lunes, 26 de abril de 1993

Economía hamburguesa

El determinar el nivel de equilibrio de la tasa de cambio es un proceso bastante complejo.
  
En los últimos días ha vuelto a tomar vigencia la discusión sobre la tasa de cambio real. El Ministro de Agricultura recordando sus tiempos de FEDESARROLLO y de asesor del Doctor Samper ha comenzado a criticar la política económica del gobierno y del Banco de la República. En efecto, el Ministro ha entrado a apoyar la tesis de la Asociación Nacional de Exportadores sosteniendo que debe acelerarse la devaluación para dar una mayor competitividad a las exportaciones y en especial a las del sector agropecuario.

Se me hace muy interesante la posición del Ministro Ocampo por varias razones. La primera, porque encuentro una mayor acogida a mi posición de que uno de los grandes obstáculos a un proceso de apertura es la revaluación de la tasa de cambio que se ha dado durante este gobierno. La segunda, porque me complace que el mismo Doctor Ocampo ha abandonado la posición que tenía durante el gobierno del Presidente Betancur en contra de la devaluación como un instrumento de política para mejorar la posición competitiva del país. En esa época FEDESARROLLO sostenía que cualquier aumento en el ritmo de devaluación se traducía en un aumento en la inflación que posteriormente neutralizaba el efecto favorable de la misma devaluación.

El aumento en el apoyo a una aceleración en el ritmo de devaluación del dólar nos debe poner a pensar cuál debe ser realmente el nivel de la tasa de cambio de equilibrio de la economía colombiana. La manera como el Banco de la República ha venido determinando su meta de tasa de cambio real tiene que ser revaluada. El utilizar el crecimiento de los precios al por mayor parece no ser el más adecuado en este momento. Lo mismo puede decirse de considerar como ideal la tasa de cambio real obtenida en 1986. No podemos olvidar que si bien en esa época la balanza de pagos estaba en equilibrio, la economía estaba protegida por altos aranceles y mecanismos de licencias de importación. La experiencia con los procesos de apertura y la misma lógica económica nos ha enseñado que cuando se eliminan las restricciones del comercio éstas deben ser reemplazadas por una devaluación real de la moneda.

El determinar el nivel de equilibrio de la tasa de cambio es un proceso bastante complejo. Sin embargo, como lo muestra el último número del Economist, es posible llegar a estimativos de la tasa de cambio de equilibrio mediante cálculos muy sencillos. Esta importante publicación ha encontrado que se obtiene una aproximación a la tasa de cambio mediante la comparación del precio de la famosa hamburguesa Big Mac producida por la cadena McDonalds.

En la mencionada publicación se calcula el precio de la tasa de cambio de equilibrio para veinticuatro países a partir del valor del Big Mac en dichos países y en Estados Unidos. En efecto la tasa de cambio de equilibrio calculada es simplemente el valor del Big Mac en cada país por el valor del Big Mac en los Estados Unidos. Esta regla nos indica que en la Argentina la tasa de cambio debería ser de 1.58 pesos por dólar en lugar de la oficial de un peso por dólar y que en México la tasa de cambio oficial es prácticamente igual a la de equilibrio.


Como todos sabemos la cadena McDonalds no ha podido entrar a Colombia porque nuestros tecnócratas habían considerado que no era justificable pagar regalías por una tecnología tan sencilla. Por tanto la determinación de la tasa de paridad por el método del Big Mac no es tan sencilla. En el caso colombiano, es necesario tratar de establecer cual sería el precio de un Big Mac. Para esto es necesario establecer una hamburguesa comparable con el patrón internacional. Después de consultas con mis asistentes y con mis hijos, todos ellos especialistas en comidas rápidas, pude establecer que un precio razonable para una hamburguesa como el Big Mac sería de 2.300 pesos. Si se considera que el Big Mac en Estados Unidos vale 2 dólares con veintiocho centavos podríamos concluir que la tasa de cambio de equilibrio en Colombia sería de mil pesos por dólar. Este simple ejercicio vendría a corroborar el planteamiento de ANALDEX y a reforzar la posición recientemente asumida por el Ministro de Agricultura.

lunes, 19 de abril de 1993

Una propuesta digna de ser estudiada

 Como muy bien lo anotaba el anterior Gerente de la EEB para lograr garantizar una mayor confiabilidad es necesario contar con niveles adecuados en los más grandes embalses y en especial en los embalses agregados de la sabana y en el Peñol.

Al comienzo de la semana se posesionó el nuevo gerente de la Empresa de Energía de Bogotá. Deseamos muchos éxitos al Doctor Mauricio Cárdenas en su gestión en la EEB. Al anterior Gerente lo felicitamos por su labor y en especial por haber logrado que el Proyecto Guavio entrará a generar y a contribuir a la disminución del apagón. Entre las iniciativas que no alcanzó a poner en funcionamiento el Doctor Calderón durante su corta gestión es conveniente recordar su propuesta de buscar llenar los embalses multianuales. Como muy bien lo anotaba el anterior Gerente de la EEB para lograr garantizar una mayor confiabilidad es necesario contar con niveles adecuados en los más grandes embalses y en especial en los embalses agregados de la sabana y en el Peñol. La idea es bien interesante pues esto permitiría sortear más fácilmente los problemas causados en años con pocas lluvias.

La propuesta consiste en pagar a las empresas de energía por no generar con el agua de sus embalses durante los años con buenos regímenes de lluvias, con el fin de poder entregar un alto nivel de embalses al concluir el año con abundantes lluvias. Esta política de ahorro únicamente se justifica para los embalses multianuales pues en los otros como Chivor y Betania no existe suficiente capacidad de almacenamiento.

Aunque la propuesta del anterior Gerente es bien atractiva existen una serie de interrogantes que deben irse resolviendo. En primer lugar, debe tenerse presente que para poder llenar los embalses multianuales es necesario contar con un excedente en el resto del sistema que permita satisfacer la demanda sin tener que usar el agua almacenada en los embalses. En estos momentos no parece que el sistema cuente con un margen de maniobra suficiente para poder reducir las descargas de los embalses multianuales. Para poder llenar los embalses se deberían mantener en magnífico estado todas las otras plantas para poder utilizarlas en el período de lluvias a plena carga.

En segundo lugar, para poder lograr aumentar los embalses se requiere que los dueños de los embalses o sea EPM y la EEB encuentren atractivo, desde su propio punto de vista, el no utilizar el agua de sus embalses para generar. Según el Doctor Calderón una manera de hacer atractivo que las dos empresas más grandes de Colombia no generen sería mediante un subsidio pagado por el gobierno o por el resto del sistema eléctrico nacional. El monto del subsidio y la forma de pago no ha sido definido. La idea parece ser que el gobierno compensara a las empresas por el costo de oportunidad incurrido. Como el agua se piensa ahorrar para utilizarla en los años secos la compensación que debería hacer el Gobierno a las empresas sería equivalente al interés dejado de percibir por las empresas durante el período en que mantuvieran almacenada el agua. Otra manera equivalente, sería que el gobierno comprara agua en el período de lluvias a las Empresas y lo guardara en los embalses hasta que fueran necesario utilizarla en un año de sequía.

Es claro que este esquema podría generar una serie de dificultades. En primer lugar, haría que el gobierno se viera involucrado en la operación de los embalses y que por lo tanto las decisiones se volvieran más políticas de lo que ahora son. No es muy difícil pensar el gran incentivo que tendría el gobierno para utilizar sus ahorros de agua en vísperas pre-electorales. La determinación de las compensaciones a las grandes empresas sería también motivo de grandes controversias. Si el Gobierno quiere favorecer a las grandes empresas podría fijar altas compensaciones. Si por el contrario quiere extraer parte de las ganancias de las grandes empresas fijaría compensaciones muy bajas.


Si lo que se busca es lograr ahorros en las épocas de mucha lluvia para utilizar el agua en épocas de poca lluvia pareciera mucho más sencillo establecer un esquema en donde se permitieran tarifas diferenciales por estación seca y por estación lluviosa. Si las dos empresas más grandes pueden cobrar más en la estación seca que en la estación lluviosa, tendrían un incentivo para ahorrar el agua de sus embalses multianuales para poderlos utilizarla en la época en que les produjera una mayor ganancia. Si el esquema de tarifas está bien calculado, se podría lograr que las empresas se comportaran de la manera óptima para la sociedad al querer maximizar sus ganancias. Este esquema de tarifas tendría la gran ventaja adicional que los consumidores reducirían su demanda en las estaciones secas contribuyendo a disminuir las posibilidades de apagón. 

lunes, 12 de abril de 1993

La eliminación del certificado de cambio.

La presente administración si bien ha buscado poner punto final a prácticas obsoletas, no deja de tener sus pecadillos manteniendo medidas más allá de lo necesario.

No hay nada más peligroso que una medida transitoria cuya vigencia se prolonga más de lo estrictamente necesario. El apretón monetario de 1976 establecido para controlar la bonanza cafetera, al prolongarse más allá de lo debido dió origen a la crisis del sector financiero en el 82. La política de sustitución de importaciones justificada como una medida temporal para apoyar las industrias durante su infancia se convirtió en un esquema de seguridad social para industrias que nunca tuvieron viabilidad económica.

La presente administración si bien ha buscado poner punto final a prácticas obsoletas, no deja de tener sus pecadillos manteniendo medidas más allá de lo necesario. La utilización del certificado de cambio como un método de control monetario es, en mi opinión, un claro ejemplo de un instrumento que completó su vida útil y que debe ser desmontado lo antes posible. La medida tomada en junio de 1991 de emitir certificados de cambio a tres meses y su ampliación a 12 meses hecha en octubre del mismo año, fueron bastante útiles pues le dieron a la autoridad monetaria un margen para tomar otras medidas que contrarrestaran los efectos negativos de la política macroeconómica vigente en ese momento.

Es claro que la situación de hoy en día es muy diferente a la que existía cuando se tomo esta medida. En esa época, debido a las expectativas de una disminución del precio de las importaciones, éstas se encontraban estancadas, lo que unido a unas exportaciones dinámicas tenía como consecuencia un superávit comercial considerable. El atacar la enfermedad directamente mediante una revaluación acompañada de una congelación de recursos haciendo que los costos de la restricción monetaria cayera en los exportadores parecía razonable. 

El superávit comercial ha desaparecido y el sector exportador se encuentra en dificultades. En estas circunstancias la única razón para mantener el uso del certificado es evitar el posible impacto de su desmonte brusco. El impacto en otros sectores como el cambiario o en la rentabilidad de las actividades bursátiles es menor y puede ser manejado fácilmente.

Una manera de ir terminando gradualmente con los certificados de cambio es reducir su alcance, esto es, exonerar de la obligación de recibir certificados de cambio a algunos productores. Por ejemplo podría eliminarse el certificado de cambio para las exportaciones agrícolas buscando mejorar la rentabilidad del sufrido gremio agropecuario. Sin embargo, esto implicaría de hecho el uso de tasas de cambio diferenciales, práctica un tanto peligrosa y poco aceptable por los organismos internacionales como el FMI o el Banco Mundial que están siempre en contra de estos subsidios o impuestos implícitos inherentes en las tasas de cambio diferenciales.

Parece mucho más lógico y transparente desde el punto de vista económico ir reduciendo gradualmente el período de maduración de los certificados de cambio. Esta disminución debería hacerse en varias etapas para evitar problemas en el manejo cambiario y monetario. El siguiente esquema podría servir de base para una eliminación gradual del tipo de cambio. El próximo primero de mayo el período de los certificados debería reducirse a once meses. A los dos meses, o sea el primero de julio de 1993, el período de los certificados se volvería a reducir otro mes. Este proceso de reducción, un mes cada dos meses se repetiría hasta que en enero de 1995 los certificados tuvieran una vigencia de solo un mes.

El esquema propuesto permitiría una disminución gradual del saldo de certificados de cambio del nivel de 1.200 millones de dólares hasta su desaparición en febrero de 1995. La eliminación del certificado permitiría no solo aumentar el ritmo de devaluación sino que eliminaría una serie de distorsiones existentes.


lunes, 5 de abril de 1993

El segundo trimestre pinta bien

La justificación de un estímulo fiscal para compensar el choque de oferta causado por el apagón ya no es válida.

El mes de abril comienza con buenas noticias en el frente económico. En primer lugar, el jueves primero, día de los inocentes en Estados Unidos y Europa, el Presidente Gaviria clausuró oficialmente el apagón. En segundo lugar, el DANE nos informa que la inflación continúa descendiendo. El incremento de los precios a nivel nacional en los últimos doce meses llegó a un poco más del veinticuatro por ciento. Esta cifra puede ser un buen indicio de que la meta de inflación para el presente año si se puede cumplir. Esta posibilidad se refuerza cuando se mira la inflación en las diversas ciudades en las que el DANE realiza su investigación sobre el costo de vida. En efecto, en algunas ciudades ya se ha logrado cumplir con la meta fijada por el Gobierno y el Banco de la República. Medellín y Cartagena están experimentando inflaciones de menos del 22 por ciento. Montería y Villavicencio están muy cerca a los dos paticos y pueden llegar a la meta el próximo mes.

La euforia causada por estas dos buenas noticias no debería dar origen a una falsa complacencia. Por el contrario, es vital que el Gobierno adopte una serie de medidas que mantuvo en el congelador mientras duraba el odiado apagón. El gobierno debe reforzar el control del gasto público. La justificación de un estímulo fiscal para compensar el choque de oferta causado por el apagón ya no es válida.

El ajuste en los precios de los energéticos y de otras tarifas de servicios públicos que eran políticamente imposibles con apagón y con una inflación que se resistía a ceder se vuelven viables cuando se cuenta con energía las veinticuatro horas del día y cuando la inflación se está aproximando a la meta.

Un manejo riguroso de los instrumentos de política fiscal debe convertirse entonces en prioridad del gobierno. Los agentes económicos van a estar muy pendientes de todas las actuaciones del gobierno y las claudicaciones fiscales van a terminar con el espíritu optimista de los primeros días de abril. En esta semana la opinión estará pendiente de la determinación del precio interno del café. Ante una situación ampliamente deficitaria, el gobierno debería tratar de mantener el precio de la carga de café en los 85.000 pesos que estableció en julio de 1992. Podría mejorar, eso si, la situación de los cafeteros disminuyendo o aún eliminando el valor que se paga en Títulos de Ahorro Cafetero.

Un buen manejo fiscal no solo es vital para un mejor control inflacionario sino que también se vuelve indispensable para obtener mejores resultados en el sector agropecuario, en general y en el sector cafetero en particular. Para todos es claro que la revaluación real del peso ha influido negativamente en la competitividad del sector agropecuario y que por lo tanto, para la recuperación del sector agropecuario se necesita lograr una devaluación real del peso.

Aunque no existe un consenso sobre la política que se puede seguir para obtener la tan anhelada recuperación de la competitividad externa, las experiencias exitosas del pasado y los análisis teóricos muestran que la reducción del gasto público y la eliminación del déficit fiscal es la mejor posibilidad de lograr que una aceleración de la devaluación nominal se convierta en una mejora en la competitividad de una economía.


Visto de esta manera, la congelación del precio interno del café puede convertirse en un elemento positivo en la solución definitiva del problema del sector agropecuario. Una mejora en el balance fiscal puede permitir una aceleración en el ritmo de devaluación lo que permitirá obtener más pesos por los pocos dólares que se le están pagando a los agricultores en los mercados mundiales.