lunes, 27 de junio de 1994

El seguimiento del Plan de Empleo del próximo gobierno

El nuevo gobierno tiene la responsabilidad de precisar la meta de empleo, indicando cuáles son los sectores, las regiones y las ocupaciones en donde se van a generar los nuevos empleos.

El seguimiento del cumplimiento de las promesas hechas por los candidatos debería ser una de las actividades prioritarias tanto para el gobierno como para la oposición. Si el gobernante de turno ha recibido el apoyo para un plan de generación de un millón y medio de empleos, es necesario establecer un esquema que permita seguir el cumplimiento de los ofrecimientos realizados en el campo laboral.

Los nuevos encargados de la política económica muy pronto van a comprobar que la información sobre el empleo en Colombia es bastante deficiente. El DANE dentro de sus investigaciones regulares produce resultados solo a nivel de los principales centros urbanos. La encuesta de hogares de más amplio cubrimiento, que se realiza en el mes de diciembre, cubre las áreas metropolitanas de Barranquilla, Bucaramanga, Cali, Manizales, Medellín, Pereira, Cúcuta y las ciudades de Bogotá, Pasto, Ibagué y Montería.

El número total de empleos en Colombia es una cifra casi imposible de obtener. Aunque en los Censos se indaga sobre el estatus laboral de la población colombiana, sus resultados no son comparables con los producidos en las encuestas de hogares. Los resultados del censo del 93 aún con las limitaciones anotadas podrían servir de base para conocer el número de empleos que recibe el próximo presidente. Ante la carencia de esta información es necesario proyectar a partir de la información del 85 y de mediciones sectoriales realizadas por el DANE.

Si partimos de 9'146.000 empleos registrados en el Censo de 1985 y utilizamos otra información, podemos calcular que el número de empleos pueden ser de unos 12 millones 800 mil. De estos, unos 3 millones 300 mil corresponden al sector agropecuario, 3 millones 800 mil al sector asalariado y cuasi asalariado, casi 2 millones 600 mil se ubican en el sector informal independiente y un poco menos de un millón corresponden al sector público.

Para calcular el número esperado de empleos es necesario conocer en detalle el modelo de desarrollo que va a seguir el próximo gobierno. Una aproximación del número de empleos creados en el próximo cuatrenio se puede obtener considerando la tendencia histórica que podría servir de base para la evaluación del plan propuesto por el candidato triunfante. La experiencia ha mostrado que en condiciones normales, el número de empleos ha venido creciendo al 3 por ciento por año. En cuatro años el crecimiento compuesto sería del 12.6 por ciento lo que quiere decir que se habrán creado un millón seiscientos mil empleos nuevos.

Estos cálculos burdos hechos en el reverso de un sobre podrían mostrar que el cumplimiento de la promesa puede ser relativamente fácil pues lo que se necesitaría sería mantener a la economía dentro de una trayectoria que permita sostener el crecimiento observado en el pasado. Es claro que el país no está interesado en crear un número determinado de empleos, lo que está buscando es que estos empleos sean productivos y que se elimine el gran problema de la informalidad. Por tanto, lo que se necesita es precisar cuáles van a ser los empleos que se quieren crear para que se pueda establecer si los programas tienen el éxito esperado.


El nuevo gobierno tiene por lo tanto la responsabilidad de precisar la meta de empleo, indicando cuáles son los sectores, las regiones y las ocupaciones en donde se van a generar los nuevos empleos. Además, debe establecer a la mayor brevedad, un sistema de seguimiento a la creación de empleo. Debe dotar al DANE y al Ministerio de Trabajo de los recursos necesarios para hacer las encuestas que permitan establecer a nivel de todo el país la evolución del empleo. El gobierno debería comprometerse con el país a presentar en su informe al Congreso un estado del cumplimiento de las metas de empleo. El país podrá juzgar entonces, si las promesas se han cumplido o si todo se quedó en buenas intenciones.

martes, 14 de junio de 1994

El Transporte Masivo en Bogotá

La absurda costumbre de cobrar la misma tarifa a todos los usuarios de una ruta ha incentivado la expansión de las ciudades lo que se traduce en viajes más largos y costos operativos crecientes.

La semana anterior se volvió a agitar el tema del transporte en Bogotá. La Revista Semana dedicó su portada al problema del transporte urbano en Colombia y la Administración Distrital cerró la licitación para otorgar por concesión la construcción y operación de un sistema de transporte masivo en la capital de la república.

La importante publicación semanal nos presenta un retrato bastante aterrador de lo que se avecina si no se toman las medidas adecuadas. Según esta publicación, es posible que a la vuelta de algunos años sea más rápido movilizarse a pie que en automóvil y que el período pico se extienda durante todo el día.

La situación ha llegado a estos extremos debido a un aumento considerable en el número de los carros particulares y a un marcado deterioro del transporte público. No solo se presenta una absoluta falta de control por parte de las autoridades lo que ha llevado a una total indisciplina por parte de los conductores y usuarios sino que las políticas han sido infortunadas.

El sistema de rutas del transporte colectivo no se ha adaptado a la nueva estructura de las grandes ciudades. Las rutas pasan por los sitios de mayor demanda sin una justificación técnica. La concentración de las rutas en puntos neurálgicos de la ciudad contribuye a un aumento injustificado de la congestión y a un aumento considerable de la contaminación ambiental.

La prohibición de llevar pasajeros de pie en los llamados servicios ejecutivos, ha contribuido a aumentar la congestión y a encarecer el costo de los pasajes. Los costos reales de operación de los buses han crecido en un más de un ciento por ciento en los últimos diez años debido en buena parte a la disminución en la ocupación de los buses. La expansión de la ciudad y la costumbre de extender las rutas hacia la periferia han sido otras de las causas de esta explosión en los costos operativos y en los precios pagados por el usuario.

La absurda costumbre de cobrar la misma tarifa a todos los usuarios de una ruta ha incentivado la expansión de las ciudades lo que se traduce en viajes más largos y costos operativos crecientes. La práctica de un cobro uniforme independiente de la distancia debe desaparecer a la mayor brevedad posible ya que no tiene ninguna justificación. El cobrar la misma tarifa para viajes diferentes es tan absurdo como sería cobrar el mismo precio por todos los tamaños de una gaseosa. Si los productores de gaseosas adoptaran esta práctica muy pronto entrarían en una crisis similar a la que están enfrentados los transportadores colombianos.

El cambio en esta y otras prácticas absurdas debería venir acompañado por la puesta en marcha de un sistema de transporte masivo. La respuesta de importantes firmas y gobiernos ha mostrado que es posible contar con la participación del sector privado en un proyecto de esta envergadura. Los empresarios han encontrado atractivo asumir el riesgo de posibles sobrecostos y demoras siempre y cuando se les garantice un retorno adecuado a su inversión.


La ciudad debe aprovechar este impulso para tratar de solucionar de una vez por todas este grave problema antes de que llegue a los extremos que nos vaticina la revista Semana.

lunes, 6 de junio de 1994

La ley de Chicago

El confiar en la ley de un solo precio para lograr una reducción en el ritmo de inflación es bastante peligroso y la cura puede llegar a ser más grave que la enfermedad.

Uno de las consecuencias importantes de la pérdida que sufre nuestra unidad monetaria es la necesidad de introducir monedas y billetes de denominaciones cada vez más altas. Las monedas de cinco pesos son reemplazadas por las de cincuenta y posteriormente por las de quinientos. Los billetes de veinte pesos son desplazados por los de doscientos, luego por los de dos mil y finalmente por los de veinte mil. El anuncio reciente del Banco de la República de poner en circulación billetes de veinte mil pesos es, ni más ni menos, el reconocimiento de que las políticas de control de la inflación no han sido muy exitosas.

Los perjuicios causados por la inflación no solo se observa en la necesidad de emitir nuevos billetes sino también en los estados financieros de los negocios. El cierre anual de los balances de las empresas muestran que al hacer los ajustes integrales por inflación es necesario ahora pagar impuestos sobre las ganancias de papel. La carga tributaria de la mayoría de las empresas se ve aumentada gracias a esta figura puesta en práctica durante esta administración. Lo más triste de esto es que el pobre empresario tiene que "invertir" fuertes sumas de dinero para enviar a sus funcionarios a tomar los últimos cursos sobre la materia pues cada año el gobierno cambia las reglas de juego. La consecuencia de todo esto es que tal como lo afirman, con cierta sorna dos Ex-Directores de Impuestos, 1994 va a ser un buen año para los asesores tributarios. El gobierno colombiano ha encontrado, entonces, maneras de cohabitar con la inflación. Nos vende papelitos cada vez más caros y nos cobra impuestos sobre las ganancias de papel.

El control real de la inflación en países como Bolivia y Argentina nos debe mostrar que si se puede bajar la inflación y que no es necesario esperar hasta el siglo XXI para poder llegar a unas cifras similares a la de los países avanzados. El análisis de las experiencias en otros países, así como lo acontecido en el pasado reciente debe servir para diseñar políticas que no solo reduzcan la inflación sino que permitan un sano crecimiento.

El principal problema que se debe evitar es el de la revaluación del peso, pues no solo debemos aspirar que los precios no suban sino que queden en un nivel que le permita a Colombia competir en los mercados internacionales. El utilizar la disminución en el ritmo de devaluación como el instrumento para reducir la inflación es bastante peligroso.

Los argumentos teóricos a favor de la utilización de la tasa de cambio son bastante sencillos de entender. En una economía pequeña abierta a la competencia internacional los precios de los productos que entran en el comercio internacional están determinados por los precios en el exterior y por la tasa de cambio. Por tanto, mientras no exista la devaluación estos precios en Colombia deben subir al mismo ritmo que en sus países de origen. Este hecho tan obvio conocido en la literatura como la Ley de un solo precio ha sido enfatizado por algunos economistas de la escuela de Chicago y ha sido corroborado por la experiencia. Las cifras muestran claramente que desde que se  realizó la apertura comercial en colombia el precio de los artículos importados han crecido a ritmos muy similares a la devaluación nominal del peso.

 Sin embargo, el problema básico en estas circunstancias es el comportamiento de los precios de los artículos que no entran en el comercio internacional. Estos precios tienden a tener su propia inercia lo que hace que el nivel general de precios no siga la misma trayectoria que la tasa de cambio. La consecuencia obvia de esto es la revaluación real del peso y la pérdida de competitividad de Colombia frente al resto del mundo.

Aunque es posible, desde el punto de vista teórico llegar a ritmos menores de inflación mediante este tipo de políticas el costo que se tiene que pagar es muy alto. Para que los precios de los bienes que no entran en el comercio internacional vuelvan a su nivel competitivo es necesario pasar por una recesión y los salarios reales tienen que disminuir.


La conclusión de este análisis teórico es evidente. El confiar en la ley de un solo precio para lograr una reducción en el ritmo de inflación es bastante peligroso y la cura puede llegar a ser más grave que la enfermedad. Necesitamos formular medicinas que no produzcan efectos secundarios tan peligrosos. 

La solución a la inflación puede llegar de Caracas

Si las recetas del Profesor Dornbusch tienen éxito en Venezuela, es probable que termine asesorando al gobierno colombiano en la forma de bajar la inflación a un sólo dígito.

Los datos divulgados por el DANE a comienzos del mes muestran que la inflación continua alta y muy por encima de la meta fijada por la Autoridad Monetaria. En efecto, el DANE nos muestra una inflación en los primeros cinco meses cercana al catorce por ciento, cinco puntos porcentuales por debajo del 19 por ciento fijado por la Junta Directiva del Banco de la República. Como la inflación de los últimos doce meses está casi cinco puntos porcentuales por encima de la meta inflacionaria del 19 por ciento, para poder llegar a la meta de inflación sería necesario tener inflaciones mensuales que fueran inferiores en casi un punto porcentual, a las registradas el año anterior.

Si miramos algunos determinantes de la inflación podríamos ver que estos se encuentran por fuera de los límites fijados por la Junta Directiva del Banco de la República. Los medios de pago en la última semana volvieron a salirse de los corredores fijados por el Banco Central. El crecimiento acelerado de los medios de pago y de los cuasidineros, sin lugar a dudas, inducirán fuertes presiones inflacionarias que dificultarían el logro de la meta inflacionaria.

Como si no fuera suficiente la presión de los medios de pago, en estas tres semanas operará con gran intensidad el llamado ciclo económico de origen político. El candidato del partido liberal con su Ministro de Agricultura han comenzado a ofrecer regalitos para tratar de atraer electores que en la primera vuelta se mostraron poco convencidos por los ofrecimientos del partido de gobierno.

Ante los acontecimientos en Venezuela, el control de la inflación colombiana se ha vuelto extremadamente crítica. Para poder mantener la situación en la frontera bajo control es necesario que nuestra inflación esté muy por debajo de la inflación en Venezuela.

Mientras la inflación venezolana compense la devaluación del Bolívar frente al dólar, las exportaciones colombianas pueden mantenerse. Tan pronto la economía venezolana entre en un proceso de estabilización y la inflación en el hermano país comience a bajar, el problema en la frontera oriental se complicará tremendamente.

Como ha informado la prensa, los asesores del FMI, entre ellos el Profesor Dornbusch del MIT, se han trasladado a Caracas para comenzar a promover sus recetas de estabilización inmediata. Es muy posible que ante la gravedad de la crisis y teniendo en cuenta la necesidad de contar con el apoyo del FMI, al gobierno venezolano no le quede otra alternativa que la de emprender un fuerte programa de ajuste que se traduzca en una pérdida de competitividad de la economía colombiana con serias consecuencias para la zona fronteriza.

La posibilidad de que un plan de estabilización pueda dar resultado en Venezuela depende en buena parte en que el Gobierno venezolano tome medidas drásticas como las propuestas por el Profesor Dornbusch. La congelación de precios, salarios y la tasa de cambio, es bastante atractiva y probablemente se tome muy pronto. Por el contrario, la elevación del precio del petróleo y la gasolina y de otros precios controlados por el gobierno, puede ser bastante complicada. Pero si se quiere contar con el aval del FMI, necesario para contar con la confianza de la comunidad internacional, será preciso hacer ajustes penosos en los precios de algunos energéticos.

La experiencia en el plan de estabilización del gobierno venezolano, debe ser mirada con mucho detenimiento por el gobierno colombiano. Es necesario ver si este plan está teniendo éxito, para entrar a tomar medidas similares en Colombia. Es muy probable entonces, que si sus recetas tienen éxito en Venezuela, el Profesor Dornbusch termine asesorando al gobierno colombiano en como se baja la inflación y que al fin Colombia tenga una inflación de un dígito.