martes, 2 de julio de 1996

Una cortina de humo presupuestal

El gobierno debería estar pensando en utilizar de manera eficiente los cuantiosos recursos que se le han aprobado en lugar de estar tratando de aumentar su participación en el ingreso nacional.

El proceso presupuestal colombiano ha sido duramente cuestionado por los principales analistas de la realidad económica.  El Congreso por regla general no participa en las discusiones sobre las prioridades de gasto ni sobre la manera de financiar el presupuesto.  Son muy pocos los congresistas que pueden aportar a la discusión y a algunos de ellos se les descalifica como oposicionistas por lo que se termina en un dialogo entre el gobierno y el ponente del proyecto de presupuesto.

El paso del presupuesto por el Congreso viene acompañada por una serie de desayunos en los que se discute entre el gobierno y el congreso el peaje necesario para hacer aprobar la propuesta del gobierno.  En este rito anual sale ganando el electorado de los congresistas que integran las comisiones económicas pues al final se incorporan unas partidas para satisfacer las clientelas de los políticos que manejan las comisiones encargadas del trámite presupuestal.

La discusión que se debe dar sobre las verdaderas prioridades del gasto público y la determinación de cuáles deben ser los programas más adecuados para satisfacer las necesidades del país en materia fiscal nunca se puede hacer porque el público y sus representantes no tienen los elementos de juicio a su disposición.  La realidad muestra que de hecho el ejecutivo logra imponer sus prioridades de gasto.  Lo preocupante con el proceso actual es que ante la carencia de un verdadero control ciudadano el sector gobierno cada día es más grande y la eficiencia del gasto público es cada vez menor pues los aumentos en las partidas no se ven reflejadas en mejores resultados.

La llamada inversión social se convierte mayores gastos burocráticos sin que los indicadores de calidad y cantidad de la educación y la salud mejoren en la proporción en que ha aumentado el gasto que aparece el presupuesto.  La ejecución de la inversión en infraestructura sigue presentando considerables rezagos y las mejoras prometidas nunca se ven.

Por otra parte, a pesar del considerable aumento de los ingresos logrado en las últimas reformas tributarias el país sigue al borde de una posible crisis fiscal.  El sector central se muestra ampliamente deficitario y cubre su faltante con el excedente del seguro social.  El querer cumplir con los buenos deseos consagrados hace cinco años en la constitución del 91 ha llevado a los dos últimos gobiernos a un incremento considerable del tamaño del estado.  Cuando todo el mundo se encuentra en la onda de un estado eficiente, en Colombia seguimos en el ensueño del estado benefactor.

Como si la realidad no fuera lo suficientemente preocupante para obligarnos a entrar a una época de austeridad en la que limitáramos nuestras expectativas a los recursos disponibles se propone por parte del Ministro de Hacienda un cambio en la mecánica presupuestal. Se busca en aras de una desueta ortodoxia fiscal del presupuesto equilibrado entrar a discutir simultáneamente los ingresos y los gastos presupuestales.  Por obra y gracia de la nueva mecánica entraremos en una reforma tributaria continua.  Cada año el gobierno se reunirá con los expertos tributaristas del congreso para reducir el presupuesto familiar y aumentar las partidas que fomentan el clientelismo y la corrupción.

Si la discusión abierta de los aumentos de los impuestos no han logrado frenar el crecimiento desmesurado del tamaño del estado, el combinar el aumento de los impuestos con el caramelo de los nuevos auxilios parlamentarios nos pueden llevar muy rápido al abismo fiscal.  Lo que se requiere en estos momentos es una congelación del tamaño del estado y la reversión de las peligrosas tendencias nacidas de una descentralización demasiado generosa y sin contraprestaciones.

El gobierno debería estar pensando en utilizar de manera eficiente los cuantiosos recursos que se le han aprobado en lugar de estar tratando de aumentar su participación en el ingreso nacional.  Un momento como el actual el que se encuentran las fuerzas tan polarizadas no parece el más apropiado para entrar a discutir una reforma tan discutida.  La mitad del país va a pensar con alguna razón que esta reforma lo que pretende es pagar a la clase política por la declaración de la preclusión del proceso al Presidente.



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