lunes, 19 de diciembre de 1994

Protesta de la sociedad protectora de golondrinas

A nadie puede escapar los problemas que se pueden generar cuando una decisión sobre materia cambiaria se mantiene en el congelador.

En estos días la Junta Directiva del Banco de la República decidió hacer unos ajustes en la política cambiaria. En efecto, la semana pasada se efectuaron cambios en la denominada banda de flotación para el dólar. Antes de tratar de entender si esto nos va a favorecer o a perjudicar es conveniente recordar la manera como opera esta banda de flotación. El Banco Central a través de su Junta Directiva establece  un tope máximo o techo para el valor del dólar y a partir de éste se compromete a intervenir en el mercado cambiario vendiendo dólares a quien lo solicite. Adicionalmente, el Banco Central establece un precio mínimo o piso y se compromete a comprar dólares  a ese precio a quien quiera que le ofrezca dólares. Dentro de la banda de flotación, aunque el Banco Central puede intervenir como lo considere conveniente, por regla general, se dejan operar las fuerzas de la oferta y demanda para determinar el valor de la divisa norteamericana.

Esta regla de operación, en condiciones normales minimiza el impacto de los desequilibrios internos en la oferta monetaria y por lo tanto reduce las presiones inflacionarias. Sin embargo, cuando el dólar toca fondo el Banco de la República tiene que comprar dólares para lo cual tiene que o bien dejar crecer los medios de pago por encima de las metas fijadas o emitir títulos a través de Operaciones de Mercado Abierto lo que tiene, a su vez, como consecuencia un aumentó en las tasas de interés.

Al ampliar la banda de flotación, el Banco de la República y el gobierno estaban reconociendo que la revaluación del último año fue muy superior a lo contemplado hace doce meses y que por lo tanto era necesario hacer ajustes en su política de intervención. El cambio en la política cambiaria es también un reconocimiento de que las medidas de control de crédito resultaron impotentes para contener el chorro de dólares que querían venir a Colombia a gozar de las altas tasas de interés y de la posibilidad de una revaluación de la moneda local.

La medida debe entenderse, entonces, más como un reconocimiento de que la situación estaba llegando a extremos insostenibles y como un intento de recuperar uno de los principales instrumentos de política económica. No puede entenderse como una solución a los problemas percibidos por los agentes económicos. No podemos ignorar que el fuerte aumento en endeudamiento externo privado que ha sido una de las principales causas de la entrada de divisas es una decisión bastante racional de los agentes económicos que han percibido que tanto el  Pacto Social como el Salto Social lleva inexorablemente a una fuerte revaluación del peso frente al dólar.

Si nuestro análisis de que el principal efecto de la medida es recobrar un instrumento adicional en el manejo de la política económica es correcto uno podría pensar que la medida debería ser aceptada por todos y que lo que se debería era cuestionar si la política que han definido las autoridades económicas es la correcta. Infortunadamente, en lugar de buscar un consenso en torno a una medida inevitable se ha realizado un debate infortunado en torno al momento en que se debería tomar la medida. Para el Gobierno la medida ha debido tomarse cuando todos estuviéramos cantando villancicos abriendo los regalitos de navidad, mientras que para el Banco de la República era necesario hacerlo lo más rápidamente posible. La impresión que le queda al común de la gente es que no solo existe una gran descoordinación entre las autoridades económicas sino que el Gobierno trata de quedar bien con todo el mundo aunque para ello tenga que cambiar de posición entrando en conflictos con la Junta Directiva del Banco de la República. Nadie puede entender como el Presidente de la Junta Directiva del Banco de la República puede estar en desacuerdo con  los otros miembros en aspectos tan importantes como el manejo cambiario.


El Ministro ha sido desafortunado al buscar una pelea con la Junta Directiva en un asunto en que la razón estaba más de su lado que la  del Gobierno. A nadie puede escapar los problemas que se pueden generar cuando una decisión sobre materia cambiaria se mantiene en el congelador. Mantener una tasa de cambio fija en un valor insostenible ha sido siempre el mayor incentivo para la entrada o salida de  los llamados capitales golondrina. Cuando el gobierno está obligado a comprar o vender divisas a un precio a todas luces fuera de línea con su valor de equilibrio los especuladores en el mercado cambiario hacen su agosto pues nunca pueden pecar por exceso. Las presiones sobre la divisa se vuelven insostenibles aún en economías tan importantes como la americana, la alemana y la japonesa. Como podríamos pensar que el Banco Central de Colombia pueda defender el dólar cuando la emisión de más títulos lo único que lograría sería aumentar las pérdidas del Banco de la República afectando al mismo tiempo la situación fiscal. Diferir la entrada en vigencia de la nueva banda es incentivar la entrada de divisas  garantizándoles retornos abundantes. 

lunes, 12 de diciembre de 1994

La congelación de la ciudad

A nuestra querida Bogotá le sucede lo mismo que nos ha ocurrido a los que vivimos en una casa vieja que se ha sometido a un proceso permanente de remodelación.
                                                                                                                                                                   
Cuando uno transita por las calles de la capital se da cuenta que su mal estado se encuentra muchas veces asociadas al progreso. No solo el mayor número de vehículos y el aumento del tamaño de los buses de servicio público ha deteriorado el pavimento sino que también la construcción acelerada de algunos barrios y la renovación de otros han contribuido a acabar las calles de la ciudad. Las construcciones de edificios en las zonas consolidadas son sin lugar a dudas el enemigo número uno de nuestras calles. En efecto, la ocupación de vías durante la construcción, la rotura de las calles para hacer las conexiones de los servicios públicos y el tránsito de los camiones  cargados de materiales y del concreto tan necesario para las nuevas  construcciones son los grandes culpables de la mayoría de los huecos que se encuentran en los barrios que están progresando.

Este proceso no se ha dado solamente en estos treinta meses de soledad. Esta permanente lucha entre el progreso y la infraestructura vial es de vieja data solo que con el boom de la construcción sus efectos se han hecho más visibles. En esta lucha entre el progreso y el deterioro, las autoridades tienden a dejar los huecos sin arreglar pues piensan que sus esfuerzos serán inútiles a medida que se abra otra obra en la misma cuadra.  Cuando se tapan los huecos, el dolor de cabeza es para la Secretaria de Obras pues más se tardan unos en arreglarlos que otros en abrirlos de nuevo. Lo triste de esta situación es que tanto la Administración como la ciudadanía terminan conformándose con vivir en una ciudad totalmente deteriorada.

 La casa que se remodela poco a poco vive llena de tierra por las obras permanentes y los remiendos quedan como parches. Los pisos quedan llenos de cicatrices causadas por las instalaciones domiciliarias de los servicios públicos. Los habitaciones terminan totalmente diferentes, los tapetes son de diferente colores y texturas pues cuando se le llega el turno a una pieza la referencia del tapete que tanto nos gustó ya no se produce. El no pensar todas las implicaciones de las reformas y el no consultar con un experto en remodelaciones es el método más costoso de remodelar nuestras viviendas.

De la misma manera el hacer la renovación urbana de a pedacitos sin un plan maestro urbano es la mejor receta para despilfarrar la plata de nuestros impuestos y mantener la ciudad en un estado de deterioro permanente. Lo que se necesita entonces al nivel de la ciudad es parar de una vez por todas este proceso de renovación gota a gota. La nueva administración debería entonces congelar el otorgamiento de licencias de construcción en la mayoría de los barrios de la ciudad concentrándose en algunas de las zonas que cuenten con un plan maestro de desarrollo.

Estos planes de desarrollo urbano, tal como lo ordena la nueva constitución deben ser el resultado de un proceso de consulta popular en el que los vecinos de los barrios intervengan para definir el tipo de construcciones que se pueden hacer. Los planes urbanos deben incluir no solo las normas de construcción, sino que además deben contar con estudios de impacto ambiental en un sentido amplio. Estos estudios de impacto ambiental urbano deben estimar entre otros el efecto de las nuevas viviendas en el tráfico vehicular y deben asegurar que el entorno urbano en especial el espacio público no sufra un deterioro como consecuencia de las nuevas construcciones.

El Alcalde Mockus y el nuevo Concejo deben pensar seriamente la posibilidad de declarar la moratoria de la construcción por los próximos tres años en buena parte de la ciudad. Si nos dieran una oportunidad de votar en nuestro barrio o en nuestra  manzana la mayoría estaríamos dispuestos a congelar nuestra zona con el deseo de trabajar en los próximos tres años en mejorar nuestro ambiente y contar con los servicios públicos. Estos tres años los podríamos dedicar a pensar cómo queremos vivir, qué cambios tenemos que hacer en nuestro entorno urbano y probablemente en conocernos mejor con nuestros vecinos y participar en la creación de un nuevo entorno urbano.


lunes, 5 de diciembre de 1994

El Pacto Social

Estamos acercándonos al momento de la verdad del pacto social. Las discusiones entre empresarios, trabajadores y gobierno han permitido un acercamiento en lo que se refiere a la determinación de los precios, sin que se esté cerca en el campo de los salarios.  La diferencia básica parece residir en que el gobierno espera que los salarios se fijen en función de la inflación esperada aumentada por la productividad mientras que los trabajadores y empresarios creen que lo mejor es reajustar los salarios en términos de la inflación del año anterior.

Aunque determinar cuál es realmente el aumento de productividad en el año anterior es bastante difícil, se puede decir que en promedio la economía ha aumentado su productividad entre un dos o tres por ciento cada año. Por lo tanto si estamos pensando en un aumento del 18 por ciento de los precios los salarios podrían subir, en una economía cerrada, hasta en un veintiún por ciento el próximo año sin que se experimentaran graves problemas para la política de estabilización.

Sin embargo, cuando se considera una economía abierta a la competencia de carácter mundial el criterio de mantener unos costos unitarios constantes medidos en moneda nacional sino lo que se requiere es mantener unos costos unitarios laborales iguales a los de nuestros principales rivales. En este aspecto a los colombianos nos fue muy mal. Mientras que en los Estados Unidos los costos laborales subieron en un cuatro por ciento en términos de dólares  que equivale a un seis por ciento medido en pesos, en Colombia los costos laborales subieron por lo menos un 24 por ciento. Para mantener competitividad nuestros productores deberían haber aumentado su productividad en un 18 por ciento cifra que supera ampliamente lo observado en toda la historia reciente de Colombia.

El desfase cambiario ocasionado por el desigual crecimiento de los costos laborales colombianos comparados con los de los principales socios comerciales, que en términos técnicos se conoce como la revaluación de la tasa de cambio real se convierte en un obstáculo importante para la política de ingresos y salarios propuesta por el actual gobierno con el nombre de Pacto Social o Acuerdo de Precios Salarios y Productividad. Así como la revaluación de la tasa de cambio real produjo un aumento del salario real, su retorno a una tasa de equilibrio deberá venir acompañada por un deterioro del salario real o lo que es lo mismo una situación en el que los precios suben por el ascensor y los salarios suban por las escaleras. Mientras ambos suban en el mismo medio de transporte vertical no habrá posibilidades de llegar a una tasa de cambio que proteja la actividad productiva colombiana.


La idea de una política como la del Pacto Social en la que todos los precios y salarios suban al mismo ritmo es útil cuando uno piensa que existe un equilibrio en los precios relativos. Sin embargo, es un salto al vacío cuando existen marcados desequilibrios que se perpetúan causando efectos negativos en la asignación de recursos. Cuando la tasa de cambio está sobrevalorada  el precio de los bienes que no entran al comercio exterior está por encima del de los precios que se comercian internacionalmente. Por tanto para arreglar este desbalance lo que se requiere es un crecimiento más rápido del precio de los bienes comercializables que no se logra con pactos en los que todos los productores se comprometen a subir un 18 por ciento. Lo que se debería hacer es que los bienes comercializables suban a tasas por encima del 18 mientras que los bienes como la vivienda que no entran en el comercio exterior suban a tasas muy inferiores al 18 por ciento.

Resulta paradójico que la Administración Samper que ha tenido un cierto tinte crítico de la política anterior Administración haya adoptado una política de ingresos y salarios que de hecho presupone que no existen desequilibrios sectoriales y que lo que se necesita es un acto de buena voluntad para que todos ganemos cambiando nuestro comportamiento para poder llegar a un ritmo de crecimiento  de los precios y de los salarios inferior al de los años anteriores.


lunes, 28 de noviembre de 1994

Las cuentas de la lechera

Si se quiere buscar una financiación sana para el plan de desarrollo el gobierno debería presentar, de manera inmediata, un proyecto de ley en el que se prolongue la vigencia de las tarifas existentes en el impuesto a la renta y el IVA.

En Colombia, algunos comentaristas nos quieren hacer creer que el crecimiento del gobierno no es malo mientras esté balanceado y que además no es inflacionario. Sin embargo, el Salto Social que eleva considerablemente el tamaño del sector público presenta un equilibrio fiscal que no deja de ser preocupante. Los mismos keynesianos nos enseñaron que el presupuesto balanceado podía ser factor de crecimiento de la demanda agregada con basados en el hecho de que de cada peso que le llega al sector privado algo es ahorrado mientras que todo lo que entra al gobierno es gastado.

Más aún dentro de la macroeconomía de la economía abierta tanto los estudios empíricos como los desarrollos teóricos sobre los determinantes de la tasa de cambio real han encontrado que además del déficit fiscal, el mismo tamaño del sector público  conducen inexorablemente a una revaluación de la tasa de cambio real y por lo tanto ambos son portadores del virus del llamado mal holandés. Por lo anterior, un crecimiento desmedido del sector público en el próximo gobierno no acompañado de mejoras importantes en la eficiencia del sector público es una señal de alarma aún en condiciones de equilibrio fiscal. Esta alarma amarilla puede fácilmente convertirse en una alarma roja cuando se mira en detalle el equilibrio fiscal que aparece en el Plan de Desarrollo de la Administración Samper.

Expertos del tema económico con planteamientos tan diversos como Juan Camilo Restrepo y Eduardo Sarmiento ven con preocupación que el balance fiscal se logre a través de un superávit del sector descentralizado mientras que el sector público se convierte de la noche a la mañana en un ente especializado en gastar por encima de sus recursos. Esto cambio es potencialmente peligroso pues las entidades descentralizadas por su misma naturaleza están hechas para gastar recursos que le transfiere el sector central. En este aspecto las entidades descentralizadas se desempeñan como Ramona Calbaza y Cora Díaz los personajes de las tiras cómicas Educando a Papá y Lorenzo y Pepita que tienen el papel de gastar todos los ingresos de Don Pancho y del jefe de Lorenzo Parachoques. Pensar que las entidades descentralizadas puedan ahorrar durante cuatro años puede resultar tan improbable como que Ramona y la señora del  jefe de Lorenzo puedan alguna vez ahorrar. Si la analogía fuera válida la suerte del país sería preocupante pues en una encuesta realizada a lectores de estas dos tiras cómicas el ciento por ciento de ellos contestaron que es imposible que doña Ramona y Doña Cora algún día gasten menos de lo que reciben.


Aun si aceptáramos que las entidades descentralizadas ingresan a Despilfarradores Anónimos y dejaran su obsesión por el gasto nos queda la duda si será posible contar con los recursos que aparecen en el Salto Social. Los colombianos estamos cansados de sostener un estado ineficiente con altas tasas tributarias. Un parlamento que está pasando por un pésimo momento no estará dispuesto a subir  los impuestos aún sea por la puerta de atrás como lo quiere hacer  el Gobierno de Samper. Mantener las actuales tarifas más allá de  su período no solo va en contra de lo anunciado por el entonces  candidato Samper en su debate con Andrés Pastrana sino que es un simple aumento de impuestos hecho en momentos en que el gobierno tendrá el sol a sus espaldas. Diferir la presentación de una reforma tributaria hasta el último momento es un gran error. Si se quiere buscar una financiación sana para el plan de desarrollo el gobierno debería presentar, de manera inmediata, un proyecto de ley en el que se prolongue la vigencia de las tarifas existentes en el impuesto a la renta y el IVA.


Hasta el momento las cuentas del gobierno nos recuerdan las de la lechera en camino hacia el mercado donde iba a vender su cántaro lleno de leche. Las dos parecen muy  atractivas esperamos que al gobierno no le pase lo que le pasó a la lechera y vea convertirse todos sus planes en un río de leche derramada.

lunes, 21 de noviembre de 1994

Llegó la Navidad

Comienza la discusión del Plan de Desarrollo de la administración Samper

En la semana pasada el gobierno lanzó las bases para el Plan nacional de Desarrollo 1994-1998 en un libro de 227 páginas con el llamativo titulo de "El Salto Social".  En diez capítulos el gobierno presenta los elementos de discusión para el nuevo plan de desarrollo.

En el primer capitulo titulado Los Fundamentos del Plan, el documento del gobierno presenta, entre otros, su caracterización de un modelo alternativo de desarrollo en el que se destaca su insistencia en la importancia de la intervención estatal y en la que se descalifica en forma sumaria el libre funcionamiento de las fuerzas del mercado.  Según el documento, la estrategia económica para la generación de empleo se basa en tres elementos: la política macroeconómica sana, la estrategia de competitividad y una política activa de empleo.

El Segundo capitulo presenta "un breve diagnóstico de las condiciones de nuestro desarrollo económico, social y ambiental".  Este breve diagnóstico trata de convencernos de que la situación que se recibe no es la mejor y que por lo tanto se requiere de un gran esfuerzo para poder dar el salto social que propone la nueva administración.

El tercer capitulo presenta "La estrategia macroeconómica" del gobierno, tratando de convencernos que se podrán mantener los equilibrios macroeconómicos básicos.  El cuarto presenta la "estrategia de inversión pública y efectos macroeconómicos del plan".  Estos dos capítulos, que bien hubieran podido reunirse en uno solo, deben ser leídos con especial cuidado por los interesados en los temas macroeconómicos.  Las cifras presentadas son realmente preocupantes.  El déficit en la cuenta corriente de la balanza de pagos llega a niveles cercanos a los que tuvimos en momentos de crisis cambiaria.  Los niveles de participación del gobierno en el PIB sobrepasan el 50 por ciento. El gobierno central, que se ha caracterizado en el pasado por su superávit se convierte en deficitario, gastándose la lotería que se ha ganado el sector descentralizado.  La tan anhelada estabilidad macroeconómica no aparece por ninguna parte, dejando una primera impresión de excesivo gasto público conducente a una revaluación de la moneda y a una fuerte dosis del mal holandés".

Los últimos seis capítulos en los que se presentan los programas a realizar en el próximo cuatrienio son un claro ejemplo del llamado modelo navideño de desarrollo.  Es ni más ni menos un arbolito de Navidad en el que aparecen regalitos para cada uno de los invitados a la fiesta.  Todo el mundo se lanza a la lectura de estos capítulos buscando lo que le toca.  Los educadores, los desempleados, los industriales, los exportadores, las mujeres, los incapacitados, los investigadores devoran las ciento cuarenta y ocho páginas en busca de su regalito de Navidad.  Los constructores y diseñadores de metros encuentran en la página 175 que del salto social les va a corresponder 360.952 millones de pesos de 1994 para un estudio de dos mil millones y 6.5 kilómetros de metro.

Al leer detenidamente las casi ciento cincuenta páginas de los que se asemeja al correo que comienza a recibir Santa Claus por estas épocas, le queda a uno la impresión de que muchos de los regalos se destacan por su empaque y no por su contenido.  Los nombres ' de los programas del Salto Social son más el resultado del esfuerzo de los creativos y no el de serios burócratas de Planeación Nacional.  La retórica de la campaña sigue predominando, dando la impresión de que el gobierno no ha tomado posesión de sus cargos.

La falta de unas prioridades claras abre la oportunidad para que los que no encuentren su regalito comiencen a pedirlo en el largo proceso de concertación.  El ser el documento unas bases para el plan de desarrollo deja la posibilidad de que terminemos con un gobierno que no solo maneje el cincuenta por ciento del PIB nacional, sino que llegué a cifras solamente contempladas en los países escandinavos.

La discusión del Salto Social debe ser una actividad prioritaria.  Es necesario definir una alternativa a un plan tan ambicioso que pretende acabar con todos los problemas del desarrollo en los próximos cuatro años, poniendo en serio peligro la estabilidad macroeconómica de un país que se ha caracterizado a escala latinoamericana por su buen manejo macroeconómico.

martes, 15 de noviembre de 1994

El Plan Mercedes

La propuesta de la codirectora del Banco de la República tiene indudables beneficios. Nadie puede negar que si la moneda colombiana fuera equivalente a un dólar, la actividad económica sería mucho más sencilla

El simposio sobre Mercado de Capitales que cada dos años organiza la Asociación Bancaria ha sido el sitio en donde han surgido muchas de las propuestas de reformas del sistema financiero colombiano.  En esta ocasión, en el simposio realizado en Medellín, María Mercedes Cuellar de Martínez, la codirectora del Banco de la República, ha lanzado una propuesta interesante para lograr controlar el crecimiento de los precios.

Siguiendo la práctica de algunos países en donde se ha podido llegar a una inflación cercana a la de los países avanzados, la distinguida economista propone vincular la moneda colombiana al dólar americano.  Como consecuencia de la unión indisoluble de las dos monedas, los precios en Colombia tienen que crecer en la misma proporción que en los Estados Unidos y por lo tanto la inflación colombiana, por fuerza, tiene que ser igual a la de los Estados Unidos.

La doctora Cuéllar de Martínez, para facilitar las transacciones del comercio internacional, propone, además, el cambio de la moneda por una nueva.  El nuevo peso, equivalente a mil pesos, tendría el mismo valor que un dólar, permitiendo hacer fáciles comparaciones entre los precios de Colombia y Estados Unidos.  La equivalencia entre las unidades monetarias de Colombia y Estados Unidos facilitaría enormemente la planeación financiera, pues evitaría las conversiones de pesos a dólares, tan necesarias hoy en día.

La propuesta de la codirectora del Banco de la República tiene indudables beneficios.  Nadie puede negar que si la moneda colombiana fuera equivalente a un dólar, la actividad económica sería mucho más sencilla.  Los críticos que han surgido a tan importante iniciativa no niegan las ventajas que se derivarían de una paridad constante con el dólar sino más bien dudan de la factibilidad política de la propuesta y de la disposición de las autoridades colombianas para llevar a cabo los cambios en la política económica necesarios para poder sostener la paridad cambiaria en el largo plazo.

La experiencia en otros países ha mostrado que para que el cambio de moneda funcione es necesario, en primer lugar, escoger una paridad que permita competir internacionalmente.  En el caso colombiano, la paridad de mil pesos a un dólar parece bastante razonable siempre y cuando el ajuste se pueda lograr en menos de un año.  Este valor de mil pesos por dólar es un poco superior a la tasa representativa del mercado y por lo tanto en la medida en que se pudiera adoptar de inmediato permitiría recobrar algo de la competitividad que se ha venido perdiendo en los últimos años.

Para lograr pasar de un régimen de mini devaluaciones a una tasa completamente fija es necesario desmontar los procesos de reajuste automático.  En esto tal vez radica la mayor dificultad política, pues la congelación de precios y salarios que usualmente se requiere puede no contar con el respaldo político. Lo que no parece muy consistente es que funcionarios del gobierno que están tratando de vendernos la idea de un pacto social, en el que todo el mundo acepta un veinte por ciento de aumentos, se pongan a un verdadero acuerdo nacional en el que todo el mundo acepta una congelación de salarios y precios por un corto periodo de ajuste a la nueva moneda.

La tercera condición para el éxito de lo que podríamos llamar el Plan Mercedes es la adopción de una verdadera austeridad fiscal.  Para poder mantener una paridad constante no sólo la autoridad monetaria tiene que perder su autonomía sino que el Gobierno tiene que generar un superávit fiscal considerable que permita mantener la paridad constante.  La experiencia muestra que los planes heterodoxos que no han incluido un verdadero control fiscal fracasan al poco tiempo de ser lanzados.  Los países vuelven a la misma situación de la que partieron, bien sea la hiperinflación o la inflación galopante del veinte por ciento anual.

El equipo económico del Gobierno debería aprovechar el revuelo que h causado la propuesta hecha en Medellín para replantear su tímida estrategia de lucha contra la inflación.  El doctor Perry y el doctor Ocampo, que se ha mostrado en ocasiones tan amigos de este tipo de programas, cuando se adoptan en otras latitudes, debería pensar en la conveniencia de dar el salto cambiario abandonando el sistema de devaluación gota a gota.

martes, 8 de noviembre de 1994

Santafé, Campeón 1994

Es necesario preguntarse si la sobretasa a la gasolina es el instrumento más adecuado para financiar un  plan vial

Con la propuesta del cobro de la sobretasa a la gasolina el Alcalde Castro logrará coronar a Santafé de Bogotá como el campeón en el campo de los impuestos.  El ilustre burgomaestre ha logrado llevar a Bogotá de un modesto duodécimo puesto que ocupaba al comienzo de su Administración al primer lugar, desplazando a Zaragoza Antioquia como el líder en el campeonato de impuestos.  El gran esfuerzo hecho por el sufrido santafereño no es reconocido en el resto del país en donde se sigue tratando a los capitalinos como perezosos en materia tributaria.  De aprobarse la sobretasa, la nueva Administración del Distrito Capital podría contar, al fin, con una base impositiva suficiente para atender los ingentes gastos necesarios para realizar las adiciones que requiere la deteriorada e insuficiente malla vial.

Sobre la incorporaci6n de la sobretasa a la gasolina en el presupuesto para la vigencia de 1995 es necesario hacer una serie de observaciones.  En primer lugar debe decirse que el hecho mismo de su propuesta es una aceptación, tácita, por parte de la Administración actual de que su importante labor de saneamiento fiscal no se pudo completar, pues de otra manera no se explicaría el incluir una fuente de recursos, adicional.  Este hecho que ahora se hace evidente ya había sido descubierto por los estudiosos de las Finanzas Públicas Distritales, quienes habían destacado que el equilibrio fiscal se había logrado en la Administración Castro mediante medidas de carácter netamente coyuntural, como el doble cobro del impuesto de industria y Comercio y la valorización por beneficio general.  La solicitud de una sobretasa a la gasolina está demostrando que para poder atender los requerimientos de infraestructura vial es necesario contar con una fuente de recursos de carácter permanente que permita sufragar por un período largo el plan vial que necesita la ciudad.

En segundo lugar es necesario preguntarse si la sobretasa a la gasolina es el instrumento más adecuado para financiar un plan vial.  La respuesta a este interrogante es bastante compleja y como en la mayoría de los casos prácticos debe hacerse pesando los pros y los contras.  La sobretasa tiene innegables factores positivos.  Hacer que los beneficiarios de las obras contribuyan a su financiación es un sano principio de hacienda pública.  En este aspecto es más equitativo financiar inversión en vías con un impuesto a la gasolina que a través de un doble cobro del Impuesto de Industria y Comercio.  Aumentar el costo de la utilización de los vehículos tiene un efecto benéfico pues de alguna manera disminuye la congestión al reducir la utilización excesiva de los vehículos.

La sobretasa a la gasolina, dentro de ciertos limites es muy sencilla de cobrar y su costo de recaudo es mínimo. Sin embargo, la sobretasa a la gasolina tiene serios inconvenientes.  El más grave de todos es su clara incidencia regresiva.  El impuesto termina afectando en mayor grado a los usuarios de bajos ingresos.  Financiar obras públicas con una larga vida útil a través de impuestos tiene el serio inconveniente de gravar a las generaciones actuales para beneficiar a las generaciones futuras, por tanto la sobretasa a la gasolina tiene serios inconvenientes desde el punto de vista de equidad intergeneracional.  En la medida en que la sobretasa tenga cubrimiento parcial se induce un contrabando de gasolina de zonas no gravadas a las zonas gravadas.  La experiencia ha mostrado que el contrabando puede tener serios inconvenientes desde el punto de vista de la seguridad ciudadana.  El tráfico y venta de combustibles se convierte en un serio peligro ciudadano que las autoridades muchas veces no pueden controlar efectivamente.

Finalmente, es necesario tener en cuenta que la justificación misma de un impuesto para financiar una obra depende de la rentabilidad misma de la obra.  Una inversión que no produce un retorno económico no se debe hacer así se financie con el mejor impuesto.  Por tanto, lo que realmente necesita Bogotá antes de cobrar más impuestos es una gran reforma institucional que asegure que las obras públicas se hagan siguiendo los mejores procedimientos, a un costo mínimo y dentro de los plazos previstos.  No sacamos mucho repitiendo, al infinito, la triste historia de los planes viales de las dos últimas administraciones.

lunes, 24 de octubre de 1994

Lo barato se vende caro

Vender programas a US$30 puede convertirse en un negocio de US$1.500 millones

En la semana anterior mientras en Colombia se llevaba a cabo una nueva edición de Compuexpo, la Prensa presentó en sus páginas económicas una noticia que debió maravillar a las compañías productoras de software de Colombia.  En efecto, Microsoft, la firma más grande productora de programas de computador, compró por la suma de 1.500 millones de dólares una compañía llamada Intuit cuyo producto bandera es un programa para manejar las finanzas de los hogares americanos.

La importancia del mercado del software se puede apreciar aún sin convertir las cifras a nuestros devaluados pesos.  Los 1.500 millones de dólares pagados por Microsoft, que es más o menos lo que cuesta una central eléctrica del tamaño del Guavio, es el pago por un programa que trata de apoyar la realización de una labor rutinaria que se hace con inusitada frecuencia.  Todo el que tiene que realizar un pago se da cuenta inmediatamente que esta labor no sólo es aburrida sino que por eso mismo el tener los registros financieros al día y en orden es un proceso casi imposible de hacer.  El llevar ordenadas y al día las cuentas de la casa y el pequeño negocio no sólo permite un mejor control sino que facilita enormemente la penosa tarea de hacer la declaración de renta.

La revolución causada por Quicken, el programa bandera de Intuit, es difícil de imaginar para alguien que no lo haya utilizado.  Antes de Quicken los americanos miraban con pánico la llegada del 15 de abril, fecha de presentación de la declaración de renta.  El cumplimiento de la obligación tributaria venia acompañada de horas enteras de trabajo en las que intentaba organizar todos los papeles del año.  En el momento de hacer la declaración de renta se comenzaba uno a preguntar a quién le había girando un cheque que de ser deducible le podría ' 'representar una disminución considerable de los impuestos.  Después de Quicken el proceso de hacer la declaración de renta es mucho más llevadero.  Muy rápidamente se puede establecer cuál es el saldo en todos los bancos, cuánto se ha ganado durante el año y cuáles son los pagos descontables de impuestos.

El gran éxito del programa Quicken, que en su versión inicial era simplemente una versión electrónica de la manera como se hacían los cheques, se puede explicar por dos razones.  En primer lugar, los programadores hicieron un programa que resolviera el problema sin necesidad de que la gente cambiara su manera de trabajar.  Cuando el usuario tenia que escribir un cheque en la pantalla del computador aparecía un cheque para que en el se introdujera el nombre de la persona a que se giraba y el valor en letras.  El programa se encargaba de llenar el resto de la información, imprimirlo y guardar la información correspondiente.' Cuando el usuario quería comprobar su saldo el computador se lo presentaba en el mismo formato al que estaba acostumbrado, con la única diferencia que en esta ocasión los valores que aparecían en el talonario estaban bien calculados pues la información entraba directamente al computador en el momento en que se hacía el cheque.

El programa permitía clasificar los gastos según su naturaleza y al final de un período se contaba con información de resumen que permitía hacer rápidamente la declaración de renta o presentar informes a las entidades financieras sobre los ingresos, egresos y hasta un balance rudimentario, a medida que pasaba el tiempo, el programa iba aumentando en flexibilidad y en potencia.  Las últimas versiones permitían hacer cálculos de cuotas hipotecarias, llevar las cuentas de la inversión en la bolsa y hasta permitía el pago de las cuentas a través de un módem.

La segunda razón para el éxito del programa Quicken ha sido su bajo precio, lo que unido a su buen diseño permanente mejora, ha resultado en una base de usuarios que es la envidia de los productores de software de todo el mundo.  Aunque su precio de lista era un poco superior a los 50 dólares, el programa se podía conseguir a menos de 30 dólares.  El bajo precio del programa no sólo permitió una gran penetración sino que evitó la piratería.  Todos los usuarios de Quicken consideraban que no deberían "regalar" un programa tan barato y más bien les recomendaban su compra y utilización.  Además, las continuas actualizaciones y mejoras del programa hicieron que los usuarios viejos se mantuvieran comprando las nuevas versiones.

Otra importante consideración del éxito del Intuit que comenzó a mercadear a sus fieles compradores, es otra serie de servicios complementarios.  Intuit no solo vendía programas sino que también se convirtió en uno de los mayores productores de formas preimpresas como facturas, cheques, etc. A través de una gran penetración pudo establecer un mayor valor agregado para sus productos más rentables.

Los que conocemos a Intuit y sus programas no podemos menos de alegrarnos de que una estrategia tan útil para el consumidor haya tenido tanto éxito y que los esfuerzos de los fundadores de esta compañía se vean premiados por un precio alto.  La exitosa estrategia de la compañía de California contrasta con la de las compañías colombianas dedicadas a hacer programas de contabilidad.  En Colombia los fabricantes de software viven obsesionados con la piratería y se inventan todo tipo de obstáculos para que el usuario legítimo pueda usar su producto.  Además, los sistemas se hacen para resolver el problema tal y como lo hace el programador sin tener en cuenta si el cliente trabaja de la misma manera.  Los precios que le ponen a sus productos están por encima de cualquier cifra razonable.  Lo que cuesta 200 dólares en Estados Unidos se vende a mis de tres mil dólares en Colombia, alegando para ello la estrechez del mercado nacional.  La diferencia en estrategias y los resultados no pueden ser más dicientes.  El atender una demanda con un producto de calidad a bajo costo puede significar la diferencia entre un negocio de menos de un millón de dólares a uno de más de 1.500 millones de dólares.

lunes, 10 de octubre de 1994

Brasil prende motores

Aunque las perspectivas de Brasil vuelven a ser buenas el camino hacia el equilibrio macroeconómico no es fácil.

La importancia del Brasil dentro del contexto latinoamericano es innegable. En Brasil vive el 35.7% de la población y allí se genera el 37.80 del PIB latinoamericano. En una economía abierta en la que las interrelaciones económicas son cada día más fuertes es imposible progresar sin que lo hagan los países de mayor poder económico y por tanto el resultado de la elección presidencial en el Brasil puede convertirse en una de las buenas noticias para este sufrido hemisferio.

Los grandes desequilibrios macroeconómicos del pasado reciente que desembocaron en una hiperinflación que casi acaba con el país han hecho olvidar las épocas doradas del milagro brasilero. El crecimiento del 9 por ciento anual de los años setentas ha sido olvidado por todos los analistas que se han concentrado en el seguimiento de los innumerables planes de estabilización con variados nombres y corta duración.

El ascenso al poder del nuevo presidente brasileño Fernando Henrique Cardoso ha sido mirado con expectativas por todos los que esperan que nuestro vecino retome su senda de crecimiento acelerado. El éxito inicial del llamado Plan Real inspirado por el antiguo Ministro de Hacienda y hoy Presidente electo del Brasil ha sido el factor determinante del antiguo profesor de la Universidad de París.

Aunque las perspectivas de Brasil vuelven a ser buenas el camino hacia el equilibrio macroeconómico no es fácil. La política de estabilización se basa en una vinculación de la moneda al dólar buscando devolver la confianza del público en las autoridades económicas. En este aspecto copia la medida implantada por el gobierno argentino que ha llevado a una inflación similar a las de los países industrializados.

Si bien, el establecimiento de una paridad fija con respecto al dólar asegura en el largo plazo una inflación moderada, su efecto en el corto plazo puede llegar a ser traumático. Una tasa de cambio fija con una inflación inercial alta puede llevar a una sobrevaluación de la moneda lo que lleva a la quiebra de los exportadores y conduce al desempleo. Los controles de precios sin un equilibrio fiscal tal como se ha visto en la infinidad de programas de estabilización del Brasil son apenas pañitos de agua tibia que no logran controlar la grave enfermedad del cono sur.

La estabilización de la economía brasilera y su retorno a la senda de un rápido crecimiento puede ser el elemento clave para un crecimiento rápido de toda la economía latinoamericana. Los países participantes en MERCOSUR pueden ser los primeros beneficiados de el milagro brasileño parte dos. El crecimiento acelerado en Argentina y Brasil fruto de un proceso de integración exitoso puede llevar a que todo el cono sur crezca a tasas comparables a las de los famosos tigres asiáticos.

La integración de Colombia y de los demás países del Grupo Andino con el Brasil debe ser una de las prioridades de la Administración Samper. Nuestros negociadores, tanto del sector público como del privado deberían entrar a cursos acelerados de portugués para poder ampliar el intercambio comercial con la economía más grande de latinoamérica, el resurgimiento de la economía brasilera no debería tomarnos de sorpresa.


lunes, 3 de octubre de 1994

Tampoco fue en 1994

La pérdida de confianza en la política económica de un gobierno es en extremo grave.

Las cifras del costo de vida correspondientes a septiembre muestran que en 1994 tampoco se pudo cumplir con la meta de inflación. En efecto, en nueve meses la inflación llegó a 18.14%, cifra muy similar a la establecida para todo el año. Más aún, la inflación en los últimos doce meses es superior a la meta establecida para los años 91 a 93. Llevamos cuatro años sin haber llegado a una inflación anual inferior al 22% a pesar de todos los esfuerzos del gobierno y el Banco de la República.

Ante este permanente fracaso de nuestras autoridades económicas, cabe preguntar qué tan grave ha sido esto para el país. Sin llegar a la posición extrema de que toda inflación es mala y que por lo tanto la única meta razonable en el frente inflacionario es la de estabilidad total de precios, se podría decir que la lucha contra la inflación ha sido el mayor fracaso de la Administración Gaviria y puede llegar a convertirse en una gran frustración durante la Administración Samper.

La pérdida de confianza en la política económica de un gobierno es en extremo grave. En la medida en que los agentes económicos no confien en que se van a alcanzar las metas establecidas, comenzarán a alterar su comportamiento y con ello contribuirán a que no se puedan cumplir las metas propuestas. Si todo el mundo se convence de que las autoridades económicas no toman en serio las metas inflacionarias y que en consecuencia no tomarán las medidas necesarias para alcanzar dichas metas, comenzarán a protegerse aumentando sus precios y buscando aumentos salariales inconsistentes con las metas del gobierno. Con políticas poco creibles el quiebre de las expectativas inflacionarias se convierte en tarea poco menos que imposible.

La falta de credibilidad en las autoridades monetarias no solo hace difícil el logro de las metas de inflación sino que abre paso a una lucha de todos contra todos que conduce a cambios en los precios relativos agravando el problema de asignación de recursos. La infructuosa lucha contra la inflación en los últimos cuatro años ha venido acompañada de una importante revaluación real del peso. Si es grave que la inflación esté por encima de la meta oficial del 19 por ciento, más grave aún es que durante estos últimos doce meses la devaluación haya sido inferior al cuatro por ciento. El exportador ha experimentado un costo en sus gastos locales superior al 22% mientras que sus ingresos en pesos apenas ha sido de un ocho por ciento. Una brecha de esta magnitud es imposible de cerrar con un aumento normal de productividad.

El aumento de los precios relativos de los bienes no transables ha sido otra de las consecuencias desafortunadas de nuestra lucha con la inflación. Los precios de la vivienda y de los servicios locales han crecido más rápido que los de artículos que entran en el comercio exterior y como natural consecuencia las inversiones se han dirigido a estos sectores en detrimento de los sectores orientados al comercio exterior.


El fracaso reiterado de las políticas orientadas a la lucha contra la inflación no solo han tenido consecuencias graves sino que también puede influir negativamente en el futuro. Los empresarios y los trabajadores al revisar las cifras de septiembre de 1994 y al pensar en la inevitabilidad del pacto social no pueden menos que dedicarse a pensar en la mejor manera de protegerse. Los empresarios tratarán de subir sus precios para que la posible concertación no los sorprenda con precios demasiado bajos. Los trabajadores buscarán mejorar su posición antes de que se de comienzo a tan novedoso experimento. Esta lucha para mejorar su posición en el partidor lo único que producirá será una aceleración de la inflación en los meses anteriores a la iniciación del pacto social. 

lunes, 26 de septiembre de 1994

¿Quo Vadis Ernesto?

Es necesario adoptar una línea clara en materia de política económica.

La nueva administración al completar sus primeros cincuenta días está tratando de comenzar a diferenciarse de su predecesora. No solo ha hecho modificaciones al presupuesto general de la nación buscando orientarlo hacia sus programas banderas sino que también ha comenzado a dar reversa en muchas de las medidas adoptadas en el gobierno Gaviria.

El cambio hasta ahora se ha apreciado más a nivel de los medios de comunicación que en la realidad. En los noticieros oficialistas de las nueve y media de la noche y en los periódicos liberales de Bogotá aparecen mensajes aparentemente inspirados por la nueva administración en que se insinúa la posibilidad de cambios en la dirección de la política.

Por ejemplo, se aprovecha la celebración de los cincuenta años de la ANDI para destacar, muy merecidamente, a sus directivas y para mandar el mensaje de que el proceso de apertura ha ido muy lejos. Cuando el público comienza a sospechar que estos mensajes están indicando un reversazo se encuentra con artículos de destacados Ex-Ministros que claman por una continuidad de las políticas seguidas por la administración anterior.

Aspectos tan importantes como la autonomía del Banco de la República aparecen como temas de debate. A menos de tres años de haber establecido la nueva estructura del Banco Emisor se comienza a cuestionar la conveniencia de la reforma originada en la nueva Constitución. La posición del gobierno no es nada clara pues a veces pareciera que busca propiciar la reforma para volver a "lo mismo  que antes", mientras que en otras ocasiones el Ministro de Hacienda aparece muy sonriente con los restantes miembros de la Junta dando la impresión de una armoniosa relación.

La relación entre Bogotá y el gobierno nacional tampoco es clara. Los diarios liberales y los noticieros de la televisión nos muestran los problemas originados por la elección popular de Alcaldes con el mensaje subliminal de que sería mejor volver a la siutación anterior en los que los Alcaldes de las principales ciudades eran nombrados por el mismo Presidente de la República. La nueva administración, tal vez añorando esa época nos sorprende con el nombramiento de una destacada ex-alcalde de la capital como consejera especial para Bogotá. El papel de la consejería no queda muy claro a pesar de las precisiones hechas en diferentes foros por la distinguida funcionaria quien destaca su papel como un canal de comunicación entre la administración nacional y el Alcalde seleccionado por voluntad popular.


Esta ambigüedad en la línea del gobierno no es buena para la economía. No es conveniente que comiencen a circular en los cocteles los chistes sobre si el Presidente Samper ya se posesionó. Se necesita que la Administración adopte una línea clara y que nos diga hasta que punto se va a cambiar el ritmo de las reformas emprendidas por el gobierno anterior. Sería mucho mejor saber lo que se quiere hacer, que estar en la duda de si vamos a continuar con las reformas o si lo que se pretende es volver a las épocas tan añoradas por los habitantes de Jurassic Park.

lunes, 19 de septiembre de 1994

Viva Bogotá libre

Si queremos evitar que surjan movimientos separatistas, debemos comenzar a hacer las reformas que permitan que Bogotá se maneje como se han manejado los famosos tigres asiáticos

En estos días de campaña electoral son frecuentes las reuniones en las que se presentan los candidatos a las alcaldías y gobernaciones.  El viernes de la semana pasada pude asistir a una reunión en la que participaron los dos candidatos más opcionados a la Alcaldía de Bogotá.  Tanto el doctor Mockus como el doctor Peñalosa hicieron planteamientos interesantes sobre su programa de Gobierno.

Aunque los candidatos no lo mencionaron explícitamente, de algunas de sus intervenciones surge la idea que Bogotá debe ser considerada más como un país que como una ciudad.  Es claro que Bogotá no sólo es la ciudad más importante del país sino que además por su mismo tamaño podría ser considerada como el decimotercero país en población y el noveno medido en términos de ingreso en América Latina.

Si se lograra de la noche a la mañana la independencia de Bogotá del resto del país y se mantuvieran los impuestos Bogotá mejoraría considerablemente su capacidad de gasto público.  Como bien lo mostró uno de los candidatos, los impuestos recaudados en la capital superan ampliamente las transferencias recibidas del gobierno nacional.  Un movimiento separatista, que ojalá nunca surja, tendría en esta injusticia fiscal un claro argumento a su favor que le ganaría incontables adeptos.

La importancia de Bogotá que, como ya se ha dicho la puede colocar por encima de muchos países latinoamericanos, nos debería llevar a pensar si no es hora de cambiar la manera como se maneja la ciudad.  Hasta ahora se ha pensado que el gobierno bogotano debe proveer una serie de bienes y servicios de carácter local sin preocuparse por el crecimiento mismo de la región y sin tener en cuenta su interrelación con las ciudades vecinas. Si Bogotá fuera un país independiente debería tener un Ministerio de Desarrollo y Comercio Exterior que se preocupara de la promoción de su crecimiento.  Este ministerio entre sus funciones debería tener la de ser el interlocutor con los gremios productivos y en lograr acuerdos comerciales con sus vecinos.  Un país, y con mayor razón una ciudad, sin esta importante función de promoción se vería limitado en sus deseos de progreso.  Bogotá, a la mayor brevedad, y ojalá durante el periodo del alcalde que se va a elegir el próximo 30 de octubre, debería establecer una Secretaría de Desarrollo y Comercio que impulse, a través de un proceso de concertación con las fuerzas productivas, su desarrollo económico.

No sólo se requiere de un apoyo institucional al desarrollo sino además se necesita contar con una fuerza de trabajo altamente capacitada.  Bogotá cuenta afortunadamente con una muy buena infraestructura dedicada a la educación superior.  Las universidades bogotanas públicas y privadas se encuentran entre las mejores del país y son envidiadas por las otras ciudades colombianas.

Si la oferta de personal profesional en Bogotá es amplia y de muy buena calidad, la de personal capacitado para la industria a escala técnica no es suficiente ni adecuada para la industria que debe enfrentarse a una fuerte competencia internacional.  Un alcalde que quiera promover la capacitación de la fuerza de trabajo se debe sentir totalmente frustrado cuando comprueba que esta importancia función está asignada a una institución tan cuestionada y tan poco eficiente como el Sena.  No se puede entender cómo el Sena, que recibe el 40 por ciento de sus recursos en el territorio del Distrito, apenas gaste el 10 por ciento de su presupuesto en las necesidades ingentes de capacitación del sector productivo nacional. La importancia de que la Administración de la ciudad asuma las funciones de capacitación de su mano de obra se hace más notable cuando se da uno cuenta que las necesidades de capacitación son muy diferentes al interior de la ciudad.  Por la misma dinámica del desarrollo y ante la presencia de las economías de aglomeración, los diferentes barrios de la ciudad se van especializando.  Las fábricas de elementos metálicos se concentran en el barrio Estrada, las carpinterías dedicadas a restaurar antigüedades se concentran en la carrera quinta, las curtiembres en el barrio San Benito y así sucesivamente.

La concentración de la actividad económica en lugares específicos de la ciudad facilita las labores de capacitación y permite establecer un programa más adecuado a las necesidades locales.  El gobierno nacional que no tiene por qué conocer estas peculiaridades de la demanda de capacitación debe gastar considerables recursos en una investigación que le permita definir un plan de capacitación adecuado a las circunstancias locales.  La importancia de la capacitación para un desarrollo acelerado y la ventaja comparativa de Bogotá para hacerla deberían llevar a que Bogotá asuma la capacitación y que los recursos recibidos por el Sena sean transferidos en su totalidad a la capital.

Si queremos evitar que surjan movimientos separatistas, debemos comenzar a hacer las reformas que permitan que Bogotá se maneje como se han manejado los famosos tigres asiáticos.


martes, 13 de septiembre de 1994

El que espera no debe desesperar

Los costos del esfuerzo realizado por la Administración Distrital a última hora han resultado
demasiado altos.  La realidad parece estar mostrando que del afán no queda sino el cansancio y que las obras publicas no se pueden improvisar

El  próximo 30 de octubre se realizarán las elecciones de alcaldes, gobernadores, asambleas y concejos.  El momento parece propicio para comenzar a hacer un balance de la gestión de las administraciones que terminan su mandato el próximo 31 de diciembre.  Los bogotanos se encuentran bastante descontentos de la gestión del alcalde Castro.  La calidad de vida en la ciudad se ha deteriorado a pesar del importante esfuerzo tributario realizado por la ciudad. Para muchos estamos terminando la presente administración con los impuestos de Nueva York y el nivel de vida de Somondoco.

Esta impresión de una alta carga tributaria en Bogotá se confirma cuando se miran las cifras fiscales de Bogotá.  En efecto.  Bogotá ocupaba el puesto 12 en 1989 en lo que se refiere a esfuerzo tributario por habitante.  En 1994, Bogotá ocupa el segundo lugar detrás de Zaragoza en Antioquia.  Cuando se tiene en cuenta la contribución por beneficio general y las altas tarifas que actúan como un impuesto disfrazado, Santafé de Bogotá se convierte en la capital fiscal de Colombia.

Como lo pueden advertir los bogotanos que han tenido que sufrir con paciencia las molestias causadas por las obras, la Administración que termina ha querido entregar en sus últimos días una serie de obras importantes.  Al igual que los estudiantes desaplicados, la actual Administración parece querer salvar el año con un esfuerzo de última hora.

Los costos de este esfuerzo de última hora han resultado demasiado altos.  La realidad parecer estar mostrando que del afán no queda sino el cansancio y que las obras públicas no se pueden improvisar.  La carencia de diseños detallados para las obras emprendidas y la baja capacidad institucional han sido grandes obstáculos para que las obras puedan ser ejecutadas a tiempo.

La magnitud de las obras y el quererlas hacer todas al mismo tiempo a ritmo acelerado han logrado el milagro de acabar con el desempleo en el sector de la construcción pesada, logrando de paso enriquecer a los afortunados que tenían volquetas y eran dueños de las fuentes de materiales.  Hoy en día no se consiguen obreros v hay que traerlos de los departamentos vecinos.  Tampoco se consigue una volqueta y los dueños de las fuentes de materiales ponen las condiciones de precio y entrega.

La ejecución física de los programas prioritarios del plan de obras durante los primeros seis meses ha sido extremadamente baja.  La improvisación, la falta de diseños han tenido a toda la ingeniería bogotana con el taxímetro prendido durante más de seis meses.  El IDU ha girado 40 por ciento de las obras como anticipo sin obtener a cambio un avance satisfactorio de las obras.  Los sobrecostos del programa vial pueden haber llegado fácilmente a un 20 por ciento del valor total de las obras.

La ciudadanía se debe preguntar si el querer dejar una imagen de un gran realizador justifica el tremendo impacto que ha tenido que sufrir por unas obras que se han hecho sin tener en cuenta el tremendo caos vehicular que han causado durante la construcción y los importantes sobrecostos causados.

La respuesta a este importante interrogante implica evaluar cual es el beneficio real de este afán de última hora.  La respuesta que nos da la teoría económica es muy simple.  Según la teoría económica, la tasa interna de retorno de los proyectos puede medir el efecto de adelantar el proyecto en un año.  Esto quiere decir que si los proyectos tienen una rentabilidad alta es justificable el tratar de adelantar su ejecución a marchas forzadas.

Para saber si el afán de última instancia se justificaba la ciudadanía tiene que preguntarse si no existía una mejor alternativa.  Aunque parezca paradójico y por lo que recibió innumerables críticas el alcalde Castro, la mejor alternativa era no hacer estas obras sino más bien completar el ajuste fiscal emprendido.

El no haber emprendido el plan de obras en su último cuarto de hora le hubiera permitido cubrir las amortizaciones de la deuda externa que se estaban venciendo sin tener que aumentar el endeudamiento interno.  Una baja carga de intereses por el servicio de la deuda permitiría a las próximas administraciones emprender un plan bien estructurado a un costo mínimo.  El tiempo dedicado a tratar de no perder el año se hubiera podido dedicar más bien a mejorar la capacidad institucional de los organismos encargados de su ejecución y hubiera evitado la pena de que las encargadas del plan prioritario tuvieran la más baja ejecución presupuestal del Distrito.

lunes, 5 de septiembre de 1994

La apertura y la reconversión espacial

Parece asombroso es que el impacto regional de la apertura, que puede ser tan importante como el impacto sectorial, no haya sido motivo de discusión.

Los economistas interesados en el proceso de la apertura se han preocupado por los efectos que el cambio en el modelo de desarrollo pueda tener en la estructura industrial colombiana. Desde aún antes de la puesta en vigencia del proceso de apertura la reconversión industrial fue objeto de amplias discusiones. Para muchos de los analistas era necesario primero hacer el proceso de reconversión industrial aún antes de iniciar la apertura comercial. Según estos economistas el proceso podría ser tan salvaje que no quedaría ni el menor rastro de lo que habíamos logrado con tanto esfuerzo.

Por su parte, los proponentes de un proceso rápido de apertura pensaban que si se buscaba primero fortalecer la industria para que pudiera competir era muy probable que continuáramos con el excesivo proteccionismo pues los industriales no dedicarían sus energías a adaptarse a la nueva situación sino que más bien encaminarían sus esfuerzos a oponerse al proceso, logrando de paso frenar cualquier posibilidad de cambio.

Los hechos parecen mostrar que el hacer la apertura antes de la reconversión fue una buena idea. Los efectos benéficos de esta medida han logrado convencer a los consumidores de las ventajas de un modelo de desarrollo orientado hacia afuera y hoy en día son una de las principales fuerzas en contra de un regreso a épocas anteriores.

Lo que parece asombroso es que el impacto regional de la apertura, que puede ser tan importante como el impacto sectorial, no haya sido motivo de discusión. Por ejemplo, nunca se discutió si antes de hacer la apertura se deberían hacer las obras necesarias para que una determinada región pudiera competir en un mercado más abierto. La dotación de infraestructura para que las regiones se integraran a la economía internacional siguió su curso normal. Lo único que se hizo fue cambiar el nombre del programa vial. Lo que en una época se llamó el Plan de Integración Nacional se transformó en el Plan Vial de la Apertura. Como lo puede comprobar cualquier persona que tenga la curiosidad de mirar los mapas correspondientes a los dos planes, los proyectos incluidos en ellos son básicamente los mismos.

Por no ser de mucho interés, el impacto espacial de la apertura no ha sido objeto de medición. El muy meritorio esfuerzo de medir el impacto de la apertura en la industria encomendado a la Unidad de Monitoreo del Ministerio de Desarrollo no ha tenido su contraparte en el ámbito espacial. Afortunadamente, y como diría el Chavo sin querer queriendo, la información del último Censo con todo y sus limitaciones nos está dando una idea de las consecuencias espaciales de la apertura.

Si las cifras del Censo son correctas nos estaría mostrando que ciudades como Bogotá y Cúcuta que tuvieron crecimientos muy por encima de lo esperado han tenido impactos favorables del proceso de apertura. La hipótesis de una importante reconversión espacial generada por el proceso de apertura se convierte en un tema de indudable interés.

De ser cierto que el alto crecimiento de Bogotá se debe a que la apertura le ha favorecido sería un evento tan difícil de predecir como el del favorable impacto de la apertura en el sector automotor. Todos los analistas y aún los interesados en el sector automotor creyeron que la apertura iba a acabar con nuestras ensambladoras. Inclusive los franceses que le compraron su parte al IFI buscaron en un momento que el gobierno les compensara por el cambio en la política.

El tema de la reconversión espacial puede resultar tan fascinante como el de la reconversión industrial para aquellos interesados en entender un poco más sobre las interrelaciones entre la localización de la actividad industrial y las políticas de comercio exterior me permito recomendarles el libro Geografía y Comercio Internacional del Profesor Krugman en donde explora las consecuencias de las nuevas teorías del Comercio Internacional en la localización de la actividad económica.

lunes, 29 de agosto de 1994

Buenas noticias en el DANE

El Doctor Diego López Arango, nuevo Director del DANE, debe enfrentarse a una serie de retos importantes que, sin lugar a dudas, sabrá sortear con éxito.

Entre los nombramientos realizados por la administración Samper es conveniente destacar el de Director del DANE. Llega a esta importante institución una persona con una excelente trayectoria. El Doctor Diego López Arango nuevo director del DANE ha tenido una destacada actuación profesional. En la Universidad Nacional se graduó con honores y fue acreedor al premio Ponce de León como el mejor alumno de su promoción con un elevado promedio.
Inició su carrera en la Universidad Nacional como profesor y fue director del Departamento de Ingeniería Mecánica, posteriormente Decano de la Facultad de Ingeniería y posteriormente Rector de la Universidad Nacional.

El nuevo Director del DANE ha desempeñado importantes cargos en el sector público y privado. Fue Gerente del IFI, Tesorero General de la Nación y ha sido gerente de importantes empresas. En el momento de su nombramiento ocupaba un destacado cargo en la CCA donde hizo una brillante gestión que contribuyó de manera importante a la recuperación de esta compañía.

El Doctor López Arango debe enfrentarse a una serie de retos importantes que, sin lugar a dudas, sabrá sortear con éxito. En primer lugar, debe lograr la aprobación de un Censo que ha dejado sombras de duda en cuanto a su calidad y confiabilidad. Los datos de las grandes ciudades están muy por encima de las proyecciones hechas por los demógrafos. La validación de la información Censal relacionada con variables tan importantes como el empleo, la vivienda, la educación debe ser motivo de trabajo urgente. Afortunadamente, existe una magnífica experiencia en lo que se refiere a la evaluación de las operaciones censales. En efecto, centros de investigación, universidades y destacados profesionales participaron en un proceso de evaluación del Censo de 1985 que permitió establecer la verdadera calidad de la información censal y que contribuyó al entendimiento de importantes fenómenos económicos y sociales.

El DANE deberá desarrollar de un sistema de seguimiento para el programa bandera de la Administración Samper. La información que se recolecta actualmente en el campo del empleo no es adecuada para poder establecer con precisión la evolución de tan importante variable. Con las encuestas actuales no es posible tener un panorama claro de lo que esta ocurriendo con el empleo. No podemos seguir mirando únicamente a los resultados de las grandes ciudades. Se necesita tener una visión más amplia de lo que está pasando con el empleo a lo largo y ancho del país.

El DANE necesita producir información más actualizada sobre la evolución de la actividad económica global. No podemos seguir pensando en que la actividad económica se puede medir una vez al año. La medición trimestral del producto nacional es de vital importancia para poder fijar políticas económicas que respondan a los cambios en el nivel de actividad económica. Los estimativos realizados por el Departamento Nacional de Planeación no son suficientes y en ocasiones son cuestionados por demasiado optimistas. Las cifras de Cuentas Nacionales tienen que ser producidas por el DANE y deben tener una mayor periodicidad.

Si bien se han dado algunas mejoras en la forma en que se divulgan las estadísticas y en la actualidad se puede adquirir la información en medios magnéticos, es necesario avanzar más en esta materia. No es muy práctico tener que llevar diskettes para que le vendan las publicaciones en medio magnético. Tampoco es funcional obtener una réplica de las publicaciones en un medio magnético. La política de precios tiene que ser revaluada. No parece muy razonable cobrar caro por algo que el público ha pagado con sus impuestos. Parece más lógico lograr una divulgación mayor y mejorar el proceso de toma de decisiones de los sectores público y privado. El DANE debe facilitar el acceso directo a la información mediante la conexión con los computadores del DANE.


Conociendo la trayectoria del Doctor López estamos seguros que hará una brillante gestión en el DANE. Le deseamos muchos éxitos y esperamos que el DANE se convierta en una de las instituciones estrella de la presente administración.