sido afectadas adversamente por el Pacto Social, pues su situación financiera se ha visto desmejorada y el objetivo de mantener una solvencia financiera ha pasado a ocupar un lugar secundario.  Las cuantiosas inversiones necesarias para atender los incrementos en la  demanda tienen que ser aplazadas, pues las empresas no pueden hacer frente a un agresivo programa de expansión necesario para atender en forma adecuada a sus sufridos usuarios.

El racionamiento en el servicio de acueducto, se ha comenzado a aplicar en algunas regiones y la perspectiva de un nuevo apagón ha sido aceptada  por el Ministro de Minas y Energía.  Los bajos precios de la energía eléctrica han puesto en peligro la viabilidad financiera, de las empresas de energía, han desincentivado la participación del sector privado y están induciendo consumos muy por encima de lo que sería aconsejable en estas épocas de sequía.  El Pacto Social  se puede convertir, al igual que la famosa teoría de sobredimensionamiento en  la razón de ser de un futuro apagón.

El impedir mediante políticas inadecuadas que el sistema de precios cumpla con su función de asignación de recursos, puede llevarnos a una situación cuyos recuerdos todavía están frescos.  Las comidas frías, la subida de nueve pisos a pié, las tareas realizadas a la luz de la vela y todas las incomodidades sufridas en el apagón anterior deberían servir para intentar resolver esta discrepancia entre oferta y demanda. 0 través del sistema de precios.  Un sobreprecio en épocas de sequía y una disminución en épocas de fuertes lluvias haría que tanto empresas como consumidores actuaran en forma socialmente responsable, disminuyendo el consumo y aumentando la generación térmica cuando bajan los embalses.  El cambio en la política de tarifas del sector eléctrico es una medida más apropiada para manejar una escasez temporal, que apelar a un racionamiento que se sabe tiene que hacerse de manera severa, pues los pañitos de agua tibia lo único que hacen es desplazar el consumo para otra hora.

El Ministro Perry tiene que aceptar que los costos de la política de reducción de la inflación han comenzado a ser muy superiores a sus beneficios.  Es el momento de h hacer un acto de fe en las bondades del sistema de precios como instrumento para asignar los recursos escasos. Impedir que el  sistema de precios envíe las señales correctas, puede tener consecuencias  muy graves