lunes, 13 de diciembre de 1993

¿Cuánto debe aumentarse el salario?

Cualquier aumento por encima del 15 por ciento se está dando a costa de la competitividad del sector exportador colombiano.

Los niños y los trabajadores esperan con ansiedad el mes de diciembre. Los primeros esperan la llegada del niño Dios con sus regalos navideños y gozan con la pólvora que acompaña las novenas de aguinaldos. Los segundos se ponen contentos pues saben que durante el mes de diciembre les llega no solo la tan esperada prima sino también la ilusión del aumento en sus salarios. Con sorprendente regularidad por esta época navideña, los trabajadores esperan lograr satisfacer los anhelos permanentemente pospuestos.

La discusión sobre el aumento del salario mínimo se torna por esta época en una de las noticias de mayor cubrimiento en los medios de comunicación masiva. La discusión en las negociaciones laborales se centra, muchas veces, en el ajuste por inflación. Para algunos el ajuste por inflación debe reflejar el aumento en el costo de vida del año pasado, mientras que para otros el ajuste por inflación debe reflejar el aumento de la inflación esperada para el año entrante. Los primeros piensan que las consideraciones de justicia con el trabajador deben conducir a que éste mantenga su nivel de vida pasado. Los segundos argumentan que la lógica económica señala que lo pasado, pasado y que las decisiones deben basarse en las expectativas de lo que puede pasar en el futuro.

Las discrepancias entre las dos maneras de pensar se hacen evidentes en períodos en los que las autoridades económicas están llevando a cabo un plan de estabilización exitosa, pues la inflación esperada es inferior a la observada en el año anterior. Adicionalmente, durante los períodos de estabilización se pone de  manifiesto la inercia inflacionaria que tiene un sistema de ajuste ligado al índice de costo de vida.

En épocas recientes se ha considerado importante incluir, además del aumento en el costo de vida, un incremento debido al aumento en la productividad del trabajo. La discusión se polariza, entonces en dos cifras. La primera corresponde a la inflación esperada incrementada por el aumento en la productividad y la inflación esperada incrementada en dos puntos porcentuales que representa el aumento de la productividad. En el caso colombiano la primera cifra podría estar alrededor de un 21 por ciento y la segunda alrededor del 24 por ciento. 

Las negociaciones sobre salario mínimo se han venido desarrollando entre estos dos límites y es probable que terminen más cerca del límite inferior. La principal razón de que esto ocurra se deriva del proceso de internacionalización de la economía colombiana. Como bien lo anota la Revista Dinero "la mano de obra colombiana se está encareciendo en dólares, lo cual reduce la capacidad para competir de los productores nacionales con sus contrapartes de otros países." Este encarecimiento en dólares que se inició en 1990 y es simplemente una de las manifestaciones del famoso mal holandés no puede continuar sin causar serios estragos en la actividad productiva.


Infortunadamente, el parar este encarecimiento, en dólares, de la mano de obra colombiana solo se puede lograr mediante un frenazo en el ritmo de crecimiento de los salarios en pesos. Por ejemplo, si quisiéramos mantener los salarios al mismo nivel de nuestras contrapartes en los Estados Unidos el aumento para el año entrante debería ser de apenas un 15 por ciento. Dicho de otra manera, cualquier aumento por encima del 15 por ciento se está dando a costa de la competitividad del sector exportador colombiano. 

lunes, 6 de diciembre de 1993

Reinventando el gobierno

Al revisar la experiencia que se está viviendo en los Estados Unidos, Osborne y Gaebler, han logrado identificar diez principios básicos que se deberían tener en cuenta para lograr un mejor modo de gobernar.

Al comenzar el último mes del 93 recibimos la mala nueva de que la inflación continúa en su marcha ascendente. Las cifras por debajo del 22 por ciento anual que se habían logrado a mediados del año, hoy ya son historia antigua. La triste conclusión que nos queda es que el control inflacionario ha sido una víctima más del deseo de ganar electores, a costa del presupuesto nacional.

El país debe darse cuenta de la importancia de mantener unas finanzas públicas sanas. El mantenimiento de la disciplina fiscal no solo requiere que el Presidente cumpla con su promesa de no sancionar las leyes aprobadas recientemente que incrementan de manera alarmante el nivel de gastos del gobierno, sino que el país continúe en su esfuerzo de transformación estructural hacia una sociedad más eficiente.

El desequilibrio fiscal es preocupante pues se ha dado en un período en el que el Gobierno ha patrocinado reformas fiscales importantes, cuyo efecto ha sido el aumentar el porcentaje que cada colombiano tiene que contribuir al funcionamiento del Estado. El querer lograr un equilibrio fiscal a través de un aumento de los impuestos, ha quedado como otra más de las grandes ilusiones de los colombianos. Los deseos de lograr de manera inmediata una sociedad más justa y eficiente a través del gobierno no se han cumplido. El gobierno como lo conocemos, no ha podido cumplir de manera satisfactoria los grandes propósitos nacionales.

La solución no parece, entonces, buscar mayores recursos para hacer más de lo mismo, sino que más bien puede estar por el lado de hacerlo de una manera totalmente distinta. La disposición de los colombianos a aumentar su contribución al fisco está llegando a sus límites máximos. La revuelta fiscal iniciada en los Estados Unidos el 6 de junio de 1978, cuando los votantes de California aprobaron la llamada Proposición 13, puede llegar finalmente a Colombia y dar origen a una verdadera revolución en el campo del gobierno. Los ciudadanos de Colombia algún día dejarán de creer que la solución de los problemas es subir y subir los impuestos al nivel de Nueva York para contar con los servicios de Somondoco. La realidad es que los niveles impositivos actuales ya son de por si insoportables, para la baja calidad de servicio que obtenemos.

Lo que se requiere es cambiar la manera como opera el gobierno. La solución está más por el lado de las ideas expuestas en el libro Reinventing Government de David Osborne y Ted Gaebler. Los autores al revisar la experiencia que se está viviendo en los Estados Unidos, han logrado identificar diez principios básicos que se deberían tener en cuenta para lograr un mejor modo de gobernar.

Para los autores mencionados, el mejor gobierno se logra cuando la mayoría de los gobiernos promueven la competencia entre los proveedores de servicios; cuando los gobiernos transfieren poder a los ciudadanos quitándoselo a las burocracias; cuando los gobiernos miden el desempeño de sus agencias, mirando los resultados antes que los insumos; cuando los gobiernos están movidos más por metas que por regulaciones; cuando tratan a sus usuarios como clientes, ofreciéndoles la posibilidad de elegir sus escuelas o sus programas de entrenamiento; cuando los gobiernos previenen los problemas antes de que sucedan en lugar de atenderlos después de que ocurran.; cuando dedican sus energías a conseguir dinero y no simplemente se dedican a gastar; cuando descentralizan la autoridad adoptando mecanismos de participación; cuando prefieren mecanismos de mercado antes que los burocráticos; y finalmente cuando enfocan sus esfuerzos no solo a proveer servicios sino que más bien sirven de catalizador para que los sectores, público, privado, produzcan las acciones encaminadas a resolver los problemas de su comunidad.

Los diez principios básicos de Osborne y Gaebler resumidos en el párrafo anterior son ilustrados profusamente con ejemplos tomados de los Estados Unidos que indudablemente pueden servir de base para que los candidatos que buscan el favor popular en las próximas elecciones ofrezcan una verdadera solución a sus electores.