La falta de perspectiva internacional no sólo es sorprendente sino que puede llegar a ser altamente peligrosa pues los grandes eventos tienden a tomarnos fuera de base.
Como muestra del provincialismo que caracteriza a los colombianos los analistas económicos se concentran en el estudio de las circunstancias locales. Todo el mundo se preocupa por la inflación local, por si el Salto Social está debidamente financiado y en los últimos días todo el mundo se pregunta si el proceso de racionalización tributaria es otra de las travesuras del "chino" Perry.
Cuando surgen problemas externos como la devaluación de México los comentarios son siempre tardíos. Los que en su momento criticamos el modelo mexicano y su cuantioso déficit comercial éramos tratados de oposicionistas por señalar fallas en el modelo que pretendía imponernos la administración Samper. Las dificultades del modelo argentino y el verdadero alcance de la ley de convertibilidad sólo aparecen en las páginas de los periódicos colombianos cuando la Argentina está a las puertas de un gran remezón. El tener que pagar veinte dólares por un pasaje en bus entre el aeropuerto y el centro a un hotel en Buenos Aires pasa totalmente desapercibido por nuestros ilustres comentaristas, quienes no ven que la moneda argentina está totalmente sobrevalorada.
La falta de perspectiva internacional no solo es sorprendente sino que puede llegar a ser altamente peligrosa, pues los grandes eventos tienden a tomarnos fuera de base. La reciente devaluación del dólar con relación al yen y al marco alemán es un caso interesante. Los analistas con gran superficialidad nos dicen que esto puede tener un buen efecto pues nuestros productos se van a volver mis competitivos en Alemania y el Japón. También nos dicen que los Mercedes Benz y los Toyotas van a ser- más costosos y que por lo tanto los automóviles colombianos van a tener mayor demanda, olvidándose de paso que la materia prima de los Chevrolet y de los Mazda vienen del Japón.
Lo que se ignora en nuestros comentarios es que la situación en los Estados Unidos no es tan sencilla como la pintan. Estados Unidos al igual que México y los países del Cono Sur, han mantenido un alto déficit comercial financiado a través de endeudamiento. Las políticas de Salinas de Gortari en México, de Reagan en Estados Unidos, de Martínez de Hoz en Argentina y de Pinochet en Chile, son esencia de las mismas: tratar de crecer rápido y con una inflación apelando a financiar un alto déficit externo con un creciente endeudamiento.
El final de la película es el mismo: la devaluación de la moneda, la austeridad fiscal y la recesión económica. La única diferencia entre los países de Latinoamérica y los Estados Unidos es que al Tío Sam le aceptan su moneda para el pago de sus deudas mientras que nadie en su sano juicio aceptaría para el pago de la deuda externa billetes emitidos por Salinas de Gortari o Martínez de Hoz.
Desdichadamente para Estados Unidos, el resto del mundo puede cansarse de seguir recibiendo billeticos verdes por el resto de la vida. El dólar puede seguir el camino de la libra esterlina dejando de ser aceptado como parte de las reservas internacionales. En ese momento el ajuste de la economía norteamericana no podrá evitarse y el impacto en Latinoamérica seria devastador. Los Estados Unidos no sólo nos enviarían sus modas, su música y sus comidas rápidas sino también nos enviarían una profunda recesión, el efecto tequila sería mínimo comparado con el efecto Jack Daniels.
El peligro de una posible crisis cambiaria en los Estados Unidos debe ponernos a pensar no sólo en medidas a corto plazo que nos protejan nuestras inversiones sino también de llevar a tomar medidas de más largo plazo. La conquista de nuevos mercados en Europa y Asia debe tornarse en una de las prioridades de los próximos años. La diversificación de los mercados puede ser una medida que nos asegure no sólo, la independencia económica sino que, nos permita tener una relación mas fuerte con los Estados Unidos en materias políticas.