martes, 28 de noviembre de 1995

El ahorro y la apertura

El análisis de lo ocurrido en los Estados Unidos al terminar la segunda guerra mundial puede ayudar a explicar la disminución del ahorro ocurrida en Colombia después de la apertura.
Uno de los principales problemas de la economía colombiana es la insuficiencia del ahorro privado que ha ocasionado un incremento considerable del endeudamiento externo del sector privado. Los analistas han tratado de encontrar las causas de la disminución significativa del ahorro privado y muchos de ellos se han declarado incapaces de encontrar una explicación satisfactoria.

Con el fin de dar un poco de luz que pueda aclarar este enigma, es conveniente mirar algunos casos en los que se presentó un fenómeno similar. A nivel mundial es famoso lo ocurrido en los Estados Unidos al finalizar la segunda guerra mundial. Como lo enseñan los libros de texto, una vez finalizada la segunda guerra mundial, los Estados Unidos tuvieron un notable auge económico en el que el consumo se disparó de manera notable. Los veteranos no solo volvieron a las universidades en forma masiva, sino que gastaron sus ahorros en los automóviles y viviendas que no habían estado disponibles por mucho tiempo. El aumento de la demanda unido a una recomposición de la oferta de bienes y servicios llevaron a la economía a un período de prosperidad basado en una explosión del consumo de bienes durables.

Para explicar este gran aumento del consumo los investigadores económicos norteamericanos ponen de presente que es necesario distinguir entre las compras de bienes durables y el resto de los bienes. La compra de los bienes de consumo durable debe ser considerado como una inversión de los hogares y por lo tanto sus determinantes tienen que ver con condiciones de más largo plazo. El costo relativo de los bienes durables, las condiciones financieras como la disponibilidad y el costo del crédito, las expectativas económicas tienen que ver con la decisión de si se compra el automóvil hoy o si se espera hasta el año entrante para reemplazarlo.

Al igual que ocurre con la inversión de las empresas, la compra de los bienes durables depende del acervo existente en los hogares. Las familias con fortunas establecidas desde hace tiempo nunca son tan buenos clientes como los nuevos ricos que buscan comprar en muy poco tiempo lo que sus contrapartes han tenido por generaciones. La pobre dotación inicial de los hogares americanos al final de la segunda guerra mundial, debida al desplazamiento de la producción de armamentos, es una de las explicaciones mas plausibles de la bonanza de consumo ocurrida en los Estados Unidos. 

A la luz de las observaciones anteriores las explicaciones de la bonanza del consumo ocurrida después de la apertura parecen bastante claras. En primer lugar, el modelo de substitución de importaciones dejó al país con un deseo insatisfecho de bienes durables. Las dotaciones de bienes durables de los hogares colombianos eran muy inferiores a las asociadas con su nivel de ingreso. El boom del consumo se explica entonces en buena parte por el paso de una economía  de guerra a una economía normal. Se puede decir entonces que el consumo después de la apertura no debe ser considerado como anormalmente alto sino más bien que el consumo antes de la apertura era anormalmente bajo. Más aún, el fenómeno del auge del consumo se controla a sí mismo pues es de carácter temporal. Los hogares una vez que lleguen a su nivel deseado de existencias dejan de comprar bienes durables y vuelven a contar con excedentes para invertir en  los negocios.

En segundo lugar, el cambio en el entorno económico ocasionado por las aperturas influyó de manera positiva en el consumo de bienes durables. La disminución de aranceles, la revaluación de la moneda, el aumento en la liquidez ocasionada por la reforma cambiaria y financiera y la amnistía tributaria que incentivo la traída de dólares, así como el pago de indemnizaciones a los trabajadores impulsan de manera importante la compra de bienes durables. Al igual que lo analizado anteriormente, el impacto favorable del entorno económico originado en la apertura  ocurre por una sola vez. Los aranceles no pueden seguir bajando permanentemente, como tampoco la moneda puede seguir revaluándose todos los días. Los que trajeron sus ahorros del exterior no pueden volverlos a traer. 

Sin querer decir que esta es la explicación del enigma que ha mantenido desvelados a destacados  investigadores, si se puede decir que el problema tiende a resolverse por si solo, pues lo que hemos observado en estos años Post-apertura es el desplazamiento de la economía a una nueva posición de equilibrio. Durante este período de transición el consumo de bienes durables ha sido  uno de los principales estimulantes de la economía que ha tenido que pagarse con una disminución temporal del ahorro de la economía. 

El tratar de solucionar tardía e innecesariamente el problema del sobreconsumo puede ser peor que la enfermedad. Cuando la finca raíz estaba viviendo una crisis y cuando el sector de bienes durables había llegado a su máximo resulta incoherente dar  como argumento para un aumento de impuestos al consumo, la necesidad de ahorrar más. Como todo el mundo sabe dada la incertidumbre política el problema actual no es de gasto excesivo sino, por el contrario, de insuficiencia de demanda. 

Esperamos que ahora que se ha vuelto a mencionar al Doctor Perry como causante del apagón por su teoría del sobredimensionamiento, no entremos en un apagón económico por su nueva teoría del sobreconsumo y su receta de aumentar cuatro puntos al IVA.

martes, 21 de noviembre de 1995

La generación del siglo XXI

Sin lugar  a dudas, el nuevo rector de la Universidad de los Andes acierta en poner como uno de los más grandes problemas de la educación la falta de conocimiento de los que dirigen este importante sector.

La posesión de Rudolf Hommes como rector de la Universidad de los Andes se convirtió en uno de los temas de discusión en la semana pasada.  Los medios de comunicación han dedicado un amplio espacio al tema y han presentado una serie de entrevistas en las que el ministro de Hacienda de la Administración Gaviria expone sus pensamientos sobre el tema educativo y en las que manda una serie de dardos a sus opositores de ayer y al gobierno de turno.

Sin lugar a dudas, el nuevo rector de la Universidad de los Andes acierta en poner como uno de los grandes problemas de la educación la falta de conocimiento de los que dirigen este importante sector.  Al igual a lo que ocurre con el tema del transporte en el que todo el que ha montado en una buseta se considera experto en tan complicado tema, los que se han matriculado en una universidad se consideran con suficiente autoridad para dirigir el sector educativo.

Por otra parte, aquellos que han dedicado su vida a la formación de la juventud, muchas veces, carecen de la visión administrativa de la educación.  Las autoridades universitarias carecen de una visión realista de lo que se requiere para mantener la excelencia académica en una sociedad como la colombiana en la que la academia tiene que competir con el sector productivo, el gobierno y las organizaciones multilaterales por el personal altamente calificado.

Las universidades de avanzada piensan que la solución para lograr una magnifica facultad de economía es contratar a alguien de prestigio para que lidere un proceso de cambio.  A los decanos de economía de algunas universidades les pasa lo que a los directores técnicos de muchos equipos de fútbol a quienes los dueños de los equipos no les dan los jugadores que solicitan.  Al igual que el profesor Maturana, el pobre decano es culpado por los malos resultados de su facultad y es cambiado cada año.  También, al igual que en el fútbol, los decanos son contratados por otras facultades para que allá haga el milagro de evitar el descenso.

La falta de realismo en la espera de un Mesías que salve la Universidad ha impedido su progreso continuo.  El doctor Hommes, a quien admiro y a quien deseo la mejor de las suertes en su nuevo puesto no puede hacer lo imposible.  Las universidades excelentes requieren de un equipo de profesores e investigadores de muy elevadas calificaciones.  No sólo es necesario atraer a todos los que han tenido el privilegio de lograr un doctorado en el exterior, es necesario cambiar muchas reglas para que la universidad cambie realmente.  Es absurdo que en Colombia todavía se confunda lo que es academia y lo que es ejercicio profesional.  Las leyes exigen como requisito para ser decano de una facultad de economía el tener una tarjeta profesional de economista.  Los grandes académicos de Estados Unidos o Europa no podrían ser nombrados, legalmente, como decanos de ninguna facultad de economía.  Más aún, en Colombia los premios Nobel de Economía no pueden enseñar los cursos de teoría porque no tienen su tarjeta de economista.

La universidad colombiana tiene en estos momentos una gran responsabilidad.  El próximo año ingresa a la universidad la primera generación del siglo XXI.  Los que se van a graduar en el mítico año 2000 van a comenzar sus estudios en 1996.  El doctor Hommes y los otros directivos de las universidades colombianas tienen bajo su responsabilidad el hacer que estos profesionales salgan con las habilidades para enfrentar los problemas del futuro.  Este es un esfuerzo en el que todos debemos colaborar y en el que esperamos ver mucho más que personajes de la talla del doctor Hommes.  La universidad no se le puede criticar porque atrae al doctor Hommes con un salario que tiene muerto de envidia a más de uno.  A la universidad se le debe criticar si no atrae a muchos más como el famoso ex ministro de Hacienda.

martes, 14 de noviembre de 1995

Época de presupuestos

La necesidad de mejorar la eficiencia del gobierno se hace más evidente en el manejo de sus empresas, donde no existe la disculpa de que los resultados de los programas son difíciles de cuantificar.

Por esta época el sector privado ya tiene listos sus planes para el 9ó.  Después de m largo proceso de concertación ha logrado establecer su presupuesto de ingresos y gastos para el próximo año.  Este ejercicio es tomado en serio y como resultado de este importante proceso anual la gerencia se compromete con la Junta Directiva a cumplir una serie de metas que, por lo general, implican una mejora considerable con relación al año anterior.

Por el contrario, el proceso de programación en el sector público no solo es demorado sino que, casi siempre, se limita a reflejar el aumento en el costo de la vida.  Las entidades se contentan con tener un aumento en el presupuesto y para ello en los ó1timos meses se lanzan a gastarse los restos del presupuesto para que el Ministerio de Hacienda no les quite las partidas no ejecutadas.  Esta orgía de gastos que se está viviendo en este año causada por las reformas en el proceso presupuestal de ninguna manera se compadece con la tramitación de un proyecto de reforma tributaria que busca aumentar los impuestos.

La falta de capacidad de ejecución de los programas del gobierno que se repite año tras año y que se hace más evidente en los últimos meses continúa siendo un grave problema que no ha sido enfrentado por los gobiernos nacionales y locales.  La necesidad de mejorar la eficiencia del gobierno se hace más evidente en el manejo de sus empresas, donde no existe la disculpa de que los resultados de los programas son difíciles de cuantificar.

Los bancos oficiales tienen siempre unos resultados inferiores a los de sus contrapartes en el sector privado.  Los intentos de control de las entidades oficiales han resultado fallidos.  En buena parte las dificultades en el control nacen de un esquema equivocado introducido en la reforma administrativa de 1968.  Como se recuerda en esa época las entidades oficiales se adscribieron a un Ministerio al que se le asigno su tutela y vigilancia.

Esa tutela nunca se pudo ejercer por varias razones.  En primer lugar, porque el vigilado muchas veces tuvo mayor poder que el propio ministro.  Los Gerentes de Ecopetrol, de Telecom y otras empresas del Estado casi siempre fueron más poderosos que el Ministro de turno.  Aún si el Ministro contaba con el pleno respaldo del Presidente por sus múltiples actividades no podía ejercer la tutela sobre las empresas y tenia que delegar la vigilancia a uno de sus subalternos.

En segundo lugar, las entidades casi nunca se fijaban unas metas que fueran posibles de seguir.  Solamente cuando entraban en crisis, se lograba concretar el cumplimiento de unas metas de desempeño.  Debido a presiones políticas el incumplimiento de las metas nunca se traducía en cambios en la dirección de las empresas ni en verdaderas reestructuraciones de las entidades.

La falta de incentivos unida a la preponderancia de consideraciones políticas en el nombramiento de los gerentes han afectado de manera adversa el desempeño de los que llegan a la dirección de las empresas.  A diferencia de lo que se estila en el sector privado la remuneración de los gerentes es independiente de los resultados.  El gerente público que cada vez más está sometido a mayores castigos cuando su desempeño resulta inferior a las expectativas de los encargados del control fiscal y político no tiene un premio cuando su desempeño es excelente.  Debido a esta asimetría en su evaluación el gerente público nunca toma riesgos ni mucho menos considera caminos de acción que lo enfrenten a los poderosos políticamente.

Las consecuencias para el bienestar de la nación no pueden ser más graves.  Las empresas públicas continúan siendo una de las principales causantes del tremendo déficit fiscal que tiene que ser cubierto con impuestos nacionales y locales cada vez mayores.  El país no puede continuar indiferente a la suerte de las empresas del estado ha llegado el momento de darles un manejo gerencial.  No podemos continuar año tras año engañados con la farsa presupuestal que se da en estos últimos meses del año.  Los planes de las empresas no pueden seguir siendo una expresión de buenos deseos.  Las empresas o cumplen lo que se comprometen a hacer o desaparecen.



martes, 7 de noviembre de 1995

Una luz en las tinieblas

Si la situación económica no ha llegado a extremos graves es porque afortunadamente el gobierno central ha perdido el monopolio del manejo económico.

La Administración Samper no ha podido cumplir ninguna de sus promesas.  Las políticas económicas adoptadas no han tenido el efecto deseado.  Su plan de empleo no se ha cumplido ni siquiera en la cuarta parte.  El pacto social no ha logrado cumplir con su meta del dieciocho por ciento pues la inflación continua por encima del veinte por ciento.  El sano equilibrio de las finanzas no se ha podio lograr y el gobierno ha tenido que apelar a una nueva reforma tributaria con el fin de tapar el inmenso hueco fiscal dejado por un ambicioso plan de desarrollo.  El clima de los negocios y la confianza en el gobierno han entrado en barrena.  Los indicadores económicos cada vez son más negativos.

Paradójicamente, el único logro ha sido el frenar la devaluación real del peso que, en realidad, es un reflejo de la desconfianza que tiene el público en las políticas del gobierno y que refleja más bien el manejo que le ha dado el Banco de la República a las políticas monetaria y cambiaria y que muestra las bondades de contar con un Banco de la República independiente que no ha sido afectado por el desprestigio de la Administración Samper.

Si la situación económica no ha Llegado a extremos graves es porque afortunadamente el gobierno central ha perdido el monopolio del manejo económico.  La descentralización y las reformas al Banco de la República han recortado los poderes omnimodos del gobierno central y, por tanto, han hecho menos vulnerable a la economía colombiana a una crisis política.  Los cambios institucionales han introducido elementos estabilizadores que dan una mayor confianza al sector privado.  En estas circunstancias, los cambios que puedan ocurrir en el gobierno nacional no tienen porque afectar ni a la autoridad monetaria ni a los departamentos y municipios.

En estas circunstancias lo que se requiere es un gran esfuerzo por parte del Banco de la República y de los gobiernos locales para dar un ejemplo de manejo serio y responsable.  Los gobiernos locales tienen que mejorar su eficiencia sin apelar al fácil expediente de subir los impuestos para financiar un aparato totalmente ineficiente.  La autoridad monetaria tiene que obrar con mucho tino para evitar que la falta de confianza en el gobierno central lleva a la tan temida recesión.

En estas circunstancias en que se ha perdido la confianza en el gobierno es preciso tener especial cuidado en el campo de la política cambiaria.  El dólar ha superado la barrera psicológica de los mil pesos sin que se haya logrado una estabilidad de precios.  La posibilidad de usar una paridad fija con relación al dólar se ha perdido pues a nadie en su sano juicio se le ocurriría en estas circunstancias recomendar una congelación de la tasa de cambio pues cualquier beneficio que se lograra en el frente inflacionario se perdería en el campo de la competitividad pues el peso en muy poco tiempo se sobre valoraría lo que llevaría a una pérdida de competitividad y a una crisis cambiaria.

En estas circunstancias lo que se requiere en el frente cambiario es un cambio en la banda cambiaria buscando que el actual valor del peso quede en el punto medio de la banda.  La razón principal de este cambio es evitar que cualquier fluctuación en la cotización del dólar tenga efectos importantes en el frente monetario.  El estado de la economía no permite que una demanda transitoria de dólares tenga efectos nocivos como un aumento en la tasa de interés.  La recuperación del margen de maniobra en el frente cambiario por parte del Banco de la República es clave en este momento en el que se prevé una devaluación en Venezuela.

La eliminación de las tasas de cambio múltiples en especial el cobro de un diez por ciento de retención a las exportaciones de servicios es muy conveniente en momentos en los que cualquier evento puede romper el precario equilibrio entre la oferta y demanda de divisas.  La eliminación de esta retención en la fuente puede contribuir a unir dos segmentos del mercado en los que hoy en día existe una diferencia del cinco por ciento.  La integración del mercado cambiario no solo mejora la eficiencia sino que, además, puede contribuir a una pequeña disminución en la inflación como consecuencia de una moderación en el crecimiento del dólar oficial.

En estos momentos tan difíciles para el país lo que realmente se necesita es que las autoridades que tienen algo de credibilidad ejerzan su liderazgo.  El pueblo colombiano espera que el Banco de la República y los gobiernos locales que todavía conservan la legitimidad de su mandato llenen el vacío que ha dejado la crisis en el gobierno central.