sábado, 31 de mayo de 1997

Michel Camdessus saca la amarilla

Con la mayor diplomacia el Director Gerente del Fondo Monetario Internacional manda una señal de alarma sobre el manejo de la economía colombiana. Después de reiterar el reconocimiento de la comunidad internacional por el manejo sensato que ha tenido la economía colombiana en los últimos treinta años, el Director del FMI advierte sobre los serios peligros que  se pueden generar si no se atiende a tiempo el problema del déficit fiscal.

La llamada de atención por parte de la institución encargada de velar por la salud económica mundial cae muy bien en estos momentos en los que el gobierno Samper está tan empeñado en comprar el apoyo político para su candidato. Los excesos clientelistas que se han despertado con motivo del inminente retiro del Ministro del Interior unidos a los graves desequilibrios de carácter estructural pueden llevar a la economía colombiana a una grave crisis.

Un generoso régimen de transferencias consagrado en la constitución del 91 inspirado en buena parte por el primer Ministro de Hacienda de esta Administración se ha convertido en uno de los principales problemas de carácter estructural. Los recursos generados por las múltiples reformas tributarias se diluyen en obras locales que muchas veces no tienen la menor justificación económica. Las piscinas de olas se introducen en los presupuestos locales con gran facilidad. Aplicando el adagio popular los gobiernos locales lo que nada les cuesta lo vuelven fiesta.

La conocida debilidad institucional del gobierno colombiano agravada por la crisis de gobernabilidad que ha caracterizado a Colombia durante esta Administración ha impedido convertir el aumento de los recursos dedicados a la llamada inversión social en mejores niveles de vida. Los gastos en educación, en salud y los de la red de solidaridad no han tenido el efecto que se esperaba. Los Ministerios encargados de la política social siguen con estructuras administrativas totalmente inadecuadas para poder utilizar eficazmente los cuantiosos recursos dedicados a mejorar el nivel de vida de los colombianos.

Los cuantiosos aumentos en el presupuesto dedicado a la justicia no han logrado garantizar a los colombianos el derecho constitucional de una pronta y cumplida justicia. Los procesos se demoran una eternidad, las cárceles resultan insuficientes para albergar a los acusados que esperan el fallo de la justicia. El problema de la justicia es tan grave que la Corte Suprema tiene que llamar a examen a los candidatos a la fiscalía para que presenten el proyecto que harían en caso de ser nombrados. Ante la falla protuberante de las instituciones, el país se dedica a esperar la llegada del Mesías que pueda arreglar los graves problemas que le aquejan.

El elevado presupuesto para la defensa del país es avalado por el FMI, por considerar que en las circunstancias actuales puede ser justificable. El colombiano promedio no concuerda con la opinión de Messieur Camdessus pues presencia cada día en la televisión el triste espectáculo de un Ministro que no manda, de un comandante de las fuerzas armadas que es ignorado por los medios de comunicación y que prácticamente está con los dos pies por fuera. El general Bonnet, el tercero en el mando se apodera de los micrófonos para recitar la línea oficial. Los cortos circuitos en la toma de decisiones no dejan de ser preocupantes en un país en el que la subversión cada vez tiene más poder.


El anterior análisis nos debe llevar a la conclusión de que el Fondo Monetario ha sido demasiado suave con el Gobierno colombiano y que por lo tanto los ajustes recomendados deberán hacerse muy rápido y probablemente sean más fuertes de lo que se percibe por la lectura de los mensajes del Director del FMI.

jueves, 1 de mayo de 1997

La situación del transporte de carga en Colombia

A comienzos de los ochentas hubo un movimiento importante a nivel mundial para desregular el transporte. Un sector que había estado protegido de la operación de la ley de la oferta y la demanda tuvo que verse enfrentado a una competencia fuerte en la que el gran beneficiado fue el consumidor.

Los más beneficiados con esta desregulación del transporte fueron los pasajeros de las líneas aéreas quienes tuvieron a su disposición unas tarifas muy favorables que les permitieron realizar viajes por todo el mundo a costos muy razonables. La desregulación del transporte aéreo condujo a una restructuración total del sector. Compañías que en una época habían sido líderes del mercado como PANAM desaparecieron para dar paso a una nueva gama de operadores que aprovecharon el nuevo entorno regulatorio.

En otras ramas del transporte como el ferroviario, el urbano de pasajeros y el de carga el cambio no fue tan dramático. En general puede decirse que el efecto principal de la desregulación en estos campos se tradujo en un acercamiento entre los precios del transporte y los fijados por el libre juego de la oferta y la demanda.

En Colombia, la onda desreguladora no se pudo apreciar con la misma fuerza. Las aerolíneas y en especial las más grandes lograron impedir por mucho tiempo la entrada de nuevos operadores y limitaron la competencia de las líneas extranjeras. Solamente, en el gobierno Gaviria y como parte de la estrategia de liberación se da una apertura en el transporte aéreo bajo el rótulo de cielos abiertos. El transporte terrestre de pasajeros tuvo un profunda transformación en los ochentas con la introducción de servicios especiales de alta calidad y logró entrar a competir ventajosamente con el transporte aéreo.

En lo que respecta al transporte de carga por carretera el principal logro de la desregulación fue la eliminación de la intervención del gobierno en la fijación de las tarifas. Estas comenzaron a determinarse por el libre juego de la oferta y la demanda. Las asociaciones de transportadores se limitaban a fijar unas valores de referencia que servían como base para las negociaciones entre el transportador y el usuario. Era reconocido dentro del medio que las tarifas de referencia eran mucho más altas de las que se negociaban en la práctica.

Este esquema no regulado entró recientemente en crisis como consecuencia de una serie de fenómenos originados en la apertura económica y en las malas condiciones de la economía. Por una parte, la rebaja de aranceles y la libertad de importaciones unidos a la revaluación y a las bajas tasas de interés tuvieron como consecuencia un aumento considerable en el parque automotor. Las mejoras en el sistema de transporte especialmente en la entrada en funcionamiento de la troncal del Magdalena, las mejoras en el mantenimiento consecuencia de la puesta en funcionamiento del sistema de concesiones unidas a la privatización de los puertos tuvo como consecuencia un aumento considerable en la eficiencia de la operación del transporte orientado a la exportación.

El aumento en la productividad del sector del transporte causados por un parque más moderno, una red más eficiente y mejor mantenida, con unos puertos más eficientes amplió la capacidad de transporte efectiva. Este aumento debido a la productividad se sumó, entonces,  al aumento en la capacidad transportadora originada en la expansión del parque automotor.

Un aumento considerable en la oferta puede no afectar los precios del sector si viene acompañado por un aumento correspondiente en la demanda. La expansión del comercio exterior causado por la apertura económica mantuvo el equilibrio entre la oferta y la demanda, difiriendo el problema hasta el momento en que la economía entró en crisis. La recesión generalizada de la economía colombiana acabó el precario balance en el sector del transporte de carga.

Las medidas adoptadas por el gobierno que tratan de mejorar al transportador a costa del productor a la larga no van a solucionar el problema. En primer lugar, como ya se dijo, el origen del problema es más de carácter estructural pues existe un marcado desbalance entre la oferta y la demanda. Un aumento de precios es precisamente lo que no se debe hacer pues por una parte, va a incentivar la ampliación de la oferta y por otra va a disminuir la demanda. En segundo lugar, si lo que se pretende es establecer un cartel que permitiera mantener altos los fletes por encima de los precios de equilibrio, la situación es inherentemente inestable pues como bien se sabe, los miembros del cartel cuando hay un exceso de oferta tienen todo el incentivo para hacer reducciones de precios por debajo de la mesa lo que a la larga lleva a la desaparición del cartel.


Todo pareciera indicar que el acuerdo entre transportadores y gobierno que llevó al levantamiento del paro no va a solucionar el grave problema que enfrenta el sector.