lunes, 30 de septiembre de 1991

Perspectivas automovilísticas



Según las cifras oficiales parece que hay alrededor de un millón y medio de vehículos en Colombia. Esta cifra de motorización de un vehículo por cada 20 habitantes es baja a nivel internacional.

En estos días he vuelto a mirar cifras sobre vehículos. Al entrar a ver las cifras, los estudios y hablar con los directivos, la primera sensación es que ni el difunto Argos ni yo podríamos tener éxito en este campo. Pareciera que el primer requisito para que a uno lo acepten es que no sepa distinguir el genero de los sustantivos. Si uno no puede hablar del parque, del sector, del taller sin cambiarle el sexo de automotor a automotriz nadie le pone atención. Espero que no tenga que comenzar a hablar del Sector "Automotriz"y del Parque "Automotriz" para que los encargados de esta importante industria le presten atención.

El querer averiguar cifras sobre el parque automotor es una empresa muy complicada. No hay cifras confiables. Los registros oficiales de las secretarías de tránsito dejan mucho que desear pues los carros nunca se dan de baja. Según las cifras oficiales parece que hay alrededor de un millón y medio de vehículos en Colombia. Esta cifra de motorización de un vehículo por cada 20 habitantes es baja a nivel internacional.

La producción de las tres ensambladoras en 1990 fue apenas de 48.694 vehículos que unida a la importación de 2.200 unidades atendió una demanda de 50.894 unidades. Esta demanda fue apenas el 78 por ciento de la correspondiente a 1988. La participación del trabajo colombiano en el valor de los vehículos es mínimo. Dicha participación, que en las publicaciones del sector aparece como costos de fabricación, no llega al 5 por ciento. El número de empleos directos de las tres ensambladoras apenas superó la cifra de cuatro mil personas en 1990.

Según el informe "Programa de Reestructuración para el sector automotriz" preparado por la prestigiosa firma de Booz, Allen y Hamilton se espera que el futuro pueda ser atractivo. El informe  proyecta en 180.000 unidades el mercado para el año 2000. Para realizar el cálculo supone que el precio de los vehículos va a bajar en un treinta por ciento y que el ingreso del país crecerá al cinco por ciento por año.

Infortunadamente, los parámetros utilizados en el estudio mencionado, para calcular el efecto de la disminución de precios y del aumento del ingreso son muy diferentes de los obtenidos en otros estudios. Utilizando parámetros razonables el mercado es muy inferior al calculado en el documento de BAH.

Además, las condiciones para el sector son más desfavorables de las consideradas, pues el gobierno ha decidido acelerar el proceso de apertura. La disminución del arancel de los vehículos importados al 75 por ciento, indudablemente hará que las ensambladoras tengan mayores problemas de los originalmente previstos.

Si además se tiene en cuenta que en Venezuela se ha disminuido el arancel al 25 por ciento y se ha permitido la importación de vehículos usados, se puede pensar que la industria automotriz puede dejar de ser viable en Colombia. Parece que está llegando el momento en que es más aconsejable pensar en los más de veinticinco millones de colombianos que no tienen carro que en los 4.098 empleados de las ensambladoras.

Así como se hizo con los empleados de puertos, de los ferrocarriles, de la EDTU y de otras entidades vinculadas con el transporte puede resultar más rentable indemnizar a los trabajadores que mantener una industria que no es viable económicamente. Yo estaría dispuesto a pagar los precios internacionales con un arancel del 25 por ciento y que el gobierno, de ese impuesto, les pague a los 4.098 empleados sus salarios sin
que tengan que trabajar.

Inflación: ¿manejo sin credibilidad?

 El gobierno del Presidente Gaviria recibió como herencia del gobierno anterior una política de apertura con pocas horas de vuelo y una tasa de inflación cercana al 30 por ciento. Entre sus primeras determinaciones tuvo que decidir si realizaba un programa de estabilización o si por el contrario se olvidaba un poco del control de la inflación y más bien se dedicaba a promover la apertura.

Este dilema que enfrentó en sus primeros días ha sido objeto de estudio por destacados economistas como los Profesores Edwards y Dornbush que nos visitaron a finales del año pasado. Edwards recomendó a los países con inflación menor al 30 por ciento darle preferencia a la apertura, olvidándose un poco del control de la inflación. La apertura misma y la competencia que ella generaba pueden contribuir, en una etapa posterior, al logro de una disminución en el ritmo de crecimiento de los precios.

Dornbusch, asesor de varios gobiernos latinoamericanos, puso de manifiesto que el control de la inflación no debería ser una prioridad muy grande. En su opinión, la inflación no presenta serios problemas para la política mientras no se llegue a tasas muy altas.

A pesar de esos argumentos el Gobierno prefirió iniciar primero la lucha contra la inflación antes de consolidar el proceso de apertura. Más aún, una vez comenzada la batalla contra la inflación perdió de vista el tipo de acciones que se han debido tomar, en el campo macroeconómico, para poner en pleno funcionamiento la política de apertura.

Al concentrarse en la evolución del índice de precios, el gobierno descuidó el nivel de la tasa real de cambio. Según los mismos autores, la experiencia muestra que el proceso de apertura falla cuando el tipo de cambio real se revalúa. Así, la obsesión con las metas de inflación nos alejaron de la posibilidad de abrir la economía.

Un dilema real.

El programa de manejo macroeconómico que permite una apertura con estabilización debe mantener la tasa de cambio real alta y debe compensar los efectos expansivos mediante un manejo cuidadoso de la demanda agregada. En estas circunstancias, un programa coherente de manejo de la demanda agregada es aquel en el que el ahorro del sector público y el ahorro privado permiten absorber los recursos generados por un superávit cambiario inherente en el proceso de la apertura. El verdadero programa de estabilización no es el que asegura que los precios no crezcan sino aquel en que el exceso generado por el superávit externo es absorbido por incremento en el ahorro del sector privado y en el ahorro del gobierno.

Al fijarse unas metas de inflación, el gobierno se concentró en una manifestación de ese equilibrio o sea en el aumento del nivel de los precios. Perdió de vista que lo importante era permitir que el sector externo creciera moderando el crecimiento del gasto del gobierno y aumentando el ahorro privado. 

El manejo fiscal se vuelve crítico en un programa de apertura con estabilización. En primer lugar, es necesario compensar la disminución de los impuestos al comercio exterior que se reducen en el proceso de apertura. En segundo lugar, es necesario aumentar los recaudos o disminuir los gastos para compensar el efecto expansionista del aumento en las exportaciones. Estos aumentos deben cubrir no solo los impuestos sino también deben influir en el precio de los servicios públicos, la gasolina y otros precios bajo el control del gobierno. En tercer lugar, y en el caso colombiano, los recaudos deberían aumentar para compensar el aumento en las transferencias ordenadas en la nueva constitución. Finalmente, el superávit del gobierno serviría para que el margen monetario pudiera dedicarse al crecimiento de las reservas internacionales y a la financiación del sector privado.

El sector privado tendría un papel muy restringido como generador de ahorros. La fijación del precio interno del café es tal vez uno de los pocos instrumentos con que cuenta el gobierno para contrarrestar el efecto generado por el superávit externo. La congelación del precio interno permitiría entonces controlar el déficit del Fondo Nacional del Café. Adicionalmente, el gobierno podría utilizar a los bancos privados como un instrumento para hacer pagos anticipados de deuda externa. La salida de las divisas correspondientes al pago anticipado de la deuda externa aliviaría las presiones sobre la balanza de pagos.

Para diseñar su programa de estabilización el gobierno usó como modelo el utilizado por el gobierno del Presidente López para el manejo de la bonanza cafetera de 1976. Sin embargo, las situaciones de 1990-91 eran muy diferentes a las del 76. En esa ocasión era necesario contrarrestar el efecto del auge imprevisto de las exportaciones. Al final este auge se neutralizó mediante una revaluación del peso. Por el contrario, el programa de estabilización de este gobierno tenía como objetivo mejorar la competitividad externa y por lo tanto no podía usar la política cambiaria como instrumento de estabilización.

Paradójicamente, el programa de estabilización que se ha debido usar en el 90-91 tenía mas semejanzas con el exitoso programa de estabilización puesto en marcha por el Ministro de Hacienda Roberto Junguito durante el gobierno del Presidente Betancur. Las circunstancias actuales tienen muchos elementos comunes con la coyuntura de 1984-1985. Ahora, al igual que en esa época era importante tener una alta competitividad externa y realizar el ajuste fiscal. La combinación de estímulo externo y ajuste fiscal utilizada en esa época puso, otra vez, a la economía colombiana en la senda del crecimiento rápido.

Credibilidad o ingenio

El programa de estabilización del gobierno encontró un eco en la opinión pública. Los agentes económicos aceptaron las propuestas del gobierno realizadas durante su luna de miel. Todo el mundo estuvo de acuerdo con la conveniencia del modelo de apertura y con el control de la inflación.

Luego, la fijación de unas metas de inflación bastante ambiciosas puso a pensar a la gente en si sería posible cumplirlas. Los pronósticos iniciales de los institutos de investigación y de los comentaristas económicos dieron su veredicto en contra de las metas del gobierno. Las dificultades de control de la oferta monetaria reforzaron la creencia de los agentes económicos de que no se podría alcanzar la meta.

A medida que las autoridades apelaban al arsenal de medidas heterodoxas utilizadas en el pasado, la confianza en la solidez de la propuesta del gobierno se esfumaba. Los cambios múltiples, la revaluación de la tasa de cambio surgieron como alternativas para un gobierno que tenía como objetivo controlar la inflación. El éxito a corto plazo suplantó como propósito al crecimiento hacia afuera. El programa de estabilización que se inició como un instrumento para poder realizar la apertura se convirtió poco a poco en un fin que justificaba todos los medios.

La pelea entre Hommes y Samper y sus asesores, unida a los cambios frecuentes en la política acabaron poco a poco con la credibilidad del programa de estabilización. 

A partir de ese momento los agentes comenzaron a apostar acerca de la próxima jugada del minhacienda. Y apostaron a que se sacrificaría la política de apertura al control monetario: venía la revaluación.

Para ello aceleraron el reintegro de divisas, hicieron sus cambios en la ventanilla en el Banco de la República y se endeudaron en el exterior. El lento crecimiento de las importaciones y el aumento de los reintegros por exportación alcanzaron a confundir a muchos analistas. 

Moneda o Fisco

En 1990 se apeló fundamentalmente a la política monetaria a diferencia del programa 84-85 que uso la política fiscal. Los ajustes fiscales de ahora solo buscaron compensar la disminución de los impuestos al comercio exterior. Los ajustes en las tarifas de servicios públicos pasaron a segundo plano cuando se identificaron más como un incumplimiento del pacto social que como un elemento generador de ahorro del gobierno.

A comienzos del año, se impuso el encaje marginal del cien por ciento, para sorpresa de todos. Los primeros cinco meses del año pasaron sin que el crecimiento de los medios de pago disminuyera, pues el apretón del crédito se compensó con el incremento en las reservas internacionales. Este comportamiento de los medios de pago, dejo sorprendidos a todos.

La impotencia de las autoridades monetarias para controlar el dinero, en buena parte se explica por el régimen de tasas de cambio imperante en Colombia. En un caso como el colombiano en el que las autoridades monetarias fijan la tasa de cambio por lo que deben comprar y vender todas las divisas que demandan los residentes del país. Bajo estas condiciones y cuando hay una movilidad alta de capitales, las restricciones monetarias dan lugar a ingresos de divisas que compensan las restricciones impuestas por las autoridades.

En estas circunstancias, en que el dinero no es controlado por la autoridad monetaria, el instrumento básico que le queda al gobierno es el control del crédito. En consecuencia, las autoridades únicamente controlan la parte del dinero que es de origen interno y el resto o sea el de origen externo, es determinado por los requerimientos de liquidez del público.

En resumen: el gobierno al no poder controlar los medios de pago, adoptó como su principal instrumento el control del crédito interno. La restricción del crédito interno afectó la actividad económica sin lograr un impacto importante sobre la inflación. El resultado del apretón se redujo a un aumento en las reservas internacionales.

Desafortunadamente, el aumento en las reservas internacionales ocurrió en un mal momento. 

La verdad es que el programa de estabilización se enfrentó a una entrada de divisas de tal magnitud que neutralizó completamente el efecto contraccionista de la imposición de un encaje marginal del ciento por ciento. Para contrarrestar el efecto monetario de la entrada de capitales el gobierno estableció tasas de cambio diferenciales para los pagos de servicios, fijó comisiones para la compra de divisas definió una retención en la fuente para las transacciones en moneda extranjera y finalmente estableció un certificado de cambio que a la vez que congela dinero hace una revaluación nominal para todos los ingresos de exportación.

Poca fortuna

La selección entre las diferentes alternativas de política analizadas no fueron muy afortunadas. La apertura económica fue una de las principales víctimas. El desarrollo a largo plazo se sacrificó en aras de una estabilización que nunca se logró. La oportunidad de avanzar en las metas de largo plazo se perdió. 

El primer año del gobierno del Presidente Gaviria no fue muy exitoso en el frente de estabilización.

La aprobación de la constituyente y los avances en los procesos de paz y en la lucha contra el narcotráfico pueden brindar una segunda oportunidad para diseñar una política económica más coherente.

Los componentes de esta política parecen claros. Una política de apertura basada en una competitividad externa que sea apoyada por un ajuste fiscal. Un manejo ortodoxo de la economía en la que el sector privado pueda planear sus inversiones y aventurarse en la conquista de mercados, con la confianza en que el gobierno no va a cambiar la política cada semana.

Finalmente, un proceso de apertura comercial rápido que ha comenzado ya,pero también  creíble. 
Publicado el unes 30 de septiembre en El Tiempo página 2B

lunes, 23 de septiembre de 1991

Un programa en busca de candidato

La premisa básica para el nuevo gobierno sería NO MAS IMPUESTOS

Dentro de un mes estaremos en vísperas de elecciones. Los electores del partido liberal tendrán, no sólo que escoger entre todo un avispero para el senado y un amplio abanico para la Cámara, sino que además deberán elegir entre ocho (siete si el Doctor Mario Suárez se retira) precandidatos a la Alcaldía de Bogotá.

En este último mes los precandidatos a la Alcaldía de Bogotá van a intentar trasmitir a sus electores sus futuros programas. Como no he pensado engrosar la lista de precandidatos, quiero aprovechar esta oportunidad para exponer lo que pienso que podría ser un programa que atraiga al electorado.

Pienso que los bogotanos estamos cansados de que nuestros menguados salarios sean manejados por el gobierno distrital. En consecuencia la premisa básica para el nuevo gobierno sería NO MAS IMPUESTOS. En especial me comprometería a archivar por tres años la nefasta contribución de valorización por beneficio general. El manejo que se le está dando a la valorización es a todas luces excesivo. Es inconcebible que se diga que es necesario apelar a esta para hacer en dos años lo que de otra manera llevaría 25, cuando lo que se le debería decir al electorado es que se les va a cobrar en dos años lo que por lo general se cobraría en veinticinco.

Como diría el imitado locutor de Radio Super ¡Increíble!, qué se  aumenten los impuestos para pagar gastos, para los cuales se ha conseguido financiación del Banco Mundial. El caso de la Troncal de la Caracas es apenas una muestra del absurdo manejo que le ha dado esta administración al transporte. Por no haber seguido los procedimientos del Banco Mundial, la Troncal que era el proyecto estrella del programa, no pudo ser financiado con recursos del préstamo. Los proyectos del plan bienal tampoco podrán ser financiados con el préstamo del Banco, por cuanto la Administración ha decidido contratar el diseño y la construcción simultáneamente. Esta práctica, que se suponía archivada para siempre, es la manera más directa de encarecer las obras públicas.

En mi programa se daría énfasis a la mejora administrativa de las Empresas de Servicios Públicos. Para poder mejorar la eficiencia de las empresas, crearía un grupo que pudiera dirigir realmente a las empresas. No aceptaría que los Gerentes actuaran cada uno por su lado sin responder a unas prioridades claras. Adoptaría sin necesidad de que me lo impusieran, los contratos de gestión entre la Administración y las entidades descentralizadas.

El grupo de asesores a nivel central, modelado en la manera como operan los conglomerados bien manejados, tendría a su cargo la definición de los negocios que deberían pasar a otras manos. Por ejemplo, la construcción de nuevas hidroeléctricas se dejaría al gobierno nacional. Los fracasos en la construcción de Mesitas y Guavio son de tal magnitud, que debería convencernos de que el gobierno distrital no es bueno para estas labores. El grupo corporativo estudiaría la mejor manera de vincular capital privado para el desarrollo de las telecomunicaciones.

El programa reflejaría el sentir de los bogotanos dando prioridad al buen servicio de las instalaciones existentes. La desaceleración del crecimiento demográfico en Bogotá permite mejorar considerablemente las condiciones en que se prestan los servicios. El mantenimiento de las calles puede hacerse con los recursos existentes si se hace de una manera eficiente. Si cuando estuve en la Empresa de Energía pudimos iluminar completamente a Bogotá en quince días pienso que no sería difícil en 3 años tapar los huecos de las principales calles. Esa experiencia me mostró que cuando se unen los funcionarios, los medios y los ciudadanos para hacer algo importante, esto se puede hacer.

La seguridad de los ciudadanos tendría una alta prioridad en programa ideal. El derecho a la protección no solo debe cobijar a los funcionarios y concejales, sino que debe llegar a todos los ciudadanos. La muerte de amigos tan queridos como Hernando Loboguerrero no puede seguir ocurriendo en Bogotá. La solución no es vender el Trooper, ni permanecer encerrado en nuestros hogares, sino que debe ser una mejora real en los sistemas de seguridad.

lunes, 16 de septiembre de 1991

Política monetaria modelo 1991



La nueva Junta Directiva del Banco de la República ha mostrado interés de comenzar a rectificar las decisiones poco acertadas de la administración gubernamental.

La constitución del 91 asignó a la Junta Directiva del Banco de la República la responsabilidad de la política monetaria, cambiaria y crediticia. En días pasados ha comenzado a tomar importantes decisiones en este campo. El desmonte del encaje marginal del cien por ciento ha sido un buen comienzo de sus labores. La junta ha mostrado un deseo de acertar y sobre todo de comenzar a rectificar las decisiones poco acertadas de la administración.

Esperamos que la Junta continúe por este sendero y desmonte otras medidas infortunadas que si bien han sido útiles en el corto plazo son totalmente contraproducentes en el largo plazo. Obviamente, no todas tienen una solución tan sencilla como la del desmonte del encaje marginal.

El desmonte de los certificados de cambio, es sin lugar a dudas una de las más complejas. En parte, porque no sólo es una revaluación disfrazada, sino que también es una medida de ahorro forzoso de una gran magnitud. El poder convertir este ahorro forzoso en ahorro voluntario o canalizarlo al sector financiero es bastante difícil.

El nivel de las tasas de interés es otro de los grandes problemas que tiene que enfrentar el Banco de la República. Sería muy triste que se aceptara la tesis de los que están recomendando una intervención directa en las tasas de interés. Los que vemos a los directores como los defensores de una sana ortodoxia monetaria nos sentiríamos frustrados con una medida de este tipo.

La reapertura del crédito indudablemente será muy útil para eliminar cierta presión sobre las tasas de interés. La disminución de las expectativas de inflación serán también una de las principales fuentes de disminución del nivel de tasas de interés.

Evidentemente, el principal conflicto de la política monetaria en esta encrucijada, será entre el control de los medios de pago y el nivel de las tasas de interés. Las autoridades monetarias deberán mirar con detenimiento tanto el crecimiento de los medios de pago como el nivel de las tasas de interés pueden llegar a la conclusión de que la política es muy estricta, pero si miran el crecimiento del dinero se pueden dar cuenta que existe demasiada liquidez en la economía.

En estas circunstancias muchos están aconsejando un tratamiento "pragmático" es decir tratar de llegar a un compromiso entre los dos objetivos. Esto puede ser un error. Es importante frenar la entrada de capitales eliminando sus causas; la primera de las causas es la expectativa de revaluación, y la segunda es el diferencial entre la tasa de  interés de paridad (interés internacional más la tasa esperada de devaluación) y la tasa de interés nacional. Sería un gran error tratar de aumentar la tasa de interés de paridad mediante un aumento en la tasa de devaluación. Mientras no se dé el ajuste fiscal, el aumento en el ritmo de devaluación se puede traducir en un aumento en la inflación.

Lo recomendado en estos momentos, es escoger, como objetivo de la política monetaria el mantenimiento de la tasa de interés doméstico al nivel de la tasa de interés de paridad. La recomendación friedmaniaca de mantener una tasa de crecimiento estable en la cantidad de dinero, no es recomendable en circunstancias, en que existen serios desequilibrios en la tasa de interés.

Otra de las enseñanzas que nos ha dejado el experimento de 1991 es que la autoridad monetaria ha perdido el control de la oferta monetaria. Como dicen algunos economistas, la oferta monetaria se volvió endógena y por lo tanto ha escapado al control de la autoridad monetaria. El crédito doméstico y la tasa de interés, se convierten en estas circunstancias, en los objetivos de la política monetaria. Para que podamos hacerle caso a Friedman en cuanto a mantener una tasa de cambio flexible, en el que el precio de la divisa se determine libremente sin ninguna intervención del Banco de la República.

lunes, 9 de septiembre de 1991

¿Continuarán los cambios en el gobierno?



Los anuncios hechos recientemente están aclarando notablemente el panorama económico.

Los resultados de agosto en el frente inflacionario no han sido muy favorables para el plan de estabilización del Ministro Hommes. El acumulado de los primeros ocho meses está llegando a la meta que se había fijado el gobierno para todo el año. La política económica se encuentra en estos momentos en la encrucijada. Hoy en día, todo el mundo está de acuerdo con la necesidad de hacer un replanteamiento en el manejo de la política económica. El instrumento monetario seleccionado por el gobierno para lograr la estabilización ha mostrado su incapacidad. La restricción del crédito, fue totalmente ineficaz.  La financiación que no otorgó el sistema financiero fue suplida, con creces, por la entrada masiva de capitales.

Todo parece indicar que la política monetaria pasará a un segundo término en el programa de estabilización. Por una parte, como ya se dijo, las medidas monetarias han mostrado menos eficacia que la esperada. En segundo lugar, con la nueva constitución el ejecutivo ha perdido la dirección de la gestión monetaria, pasando ésta a la Junta Directiva del Banco de la República. Un ajuste fiscal más estricto, será sin lugar a dudas necesario para poder reducir las presiones inflacionarias.

El gobierno ha comenzado a dar señales de cambios importantes. Lo más atractivo para el sector privado es que parece que se van a dejar de utilizar las herramientas heterodoxas como el encaje marginal, los cambios múltiples y otras medidas similares. El poco efecto que producían estas medidas se contrarrestaba por la incertidumbre que creaban.

Los anuncios hechos recientemente están aclarando notablemente el panorama económico.  La eliminación del encaje marginal del cien por ciento planteada por el gobierno a la Junta Directiva del Banco de la República es una buena nueva. La posibilidad de que el público vuelva a contar con crédito del sistema financiero va a eliminar una de las principales razones para la entrada masiva de capitales.

La eliminación de las restricciones en el crédito otorgado por el sistema financiero se han tomado en un momento oportuno. Con una mayor liquidez, las tasas de interés pueden bajar. En la medida en que se logre un equilibrio en el mercado financiero las tasas de interés locales pueden llegar a su nivel de paridad. En circunstancias normales, las tasas de interés podrían llegar a niveles del 35%, muy inferiores a los actualmente vigentes.
La disminución de las tasas de interés eliminarían otra razón para la entrada de capitales.

Infortunadamente, la aceleración de la apertura ha llegado un poco tarde. La situación en el frente cambiario ha sufrido notables deterioros en el último año. El manejo de corto plazo primó sobre la estrategia de desarrollo. La existencia de cambios múltiples ha introducido una serie de incentivos para la entrada de capitales y para el endeudamiento en dólares. La revaluación del peso le dió un gran golpe a los exportadores y premió a los que jugaron a que el precio del dólar bajaría.

Si bien el desmonte inmediato del certificado de cambio y de los cambios múltiples es bien complicado, el mantener la situación actual tiene unos altos costos. Mientras que exista una gran discrepancia entre el dólar oficial y el dólar libre habrá un gran incentivo a subfacturar importaciones y sobrefacturar exportaciones y a endeudarse en dólares.

Los anuncios de los cambios en la política son como una pequeña luz al final de un oscuro túnel. El gobierno podría iluminar el panorama si realiza el cambio en el equipo económico lo más pronto posible. El gobierno tiene buenos candidatos en la banca; Carlos Caballero y Armando Montenegro podrían ser buenos reemplazos del Doctor Samper. No parece razonable esperar hasta después de las elecciones para anunciar los nuevos protagonistas de la política económica.