lunes, 30 de enero de 1995

El extraño mundo del Doctor Castro Caicedo

Las Empresas de Servicio Público tienen obligación legal de mantener tarifas que cubran todos sus costos.

Los gerentes de las empresas de servicios públicos tienen en Colombia muy mala imagen. Para el común de la gente, todos los que llegan a esta posición debido a la influencia política y solo buscan el enriquecimiento rápido por medios poco santos. Comer carne de gerente se ha vuelto la manera segura de aparecer en la televisión y los medios de comunicación masiva. Los contralores, procuradores, personeros y fiscales apelan a los juicios a los gerentes en los medios de comunicación cuando sus asesores de imagen encuentran que sus jefes no están apareciendo en los titulares de la prensa.

Como solo ocurre en Colombia, el seguimiento del cumplimiento del pacto social se ha convertido en noticia de primera plana. El Señor Superintendente de Servicios Públicos, siguiendo la costumbre de comer gerente por lo menos una vez al mes, ha aprovechado el interés que ha despertado en los medios de comunicación el cumplimiento de la famosa meta del 18 por ciento y ha declarado a los enviados especiales de los noticieros y demás medios de comunicación oficialistas que no le temblará la mano para destituir a los gerentes que no cumplan con la meta del 18 por ciento.

Esta desafortunada intervención del Superintendente en contra de los gerentes de las empresas de servicios públicos no solo contribuye a deteriorar una vez más la imagen de un segmento de funcionarios que han tenido que soportar pacientemente agravios infundados sino que va en contra de la misma ley que crea la superintendencia de Servicios Públicos.


En efecto, si uno lee con cuidado la ley que reglamenta los Servicios Públicos en Colombia, es una obligación de las empresas fijar tarifas orientadas por los criterios de eficiencia económica, neutralidad, solidaridad, redistribución, suficiencia financiera, simplicidad y transparencia. Para evitar una posible mala interpretación sobre lo que se entiende por suficiencia financiera, la ley manifiesta que se logra la suficiencia financiera cuando las fórmulas de tarifas garantizan la recuperación de los costos y gastos propios de operación incluyendo la expansión, la reposición y el mantenimiento permitiendo remunerar el patrimonio de los accionistas en la misma forma en la que lo habría remunerado una empresa eficiente en un sector de riesgo comparable y permitiendo utilizar las tecnologías y sistemas administrativos que garanticen la mejor calidad, continuidad y seguridad a sus usuarios. Para no dejar dudas sobre la importancia de la suficiencia financiera, la misma ley afirma que los criterios de eficiencia y suficiencia financiera tendrán prioridad en la definición del régimen tarifario.


Para los legisladores el contar con tarifas de servicios públicos  que cubran todos sus costos es tan importante que expresamente se reconoce como una práctica discriminatoria abusiva y restrictiva el fijar tarifas que no cubran todos los costos. En el Artículo 34 el legislador muy sabiamente expresa que "se consideran restricciones indebidas a la competencia, entre otras, el cobro de tarifas que no cubran los gastos de operación de un servicio, la prestación gratuita o a precios o tarifas inferiores al costo de servicios adicionales a los que contempla la tarifa."

Teniendo en cuenta los anteriores argumentos, se puede afirmar que  El Pacto Social apenas refleja el interés de gobierno por bajar la inflación y de ninguna manera puede estar por encima de una norma de carácter superior. Si hubiera lógica el anuncio del Superintendente de Servicios Públicos debería haber sido diferente. Debería haber anunciado que estaría dispuesto a intervenir las Empresas que por cumplir con las metas del pacto social pusieran en peligro su suficiencia financiera. Más aún, debería haber anunciado que estaría  dispuesto a renunciar a su puesto si el Ministro de Desarrollo o el Presidente de la República quisieran poner en peligro la suficiencia financiera de las empresas de servicio público por cumplir con su meta del 18 por ciento.


También debe quedar claro que el tratamiento dado al cumplimiento del 18 por ciento por parte de los medios de comunicación debe cambiar. No podemos pensar que en materia tan compleja de precios y tarifas la situación es tan clara como para poder clasificar a todo el mundo como bueno si cumple con el pacto social o malo si no lo cumple.

lunes, 23 de enero de 1995

La Leona y el Niño

Mientras que la competencia en las cervezas  aleja cada vez más la posibilidad de tener que ver los partidos de fútbol a palo seco, la falta de competencia y los continuados errores de política  mantienen latente la posibilidad de un racionamiento de energía eléctrica

Simultáneamente con el comienzo de la guerra de las polas ha vuelto al  tapete el  tema de un posible apagón.  Mientras que los clientes de los monopolios privados de la cerveza comienzan a independizarse de su habitual proveedor, el sufrido usuario del monopolio estatal tiene que seguir acudiendo a las rogativas a San Pedro para que en los próximos años no se presente con mucha intensidad el fenómeno del Niño.  Mientras que la competencia en las cervezas aleja cada vez mis la posibilidad de tener que ver los partidos de fútbol a palo seco, la falta de competencia y los continuados errores de política mantienen latente la posibilidad de un racionamiento de energía eléctrica

En efecto, la política energética de 1995 sigue tan equivocada como la que nos llevó al apagón de 1992.  Los precios de la energía eléctrica se mantienen por debajo de su costo conduciendo a una equivocada asignación de recursos.  Los usuarios residenciales en Colombia continúan consumiendo mucha más energía eléctrica que en otros países de igual grado de desarrollo.  Los bajos precios de la electricidad en Colombia siguen incentivando su despilfarro en la cocción de alimentos y en el calentamiento de agua para el baño.  Colombia sigue manteniendo el dudoso privilegio de ser la nación en donde el consumo residencial de electricidad es superior al consumo industrial de energía eléctrica.  A pesar de la amarga experiencia de 1981 y 1992 seguimos dependiendo en grado sumo de las hidroeléctricas.  A pesar de tener tarifas industriales mis altas que las de los países a los cuales exportamos nuestro carbón nos seguimos creyendo el cuento de que la energía hidroeléctrica es mucho más barata que la térmica.
  
Pero más grave aún que mantener una política equivocada de precios es aumentar sus distorsiones.  En aras de un pacto social se sacrifica la viabilidad financiera de las empresas del sector.  La posibilidad de contar con inversión del sector privado es cada vez más remota cuando se pospone indefinidamente el ajuste de las tarifas residenciales y el desmonte de los subsidios a los consumidores del servicio eléctrico.

El plan de masificación del consumo de gas avanza lentamente debido a los bajos precios fijados para el gas.  Ante la imposibilidad de importar masivamente gas tenemos que seguir esperando que aparezcan depósitos de gas cerca a los grandes centros de consumo que permitan servir las principales ciudades. Con aumentos del 18 por ciento en el  precio del gas es casi imposible que el sector privado encuentre atractivo en el negocio y por lo tanto es necesario seguir dependiendo del monopolio estatal.
  
Y como si esto fuera poco, el efecto tequila ha comenzado a sentirse en el costo de capital.  Un sector como eléctrico tan intensivo en capital y tan dependiente del ahorro externo es, sin lugar a dudas, tremendamente vulnerable a los eventos ocurridos en el frente cambiario.  Los encargados del sector eléctrico no deben olvidar lo que - ocurrió en 1982 cuando el no pago de deuda mejicana desencadenó la crisis en toda Latinoamérica.  Los mercados comenzaron a cerrarse, las tasas de interés subieron y finalmente las devaluaciones masivas acabaron con  la viabilidad financiera de unas empresas con altos niveles de endeudamiento externo.

Ante un panorama tan incierto, el sector eléctrico debe dejar de preocuparse por si va a haber un apagón este año y comenzar a discutir si sus políticas de precios son coherentes con una inversión del sector privado.  También debe analizar las implicaciones de cierre del crédito externo y de una posible devaluación masiva.  Si no lo hace volveremos al triste espectáculo del sacrificio de inocentes funcionarios del sector eléctrico para calmar a un público enardecido por haber soportado las consecuencias de un apagón.

lunes, 16 de enero de 1995

México: No hay plazo que no se cumpla ni deuda que no se pague

 Si la economía colombiana no se controla bien puede sufrir una crisis externa de grandes proporciones
                                                                                                                                                                    Como suele ocurrir es más fácil comentar los ocurrido que prever lo que va a pasar. La mirada retrospectiva suele ser siempre muy clara mientras que la mirada hacia al futuro es siempre nebulosa. El colapso de la economía mexicana ocurrido el 20 de diciembre del año pasado ha dado lugar a una serie de análisis bastante interesantes. La última columna del prestigioso economista Rudiger Dornbusch en la revista Business Week nos presenta interesantes opiniones sobre la situación mejicana de la cual es conveniente destacar la similitud entre la situación mejicana y la vivida en Chile a comienzos de los ochentas.

Dos países que avanzaron de manera importante en la senda de las reformas estructurales tuvieron que enfrentar una crisis por el mal manejo macroeconómico. El mantener  una tasa de cambio a todas luces irreal financiada por creciente endeudamiento privado lleva finalmente a una crisis externa que precipita a la economía en un período recesivo. La conclusión obvia de lo anterior es bastante clara. Las autoridades económicas no solo deben reformar las instituciones modernizándolas y haciendo más competitiva la economía sino que deben mantener una política cambiaria adecuada. La financiación con endeudamiento externo que acompaña un déficit comercial no es una solución de largo plazo pues las deudas tarde o temprano tienen que pagarse. Los prestamistas e inversionistas no tienen la paciencia del Santo Job, sino que viven revaluando las posibilidades de que su inversión pueda repagarse y generalmente a la primera señal de una posible insolvencia cierran las puertas del endeudamiento.

Si lo que pasó en México y sus causas ha comenzado a aclararse persisten serias dudas sobre los que le puede pasar a la economía latinoamericana. Sin lugar a dudas, el mayor interrogante que existe en el momento es el de la economía argentina. Los analistas que en términos generales encuentran que el Ministro Domingo Felipe Cavallo ha hecho una gestión excelente, sin embargo tienen dudas sobre la viabilidad a largo plazo de su política económica. Como muy bien lo expresó el Ministro argentino en Wall Street la economía argentina difiere de la mejicana en el aspecto de que por ley, la moneda argentina está respaldada por divisas extranjeras. La convertibilidad hace que la fuga de divisas se convierta en una disminución de la base monetaria y transforma la crisis externa en una crisis doméstica pues la reducción de la base monetaria no acompañada por un aumento en el multiplicador monetario se transforma en una reducción del dinero en circulación lo cual como se vio en la gran depresión viene acompañada de un alto desempleo. Esto quiere decir que la economía argentina se vería libre de una crisis externa de fuga de divisas en la medida en que esté dispuesta a aceptar una profunda depresión que a través de una reducción de precios y salarios devuelva la competitividad a la economía argentina. Como el remedio es más grave que la enfermedad es de prever que se logre, en el segundo período de Menem, un ajuste por otros medios.

En cuanto a la situación colombiana y el posible efecto tequila hay que decir que a pesar de lo que dicen Hommes y Perry no estamos en el mejor de los mundos y que si la economía colombiana no se controla bien, puede sufrir una crisis externa de grandes proporciones o una fuerte recesión como sería el caso de la Argentina. El endeudamiento privado colombiano ocasionado por el gran gasto privado muy por encima de los ingresos del sector privado está llegando a niveles bastante peligrosos. Una devaluación del 2 por ciento no puede ser compatible con una inflación de más de 20 por ciento. La competitividad nacional está disminuyendo peligrosamente mientras que se sostiene la bonanza de la construcción y otros sectores que producen bienes no transables. Los acuerdos comerciales que fueron hasta hace poco el camino para la Presidencia del anterior Ministro de Comercio Exterior han quedado reducida a su más mínima expresión. En el baile de la integración a Colombia le toco bailar con las más feas pues sus socios del famoso G3 están pasando por crisis de grandes proporciones que han tenido que ser resueltas con devaluaciones masivas. 

Los colombianos debemos pues comenzar este año con muchas precauciones debemos aprender de las promesas de los enguayabados que se embriagaron con tequila y que prometieron que ahora si iban a portarse bien. Si no ajustamos la economía en este momento es muy probable que lo tengamos que hacer después de una borrachera con aguardiente. Aquí conviene recordar que la plata dulce no es eterna y que si hoy es bueno endeudarse en dólares esto no sigue siendo cierto después de una devaluación a lo mero macho.