Para algunos de los
analistas pensar en reactivación con los niveles de déficit externo actual
puede resultar en una crisis cambiaria
El Presidente Samper
aprovechando la oportunidad de la posesión de José Antonio Ocampo nuevo Ministro de Hacienda, ha
lanzado el nuevo plan de reactivación en el que da a conocer una serie de
medidas para lograr aumentar el ritmo de crecimiento de la economía. El paquete
contiene una serie de medidas encaminadas a inducir al sector privado a
incrementar sus planes de gasto.
En sus primeras
declaraciones a los medios de comunicación, el Ministro de Hacienda, tratando
de convencer al sector privado de su ortodoxia fiscal, ha aclarado que el
paquete no está basado en un incremento del gasto público, sino que busca
estimular algunos componentes del gasto agregado a través de medidas
relacionadas con la política monetaria, cambiaria y crediticia. Teniendo en
cuenta esas precisiones, el plan de reactivación más bien parece un mensaje a sus colegas de la Junta Directiva del Banco
de la República que un plan de acción, trabaja para su, probablemente, muy
breve faena como Ministro de Hacienda. La promesa de mantener una disciplina
fiscal es un buen anuncio del Ministro Ocampo, y revela un cambio positivo de
alguien que hace menos de quince años, cuando trabajaba en Fedesarrollo,
pregonaba el impulso fiscal como la solución apropiada para mantener altos
ritmos de crecimiento de la actividad económica.
A pesar de las
declaraciones del Ministro han comenzado a surgir serias críticas al plan
propuesto. Para algunos de los analistas, pensar en reactivación con los
niveles de déficit externo actual puede resultar en una crisis cambiaria. El
razonamiento es muy sencillo. Mientras que la Tasa de Cambio esté en tope de la
banda, cualquier disminución en la tasa de interés se va a traducir en una
mayor demanda de divisas por parte del sector privado. Ante la mayor demanda de
la Junta Directiva del Banco de la República debe vender dólares, lo que trae
como consecuencia una disminución de las reservas internacionales y una
reducción de la oferta monetaria. El menor crecimiento de la liquidez,
finalmente, desemboca en un aumento de las tasas de interés. El estímulo lo
único que conseguirá es exportar reservas internacionales lo que hace más
vulnerable de la economía al desequilibrio externo y aumenta las posibilidades
de una especulación del peso.
Que esto no es una
especulación de unos teóricos, se puede comprobar repasando la triste historia
cambiaria ocurrida en los años 83 y 84 en Colombia. Bajo la dirección del
Ministro Edgar Gutiérrez, se dieron considerables estímulos para contrarrestar
la recesión de la industria antioqueña y para salvar el sistema financiero
colombiano. El resultado no fue el anunciado. El ritmo de crecimiento se mantuvo
como uno de los más bajos de la historia colombiana, mientras que el nivel de
reservas bajó considerablemente obligando al final al gobierno a tomar
drásticas medidas para conjurar la crisis cambiaria.
El estímulo a la economía
Colombiana en presencia de un déficit externo es cada vez menos aconsejable,
pues a raíz de la apertura la movilidad de los capitales se ha incrementado, lo
que hace que las reacciones a un estímulo monetario sean mucho más inmediatas y
potentes. Más aún, en las circunstancias actuales en las que la crisis de
gobernabilidad ha inducido a una preferencia por los dólares, la baja de las
tasas de interés lo único que va a hacer es permitir satisfacer esta mayor
demanda de divisas.
La conclusión que nos deja
el análisis de las experiencias anteriores en Colombia, así como lo ocurrido
recientemente en México y Venezuela, es que un estímulo monetario lejos de
convertirse en una solución para la economía con problemas puede en un momento
dado convertirse en una de las causas de una crisis cambiaria. Cuando el sector
privado no tiene interés en invertir, la abundancia de crédito no asegura que
se aumente el gasto en nuevo equipo. En estas circunstancias se aplica el
famoso dicho de que a un caballo se le puede llevar a un río pero no se le
puede obligar a beber.
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