miércoles, 30 de julio de 1997

Absurdos económicos

El Ministerio de Comunicaciones adjudicó en días pasados cien emisoras de frecuencia modulada. Al presentarse algunas fallas en el proceso licitatorio, el Ministro tuvo que hacer la selección de los beneficiados. Sin entrar a analizar los posibles efectos que tiene una asignación a dedo sobre la libertad de expresión es conveniente analizar este tipo de procesos desde el punto de vista económico.

Como lo enseñan los libros de textos, la economía “es el estudio de la manera en que  la sociedad decide utilizar los recursos productivos escasos que pueden utilizarse con distintos fines para producir mercancías de diferentes tipos y distribuirlas entre los diferentes grupos”, y por lo tanto la decisión de asignar un bien escaso como las estaciones de F M es de la esencia misma de la ciencia económica. Los libros de texto nos enseñan, también, que el mercado a través del sistema de precios asigna los recursos de la sociedad de manera óptima. Mediante el sistema de mercado los bienes escasos quedan en manos de los que están dispuestos a pagar más por ellos obteniéndose una solución eficiente en la que no es posible mejorar a alguien sin desmejorar a otra persona. 

La recomendación obvia de un economista para la asignación de las estaciones de frecuencia modulada no puede ser más sencilla. Hacer una subasta entre los interesados para determinar quien está dispuesto a pagar más por las emisoras y asignárselas a estos considerando que los que pujen más por las emisoras serán aquellos que posean los mayores talentos para su operación. Ningún economista que se respete se atreverá a pensar que un Ministerio tenga mejor criterio que el mercado y por lo tanto descartará de plano una adjudicación a dedo como la que operó en el caso colombiano. 

La asignación a dedo de las emisoras de frecuencia modulada no solo es ineficiente sino que resulta en grandes injusticias. El cobrar un precio por debajo del valor es un subsidio implícito, por tanto el regalarle las emisoras a destacados periodistas no es otra cosa que un subsidio de monumentales proporciones. Si aceptamos lo dicho por el periódico El Tiempo, el valor comercial de la licencia para una emisora en Bogotá es un millón y medio de dólares y por lo tanto los favorecidos en la adjudicación han recibido un subsidio equivalente a casi nueve mil salarios mínimos mensuales. Por una decisión administrativa, los afortunados adjudicatarios recibieron en un momento lo que una familia obrera se gana en 365 años.

A nadie escapa que un programa de subsidios de esta magnitud sería altamente cuestionable en cualquier parte, aún si se hiciera al azar. Pero darle el subsidio a los mayores grupos económicos  del país para agravar la pésima distribución del ingreso es una grave afrenta a la sociedad colombiana.  Pero más aún, en circunstancias como las actuales en las que se habla de una inminente crisis fiscal, andar regalando los activos de nación al mismo tiempo que se están aumentando los impuestos es el síntoma más claro de la falta de sindéresis de un gobierno. 

Como al que no quiere caldo se le dan dos tazas, al pobre colombiano se le ofrece más de lo mismo. El gobierno ha vuelto a abrir una nueva licitación para asignar 81 nuevas emisoras de FM. Otra vez se cae en el error de otorgar un recurso valioso a unos pocos afortunados a quienes se les va a dar un subsidio monumental, otra vez se continúa con el proceso de concentración en el ingreso y se fortalece el poder de los grandes grupos económicos dándoles mas poder en los medios de comunicación. 

Más aún, al pasar la ley Daniels la revisión de constitucionalidad el reparto del estado se ha ampliado a los canales públicos. Los noticieros de televisión, otro recurso escaso se adjudicarán a dedo y servirán para pagar los favores recibidos por el ejecutivo. Los periodistas amigos del régimen obtendrán su jubilación que les permitirá gozar de los placeres de la buena mesa en el dorado exilio que comenzará el ocho de agosto de 1998. 

La repartición de los bienes del estado entre los favoritos de un régimen debería eliminarse. Las leyes deberían incorporar como único medio de asignación de los recursos escasos una verdadera subasta entre los interesados. El ordenamiento legal debería, además, dejar muy claro que los que han pagado por el derecho a utilizar los bienes del estado tienen un derecho que no puede ser conculcado por una ley. Si nuestro ordenamiento legal no es claro en lo que se refiere al respeto de los contratos la posibilidad de contar con inversión extranjera es mínima. Si Colombia no moderniza sus instituciones  y las pone a tono con las de los  países industrializados, el despegue hacia el crecimiento se demorará indefinidamente.

miércoles, 23 de julio de 1997

Colombia se quedó atrás

El miércoles de esta semana en un seminario convocado por Anif, además del análisis de coyuntura y de la presentación de las predicciones macroeconómicas, se trató un tema de vital importancia para Colombia. En una presentación muy bien recibida por los participantes del seminario, el Profesor Sebastián Edwards fue muy crítico de la política económica colombiana. Con mucha preocupación el Profesor nos puso de presente que no debemos seguir mirando al pasado para congratularnos de los éxitos obtenidos anteriormente. Compararnos con los más pequeños y los mas desaplicados en materia de política económica nos lleva necesariamente al fracaso. Las comparaciones tienen que ser con los que han logrado éxito.

Tal como lo hemos venido sosteniendo en estas columnas, mientras gastemos todo el tiempo en discutir si la inflación va a ser del 18,2 o del 18 por ciento no reaccionaremos de la forma adecuada. Hoy en día una inflación de 18 por ciento descalifica a cualquier país en el concierto de las economías bien manejadas. La inflación tiene que ser muy cercana a la de los países industriales y por lo tanto mientras no lleguemos a una inflación del tres por ciento no podremos decir que la economía ha salido de sus problemas. No es posible que sigamos pensando, como lo están haciendo el gobierno, Fedesarrollo y Anif que podemos cerrar este siglo con inflaciones cercanas al 20 por ciento.

El Profesor Edwards además de llamarnos la atención sobre el mediocre desempeño macroeconómico nos puso de presente que es necesario profundizar las reformas emprendidas al comienzo de la década. Según Edwards, los resultados pobres de la economía se deben no a lo que hicimos en el campo de la reforma sino más bien a lo que hemos dejado de hacer. Edwards nos ha dicho lo obvio, unas instituciones tan deficientes como las colombianas son el principal obstáculo para el desarrollo. El liberarnos de algunas de  prácticas tan absurdas, como las  licencias de importación, los permisos para tener dólares en el exterior, que sostuvimos por muchos años no pueden ser la causa de nuestros problemas es apenas el comienzo de la verdadera modernización de la economía colombiana.. 

Los estudios de Douglass North, que hemos comentado en estas columnas y la experiencia con las reformas de las economías socialistas, han demostrado que las instituciones básicas de la sociedad como el sistema judicial, el respeto a la propiedad y el cumplimiento de los contratos son básicas para el desarrollo económico. Edwards con su característica habilidad de buen conferencista reiteró en su presentación la importancia de avanzar en las reformas institucionales para poder asegurar que las ventajas de las reformas lleguen al común de la población. Según Edwards la experiencia ha mostrado que los países en donde se realizan las reformas institucionales simultáneamente con las reformas económicas tienden a tener un mayor éxito. 

Si las reglas del juego se mantienen los cambios económicos no llegan a los que tocan. Si no existe una verdadera regulación de la competencia, la privatización de los servicios públicos lo único que cambia es a un monopolio oficial por un monopolio privado. Las ventajas potenciales de una participación del sector privado se evaporan ante la ausencia de una efectiva regulación. Mientras no hagamos cumplir las leyes que regulan la competencia vamos a tener que las guerras de precios y las mejoras de los servicios terminan prematuramente cuando los operadores se dan cuenta que es mejor limitar la competencia. En Colombia ante la deficiente regulación de la competencia pasamos de una situación en la que regalamos los celulares por preguntar el saldo en un cajero automático a tener las tarifas de telefonía móvil más caras del mundo.

El desencanto de Edwards parece estar mostrando el sentimiento de la mayoría de los analistas que se han preocupado por el caso colombiano. Los resultado económicos son cada vez más deficientes. Los maestros en el arte del compromiso económico se han olvidado de la importancia de la disciplina fiscal. Los hábiles manejadores de las bonanzas y los serios conductores de antaño se han dejado contagiar del populismo que acabó con las economías latinoamericanas. El mantener una inflación que se movía entre el veinte y el treinta por ciento durante varias décadas ya no es un ejemplo de imitar. Com hemos dicho a Colombia en el campo de la política económica le está pasando lo mismo que a la selección del Bolillo Gómez. Esta viviendo de los logros del pasado y hasta Venezuela está obteniendo mejores resultados. 

La solidez de la economía colombiana que le permitió sobrevivir a un país que siempre obtenía las peores calificaciones en su desarrollo institucional ya no es suficiente para compensar tan serias desventajas institucionales. El mensaje es claro para la Colombia del siglo veintiuno. Hay que renovar urgentemente las instituciones colombianas. La justicia tiene que funcionar. Las reglas de juego deben ser claras y no deben estarse cambiando a cada minuto. La clase política tiene que responder a la sociedad civil y los grandes conglomerados no pueden abusar del poder económico. Las reglas de juego deben favorecer el surgimiento de innovadores. Las oportunidades no se pueden limitar a los grandes grupos económicos sino que deben favorecer  en últimas al consumidor. 

Los colombianos debemos aceptar el regaño del Profesor Edwards. La comunidad internacional está perdiendo la fe en Colombia y si no hacemos las reformas institucionales indicadas a la mayor brevedad posible nos dejará el tren del progreso. Los candidatos presidenciales deben tomar atenta nota del mensaje de Edwards que coincide con el pensamiento del común de la gente. Todos estamos aburridos de la situación actual y queremos vivir en una sociedad en la que se castigue a los corruptos y donde los honestos puedan avanzar. Nuestra preocupación no puede seguir siendo si la inflación bajará un punto porcentual o si la máxima tasa de crecimiento posible es del cuatro o del cinco por ciento. Los temas del momento son de una mayor trascendencia.

viernes, 18 de julio de 1997

¿Cómo salir de la recesión?

El lunes de esta semana El Tiempo convocó a distinguidas personalidades para que plantearan  sus propuestas para salir de la actual recesión. En el Foro participaron tres de los mayores empresarios, tres voceros de los gremios, el Ministro de Hacienda y Salomón Kalmanovitz uno de los cinco codirectores del Banco de la República. Aunque los representantes del sector privado ampliaron el alcance de su presentación para cubrir temas de mediano plazo relacionados con el desarrollo del país, se pudo llegar a tener una visión tanto de las causas como de las posibles soluciones de la actual crisis.

Quedó claro que la recesión se originó en medidas de política económica de índole coyuntural. Se enterró la noción de que estábamos viviendo las consecuencias del cambio de modelo económico. Los representantes del sector público reconocieron que la recesión fue la consecuencia lógica del aterrizaje forzoso de una economía que estaba creciendo por encima de sus posibilidades. Si bien hubo acuerdo sobre el recalentamiento de la economía, no se pudo lograr un consenso sobre  si el límite máximo de crecimiento de la economía colombiana es, hoy en día, el cuatro o el cinco por ciento. El Ministro de Hacienda mencionó en su presentación que probablemente el haber creído que la economía podía crecer al cinco por ciento sin recalentarse había sido una de las razones para que no se hubieran tomado las medidas con la debida anticipación. 

Aunque durante el debate no se tocó el tema, un observador desprevenido se hubiera dado cuenta que la falta de coordinación entre el Banco de la República y el Gobierno ha llevado a la economía a una situación económica más desfavorable. Es claro que si tanto el gobierno como el Banco de la República trabajan armoniosamente en frenar la economía pueden hacerlo a un  costo muy inferior al que se tiene que pagar cuando uno, el gobierno, quiere acelerar, mientras que el otro, el Banco de la República quiere frenar. 

En el Foro se logró un consenso en que la revaluación de la tasa de cambio era la principal causa de la recesión. Para la mayoría de los participantes,  la revaluación del peso se originó en una entrada de capitales que dieron lugar a un exceso de divisas que condujeron a una disminución en el valor del dólar. Según los participantes en el foro, el diferencial entre las altas tasas de interés internas y las externas, la financiación del déficit del gobierno con crédito externo, las compras de bancos, las privatizaciones y la monetización de los excedentes petroleros contribuyeron al exceso de divisas y a la revaluación del peso.  

La falta de credibilidad en el gobierno se mencionó, repetidamente, como otra de las causas de la recesión. El desaliento con la situación del país se ha venido manifestando desde hace bastante tiempo. Desde el segundo trimestre de 1995 las decisiones de inversión se encuentran en el congelador. Los industriales archivaron sus proyectos de inversión hace más de dos años y posteriormente congelaron sus nóminas. Los altos costos laborales unidos a la falta de confianza en el gobierno ha mantenido congelada la nómina del sector privado mientras que el gobierno cede a las presiones de los sindicatos oficiales. Cada nueva concesión del gobierno a los sindicatos oficiales aumenta el déficit fiscal, empuja al alza las tasas de interés y reduce la demanda de trabajo por parte del sector privado, aleja cada vez más la posibilidad de una reactivación y afecta adversamente la credibilidad en el Ministro de Hacienda. 

A partir del análisis anterior, parece claro que la primera prioridad debe ser evitar una revaluación de la tasa de cambio y buscar una devaluación real que aumente la competitividad de la economía. Los excedentes petroleros y del producto de las privatizaciones deben mantenerse en el exterior evitando un posible impacto en el mercado cambiario. La reducción del déficit fiscal y la generación de un superávit fiscal para compensar el impacto de la bonanza petrolera es una medida que tarde o temprano debe tomarse para evitar incurrir en la ten temida enfermedad holandesa. El gobierno y el Banco de la República deben actuar de manera concertada para poder lograr el ajuste al menor costo. Si el endeudamiento externo público o privado aumenta en forma excesiva y con esto se revalúa el peso es por que la política macroeconómica ha hecho más atractivo endeudarse en el exterior. No es lógico tratar de distinguir, como lo hizo el Ministro de Hacienda entre el uno y el otro, asignando el papel de malo de la película al sector privado. El aumento del endeudamiento no es sino la respuesta lógica a unas condiciones creadas por las autoridades económicas. El revertir estas medidas es lo que hay que hacer. Si el endeudamiento en Colombia se vuelve atractivo, el sector privado reducirá su endeudamiento externo y contribuirá de esta manera a reducir la presión sobre el peso. 

La recuperación de la credibilidad es algo mucho más difícil de alcanzar. Las actuaciones del gobierno en materia económica son vistas con gran desconfianza por el público. La tendencia natural de un gobierno al optimismo ha sido exagerada en esta Administración. El público ya no cree en lo que le dicen. Los analistas económicos ya no se creen el cuento de que Colombia es un ejemplo para imitar en América Latina. Las tasas de crecimiento son más bajas que en el resto del continente, la inflación es de las  más altas y el desempleo está llegando a niveles preocupantes.  Mientras no reconozcamos que el ajuste necesario en la economía es penoso y que debemos tener el valor de pagar su costo, cualquier reactivación será transitoria. Lo peor que le podría pasara a la economía colombiana es que se reactivará la economía artificialmente en   esta época electoral y que le quedará como herencia a la próxima administración una economía totalmente descuadernada.

viernes, 11 de julio de 1997

Lecciones del manejo económico de los últimos treinta años.

Los comentaristas económicos por estar pendientes de la actualidad muchas veces pierden perspectiva de las fuerzas que moldean el desarrollo del país. Para poder entender lo que acontece en el país es entonces necesarios mirar lo ocurrido a lo largo de un período largo. Gracias al trabajo de Jorge García y Sisira Jayasuriya que lleva el sugestivo nombre de “Al borde del abismo y posponiendo la prosperidad”  es posible, al fin de una larga espera, contar con un tratamiento serio  sobre las políticas económicas colombianas. Como lo mencione en una columna escrita en el diario la Prensa en marzo de 1991, este trabajo es un magnífico ejemplo de la utilización de la teoría económica moderna para el análisis del impacto de las políticas económicas en el  desarrollo colombiano.

El trabajo de Jorge García trata en profundidad el impacto de la política, fiscal, monetaria, cambiaria y salarial de los últimos treinta años. Además de presentar un acervo importante de estadísticas muy meticulosas sobre este período, el libro llega a importantes conclusiones que deberán ser tenidas en cuenta sobre la política económica es conveniente divulgar las conclusiones de tan importante trabajo.

La primera conclusión del trabajo de Jorge García se relaciona con la política fiscal. Según el estudio, “es necesario evitar el déficit fiscal. Como han descubierto los colombianos, aún déficit pequeños pueden generar inflación, déficit en la cuenta corriente y reducir las tasas de crecimiento.” Esta posición sustentada por un trabajo serio, basado en la construcción meticulosa de series fiscales pone en serias dudas la bondad de las propuestas hechas por algunos de los miembros de la comisión de gasto público.

La segunda conclusión del trabajo comentado se refiere a la política cambiaria. Según el trabajo,  “tratar de alcanzar un objetivo de tasas de cambio real para estimular las exportaciones puede introducir rigideces en el manejo macroeconómico. Estas metas pueden prevenir la liberación del comercio exterior debido a que el nivel deseado de la tasa de cambio real puede ser muy bajo y entrar en conflicto con el equilibrio en cuenta corriente; igualmente malo, estas metas pueden forzar la utilización de instrumentos menos apropiados para prevenir la apreciación del peso cuando la economía se vea  sometida a una entrada de capitales.” El estudio presenta un permanente conflicto entre diferentes alternativas de política en donde la política cambiaria entra en contradicción con la estabilidad de precios.

La tercera conclusión del libro comentado tiene que ver con la utilización de la política cambiaria como único elemento para orientar la economía hacia el exterior. En palabras de los autores: “la política cambiaria no puede remplazar la liberación del comercio para lograr un promoción de exportaciones. Una devaluación nominal, por ejemplo, no afectará el precio relativo en una manera permanente a menos que se acaben con las restricciones al comercio.”

La cuarta conclusión se refiere al manejo de las bonanzas. En el libro se afirma: “el gobierno debe actuar cautelosamente cuando ocurren los shocks externos favorables. Un aumento temporal de precios de los productos básicos no debe desembocar en una orgía de gasto público, que sería difícil de revertir cuando la bonanza de los precios pase.” Esta sabia recomendación no debe echarse en saco roto y menos por un gobierno que está empeñado en gastarse por anticipado todas las bonanzas de los recursos naturales. 

La quinta conclusión debe ser tenida en cuenta en momentos en los que muchos analistas le achacan la crisis actual al cambio de modelo económico. Según el libro: ‘el manejo de las crisis y las medidas de  ajuste deben buscar extender antes que reducir la flexibilidad de la economía. A pesar de algunas medidas restrictivas, la economía colombiana se movió hacia menores restricciones y niveles moderados de distorsiones creadas por la política económica en los setentas. Esta estrategia sirvió de base para el crecimiento sostenido de los últimos años 60s y los primera mitad del setenta. Debido a que el país no continuó con la liberalización del comercio exterior, el rápido crecimiento de las exportaciones cesó y el crecimiento de largo plazo se desaceleró”. Los candidatos a la presidencia deben tomar atenta nota de esta recomendación para ofrecer en su programa de gobierno una segunda dosis de reformas estructurales que permitan acelerar el crecimiento económico.

La última lección de la experiencia colombiana tiene que ver con la importancia de una buena política social. “El crecimiento sostenible requiere de una estabilidad social y política que a su vez depende de políticas  sociales  apropiadas. Esperamos que la experiencia futura de Colombia demuestre esto en una forma positiva.” Los eventos recientes ocurridos durante esta Administración han mostrado, de una manera negativa la importancia de contar con un gobierno que sea respetado y que lleve a cabo verdaderas políticas sociales. La grave crisis de gobernabilidad de la presidencia de Samper ha puesto de manifiesto el grave impacto negativo de un mal gobierno en la economía. Esperamos que la próxima administración pueda mostrar la importancia para la economía de un buen gobierno.

Este importante libro llega en buen momento. El debate sobre las políticas económicas se fortalece con un trabajo de tan excelente calidad. Los académicos y los políticos deben leer con cuidado este documento que resume el metódico trabajo de uno de los más importantes investigadores de la realidad colombiana.

viernes, 4 de julio de 1997

La inflación sigue alta a pesar de todo

Los periódicos de esta semana muestran que Colombia no solo ha bajado en su nivel futbolístico sino que también en el manejo económico de la inflación está disputándose el último lugar con Venezuela. Las Autoridades Económicas al igual que el bolillo Gómez no han podido cumplir las metas que se han fijado. La inflación sigue por encima de la meta trazada al comienzo del año y por lo visto en los últimos meses, va a continuar por encima del dieciocho por ciento. Si se mantienen las tendencias recientes, en donde las cifras del noventa y siete son un fiel reflejo de las del noventa y seis, la inflación a diciembre estaría por encima del 18,5 por ciento.

Una inflación tan alta como la registrada en los últimos meses debe ser motivo de honda preocupación. El aumento de precios domésticos unido a una estabilidad en la tasa de cambio está volviendo la producción colombiana menos competitiva. Cada vez es más notoria la gran sobre valuación de la moneda colombiana. Los precios de los artículos manufacturados están cada vez más lejos de los producidos en el exterior. Las comparaciones entre los productos colombianos y los extranjeros son cada día más odiosas. Cuando uno va a los centros comerciales y pregunta por el precio de los vestidos le dan ganas de salir a Miami a aperarse. Esta simple comparación de precios lo convence de que hoy como hace quince años el Emperador no se esta vistiendo con ropas colombianas. 

La falta de competitividad colombiana se manifiesta en muchos más frentes. Las comparaciones siguen siendo odiosas cuando uno mira los precios y calidades de los servicios suministrados a las familias colombianas. La televisión por cable, que hoy en día es un artículo de consumo popular que no puede ser gravado con el IVA, tiene precios muy superiores a los que uno ve anunciados en los Estados Unidos. Por el precio que se paga en Colombia, el televidente americano recibe todos los canales que aquí se cobran por aparte. Cuando se olvida que está en recesión y se decide ir a uno de los restaurantes famosos, encuentra que con lo que paga aquí hubiera podido asistir a un  restaurante de primera en cualquier parte del mundo, obteniendo además un servicio mucho mejor.

Además de la pérdida de competitividad, una tasa de inflación tan alta se convierte en un freno a la baja en las tasas de interés. La tasa de interés puede bajar por dos razones. La primera, es  una reducción en la tasa de interés real y la segunda es una reducción en las expectativas de inflación. La reducción en la tasa de interés real solo se puede esperar por una desaceleración mayor de la economía o por una disminución del déficit fiscal. Ambas posibilidades deberían descartarse en estas épocas pre-electorales pues el gobierno está interesado en ampliar el déficit fiscal y en reactivar la economía. Por tanto, en estos momentos, la reducción en las expectativas de inflación se convierte en la  única esperanza para la reducción de las tasas de interés.

Al ritmo que ha venido descendiendo la inflación, la expectativa de una fuerte reducción es prácticamente nula. Más aún, la aceleración de los precios al productor están dando la señal contraria. El crecimiento más rápido de los precios al productor que el de los precios al consumidor no solo reflejan una disminución de la rentabilidad de la actividad productiva sino que muchas veces son el mejor indicador de los precios futuros al consumidor. Esto quiere decir que la aceleración de los precios al productor está indicando una futura aceleración del IPC, lo que indudablemente debería reflejarse en un aumento en las expectativas de inflación y consecuentemente en un aumento en las tasas  nominales de interés

Las altas tasas de inflación son preocupantes en la situación colombiana pues se han dado en forma simultánea con una fuerte desaceleración de la economía. La reducción de un punto porcentual por año es muy poco cuando el crecimiento de la economía ha caído en casi cuatro puntos porcentuales.  Estas cifras son demasiado elevadas, pues en una economía como la norteamericana una reducción de la actividad económica de esta magnitud se vería reflejada en una reducción de varios puntos porcentuales. Una reducción tan drástica en la demanda agregada debería haber llevado a la economía a una inflación de un solo dígito.

La conclusión del análisis anterior es bastante obvia. El problema de la inflación en Colombia es cada vez más serio y no se puede seguir tratando como hasta ahora. Hemos perdido demasiado tiempo en este juego de bajar la inflación sin querer queriendo. Lo que se requiere ahora es convertir en prioritaria la lucha contra la inflación. Esta es una guerra que no podemos perder.