lunes, 27 de septiembre de 1993

Salarios y productividad

El principio de ligar los aumentos de productividad y del costo de vida a los aumentos salariales es supremamente lógico.

Hace 31 años, los consejeros del Presidente Kennedy buscando evitar una aceleración de la inflación causada por el ejercicio del poder de los monopolios se inventaron la idea de ligar los incrementos salariales a los aumentos de productividad y los incrementos de precios a las variaciones en los costos unitarios. Estas guías definidas durante la Administración Kennedy dejaron de ser útiles a partir de 1966, cuando se comenzó a acelerar la inflación. En consecuencia, el consejo de asesores económicos del presidente Johnson cambió esas guías incorporando en ellas las expectativas un ajuste por el costo de vida.

Aunque existen dudas en cuanto a la efectividad de las políticas de ingresos y salarios seguidas en los años sesentas en los Estados Unidos, diversos gobiernos acuden a estas políticas de ingresos o salarios para evitar que las luchas con la inflación afecten negativamente a los trabajadores. Es así como el Gobierno mejicano, con el fin de conseguir su aprobación para el NAFTA, ha establecido, recientemente, una política de aumentos salariales ligados al crecimiento de la productividad.

Si bien en Colombia, periódicamente se ha hablado de políticas de concertación para la fijación de precios y salarios, solo hasta la semana pasada se ha comenzado a hablar de una política en la que el aumento salarial esté ligado al crecimiento de la productividad.   El principio de ligar los aumentos de productividad y del costo de vida a los aumentos salariales es supremamente lógico. La teoría económica nos muestra que el crecimiento del precio de los productos menos el crecimiento del precio de los insumos tiene que ser matemáticamente igual al crecimiento de la productividad total de los factores.

En teoría el cálculo del crecimiento de la productividad total de los factores es relativamente sencillo de hacer, en la práctica no lo es. En teoría, simplemente, basta restar de la tasa de crecimiento del producto la tasa de crecimiento de los factores para obtener la tasa de crecimiento de la productividad total de los factores. Sin embargo, en la práctica este cálculo es bastante complejo.

El cálculo del crecimiento del insumo laboral no se puede hacer con precisión. En lugar de tener información sobre el número de horas-persona trabajadas para cada uno de los diferentes calidades de trabajo, apenas se  cuenta con información muy inexacta sobre el total de los trabajadores. La ausencia de información detallada sobre el insumo laboral impide medir con precisión la productividad laboral. La experiencia ha mostrado que en general, el utilizar el empleo como una aproximación de insumo laboral tiende a sobre estimar el crecimiento total de los factores y puede perpetuar las presiones inflacionarias o alternativamente a aumentar el desempleo.

La medición del insumo capital es mucho más compleja que la del trabajo. En efecto, dada la ausencia de información sobre el stock de capital es necesario desarrollar procedimientos indirectos para poder calcular un verdadero valor para el acervo de capital. El analista tiene que reconstruir la historia de la inversión para poder establecer el acervo de capital de la economía. No solo debe reconstruir la historia sino que además debe calcular la eficiencia relativa de todas los equipos y estructuras para poder llegar a un estimativo de la contribución del capital a la producción.


Como lo han demostrado los trabajos de destacados investigadores de los Estados Unidos y Europa, las dificultades prácticas del cálculo del crecimiento de la productividad total de los factores se pueden superar. La propuesta del Ministro de Trabajo Luis Fernando Ramírez puede servir para que en Colombia se comiencen a hacer trabajos profundos sobre el tema de la medición de la productividad. Para ello se requiere aumentar la cantidad y calidad de las estadísticas e incentivar el estudio de tan importante tema. 

lunes, 20 de septiembre de 1993

¿Gana o pierde el trabajador colombiano con la apertura?

La teoría económica muestra que un efecto positivo en el largo plazo viene acompañado de efectos negativos en el corto plazo.

La gran mayoría de los columnistas ha encontrado favorable el efecto de la política de apertura económica en el consumidor. Las festividades navideñas del año pasado nos permitieron disfrutar de variados manjares y licores a precios más accesibles. Los árboles de navidad se vieron engalanados por los últimos juguetes, los más sofisticados aparatos electrónicos. El sueño de poseer un carro Japonés de la calidad de los Hondas y Toyotas se ha podido hacer realidad para muchos colombianos.

Por el contrario, el efecto de la apertura económica sobre la actividad productiva ha sido objeto de grandes controversias. Para algunos productores la entrada de materias primas a menores precios y con trámites expeditos ha representado la oportunidad de mejorar su rentabilidad y ampliar su producción. Las ensambladoras colombianas, a pesar de pronósticos adversos, han obtenido resultados excelentes en el último año. Otras ramas industriales y algunos productores agrícolas, por el contrario se ven enfrentados a serios problemas causados por la competencia externa.

El impacto en el trabajador colombiano no ha sido muy estudiado. La evidencia existente muestra que el desempleo se ha mantenido en niveles parecidos a los imperantes antes de iniciar el proceso de apertura y que los salarios reales no han cambiado sustancialmente.

Dada la importancia del tema y la escasa información existente sobre la coyuntura laboral es necesario complementar la información cuantitativa con un análisis teórico del posible impacto que pueda tener la apertura en los trabajadores colombianos. Para ello es necesario distinguir el efecto que pueda haber en el largo plazo del que ocurra en el corto plazo.

La teoría económica nos enseña que en el largo plazo el efecto tiene que ser positivo. Uno de los hallazgos teóricos más importantes en el campo del comercio internacional es el llamado teorema de Samuelson o de igualdad de los retornos a los factores de producción. Este teorema nos dice, que bajo ciertas condiciones, el salario de los socios comerciales tiende a equilibrarse en la medida en que haya libertad de comercio. La movilidad de los bienes y servicios es, entonces, una alternativa a la movilidad de los factores en el proceso de lograr un equilibrio al retorno del capital y el trabajo.

En la medida en que se cumplan las condiciones del teorema mencionado, los salarios de los países más avanzados tenderán a desacelerarse y los salarios de los países menos avanzados tenderán a crecer más rápido. Los eventos recientes en el frente laboral a nivel mundial no podían estar más de acuerdo con el teorema enunciado. Los trabajadores de los países en desarrollo que han abierto su comercio están gozando de un incremento en sus salarios mientras que los trabajadores de los países avanzados se ven enfrentados a bajos crecimientos de sus salarios.


Infortunadamente, el efecto de la apertura económica en el corto plazo tiende a ser diferente. Para que la apertura económica sea viable se requiere de una devaluación real del peso. La devaluación real del peso, casi por definición, es equivalente a un deterioro de los salarios medidos en dólares. Esto quiere decir que para poder gozar de los beneficios de largo plazo los trabajadores colombianos tenemos que aceptar un período de transición en que el poder adquisitivo de nuestros salarios medido en dólares se reduzca. El gobierno no puede abandonar a los trabajadores de bajos ingresos en este período de transición sino que debe tender una red de asistencia social que proteja a los trabajadores de menores ingresos.

lunes, 13 de septiembre de 1993

Bienvenido el cambio libre

El impacto adverso de la libertad de cambios puede y debe ser controlado por la autoridad monetaria para evitar posibles problemas a la economía colombiana.
  
Esta es una de aquellas semanas en las que los columnistas económicos coincidimos en los temas tratados. No cabe la menor duda que la noticia económica de la semana tiene que ver con los cambios introducidos por la Junta Directiva del Banco de la República en el manejo cambiario. La eliminación de algunas restricciones a la utilización de los dólares en el país y la posibilidad de utilizar el crédito externo son opciones bien interesantes que se abren al sector privado colombiano. Lo que antes se hacia por debajo de la mesa ahora va a ser posible hacerlo abiertamente.

Como en muchas otras ocasiones en que varios columnistas tratan el mismo tema, en esta ocasión la opinión de los analistas es bien diferente. Para algunos, como mi amigo el Decano de Economía de los Andes, la eliminación de cualquiera de los controles es una gran calamidad. Para otros, cuya inspiración proviene de la ciudad que alberga a los Medias Blancas, la eliminación de los controles es un paso más hacia la tierra prometida.

Ante esta situación en que hay opiniones tan divergentes, el ciudadano común se siente como el fumador en la sociedad actual que encuentra que el fumar que en una época era un placer sensual se ha convertido en un estigma social. En efecto, si le cree a los partidarios a ultranza del control de cambios, es probable que se sienta culpable al abrir su cuenta en dólares porque de esta manera estaría contribuyendo a que el país pierda el control sobre la moneda.

Lo pertinente entonces es tratar de establecer si la apertura cambiaria es tan mala como la pintan los defensores de los controles cambiarios y si además tiene la característica de que no solo perjudica a los que abren sus cuentas en dólares sino que además tiene efectos nocivos para la sociedad en general.

La experiencia de lo sucedido a comienzos de esta administración nos sirve para ilustrar si en realidad es mala o no la liberalización cambiaria. Es evidente que en efecto al darse la liberalización cambiaria se pudo apreciar una entrada de capitales lo que tuvo como consecuencia una revaluación del peso. La entrada de capitales ocurrida es un fenómeno que se da una sola vez por el simple hecho de que la moneda colombiana se vuelve más atractiva por dos razones. La primera es que con libertad cambiaria es más conveniente conservar los ahorros en pesos y convertirlos en dólares en el último momento. Cuando se nos permite tener las tarjetas de crédito válidas a nivel mundial ya no es necesario mantener saldos en dólares para pagar las cuentas mensuales de American Express.

En segundo lugar, cuando hay libertad cambiaria no es necesario mantener ahorros en el exterior para una eventual protección contra un riesgo cambiario. Con libertad cambiaria es posible utilizar el dinero en Colombia pues se sabe que en el momento que se requiera será posible mover el dinero hacia el exterior.


Este impacto que ocurre una sola vez y que puede tener efectos nocivos cuando se da sen un ambiente de altas tasas de interés puede y debe ser controlado por la autoridad monetaria para evitar en lo posible los perjuicios que pueda causar. Se puede afirmar entonces que la libertad cambiaria no es mala en si, sino que más bien lo que es malo es no tomar las medidas que compensen los efectos nocivos que la acompañan.

lunes, 6 de septiembre de 1993

Los costos del control de la inflación

La experiencia colombiana muestra que el tratar de ganarle unos pocos puntos a la inflación a costa de una revaluación de la tasa de cambio real es un gran error. 

Las páginas de la revista Estrategia Económica y Financiera han sido el escenario de un interesante debate sobre los costos y beneficios de la política antiinflacionaria. Los participantes en el debate han defendido dos posiciones bastante opuestas.

Los defensores de la política gubernamental han tratado de mostrarnos que el control de la inflación es de vital importancia y que los costos que se puedan incurrir están ampliamente justificados. Los argumentos los ha expresado de manera muy clara el Presidente Gaviria La inflación afecta a todos los colombianos mientras que la devaluación sólo afecta a los exportadores.

Los críticos de la política económica aducen, básicamente, que los costos de una inflación previsible y estable son mínimos, mientras que los costos de la lucha inflacionaria son bastante claros, sobre todo cuando se utiliza la revaluación de la tasa de cambio real como el instrumento básico en la lucha contra la inflación.

En mi opinión, la posición en contra de la revaluación ha sido mejor sustentada. Los argumentos en favor de un control de la inflación a toda costa no han sido muy afortunados. Esto no debería extrañarnos. La posición académica más aceptable es que la lucha contra la inflación tiene altos costos y contados beneficios. La estrategia de una cohabitación con la inflación tan duramente criticada por el ex presidente Carlos Lleras, es bastante razonable.

Las reformas institucionales como la existencia de activos reajustables, la indexación de los impuestos a la renta y la devaluación gota a gota eliminan la mayor parte de los problemas asociados con la inflación. La inversión, el ahorro y el empleo han florecido en Colombia cuando se han hecho las políticas económicas adecuadas a pesar de una inflación cercana al veinticinco o treinta por ciento.

La experiencia colombiana muestra que el tratar de ganarle unos pocos puntos a la inflación a costa de una revaluación de la tasa de cambio real es un gran error. La actividad productiva ha sufrido considerablemente cuando se ha perdido la competitividad externa. La peor época, en términos de crecimiento se dio cuando se comenzó a utilizar la tasa de cambio como un instrumento de control inflacionario. El alto crecimiento sólo se logró recuperar con las políticas de ajuste del ministro Junguito en la segunda mitad de la Administración Betancur.

Esta experiencia exitosa de un proceso de ajuste es importante para ilustrar otro tema que ha aparecido en la controversia en la mencionada publicación. Los partidarios de la revaluación han utilizado como uno de sus principales argumentos la existencia de una tasa de cambio de equilibrio por encima de la cual la devaluación se traduce en inflación. La lógica económica y la experiencia de mediados de los ochenta muestran que la tasa de cambio real puede elevarse siempre y cuando se haga un ajuste fiscal importante.

La conclusión de todo estos es que la revaluación y el retorno de la amenaza inflacionaria recientemente experimentada es el resultado de la pérdida de control sobre el presupuesto. Las promesas electorales de los candidatos oficialistas y el deseo del partido de gobierno de mantenerse en el poder auguran un manejo fiscal muy estricto en los próximos meses.