No solo es importante
considerar la posibilidad de privatizar los servicios, sino que también es
necesario ponerle límites claros a lo que se puede
negociar en las convenciones colectivas.
En Colombia, a medida
que se acercan las elecciones se agudizan los problemas laborales. La agitación
laboral está a punto de acabar con la poca paciencia de los sufridos usuarios
de los servicios públicos. No solo deben sufrir el deterioro en los niveles de
servicio, sino que después tienen que pagar los logros laborales de los
sindicatos. En elecciones anteriores, era normal esperar huelgas en Teléfonos y
la Registraduría, hoy en día, hay agitación laboral en la Energía de Bogotá y
otras entidades del sector eléctrico al mismo tiempo que en varias
instituciones financieras. Las magníficas condiciones de los trabajadores de
Teléfonos y de la Registraduría han inspirado a otros líderes sindicales para
negociar con las autoridades en vísperas electorales.
El mal servicio
imperante en estas épocas de negociaciones colectivas, hace ganar a la
privatización de las Empresas Públicas muchos adeptos. El mal servicio de la
Empresa de Teléfonos que he podido apreciar por la falla de más de un mes en
una de las líneas telefónicas de mi oficina, me ha hecho pensar en los
argumentos que ha dado el Doctor Miguel Urrutia para la privatización de la
Empresa de Comunicaciones de Bogotá. La buena voluntad y la capacidad técnicas
de un gerente como el Doctor Carrizosa, se enfrentan a problemas de carácter
estructural que claman por una solución diferente a la de montar un Canal
Local.
No solo es importante
considerar la posibilidad de privatizar los servicios, sino que también es
necesario ponerle límites claros a lo que se puede negociar en las convenciones
colectivas. Sin lugar a dudas, es muy importante realizar un cambio radical en
el sistema de seguridad social. Las
directivas de las empresas, con un horizonte de planeación corto, tienden a
conceder muy buenas condiciones para la jubilación de sus trabajadores.
Algunos gerentes caen
en la tentación de transferir al futuro los problemas, concediendo unas
condiciones generosas que terminan acabando las empresas. Colpuertos y los
Ferrocarriles, son ejemplos claros de los problemas que se generan cuando por
la presión del día se cede en materia de jubilaciones. Los altos costos
laborales, no solo llevan a la ruina de unas empresas, sino que le ponen un
punto de negociación a los demás sindicatos.
Esta espiral de salarios termina arruinando todas las empresas públicas.
Después de haber mirado, así sea por encima, la caótica situación
pensional, es muy fácil concluir que es necesario llegar a unas condiciones
idénticas para todos los trabajadores. El régimen de jubilación debería ser
uniforme para todos los trabajadores. Las convenciones colectivas no podrían
cambiar estas reglas y deberían centrarse en el nivel de salarios, en políticas
de promoción y capacitación, y en las condiciones mismas del trabajo, dejando
al sistema de seguridad social y a los fondos de pensión el problema de cómo
pagar al trabajadores en su jubilación.
Afortunadamente, el
sistema electoral va a entrar en un receso hasta mayo de 1994. Durante este
período, las autoridades deberían hacer algunas reformas para romper la
vinculación entre las elecciones y los pliegos laborales. Por ejemplo, los
procedimientos de votación deberían sistematizarse para disminuir la amenaza
constante de los funcionarios de la registraduría.
Las elecciones deberían
realizarse en días laborales, sin tener que
paralizar todo el país. Si el censo de población se pudo realizar en un
día ordinario, no hay ninguna razón para que no se pueda cumplir con el deber
ciudadano de la votación en un martes cualquiera, como se hace en los Estados
Unidos.