El control
administrativo de las tasas de interés, fuera de ser un pésimo mensaje para los
agentes económicos, ataca los síntomas de un problema, en lugar de atacar sus
causas.
La semana anterior se
estuvo discutiendo en el seno del gobierno, la conveniencia de poner en
práctica el control administrativo de las tasas de interés que cobran los
intermediarios a sus clientes. Dentro de la Junta Directiva del Banco de la
República existían varias opiniones. Algunos de los miembros pensaban que era
conveniente la intervención, mientras que otros, consideraban que era mejor que
las tasas de interés se siguieran determinando como un resultado del juego de
la oferta y la demanda.
Al final de la semana
se llegó a un compromiso, en el que se decidió fijar las tasas de interés de
los bancos oficiales, dejando la determinación de las de los bancos privados,
al buen criterio de los banqueros. Las autoridades, en esta ocasión, no
buscaron el famoso pacto de caballeros para bajar las tasas de interés. Por el
contrario, se pronunciaron en contra de la fijación concertada de ellas.
Inclusive, las autoridades regañaron a los miembros de la asociación de
tarjetas de crédito, porque encontraron que el parecido en las tasas fijadas no
era una pura coincidencia.
Aunque en teoría, las
discrepancias en el equipo de gobierno pueden ser sanas, en la práctica estas
diferencias dan un mensaje negativo a los agentes económicos. En materia tan
importante para el manejo monetario, lo menos que se puede pedir es que se
compartan los criterios sobre cómo se determinan las tasas de interés.
Más aún, cuando se ha
tratado de independizar el manejo monetario de las presiones ejercidas por los
ministros encargados del gasto, no pareciera lógico volver a la época en que se
fijaban las tasas de interés en el despacho del Ministro de Hacienda. En los
países con una autoridad monetaria independiente, esta busca cumplir con sus
objetivos a través del mercado, sin apelar a las medidas directas. En Estados
Unidos lo último que pensarían los intermediarios financieros, sería la
apelación por parte de la Reserva Federal a controles directos de la tasa de
interés.
El control
administrativo de las tasas de interés, fuera de ser un pésimo mensaje para los
agentes económicos, ataca los síntomas de un problema, en lugar de atacar sus
causas. Las autoridades deberían preguntarse, por qué están tan altas las tasas
de interés y una vez obtenida la respuesta, tratar de encontrar la solución a
estos problemas.
El haber bajado las tasas de interés de captación frenará la entrada
de divisas. Si se cumple lo que está pidiendo el Doctor Hommes, de que la gente
se endeude en el exterior, se generará un efecto similar. Terminaremos con una salida de dólares igual
a la entrada de estos, lo cual se obtiene como resultado del endeudamiento con
el extranjero. El control de la base monetaria requiere que la gente, no sólo
no traiga sus dólares o los saque, sino que no se endeude en el exterior.
Un economista podría
pensar que las tasas de interés de captación están altas porque hay una demanda
elevada de crédito. Es posible pensar que algunos de los cambios introducidos
por las reformas de la actual administración, están generando demandas
adicionales de crédito. Por ejemplo, modificaciones en la legislación laboral,
como lo es el traslado de las cesantías a los nuevos fondos, obligará a algunas
empresas a endeudarse para poder cumplir con esta disposición antes del 15 de
febrero. Adicionalmente, las reformas en el régimen de retención en la fuente,
introducidas por la dirección de impuestos para generar fondos al comienzo del
año, en algo influyen en la liquidez de las empresas y en las necesidades de
préstamos.
Además de lo anterior,
la demanda de crédito ha aumentado por el ánimo especulativo de algunos de
nuestros yuppies. Si bien, los más prudentes han colocado sus ahorros en la
bolsa, los más osados no han dudado en endeudarse para gozar del boom de
nuestro Wall Street criollo.
Por el lado de la
oferta, también parece que las políticas del gobierno algo han tenido que ver
con el problema del alto costo del crédito. Aunque se hubiera podido pensar que
la privatización de los bancos contribuiría a una mayor competencia, parece que
esto no ha ocurrido. Por el contrario, en el corto plazo, la privatización de
los bancos, ha aumentado la concentración del poder del mercado en los grupos
más poderosos. Los gigantes parecen estar más bien fortaleciéndose con unos
márgenes grandes, como preparación a la pelea que se ve venir.
A propósito de la
privatización, resulta paradójico en la decisión de bajar el costo del crédito,
que ella, no sólo va a hacer menos atractiva la compra de los bancos, pues los
márgenes de intermediación van a ser menores, sino que los inversionistas se
desalentarán, al saber que el precio de su negocio va estar bajo control de las
autoridades monetarias. Los que compraron los bancos bajo la hipótesis de que
los márgenes de intermediación seguirían siendo altos, deben estar pensando en
imitar a la Renault y solicitar una indemnización, pues el negocio resultó
menos rentable de lo que se había pensado al hacer la oferta.