martes, 19 de junio de 1990

Panorama Económico Mundial 1990

Por estas épocas el Fondo Monetario Internacional publica todos los años su llamado Panorama Económico Mundial en el que entre otras cosas presenta sus pronósticos sobre la posible evolución de la economía mundial.
  
Para buena parte de nuestros analistas, Colombia constituye un caso excepcional. Los eventos que ocurren en la economía mundial suelen ignorarse completamente. Muy pocos comentaristas están pendientes de lo que acontece en otras partes del mundo. Las discusiones de política económica en Colombia no utilizan suficientemente la experiencia de otros países. Sin embargo, algunos tratan de estar informados de lo que está ocurriendo en el resto del mundo. Los informes que publican los organismos internacionales usualmente contienen información muy valiosa. El Banco Mundial presenta anualmente el Informe sobre el Desarrollo Mundial. El BID publica su Informe llamado Progreso Económico y Social de América Latina que presenta un interesante resumen de los acontecimientos económicos latinoamericanos. Por estas épocas el Fondo Monetario Internacional publica todos los años su llamado Panorama Económico Mundial en el que entre otras cosas presenta sus pronósticos sobre la posible evolución de la economía mundial.

En el capítulo sobre los principales problemas de política en los países industrializados el informe del FMI nos presenta en primer lugar un interesante análisis sobre la importancia de considerar como principal objetivo de la política monetaria la estabilidad de precios. Según el análisis del fondo, la experiencia reciente parece estar mostrando que los países que han logrado reducir la inflación han experimentado una larga expansión económica. Para los que aprendieron macroeconomía a comienzo de los setenta estos resultados pueden parecer increíbles. En esa época se suponía que existía una relación inversa entre la tasa de desempleo y la inflación. Se pensaba que una inflación más alta permitía disminuir la tasa de desempleo y hasta distinguidos economistas galardoneados con el Premio Nobel, utilizaban estas relaciones para explicar cual debería ser la mezcla óptima de los instrumentos de política macroeconómica. Estos ilustres profesores del MIT dieron respetabilidad a lo que se conoció como la curva de Philips. Los eventos recientes parecen entonces estar mostrándonos que el célebre Profesor Inglés no hizo honor al lema de la famosa multinacional holandesa pues no fue "alguien en quien confiar".

Esta revaluación de la sabiduría convencional indudablemente debe afectar el manejo de la política económica colombiana. No es posible que mientras los países industrializados están pensando en adoptar una política de estabilidad de precios, en Colombia todavía estamos tolerando una inflación del 30 por ciento. Más aún, no deberíamos contentarnos con el veinte por ciento que nos ofrecen algunos distinguidos colegas.

Evidentemente la reducción de la inflación no es fácil. Como decía Milton Friedman en una entrevista en el Playboy de febrero de 1973 desde el punto de vista técnico no es muy difícil parar la inflación. El problema real es que los efectos favorables aparecen al comienzo mientras que los problemas ocurren posteriormente. Según Friedman la inflación se parece al licor. Los primeros tragos producen un ambiente agradable mientras que el guayabo ocurre al otro día.  Los costos de reducir la inflación no son cero.

El informe del Fondo Monetario presenta algunas experiencias interesantes de los países que han ingresado a la Organización de Inflacionarios Anónimos. Algunos de estos países han logrado desterrar de sus economías la inflación por medio de medidas ortodoxas mientras que otros han complementado las medidas ortodoxas de control de los medios de pago con otras un poco heterodoxas como el control de ingreso y salarios. Según el Panorama Económico Mundial 1990 "La experiencia sugiere que el basarse en una reducción endógena del déficit fiscal puede no ser suficiente para un programa creíble de reducción de la inflación. Donde la inflación se ha arraigado dando lugar a la indexación, las políticas financieras acomodaticias en exceso, son típicamente parte del problema y no una mera consecuencia de la inflación. En tales casos,un fuerte ajuste fiscal es una precondición esencial para un programa creíble de estabilización debido a que elimina las expectativas de una recaída en el financiamiento inflacionario del déficit fiscal".



lunes, 11 de junio de 1990

Los modernos Robin Hood

Las empresas de servicios públicos en estos momentos tienen un monumental programa de bienestar totalmente desconocido por los habitantes de las principales ciudades. Estos modernos Robin Hoods han diseñado unos sistemas de tarifas que buscan quitarle a los ricos para darle a los pobres.
  
En esta época en que se inician las administraciones de los nuevos alcaldes es muy útil poner de presente que en Colombia las administraciones locales han asumido un papel que de acuerdo con los libros de texto sobre teoría de política fiscal no deberían estar haciendo. El famosos libro del Profesor Musgrave sobre las Finanzas Públicas señala tres funciones del gobierno, la de estabilización, la de redistribución y la de asignación de recursos.

La función de estabilización, obviamente, está a cargo de la nación pues ninguna de las administraciones tiene acceso a la imprenta del Banco de la República. La función de asignación ha sido considerada como la típica que pueden desempeñar los gobiernos subnacionales. Por lo general estos gobiernos conocen mejor las preferencias de sus ciudadanos y cuentan con mejor información que el gobierno nacional. La mayor eficiencia de los gobiernos locales para desempeñar la función de asignación ha sido una de las principales razones para la descentralización administrativa llevada a cabo por los dos últimos gobiernos.

La función de redistribución por lo general está asignada al gobierno nacional pues el gobierno nacional no solo tiene unos recursos más amplios sino que cuenta con unos instrumentos más adecuados para realizar los cambios en la distribución de ingreso.

El asignar a los gobiernos locales la función de distribución tiende a causar serias distorsiones en la asignación de recursos muchas veces causada por el deseo de atraer industrias o mano de obra de otras regiones. Esta guerra de incentivos puede causar serios desequilibrios fiscales en las ciudades. La gran crisis fiscal de finales de los setenta en la ciudad en Nueva York en gran parte se debió a querer mantener un sistema de bienestar social  para la ciudad por encima del vigente en el resto de los Estados Unidos.

Las empresas de servicios públicos en estos momentos tienen un monumental programa de bienestar totalmente desconocido por los habitantes de las principales ciudades. Estos modernos Robin Hoods han diseñado unos sistemas de tarifas que buscan quitarle a los ricos para darle a los pobres. Las tarifas para los bajos consumidores están muy por debajo del costo económico de producir el servicio. Los costos para las industrias y los altos consumidores están muy por encima de los costos de las empresas. de servicios públicos.

Algunos estimativos para la Empresa de Energía de Bogotá que se ha caracterizado como la campeona de la redistribución muestran que las transferencias son alrededor de la quinta parte de los ingresos corrientes. Este programa social surgido a finales de los sesenta es desconocido por la mayoría de los bogotanos. La Junta Nacional de Tarifas, una institución cuyas funciones se han vuelto anacrónicas en un ambiente descentralizador, ha establecido programas que hoy en día ya no se pueden sostener.

Los libros de texto elementales sobre la teoría del bienestar y los cambios en los países comunistas nos enseñan que la redistribución no debe hacerse a través del sistema de precios. Las distorsiones introducidas son de tal magnitud que cualquier posible beneficio logrado se pierde por el efecto negativo en la asignación de recursos.


Estos subsidios e impuestos implícitos inherentes en el esquema de tarifas vigentes deben ser objeto de un cambio. En primer lugar deben hacerse explícitos. Las cuentas a los usuarios de bajos consumos deben indicar el monto del subsidio. Los recibos entonces tendrán tres valores. El costo para la empresa, el valor del subsidio y el neto a pagar o sea la diferencia entre los dos primeros. En segundo lugar, el gobierno nacional, quien es el encargado de la función redistributiva, debe asumir este subsidio. Como las distorsiones creadas por los esquemas tarifarios son tan grandes es probable que el proceso de transición hacia la financiación de los subsidios por parte del gobierno central no  pueda hacerse de manera inmediata.

lunes, 4 de junio de 1990

Volver a crecer



La campaña presidencial de 1990 se caracterizó por una ausencia de debate en torno a los temas económicos. La consulta popular terminada en marzo de 1990, con su énfasis en la disputa interna por el candidato del partido de gobierno, logró silenciar casi completamente las discusiones de carácter económico. Los asesinatos de los precandidatos y la situación de orden público en las elecciones de mayo desplazaron de la mente de los electores las consideraciones de bolsillo.

Las pocas discusiones sobre temas económicos mostraron, curiosamente, una gran coincidencia tanto en los diagnósticos como en los programas de los diversos candidatos. La falta de discusión sobre los diagnósticos y los programas de los candidatos puede contribuir a un falso sentido de seguridad de los encargados de formular la nueva política económica. Para muchos de ellos la afirmación de que a la economía le ha ido bien mientras que al país le ha ido mal puede llevarlos a no tomar las medidas apropiadas.

Para muchos colombianos la gestión económica en los últimos años ha sido bastante satisfactoria. Obviamente, cuando se compara con algunos países latinoamericanos, Colombia se destaca en su desempeño económico. Por el contrario, cuando se comparan los resultados obtenidos en Colombia con los de los cuatro tigres de Asia la gestión económica no sale muy bien librada. Lo que usualmente no se menciona es que durante los ochenta la tasa de crecimiento del PIB de Colombia fue igual a la del conjunto de los países en desarrollo. Colombia no puede continuar creciendo al mismo ritmo promedio de los países en desarrollo.

Indudablemente, este desempeño por debajo de nuestro potencial se debe a los problemas causados por el endeudamiento externo. Tantas veces se nos ha repetido que Colombia ha manejado su problema de endeudamiento externo mejor que los otros países latinoamericanos que hemos acabado creyendo que no tenemos problemas. Colombia es uno de los países al que las Instituciones Multilaterales han denominado como altamente endeudados. En las estadísticas publicadas cada año por estos organismos seguimos apareciendo con un asterisco. Las notas de pie de página que acompañan estos cuadros nos recuerdan que pertenecemos a ese conjunto con graves problemas de deuda externa. Más aún, la realidad que vivimos cada día nos confirma que esto no es un mero capricho de los que elaboran las estadísticas. Los fenómenos que acompañan el alto endeudamiento externo también ocurren en Colombia. La disminución del ahorro interno, la postración de la inversión, el relativo estancamiento de la economía y la inflación son algunos de los síntomas que se presentan en Colombia y en otros países altamente endeudados.

Colombia debería estar pensando al igual que un gran economista argentino. Hay que volver a crecer. El gobierno que comienza el próximo 7 de agosto tiene una gran oportunidad. El respaldo inicial a la política económica del nuevo Presidente indudablemente será superior al que los respaldó en las urnas. El nuevo gobierno debe aprovechar esta magnífica oportunidad en que hay un gran consenso en Colombia y en el mundo en asuntos de política económica para tomar las medidas que nos pongan en una trayectoria de alto crecimiento. La apertura tímidamente comenzada en el tiempo de descuento del gobierno de Barco debe adoptarse con entusiasmo. Colombia en los próximos cuatro años tiene que integrarse a la economía mundial. Más aún, debemos desplazar a las economías del Asia como ejemplos de un verdadero desarrollo.