La retórica
inflacionaria ha estado siempre muy por encima de los resultados obtenidos.
Los tres años de la
Administración Gaviria han estado acompañados de importantes cambios en la
política económica. No se puede negar que la presente Administración ha tenido
bastantes aciertos en el campo económico. Sin lugar a dudas, la
reestructuración del Banco de la República ha sido un importante acierto. Hoy en
día contamos con un Banco Central relativamente independiente del gobierno que
ha demostrado en varias ocasiones su buen criterio para el manejo monetario y
cambiario del país.
Si bien el gobierno
Gaviria nos ha legado un cambio institucional importante para poder mantener la
inflación bajo control, su experiencia en tan importante tema de política
económica no ha sido muy brillante. La retórica inflacionaria ha estado siempre
muy por encima de los resultados obtenidos. Al comienzo del gobierno hizo demasiado
énfasis en llegar rápidamente a niveles cercanos al veinte por ciento. El
equipo económico llegó a ofrecer su renuncia si no se alcanzaba la cifra mágica
del veintidós por ciento.
La realidad fue muy
distinta a lo prometido por el gobierno. La inflación que se recibió en julio
de 1990 en un 28.7 por ciento, sufrió aumentos hasta niveles de más del 32 por
ciento y se mantuvo por encima del nivel heredado del gobierno anterior hasta
octubre de 1991. Más aún, las medidas que tomaba el gobierno con el fin de
controlar la inflación llevaron la mayoría de las veces al incremento del IPC.
El fuerte control monetario empleado por el gobierno con el fin de reducir la
inflación terminó incrementando de manera significativa los medios de pago, el
nivel de reservas internacionales y la misma inflación.
El control de los
medios de pago resultó totalmente infructuoso para controlar la inflación y lo
único que logró fue disminuir el ritmo de crecimiento de la economía. Los
beneficios logrados en el control de la inflación fueron mínimos mientras que
los costos de estas medidas en términos de disminución del crecimiento fueron
considerables. Los resultados de esta primera fase confirmaron una vez más que
el costo de la lucha inflacionaria es bastante alto y que los remedios
sencillos no son muy efectivos cuando simultáneamente se ha realizado una
liberación cambiaria. En estas circunstancias la restricción al crédito
doméstico en lugar de llevar a una reducción en el crecimiento del dinero
conduce a una entrada masiva de divisas y a un incremento considerable en las
reservas internacionales.
Ante la impotencia de
los medios utilizados para lograr los resultados esperados el gobierno cambió
en buena parte su estrategia. Ante la imposibilidad de utilizar una política
fiscal restrictiva se buscó reducir el superávit cambiario. Los analistas
comenzaron a culpar de la alta inflación a la elevada competitividad externa de
Colombia. Se comenzó a sostener que el exceso de devaluación real ocurrida en
1990 era el principal culpable de la elevación de la inflación.
En consecuencia, el
gobierno adoptó como instrumento de política el manejo de la tasa de cambio. La
revaluación real fue entonces el instrumento adoptado para la lucha contra la
inflación. Los costos de la lucha inflacionaria se concentraron en los sectores
productores de bienes que entran en el comercio exterior y que se suponían iban
a ser beneficiados con la política de apertura comercial. Esta segunda
estrategia resultó más efectiva que la anterior en lo que se refiere a poder
cumplir con las metas planteadas. En efecto, en mayo de 1993 se llegó a una
cifra muy cercana a la meta del 22 por ciento.
Los costos de lograr la
meta inflacionaria mediante una revaluación real son bastante claros. La
posición competitiva que se había logrado antes de comenzar la apertura se ha
perdido. La economía colombiana ha perdido competitividad y el proceso de apertura comercial ha
comenzado a tener tropiezos por la baja competitividad colombiana. El gobierno
tiene que acudir al rescate de diferentes sectores y el gran respaldo que
tuvieron las medidas de reforma del sistema comercial colombiano se está
perdiendo.
La reducción de siete
puntos alcanzada durante estos tres rudos años no ha sido suficiente para
convertirnos en un país con una moneda y con un nivel de precios estable. Las
altas tasas de inflación siguen requiriendo de procedimientos como ajustes
periódicos, reajustes por costo de vida, devaluación gota a gota y otros, que
en buena parte reproducen el fenómeno inflacionario. La conclusión parece
entonces clara, los tres años de la Administración Gaviria han sido bastante
frustrantes en el frente inflacionario.