El problema con la aplicación de la fórmula de
reajuste del precio interno del café surgió, como era de esperarse, cuando el
precio internacional comenzó a bajar.
Desde el momento en que
fue nombrado el actual Ministro de Hacienda comenzó a plantear una solución
para la determinación del precio interno del café. Haciendo gala de su gran
habilidad para los números, el Doctor Perry se craneó una fórmula para evitar los
problemas de las negociaciones habituales entre gobierno gremio para fijar el
precio interno del café. Según las promesas hechas en ese momento, la fórmula
evitaría los problemas en el futuro, pues el ajuste automático tendría en
cuenta la evolución de los precios externos y de manera salomónica dividiría
los aumentos de los precios internacionales ente el Fondo del Café y los
cafeteros.
Infortunadamente, la
experiencia con el uso de la fórmula de ajuste ha mostrado que esta idea, no
resultó como se esperaba. En efecto, los cafeteros respaldaron inicialmente la
utilización de la fórmula de ajuste automático pues la puesta en marcha de la
fórmula coincidió con una época de vacas gordas, lo que tuvo como consecuencia
un aumento en el ingreso de los cafeteros a costa de un deterioro relativo de
las finanzas del Fondo del Café. El problema con la aplicación de la fórmula
surgió, como era de esperarse, cuando el precio internacional del café comenzó
a bajar. Los cafeteros se resistieron a aceptar la baja de sus ingresos y el
Ministro Perry comenzó a hacer ajustes matemáticos a la fórmula para que el
precio se mantuviera en niveles aceptables para el gremio.
La credibilidad de la
política automática para el ajuste en el precio del café se perdió en el mismo momento
en que el gobierno cedió a la presión del gremio por conservar su nivel de
ingresos. De ahí en adelante el proceso de fijar el precio interno del café
volvió a su estado natural, o sea un proceso de negociación entre el gobierno y
el gremio cafetero.
El fracaso del proceso
ideado por el Doctor Perry debe dejarnos una serie de lecciones. La primera
lección que hemos aprendido es que para ser buen economista no basta con ser
hábil para las matemáticas. Una decisión tan importante como la fijación del
precio interno del café es eminentemente política. El gremio cafetero aceptará
con gusto que se le aumente sus ingresos en épocas de bonanza pero hará todo lo
posible para mantener sus ingresos en épocas de crisis. Diseñar una fórmula que
elimine la negociación en épocas de bonanza, de ninguna manera va a evitar que
se apele al sagrado derecho al pataleo en épocas de crisis. Lo único que se
logra con adoptar una fórmula es llegar a la época de vacas flacas con menores
recursos para afrontar la destorcida del precio internacional del café.
La segunda lección que
nos deja esta amarga experiencia es que los esquemas de estabilización como el
del Fondo del Café introducen comportamientos inadecuados. Todos los que
tenemos ingresos fluctuantes hemos aprendido las sabias enseñanzas que le dio
José al Faraón. Ahorrar en las épocas de vacas gordas para sobrevivir en las
épocas de vacas flacas. Los cafeteros y en general, todos a los que
los obligan a ahorrar en épocas de bonanza tienden a gastarse su parte pues
están seguros de que papá gobierno les ayudará en las épocas de crisis. Los
fondos de estabilización, a la larga llevan a la privatización de las ganancias
y a la socialización de las pérdidas y parten de la equivocada noción de que el
Estado puede tomar mejores decisiones que el sector privado. Además, estos
esquemas tienden a perpetuarse más allá de la época para la que fueron creados.
Si el Fondo del café fue importante cuando dependíamos de este cultivo como
fuente de divisas y cuando no existía un mercado de capitales ahora es menos
justificable en una economía diversificada y en el que el sector financiero
podría muy bien servir para invertir bien los excedentes en épocas de bonanza.
La tercera lección que
podemos sacar de esta experiencias que no se puede confiar demasiado en el
excedente del sector descentralizado para financiar el gasto del gobierno
central. Tal como lo mencionábamos en una columna anterior, el sector
descentralizado se ha especializado en gastar y se las ingenia para consumir
todos los recursos que le entran. La tremenda equivocación del Doctor Perry en
el manejo del precio interno del café nos llevó más rápido a una situación
insostenible e indudablemente hizo más urgente un ajuste fiscal. Lo más triste
de estos es que el pobre contribuyente debe, ahora, asumir los costos de una
reforma más severa para tapar el hueco dejado por una equivocación del Ministro
de Hacienda.
Finalmente, debemos
aprender que el ceder en su deber de controlar el gasto público no vuelve al
gobierno más popular ni aún entre los que se benefician de esta generosidad.
Tal como lo muestran las protestas de los campesinos de los departamentos
cafeteros, el gremio no quedó contento con lo que el gobierno les concedió.