jueves, 26 de junio de 1997

Diferentes visiones de la política fiscal

Las discusiones sobre la conveniencia de un aumento de los impuestos en épocas de recesión dejan perplejos a gran parte de los observadores. El hombre de la calle se pregunta: ¿Cómo es posible que destacados economistas no se puedan poner de acuerdo en un tema tan sencillo? Muchos se acuerdan de su primer maestro de economía que en el curso de principios les enseñó que la política fiscal era un instrumento apropiado para estabilizar la economía. En ese primer curso, se enseñaba que si la demanda agregada era baja debería establecerse una política fiscal que estimulará la economía. Los aumentos de impuestos solo se justificaban para casos en los que la economía se encontraba recalentada y que por lo tanto lo que se buscaba era lograr un control sobre el crecimiento de los precios.

A medida que se avanzaba en el estudio de la economía las respuestas se complicaban y ya no era tan sencillo saber si el estímulo fiscal era adecuado. En efecto, cuando se consideraba el caso de una economía abierta, la situación era más compleja pues la conveniencia de reactivar la economía mediante un estimulo fiscal podía llegar a ser inconveniente. El estímulo a la demanda agregada podría ser inadecuado cuando se presentaba un desequilibrio en el sector externo. En las economías abiertas el aumento de la demanda agregada se convierte en un aumento en las importaciones y en una disminución de las exportaciones. El deterioro de la balanza comercial de un país es muy grave cuando ocurre en circunstancias como las actuales en las que se presenta un déficit externo. Por tanto, el impulso fiscal no es recomendable cuando el sector externo está en desequilibrio pues puede acelerar la crisis cambiaria. En estas circunstancias el dilema es bien complejo se da un impulso fiscal a la economía para mejorar el llamado balance interno o se mantiene una política de austeridad para alcanzar el equilibrio externo. 

De lo anterior puede concluirse fácilmente que en casos en los que el estímulo a la demanda agregada afecta desfavorablemente el balance externo es necesario complementar el manejo de la demanda agregada con medidas que tiendan a mejorar el equilibrio externo. Como se ve en los cursos intermedios de teoría económica, en estas circunstancias se deben tomar medidas complementarias en el frente cambiario que alivien las presiones sobre el balance externo. En algunas circunstancias el paquete de medidas adecuado puede contener una fuerte devaluación acompañada de un ajuste fiscal importante. La eficacia de esta fórmula para el caso colombiano se mostró claramente cuando Roberto Junguito fue Ministro de Hacienda. En 1985 se logró el equilibrio de la economía mediante una fuerte devaluación del 45 por ciento en un año y un aumento en los impuestos. Los ajustes realizados durante la Administración Betancur sirvieron para devolver la economía colombiana a su senda de crecimiento. 

De lo anterior se puede concluir que en algunas ocasiones una aumento de impuestos si puede ser la receta adecuada para lograr el equilibrio macroeconómico, aún en circunstancias recesivas. En estos casos lo que se necesita es diseñar un paquete de medidas que permitan obtener simultáneamente los dos objetivos: el equilibrio externo y el equilibrio interno. No es posible llegar a conclusiones de la conveniencia de una medida solamente mirando si la economía está en recesión o no.

Debe notarse que todas las consideraciones anteriores están basadas en la premisa de que la política fiscal es eficaz en su intento de estabilizar la economía. Los economistas han demostrado que esto no es cierto en dos circunstancias. La primera en un régimen de tasas de cambio flotantes, cuando existe movilidad infinita de capitales. En este caso los cambios en la política fiscal son contrarrestados por movimientos de capitales que tienen el efecto contrario. Los estímulos fiscales dan lugar a una revaluación de la moneda que reduce las exportaciones y aumenta las importaciones.

El otro caso, que para algunos es apenas una posibilidad, ocurre cuando los agentes económicos tienen una visión nítida del futuro. En este caso, los consumidores y productores actúan mirando el efecto de largo plazo. Estos agentes saben que si un déficit no se financia mediante impuestos sino mediante endeudamiento del gobierno y que por lo tanto el no hacer el ajuste fiscal en este momento lo único que va a pasar es que el ajuste se debe hacer en el futuro. Los agentes económicos en estas circunstancias actúan racionalmente disminuyendo su consumo y ahorrando para poder pagar los mayores impuestos necesarios cuando el gobierno decida realizar el ajuste fiscal. 

Esto quiere decir que el efecto recesivo causado por una disminución de la demanda agregada se da aún si no se aumentan los impuestos. La economía no se estimula con los déficit fiscales pues los agentes ven más allá del efecto de corto plazo y guardan su plata debajo del colchón para poder pagar el incremento de los impuestos en el futuro. En este mundo descrito por los destacados economistas David Ricardo y Robert Barro los déficit no estimulan la economía y por lo tanto en él la controversia planteada en Colombia sobre la conveniencia de un ajuste fiscal en una época de recesión no tiene sentido alguno. 

 De todo lo anterior debe quedar claro que muchas de las controversias entre economistas se deben a diferencias en las premisas adoptadas. Las conclusiones válidas para una economía cerrada no lo son para una economía abierta. Lo que es válido para agentes ultrarracionales que ven el futuro con absoluta claridad y que toman las mejores decisiones en un horizonte de largo plazo no lo es para agentes que tienen un horizonte de más corto plazo.


martes, 24 de junio de 1997

Una luz en las tinieblas

Si la situación económica no ha llegado a extremos graves es porque afortunadamente el gobierno central ha perdido el monopolio del manejo económico.

La Administración Samper no ha podido cumplir ninguna de sus promesas.  Las políticas económicas adoptadas no han tenido el efecto deseado.  Su plan de empleo no se ha cumplido ni siquiera en la cuarta parte.  El pacto social no ha logrado cumplir con su meta del dieciocho por ciento pues la inflación continua por encima del veinte por ciento.  El sano equilibrio de las finanzas no se ha podio lograr y el gobierno ha tenido que apelar a una nueva reforma tributaria con el fin de tapar el inmenso hueco fiscal dejado por un ambicioso plan de desarrollo.  El clima de los negocios y la confianza en el gobierno han entrado en barrena.  Los indicadores económicos cada vez son más negativos.

Paradójicamente, el único logro ha sido el frenar la devaluación real del peso que, en realidad, es un reflejo de la desconfianza que tiene el público en las políticas del gobierno y que refleja más bien el manejo que le ha dado el Banco de la República a las políticas monetaria y cambiaria y que muestra las bondades de contar con un Banco de la República independiente que no ha sido afectado por el desprestigio de la Administración Samper.

Si la situación económica no ha llegado a extremos graves es porque afortunadamente el gobierno central ha perdido el monopolio del manejo económico.  La descentralización y las reformas al Banco de la República han recortado los poderes omnímodos del gobierno central y, por tanto, han hecho menos vulnerable a la economía colombiana a una crisis política.  Los cambios institucionales han introducido elementos estabilizadores que dan una mayor confianza al sector privado.  En estas circunstancias, los cambios que puedan ocurrir en el gobierno nacional no tienen porque afectar ni a la autoridad monetaria ni a los departamentos y municipios.

En estas circunstancias lo que se requiere es un gran esfuerzo por parte del Banco de la República y de los gobiernos locales para dar un ejemplo de manejo serio y responsable.  Los gobiernos locales tienen que mejorar su eficiencia sin apelar al fácil expediente de subir los impuestos para financiar un aparato totalmente ineficiente.  La autoridad monetaria tiene que obrar con mucho tino para evitar que la falta de confianza en el gobierno central lleva a la tan temida recesión.

En estas circunstancias en que se ha perdido la confianza en el gobierno es preciso tener especial cuidado en el campo de la política cambiaria.  El dólar ha superado la barrera psicológica de los mil pesos sin que se haya logrado una estabilidad de precios.  La posibilidad de usar una paridad fija con relación al dólar se ha perdido pues a nadie en su sano juicio se le ocurriría en estas circunstancias recomendar una congelación de la tasa de cambio pues cualquier beneficio que se lograra en el frente inflacionario se perdería en el campo de la competitividad pues el peso en muy poco tiempo se sobre valoraría lo que llevaría a una pérdida de competitividad y a una crisis cambiaria.

En estas circunstancias lo que se requiere en el frente cambiario es un cambio en la banda cambiaria buscando que el actual valor del peso quede en el punto medio de la banda.  La razón principal de este cambio es evitar que cualquier fluctuación en la cotización del dólar tenga efectos importantes en el frente monetario.  El estado de la economía no permite que una demanda transitoria de dólares tenga efectos nocivos como un aumento en la tasa de interés.  La recuperación del margen de maniobra en el frente cambiario por parte del Banco de la República es clave en este momento en el que se prevé una devaluación en Venezuela.

La eliminación de las tasas de cambio múltiples en especial el cobro de un diez por ciento de retención a las exportaciones de servicios es muy conveniente en momentos en los que cualquier evento puede romper el precario equilibrio entre la oferta y demanda de divisas.  La eliminación de esta retención en la fuente puede contribuir a unir dos segmentos del mercado en los que hoy en día existe una diferencia del cinco por ciento.  La integración del mercado cambiario no solo mejora la eficiencia sino que, además, puede contribuir a una pequeña disminución en la inflación como consecuencia de una moderación en el crecimiento del dólar oficial.

En estos momentos tan difíciles para el país lo que realmente se necesita es que las autoridades que tienen algo de credibilidad ejerzan su liderazgo.  El pueblo colombiano espera que el Banco de la República y los gobiernos locales que todavía conservan la legitimidad de su mandato llenen el vacío que ha dejado la crisis en el gobierno central.



sábado, 21 de junio de 1997

¿Quién tiene la razón: David Ricardo o Michael Porter?

Los seis años de apertura han producido la evidencia necesaria para comenzar a dilucidar cual de las dos teorías tiene más validez.

Los defensores del modelo de desarrollo hacia dentro siempre han sostenido que un país en vía de desarrollo debe mantener altas barreras arancelarias para poder competir en la economía mundial pues consideran que si se abre la competencia los productores nacionales perderán ante la superioridad manifiesta de los productores extranjeros.  Similar posición han sostenido algunos de los grandes teóricos de la Administración como el Profesor Porter, quien ha tratado de convencernos que para poder competir en el Ámbito mundial las empresas y los países deben acabar con las desventajas competitivas que les impiden tener éxito en una economía global.

Por el contrario, los economistas y muchos de los partidarios de la apertura han venido sosteniendo un concepto mucho más sofisticado.  Los países y las firmas pueden competir a escala mundial si se especializan en la producción de los bienes y servicios en los que tienen una ventaja comparativa.  Tal como lo mostró David Ricardo, un país que tenga una desventaja a absoluta en la producción de todos los bienes puede competir a escala mundial si se especializa en la producción de los bienes para los cuales sea menos malo.  No es necesario esperar a ser el mejor en todos los bienes o en algunos de ellos para poder sobrevivir en la competencia global sino que esto se puede lograr mediante la especialización en la producción de algunos bienes.

Los seis años de apertura han producido la evidencia necesaria para comenzar a dilucidar cual de las dos teorías tiene más validez.  Lo sucedido con las ensambladoras de vehículos es bastante ilustrativo.  Los fabricantes de vehículos tradicionalmente han sido defensores de la protección a la producción nacional.

Algunos de ellos han estado dispuestos a pagar un precio alto por el derecho a ensamblar vehículos en un mercado protegido.  Por ejemplo, la Renault, estuvo dispuesta a pagar una valor alto por las acciones de SOFASA bajo el supuesto de que la protección se fuera a mantener indefinidamente.  Cuando el gobierno decidió hacer la apertura los nuevos dueños de SOFASA considerando que las instalaciones colombianas eran menos productivas, se sintieron perjudicados y comenzaron a solicitar una indenmización por los posibles perjuicios ocasionados por la apertura de la economía colombiana.

La realidad ha mostrado que las inquietudes de los nuevos dueños de SOFASA resultaron infundadas.  Las ensambladoras colombianas han progresado en los ú1timos seis años y la apertura les ha favorecido.  Los fabricantes no tuvieron que hacer inversiones cuantiosas para ampliar la capacidad de sus plantas a niveles de 300 mil unidades que ha sido considerada como el mínimo para competir en una economía global.  La respuesta de las ensambladoras esta más en línea con el principio de la ventaja comparativa pues se dedicaron a producir los vehículos en que su desventaja era menor en términos relativos, complementando su oferta con vehículos importados de otros países.

Más aún, aprovecharon la gran ventaja que les daba una amplia red de distribución para competir con éxito con otros productores que ofrecían precios más favorables. En poco tiempo, estos productores que quisieron competir solo con el precio perdieron la pelea con las ensambladoras nacionales y aquellos importados que lograron montar una adecuada red de distribución.  Las ensambladoras lograron adaptarse al nuevo entorno mediante la especialización y la utilización del principio de la ventaja comparativa.

Algunos productores que tenían un producto mejor lograron penetrar el mercado colombiano, pero para ello tuvieron que hacer inversiones considerables en montar una buena red de distribución y servicio que le garantizara al dueño del vehículo su inversión por muchos años.

Otras experiencias exitosas confirman la validez del principio de la ventaja comparativa. El grupo Corona, fabricante de porcelana sanitaria aprovechó su amplio conocimiento del mercado de la construcción para ampliar sus actividades de distribución complementando su línea con artículos importados.  Los American Home Centers establecidos en Bogotá, ofrecen una amplia variedad de artículos de construcción y sirven como un canal de distribución de los principales artículos del Grupo Corona.

El conocimiento del mercado y los contactos con los minoristas también han resultado factores claves del éxito para muchos productores de alimentos.  En lugar de ponerse a hacer cuantiosas inversiones para competir con los fabricantes a escala mundial muchos de los productores como Rica Rondo o Nestlé se han concentrado en algunas de sus líneas y han importado productos de la competencia que distribuyen a través de sus propios canales.

La apertura económica ha permitido a muchas fábricas que poseían una gran fortaleza en el mercadeo especializarse en estas labores y ampliar su presencia mediante la distribución de productos importados que aparentemente iban a acabar con la producción nacional.  Los consumidores han ganado pues ahora tienen unos productores que han mejorado su eficiencia mediante mejoras en la productividad lograda a través de inversiones mejores y más moderna fábricas y a través de una juiciosa especialización en las actividades en que poseen una ventaja comparativa.


viernes, 13 de junio de 1997

La teoría económica y las instituciones

Los más prestigiosos economistas teóricos no se han preocupado por el análisis de las instituciones. La admiración mostrada por los economistas por el funcionamiento del mercado ha dirigido los esfuerzos a su estudio. En épocas recientes se ha despertado un interés por el estudio de las instituciones que se ha visto recompensado cuando la Academia de Ciencias Suecas ha elegido al premio Nobel de Economía. El trabajo de Herbert Simon, Ronald Coase y Douglass North ha sido premiado con tan importante reconocimiento.

La caída del muro de Berlín con la consecuente crisis del sistema comunista puso de presente la importancia de las instituciones. El fracaso del sistema comunista no solo puso de presente la superioridad del mercado como mecanismo de asignación de recursos sino que también demostró la importancia de crear instituciones que permitieran que el mercado funcionará de manera eficiente. La creación de mercados de valores, un sistema judicial que permitiera el cumplimiento de los contratos que habían sido el fruto de largos períodos de cambios incrementales debieron ser reconstruidos para soportar el nuevo modelo económico.

El nuevo enfoque institucional basado en buena parte en un trabajo pionero de Ronald Coase de 1937 y expresado en el libro de North Instituciones, cambio institucional y desempeño económico ha fascinado a muchos reformadores que lo han convertido en fuente de inspiración para sus esfuerzos de transformar la sociedad. La teoría surge de forma natural cuando se introduce el concepto de los costos de transacción. En una sociedad donde existen los costos de transacción el mercado no asigna de manera óptima los recursos de la sociedad sino que requiere de instituciones públicas y privadas para lograr su cometido.

Las instituciones formales e informales aparecen como una solución a los problemas de la información imperfecta y a la racionalidad limitada de los agentes económicos. La cultura ciudadana y otros esfuerzos educativos así como los cambios en los ordenamientos legales se convierten en instrumentos importantes para mejorar la asignación de recursos. Las propuestas de la actual administración distrital se entienden mejor cuando se miran a la luz del libro de North.

El análisis de la existencia misma de las instituciones viene acompañado de una explicación de cuales son las razones del cambio. El Profesor North ilustra su tratamiento con variados ejemplos históricos combinando de una manera encantadora la creación de teoría con el análisis histórico. North al igual que Krugman destaca la importancia de los rendimientos crecientes para determinar el resultado final. En este mundo de rendimientos crecientes se pueden obtener resultados inferiores a los esperados. El caso del teclado actual llamado por algunos QWERTY sirve para ilustrar el triunfo de un diseño inferior que gracias a haber comenzado de primero se impuso sobre otros más eficientes.

North ilustra el impacto negativo de las malas instituciones en el desarrollo económico con unas interesantes comparaciones entre España y Gran Bretaña en el Siglo XVI. Las deficientes instituciones españolas aparecen como una de las principales razones para el ocaso de un gran imperio. El desarrollo de instituciones en donde imperó la disciplina fiscal y florecieron los derechos de propiedad que permitieron un desarrollo del mercado de capitales aparecen como una de las principales causas del surgimiento de un nuevo imperio en Inglaterra.

La lectura de tan interesante libro en su versión española nos deja una importante lección sobre la importancia de las instituciones. La cultura americana con su énfasis en la calidad de los productos editoriales es indudablemente una gran ventaja sobre nuestra cultura en la que una obra tan importante es literalmente masacrada por un traductor que muestra una total ignorancia del idioma y de la economía. La traducción del libro de North se convierte en una fuente inagotable de frases para ilustrar el mal manejo del lenguaje económico.


jueves, 5 de junio de 1997

Llegó la recesión holandesa

Cada vez que se desacelera la economía colombiana los analistas económicos comienzan a hablar de recesión. Por su parte, los funcionarios del gobierno niegan que se esté dando un fenómeno recesivo pues el crecimiento de la economía aunque lento continúa siendo positivo. Esta pelea que se podría solucionar en la medida en que en Colombia se adopte oficialmente una definición explícita sobre el significado preciso del concepto de recesión, mantiene ocupada a los comentaristas y al gobierno en una discusión a todas luces estéril.

Las últimas cifras presentadas por Planeación Nacional no dejan duda sobre las dificultades a las que se está enfrentando la economía colombiana. Una caída de más del uno por ciento en el primer trimestre unida a una leve disminución en el último trimestre del 96 es en verdad preocupante pues las cifras oficiales del DNP, que por lo general tienden a ser un poco más altas que las reales, muestran que Colombia está pasando por uno de los peores momentos en los últimos quince años.

Una disminución del producto en un dos por ciento unida a un crecimiento de la población del dos por ciento por año está mostrando una reducción en el producto por habitante del 4 por ciento por año. Un crecimiento del desempleo y una reducción del ingreso per cápita de ninguna manera pueden llegar a compensar los beneficios ganados con una disminución de la inflación.

La grave situación social requiere de una rápida solución que debe basarse en un diagnóstico acertado de las causas de la recesión y en una clara identificación de las mejores medidas encaminadas a reactivar la economía colombiana. Lo primero que debe quedar claro es que gran parte de los problemas se han originado en un manejo equivocado de la economía que ha tenido como consecuencia una revaluación de la tasa de cambio. En estos instantes, el gran problema de la economía colombiana es la falta de competitividad de los sectores productivos.

Colombia ha perdido competitividad en buena parte de los sectores en los que se supone tiene ventaja comparativa. Al igual que en 1982, resulta indudablemente vestirse con artículos producidos en el exterior. Los vestidos colombianos tienen precios muchísimo más altos que los producidos en las economías avanzadas. Los servicios personales han subido tanto de precio que hoy en día los profesionales están aprovechando su tiempo libre para, con ayuda de equipos importados, hacer las reparaciones locativas. El boom de los sectores basados en recursos naturales, especialmente petróleo y café, están acabando con los otros sectores productivos. La temida enfermedad holandesa está arrasando con el aparato productivo colombiano.

Los efectos negativos de la enfermedad holandesa se hubieran podido evitar con un manejo adecuado de la economía. Los problemas se han originado en un exceso de gasto y en una falta de ahorro tanto público como privado. No solo nos hemos comenzado a gastar el ingreso futuro sino que hemos entrado en una orgía de endeudamiento que ha agravado la situación del país.

La solución de los problemas actuales no se puede encontrar en la receta apropiada para una economía cerrada. El aumento del gasto público o la reducción de impuestos que en los libros de texto aparece como la receta adecuada para estimular una economía en recesión resulta totalmente inadecuada cuando la crisis ha venido acompañada por un deterioro grave del sector externo. Como se muestra en los nuevos libros de texto en los que se exploran los modelos de economía abierta, el aumento del gasto público si bien lleva a una mejora en el llamado equilibrio interno tiene como consecuencia un deterioro del equilibrio externo, pues el incremento en el ingreso tiene como consecuencia un aumento en las importaciones y por lo tanto un deterioro de la balanza de pagos.

Tal como se demostró durante la gestión de Roberto Junguito como Ministro de Hacienda, la solución lógica en estos casos es mejorar la competitividad externa mediante una devaluación real acompañada de un fuerte ajuste fiscal. Diferir el ajuste de la economía lo único que hace es aumentar el costo que tiene que pagar el país para llegar a una situación de equilibrio tanto interno como externo. Las autoridades económicas deben reconocer sus equivocaciones y adoptar las penosas medidas de ajuste. La receta keynesiana de aumentar el gasto lo único que va a hacer es precipitar y agravar la crisis del sector productivo.