lunes, 28 de junio de 1993

Tres Rudi años.

La retórica inflacionaria ha estado siempre muy por encima de los resultados obtenidos.
  
Los tres años de la Administración Gaviria han estado acompañados de importantes cambios en la política económica. No se puede negar que la presente Administración ha tenido bastantes aciertos en el campo económico. Sin lugar a dudas, la reestructuración del Banco de la República ha sido un importante acierto. Hoy en día contamos con un Banco Central relativamente independiente del gobierno que ha demostrado en varias ocasiones su buen criterio para el manejo monetario y cambiario del país.

Si bien el gobierno Gaviria nos ha legado un cambio institucional importante para poder mantener la inflación bajo control, su experiencia en tan importante tema de política económica no ha sido muy brillante. La retórica inflacionaria ha estado siempre muy por encima de los resultados obtenidos. Al comienzo del gobierno hizo demasiado énfasis en llegar rápidamente a niveles cercanos al veinte por ciento. El equipo económico llegó a ofrecer su renuncia si no se alcanzaba la cifra mágica del veintidós por ciento.

La realidad fue muy distinta a lo prometido por el gobierno. La inflación que se recibió en julio de 1990 en un 28.7 por ciento, sufrió aumentos hasta niveles de más del 32 por ciento y se mantuvo por encima del nivel heredado del gobierno anterior hasta octubre de 1991. Más aún, las medidas que tomaba el gobierno con el fin de controlar la inflación llevaron la mayoría de las veces al incremento del IPC. El fuerte control monetario empleado por el gobierno con el fin de reducir la inflación terminó incrementando de manera significativa los medios de pago, el nivel de reservas internacionales y la misma inflación.

El control de los medios de pago resultó totalmente infructuoso para controlar la inflación y lo único que logró fue disminuir el ritmo de crecimiento de la economía. Los beneficios logrados en el control de la inflación fueron mínimos mientras que los costos de estas medidas en términos de disminución del crecimiento fueron considerables. Los resultados de esta primera fase confirmaron una vez más que el costo de la lucha inflacionaria es bastante alto y que los remedios sencillos no son muy efectivos cuando simultáneamente se ha realizado una liberación cambiaria. En estas circunstancias la restricción al crédito doméstico en lugar de llevar a una reducción en el crecimiento del dinero conduce a una entrada masiva de divisas y a un incremento considerable en las reservas internacionales.

Ante la impotencia de los medios utilizados para lograr los resultados esperados el gobierno cambió en buena parte su estrategia. Ante la imposibilidad de utilizar una política fiscal restrictiva se buscó reducir el superávit cambiario. Los analistas comenzaron a culpar de la alta inflación a la elevada competitividad externa de Colombia. Se comenzó a sostener que el exceso de devaluación real ocurrida en 1990 era el principal culpable de la elevación de la inflación.

En consecuencia, el gobierno adoptó como instrumento de política el manejo de la tasa de cambio. La revaluación real fue entonces el instrumento adoptado para la lucha contra la inflación. Los costos de la lucha inflacionaria se concentraron en los sectores productores de bienes que entran en el comercio exterior y que se suponían iban a ser beneficiados con la política de apertura comercial. Esta segunda estrategia resultó más efectiva que la anterior en lo que se refiere a poder cumplir con las metas planteadas. En efecto, en mayo de 1993 se llegó a una cifra muy cercana a la meta del 22 por ciento.

Los costos de lograr la meta inflacionaria mediante una revaluación real son bastante claros. La posición competitiva que se había logrado antes de comenzar la apertura se ha perdido. La economía colombiana ha perdido competitividad  y el proceso de apertura comercial ha comenzado a tener tropiezos por la baja competitividad colombiana. El gobierno tiene que acudir al rescate de diferentes sectores y el gran respaldo que tuvieron las medidas de reforma del sistema comercial colombiano se está perdiendo.


La reducción de siete puntos alcanzada durante estos tres rudos años no ha sido suficiente para convertirnos en un país con una moneda y con un nivel de precios estable. Las altas tasas de inflación siguen requiriendo de procedimientos como ajustes periódicos, reajustes por costo de vida, devaluación gota a gota y otros, que en buena parte reproducen el fenómeno inflacionario. La conclusión parece entonces clara, los tres años de la Administración Gaviria han sido bastante frustrantes en el frente inflacionario. 

martes, 22 de junio de 1993

Cobrar y cobrar

Para la Administración lo importante es cobrar a los dueños de los predios, a los dueños de los vehículos y a don Raimundo y a todo el mundo.

Cuando nos disponíamos a gastarnos la plata de la prima de junio, nos sorprenden con la noticia de que en pocos días se va a comenzar el cobro de la valorización por beneficio general. Nos encontramos nuevamente frente a una situación en la que una Administración busca primero los recursos antes de decidir en que invertir. Han pasado tres años de discusiones jurídicas sin que se haya hecho un plan serio sobre las necesidades de transporte de la ciudad. Todo este tiempo se ha dedicado a discusiones jurídicas y políticas sin haber tenido en cuenta que para poder realizar las obras se necesitan estudios que fijen las prioridades de la ciudad.

Más aún, por estar discutiendo sobre otros temas se ha olvidado que bajo un concepto de valorización, así sea por beneficio general, las obras y los cobros deben tener alguna relación. Para poder contar con el apoyo ciudadano, los bogotanos deben ver que los cobros de la valorización les van a reportar algún beneficio futuro, pues de otra manera lo que se está haciendo es incrementando un impuesto a los predios bogotanos.

Parece claro que el gobierno bogotano no ha dedicado mucho esfuerzo a encontrar un plan de obras en el que la financiación y el beneficio estén ligados. Más aún, parece que la Administración ha considerado que esto no es importante. Para la Administración lo importante es cobrar a los dueños de los predios, a los dueños de los vehículos y a don Raimundo y a todo el mundo. Un día piensa que todos los costos deben ser asumidos por los usuarios y por tanto busca concesionarios para un sistema de transporte masivo que con tarifas puedan hacer todas las cuantiosas inversiones que se demandan en este tipo de transporte. Al otro día piensa que son los usuarios de los teléfonos los que deben pagar por las inversiones y la operación del deficiente sistema de semáforos.

Como todas estas fuentes parecen insuficientes el funcionario de turno decide incrementar no solo los costos de poseer un vehículo sino también la tramitología, creando certificados de movilización, calcomanías para los carros matriculados fuera de Bogotá y nuevos números para los vehículos con placas negras. Como si todo esto no fuera suficiente se contempla como alternativa una sobretasa a la gasolina con el argumento de que en Colombia la gasolina es muy barata.

Con tanta imaginación sobre fuentes de recursos para financiar un gasto prioritario uno pensaría que el tráfico bogotano debería ser el más fluido del mundo y que las calles de Bogotá y no las de San Francisco, serían la envidia de todo el mundo. La realidad cotidiana muestra todo lo contrario. Los huecos son tan abundantes que se han comenzado a privatizar. Los contratistas han encontrado que los dueños de muchas viviendas están dispuestos a pagar el arreglo de las calles. Los periódicos han encontrado fuente inagotable de noticias el mal estado de las vías y la congestión reinante en Bogotá. La radio tiene a diario su reporte sobre el tráfico en el que se anuncian que todas las calles tienen problemas.


La oportunidad que se presenta en este momento en el que se van a recaudar tan importantes sumas no debería desaprovecharse. Las obras que se hagan deberían ser ampliamente discutidas y escoger las verdaderamente prioritarias. Busquemos que los que están haciendo el esfuerzo económico reciban al menos algún beneficio. Las universidades, los gremios, la Cámara de Comercio deberían convertirse en veedores de unas obras de tal magnitud. Al menos que nuestros pesos se inviertan bien y que mañana no tengamos que buscar a los pavimentadores para que nos arreglen las vías que utilizamos.

martes, 15 de junio de 1993

La política económica de los Estados Unidos en los noventas

Según el profesor Paul Krugman, los Estados Unidos se están contentando con resultados mediocres y han perdido el deseo de hacer los sacrificios necesarios para lograr un mejor resultado.

En estos días de puentes nada mejor que deleitarse con un buen libro. Aunque no es muy frecuente encontrar libros atractivos que traten el tema económico, de vez en cuando se publica un libro que no solo llega a los eruditos en el tema sino que atrae al público en general. Paul Krugman profesor del afamado Instituto Tecnológico de Massachusetts (MIT) ha producido recientemente un interesante libro sobre política económica titulado The Age of Diminished Expectations en el que se presentan de manera clara y sencilla los principales problemas de política económica de los Estados Unidos.

Este importante libro publicado inicialmente por el Washington Post ha tenido bastante éxito entre el público en general y gracias a ello ha sido reimpreso por el MIT Press en edición rústica a un precio accesible de once dólares. El libro del Profesor Krugman es una combinación interesante de rigor académico y claridad de expresión. El mensaje básico de Krugman repetido hasta la saciedad por Clinton durante su campaña presidencial es que la economía de los Estados Unidos, si bien no está al borde del abismo, sí está atravesando por una situación precaria muy por debajo de las expectativas de otras épocas.

Para Krugman el gran problema es, entonces, el contentarse con la mediocridad. Según este ilustre profesor, los Estados Unidos se están contentando con resultados mediocres y han perdido el deseo de hacer los sacrificios necesarios para lograr un mejor resultado.
Esta conformidad con la mediocridad es lo que ha convertido a los noventas en una era de expectativas disminuidas. Los Estados Unidos, según Krugman, atraviesan un período de su historia muy similar al que está atravesando nuestro Santafecito lindo. En 1993, ya no aspiramos a campeonato ni a copa Libertadores, ni mucho menos al cuadrangular sino que nos conformamos con que el equipo no descienda.

Según el autor, el comienzo de la solución es entender lo que está pasando y encontrar una explicación a la crisis. Su explicación y plan de acción para los Estados Unidos se presenta en 16 interesantes capítulos en los que se analizan temas de vital importancia. El tratamiento dado a todos los temas y en especial a los relacionados con el comercio exterior y las finanzas internacionales es de muy alta calidad. Las contribuciones importantes del mismo Krugman y otros profesores del MIT son presentadas de una manera sencilla y agradable que contribuyen a ilustrar al lector sobre temas bastante complejos.

Gracias a su claridad y rigor científico, este libro se ha convertido en referencia obligada para quien este interesado en los problemas de política económica de los Estados Unidos. Dada la importante participación que tienen los egresados del MIT  en la política económica latinoamericana no es de extrañar que en las campañas presidenciales latinoamericanas se debatan temas como los tratados en el libro de Krugman.


Buena parte del éxito del libro se explica por una presentación relativamente balanceada de los problemas. Puede decirse que fuera de los monetaristas radicales casi todos los economistas concuerdan con buena parte del análisis presentado en este libro. En general, el análisis de Krugman puede enriquecer el próximo debate. Lo que debe quedar muy claro para todos los candidatos es que para lograr mejores resultados hay que elevar las expectativas del público y lograr además que los colombianos hagan un mayor sacrificio para poder logra un rápido crecimiento. 

lunes, 7 de junio de 1993

La educación en Colombia.

La grave situación que vive la educación en Colombia ha sido el fruto de errores de política.

Hace unos treinta y cinco años los mejores estudiantes aspiraban a entrar a la Universidad Nacional. En esa época en la que no existían las pruebas del ICFES la calidad de los colegios se medía por el número de estudiantes que podían entrar a la Nacional. Los estudiantes que eran admitidos a la Nacional y a otra universidad privada de prestigio como los Andes o la Javeriana, usualmente preferían matricularse en el campus de la 45. Hoy en día, los buenos estudiantes piensan primero en las universidades privadas. Los Andes, la Javeriana, el Rosario y el Externado son las principales opciones consideradas.

La Nacional recibía en sus buenas épocas magníficos estudiantes de todas las clases sociales, con una alta participación de la clase media y media alta. Los estudiantes de la nacional, con el correr del tiempo se convertían en la clase dirigente. La educación universitaria era en esa época la principal causa de movilidad social. Los estudiantes de los buenos colegios oficiales como el Camilo Torres o el Colegio Mayor de San Bartolomé ascendían social y económicamente gracias a un buen sistema educativo público.

Hoy en día, por el contrario, la posibilidad de llegar a puestos directivos a través del sistema oficial es muy baja. La calidad de la educación oficial no es muy apreciada por los estudiantes y sus familias y más bien prefieren incurrir en costos elevados para gozar de una mejor educación en el sistema privado. La segregación social en el sistema educativo existente hoy en día es bastante grave pues las grandes diferencias existentes a nivel familiar se magnifican a través de sistemas educativos segregados. En el pasado, la Universidad Nacional era un crisol en el que se nivelaban todas las clases sociales y en las que todos aprendíamos de nuestros compañeros fueran ricos o pobres.

La grave situación que vive la educación en Colombia ha sido el fruto de errores de política. El considerar que la única manera de ayudar a los estudiantes pobres era mediante la creación de instituciones oficiales ha sido un gravísimo error. Las Universidades públicas se convirtieron en instituciones en las que lo que menos importaba era la excelencia académica. Lo más importante era, por una parte, concientizar a los alumnos de los graves problemas del país y por otra lograr que profesores y empleados gozaran de grandes beneficios salariales independientemente de su desempeño. Los colegios oficiales se contagiaron de estas enfermedades. Los estudiantes preocupados por los problemas del país y aprendiendo las consignas revolucionarias y los profesores y empleados buscando mejoras salariales.

Para poder resolver el problema de la educación en Colombia es necesario reducir la participación del sector público en la provisión de la educación. Esto no implica que los estudiantes pobres no vayan a tener acceso a la Educación. Por el contrario es probable que la ayuda a los estudiantes más necesitados se pueda ampliar. El estado tiene que dejar de financiar a las instituciones y comenzar a financiar a los estudiantes pobres independientemente del sitio en donde decidan estudiar.

Las instituciones oficiales tienen que volverse más eficientes y reducir sus costos. Para ello el gobierno tiene que cambiar la manera como financia la educación pública. En lugar de cubrir los costos incurridos, debe más bien reconocer los servicios prestados por las instituciones públicas a tarifas similares a las del sector privado. El ahorro puede llegar a ser considerable. Estimativos hechos para el Distrito muestran que con la mitad del dinero es posible atender en el sector privado a los estudiantes que van a la Universidad Francisco José de Caldas.