lunes, 26 de septiembre de 1994

¿Quo Vadis Ernesto?

Es necesario adoptar una línea clara en materia de política económica.

La nueva administración al completar sus primeros cincuenta días está tratando de comenzar a diferenciarse de su predecesora. No solo ha hecho modificaciones al presupuesto general de la nación buscando orientarlo hacia sus programas banderas sino que también ha comenzado a dar reversa en muchas de las medidas adoptadas en el gobierno Gaviria.

El cambio hasta ahora se ha apreciado más a nivel de los medios de comunicación que en la realidad. En los noticieros oficialistas de las nueve y media de la noche y en los periódicos liberales de Bogotá aparecen mensajes aparentemente inspirados por la nueva administración en que se insinúa la posibilidad de cambios en la dirección de la política.

Por ejemplo, se aprovecha la celebración de los cincuenta años de la ANDI para destacar, muy merecidamente, a sus directivas y para mandar el mensaje de que el proceso de apertura ha ido muy lejos. Cuando el público comienza a sospechar que estos mensajes están indicando un reversazo se encuentra con artículos de destacados Ex-Ministros que claman por una continuidad de las políticas seguidas por la administración anterior.

Aspectos tan importantes como la autonomía del Banco de la República aparecen como temas de debate. A menos de tres años de haber establecido la nueva estructura del Banco Emisor se comienza a cuestionar la conveniencia de la reforma originada en la nueva Constitución. La posición del gobierno no es nada clara pues a veces pareciera que busca propiciar la reforma para volver a "lo mismo  que antes", mientras que en otras ocasiones el Ministro de Hacienda aparece muy sonriente con los restantes miembros de la Junta dando la impresión de una armoniosa relación.

La relación entre Bogotá y el gobierno nacional tampoco es clara. Los diarios liberales y los noticieros de la televisión nos muestran los problemas originados por la elección popular de Alcaldes con el mensaje subliminal de que sería mejor volver a la siutación anterior en los que los Alcaldes de las principales ciudades eran nombrados por el mismo Presidente de la República. La nueva administración, tal vez añorando esa época nos sorprende con el nombramiento de una destacada ex-alcalde de la capital como consejera especial para Bogotá. El papel de la consejería no queda muy claro a pesar de las precisiones hechas en diferentes foros por la distinguida funcionaria quien destaca su papel como un canal de comunicación entre la administración nacional y el Alcalde seleccionado por voluntad popular.


Esta ambigüedad en la línea del gobierno no es buena para la economía. No es conveniente que comiencen a circular en los cocteles los chistes sobre si el Presidente Samper ya se posesionó. Se necesita que la Administración adopte una línea clara y que nos diga hasta que punto se va a cambiar el ritmo de las reformas emprendidas por el gobierno anterior. Sería mucho mejor saber lo que se quiere hacer, que estar en la duda de si vamos a continuar con las reformas o si lo que se pretende es volver a las épocas tan añoradas por los habitantes de Jurassic Park.

lunes, 19 de septiembre de 1994

Viva Bogotá libre

Si queremos evitar que surjan movimientos separatistas, debemos comenzar a hacer las reformas que permitan que Bogotá se maneje como se han manejado los famosos tigres asiáticos

En estos días de campaña electoral son frecuentes las reuniones en las que se presentan los candidatos a las alcaldías y gobernaciones.  El viernes de la semana pasada pude asistir a una reunión en la que participaron los dos candidatos más opcionados a la Alcaldía de Bogotá.  Tanto el doctor Mockus como el doctor Peñalosa hicieron planteamientos interesantes sobre su programa de Gobierno.

Aunque los candidatos no lo mencionaron explícitamente, de algunas de sus intervenciones surge la idea que Bogotá debe ser considerada más como un país que como una ciudad.  Es claro que Bogotá no sólo es la ciudad más importante del país sino que además por su mismo tamaño podría ser considerada como el decimotercero país en población y el noveno medido en términos de ingreso en América Latina.

Si se lograra de la noche a la mañana la independencia de Bogotá del resto del país y se mantuvieran los impuestos Bogotá mejoraría considerablemente su capacidad de gasto público.  Como bien lo mostró uno de los candidatos, los impuestos recaudados en la capital superan ampliamente las transferencias recibidas del gobierno nacional.  Un movimiento separatista, que ojalá nunca surja, tendría en esta injusticia fiscal un claro argumento a su favor que le ganaría incontables adeptos.

La importancia de Bogotá que, como ya se ha dicho la puede colocar por encima de muchos países latinoamericanos, nos debería llevar a pensar si no es hora de cambiar la manera como se maneja la ciudad.  Hasta ahora se ha pensado que el gobierno bogotano debe proveer una serie de bienes y servicios de carácter local sin preocuparse por el crecimiento mismo de la región y sin tener en cuenta su interrelación con las ciudades vecinas. Si Bogotá fuera un país independiente debería tener un Ministerio de Desarrollo y Comercio Exterior que se preocupara de la promoción de su crecimiento.  Este ministerio entre sus funciones debería tener la de ser el interlocutor con los gremios productivos y en lograr acuerdos comerciales con sus vecinos.  Un país, y con mayor razón una ciudad, sin esta importante función de promoción se vería limitado en sus deseos de progreso.  Bogotá, a la mayor brevedad, y ojalá durante el periodo del alcalde que se va a elegir el próximo 30 de octubre, debería establecer una Secretaría de Desarrollo y Comercio que impulse, a través de un proceso de concertación con las fuerzas productivas, su desarrollo económico.

No sólo se requiere de un apoyo institucional al desarrollo sino además se necesita contar con una fuerza de trabajo altamente capacitada.  Bogotá cuenta afortunadamente con una muy buena infraestructura dedicada a la educación superior.  Las universidades bogotanas públicas y privadas se encuentran entre las mejores del país y son envidiadas por las otras ciudades colombianas.

Si la oferta de personal profesional en Bogotá es amplia y de muy buena calidad, la de personal capacitado para la industria a escala técnica no es suficiente ni adecuada para la industria que debe enfrentarse a una fuerte competencia internacional.  Un alcalde que quiera promover la capacitación de la fuerza de trabajo se debe sentir totalmente frustrado cuando comprueba que esta importancia función está asignada a una institución tan cuestionada y tan poco eficiente como el Sena.  No se puede entender cómo el Sena, que recibe el 40 por ciento de sus recursos en el territorio del Distrito, apenas gaste el 10 por ciento de su presupuesto en las necesidades ingentes de capacitación del sector productivo nacional. La importancia de que la Administración de la ciudad asuma las funciones de capacitación de su mano de obra se hace más notable cuando se da uno cuenta que las necesidades de capacitación son muy diferentes al interior de la ciudad.  Por la misma dinámica del desarrollo y ante la presencia de las economías de aglomeración, los diferentes barrios de la ciudad se van especializando.  Las fábricas de elementos metálicos se concentran en el barrio Estrada, las carpinterías dedicadas a restaurar antigüedades se concentran en la carrera quinta, las curtiembres en el barrio San Benito y así sucesivamente.

La concentración de la actividad económica en lugares específicos de la ciudad facilita las labores de capacitación y permite establecer un programa más adecuado a las necesidades locales.  El gobierno nacional que no tiene por qué conocer estas peculiaridades de la demanda de capacitación debe gastar considerables recursos en una investigación que le permita definir un plan de capacitación adecuado a las circunstancias locales.  La importancia de la capacitación para un desarrollo acelerado y la ventaja comparativa de Bogotá para hacerla deberían llevar a que Bogotá asuma la capacitación y que los recursos recibidos por el Sena sean transferidos en su totalidad a la capital.

Si queremos evitar que surjan movimientos separatistas, debemos comenzar a hacer las reformas que permitan que Bogotá se maneje como se han manejado los famosos tigres asiáticos.


martes, 13 de septiembre de 1994

El que espera no debe desesperar

Los costos del esfuerzo realizado por la Administración Distrital a última hora han resultado
demasiado altos.  La realidad parece estar mostrando que del afán no queda sino el cansancio y que las obras publicas no se pueden improvisar

El  próximo 30 de octubre se realizarán las elecciones de alcaldes, gobernadores, asambleas y concejos.  El momento parece propicio para comenzar a hacer un balance de la gestión de las administraciones que terminan su mandato el próximo 31 de diciembre.  Los bogotanos se encuentran bastante descontentos de la gestión del alcalde Castro.  La calidad de vida en la ciudad se ha deteriorado a pesar del importante esfuerzo tributario realizado por la ciudad. Para muchos estamos terminando la presente administración con los impuestos de Nueva York y el nivel de vida de Somondoco.

Esta impresión de una alta carga tributaria en Bogotá se confirma cuando se miran las cifras fiscales de Bogotá.  En efecto.  Bogotá ocupaba el puesto 12 en 1989 en lo que se refiere a esfuerzo tributario por habitante.  En 1994, Bogotá ocupa el segundo lugar detrás de Zaragoza en Antioquia.  Cuando se tiene en cuenta la contribución por beneficio general y las altas tarifas que actúan como un impuesto disfrazado, Santafé de Bogotá se convierte en la capital fiscal de Colombia.

Como lo pueden advertir los bogotanos que han tenido que sufrir con paciencia las molestias causadas por las obras, la Administración que termina ha querido entregar en sus últimos días una serie de obras importantes.  Al igual que los estudiantes desaplicados, la actual Administración parece querer salvar el año con un esfuerzo de última hora.

Los costos de este esfuerzo de última hora han resultado demasiado altos.  La realidad parecer estar mostrando que del afán no queda sino el cansancio y que las obras públicas no se pueden improvisar.  La carencia de diseños detallados para las obras emprendidas y la baja capacidad institucional han sido grandes obstáculos para que las obras puedan ser ejecutadas a tiempo.

La magnitud de las obras y el quererlas hacer todas al mismo tiempo a ritmo acelerado han logrado el milagro de acabar con el desempleo en el sector de la construcción pesada, logrando de paso enriquecer a los afortunados que tenían volquetas y eran dueños de las fuentes de materiales.  Hoy en día no se consiguen obreros v hay que traerlos de los departamentos vecinos.  Tampoco se consigue una volqueta y los dueños de las fuentes de materiales ponen las condiciones de precio y entrega.

La ejecución física de los programas prioritarios del plan de obras durante los primeros seis meses ha sido extremadamente baja.  La improvisación, la falta de diseños han tenido a toda la ingeniería bogotana con el taxímetro prendido durante más de seis meses.  El IDU ha girado 40 por ciento de las obras como anticipo sin obtener a cambio un avance satisfactorio de las obras.  Los sobrecostos del programa vial pueden haber llegado fácilmente a un 20 por ciento del valor total de las obras.

La ciudadanía se debe preguntar si el querer dejar una imagen de un gran realizador justifica el tremendo impacto que ha tenido que sufrir por unas obras que se han hecho sin tener en cuenta el tremendo caos vehicular que han causado durante la construcción y los importantes sobrecostos causados.

La respuesta a este importante interrogante implica evaluar cual es el beneficio real de este afán de última hora.  La respuesta que nos da la teoría económica es muy simple.  Según la teoría económica, la tasa interna de retorno de los proyectos puede medir el efecto de adelantar el proyecto en un año.  Esto quiere decir que si los proyectos tienen una rentabilidad alta es justificable el tratar de adelantar su ejecución a marchas forzadas.

Para saber si el afán de última instancia se justificaba la ciudadanía tiene que preguntarse si no existía una mejor alternativa.  Aunque parezca paradójico y por lo que recibió innumerables críticas el alcalde Castro, la mejor alternativa era no hacer estas obras sino más bien completar el ajuste fiscal emprendido.

El no haber emprendido el plan de obras en su último cuarto de hora le hubiera permitido cubrir las amortizaciones de la deuda externa que se estaban venciendo sin tener que aumentar el endeudamiento interno.  Una baja carga de intereses por el servicio de la deuda permitiría a las próximas administraciones emprender un plan bien estructurado a un costo mínimo.  El tiempo dedicado a tratar de no perder el año se hubiera podido dedicar más bien a mejorar la capacidad institucional de los organismos encargados de su ejecución y hubiera evitado la pena de que las encargadas del plan prioritario tuvieran la más baja ejecución presupuestal del Distrito.

lunes, 5 de septiembre de 1994

La apertura y la reconversión espacial

Parece asombroso es que el impacto regional de la apertura, que puede ser tan importante como el impacto sectorial, no haya sido motivo de discusión.

Los economistas interesados en el proceso de la apertura se han preocupado por los efectos que el cambio en el modelo de desarrollo pueda tener en la estructura industrial colombiana. Desde aún antes de la puesta en vigencia del proceso de apertura la reconversión industrial fue objeto de amplias discusiones. Para muchos de los analistas era necesario primero hacer el proceso de reconversión industrial aún antes de iniciar la apertura comercial. Según estos economistas el proceso podría ser tan salvaje que no quedaría ni el menor rastro de lo que habíamos logrado con tanto esfuerzo.

Por su parte, los proponentes de un proceso rápido de apertura pensaban que si se buscaba primero fortalecer la industria para que pudiera competir era muy probable que continuáramos con el excesivo proteccionismo pues los industriales no dedicarían sus energías a adaptarse a la nueva situación sino que más bien encaminarían sus esfuerzos a oponerse al proceso, logrando de paso frenar cualquier posibilidad de cambio.

Los hechos parecen mostrar que el hacer la apertura antes de la reconversión fue una buena idea. Los efectos benéficos de esta medida han logrado convencer a los consumidores de las ventajas de un modelo de desarrollo orientado hacia afuera y hoy en día son una de las principales fuerzas en contra de un regreso a épocas anteriores.

Lo que parece asombroso es que el impacto regional de la apertura, que puede ser tan importante como el impacto sectorial, no haya sido motivo de discusión. Por ejemplo, nunca se discutió si antes de hacer la apertura se deberían hacer las obras necesarias para que una determinada región pudiera competir en un mercado más abierto. La dotación de infraestructura para que las regiones se integraran a la economía internacional siguió su curso normal. Lo único que se hizo fue cambiar el nombre del programa vial. Lo que en una época se llamó el Plan de Integración Nacional se transformó en el Plan Vial de la Apertura. Como lo puede comprobar cualquier persona que tenga la curiosidad de mirar los mapas correspondientes a los dos planes, los proyectos incluidos en ellos son básicamente los mismos.

Por no ser de mucho interés, el impacto espacial de la apertura no ha sido objeto de medición. El muy meritorio esfuerzo de medir el impacto de la apertura en la industria encomendado a la Unidad de Monitoreo del Ministerio de Desarrollo no ha tenido su contraparte en el ámbito espacial. Afortunadamente, y como diría el Chavo sin querer queriendo, la información del último Censo con todo y sus limitaciones nos está dando una idea de las consecuencias espaciales de la apertura.

Si las cifras del Censo son correctas nos estaría mostrando que ciudades como Bogotá y Cúcuta que tuvieron crecimientos muy por encima de lo esperado han tenido impactos favorables del proceso de apertura. La hipótesis de una importante reconversión espacial generada por el proceso de apertura se convierte en un tema de indudable interés.

De ser cierto que el alto crecimiento de Bogotá se debe a que la apertura le ha favorecido sería un evento tan difícil de predecir como el del favorable impacto de la apertura en el sector automotor. Todos los analistas y aún los interesados en el sector automotor creyeron que la apertura iba a acabar con nuestras ensambladoras. Inclusive los franceses que le compraron su parte al IFI buscaron en un momento que el gobierno les compensara por el cambio en la política.

El tema de la reconversión espacial puede resultar tan fascinante como el de la reconversión industrial para aquellos interesados en entender un poco más sobre las interrelaciones entre la localización de la actividad industrial y las políticas de comercio exterior me permito recomendarles el libro Geografía y Comercio Internacional del Profesor Krugman en donde explora las consecuencias de las nuevas teorías del Comercio Internacional en la localización de la actividad económica.