Si se quiere buscar una
financiación sana para el plan de desarrollo el gobierno debería presentar, de
manera inmediata, un proyecto de ley en el que se prolongue la vigencia de las
tarifas existentes en el impuesto a la renta y el IVA.
En Colombia, algunos
comentaristas nos quieren hacer creer que el crecimiento del gobierno no es
malo mientras esté balanceado y que además no es inflacionario. Sin embargo, el
Salto Social que eleva considerablemente el tamaño del sector público presenta
un equilibrio fiscal que no deja de ser preocupante. Los mismos keynesianos nos
enseñaron que el presupuesto balanceado podía ser factor de crecimiento de la
demanda agregada con basados en el hecho de que de cada peso que le llega al
sector privado algo es ahorrado mientras que todo lo que entra al gobierno es
gastado.
Más aún dentro de la
macroeconomía de la economía abierta tanto los estudios empíricos como los
desarrollos teóricos sobre los determinantes de la tasa de cambio real han
encontrado que además del déficit fiscal, el mismo tamaño del sector
público conducen inexorablemente a una
revaluación de la tasa de cambio real y por lo tanto ambos son portadores del
virus del llamado mal holandés. Por lo anterior, un crecimiento desmedido del
sector público en el próximo gobierno no acompañado de mejoras importantes en
la eficiencia del sector público es una señal de alarma aún en condiciones de
equilibrio fiscal. Esta alarma amarilla puede fácilmente convertirse en una
alarma roja cuando se mira en detalle el equilibrio fiscal que aparece en el
Plan de Desarrollo de la Administración Samper.
Expertos del tema económico con
planteamientos tan diversos como Juan Camilo Restrepo y Eduardo Sarmiento ven
con preocupación que el balance fiscal se logre a través de un superávit del
sector descentralizado mientras que el sector público se convierte de la noche
a la mañana en un ente especializado en gastar por encima de sus recursos. Esto
cambio es potencialmente peligroso pues las entidades descentralizadas por su
misma naturaleza están hechas para gastar recursos que le transfiere el sector
central. En este aspecto las entidades descentralizadas se desempeñan como
Ramona Calbaza y Cora Díaz los personajes de las tiras cómicas Educando a Papá
y Lorenzo y Pepita que tienen el papel de gastar todos los ingresos de Don
Pancho y del jefe de Lorenzo Parachoques. Pensar que las entidades
descentralizadas puedan ahorrar durante cuatro años puede resultar tan
improbable como que Ramona y la señora del
jefe de Lorenzo puedan alguna vez ahorrar. Si la analogía fuera válida
la suerte del país sería preocupante pues en una encuesta realizada a lectores
de estas dos tiras cómicas el ciento por ciento de ellos contestaron que es
imposible que doña Ramona y Doña Cora algún día gasten menos de lo que reciben.
Aun si aceptáramos que las
entidades descentralizadas ingresan a Despilfarradores Anónimos y dejaran su
obsesión por el gasto nos queda la duda si será posible contar con los recursos
que aparecen en el Salto Social. Los colombianos estamos cansados de sostener
un estado ineficiente con altas tasas tributarias. Un parlamento que está
pasando por un pésimo momento no estará dispuesto a subir los impuestos aún sea por la puerta de atrás
como lo quiere hacer el Gobierno de
Samper. Mantener las actuales tarifas más allá de su período no solo va en contra de lo
anunciado por el entonces candidato
Samper en su debate con Andrés Pastrana sino que es un simple aumento de
impuestos hecho en momentos en que el gobierno tendrá el sol a sus espaldas.
Diferir la presentación de una reforma tributaria hasta el último momento es un
gran error. Si se quiere buscar una financiación sana para el plan de
desarrollo el gobierno debería presentar, de manera inmediata, un proyecto de
ley en el que se prolongue la vigencia de las tarifas existentes en el impuesto
a la renta y el IVA.
Hasta el momento las cuentas del
gobierno nos recuerdan las de la lechera en camino hacia el mercado donde iba a
vender su cántaro lleno de leche. Las dos parecen muy atractivas esperamos que al gobierno no le
pase lo que le pasó a la lechera y vea convertirse todos
sus planes en un río de leche derramada.