El secreto del éxito de
una política de estabilización radica más en la credibilidad de la política
económica que en la receta específica.
En una conferencia
sobre las economías en transición un ilustre economista colombiano contó sus
experiencias sobre las reformas en las economías comunistas y su transformación
a las economías de mercado. Al presentar las diversas experiencias destacó la importancia
de llevar a cabo las reformas económicas lo más rápido posible. Con cifras
mostró que las economías que se habían ajustado rápido, en poco tiempo lograban
recuperar la senda del crecimiento.
Además, mostró que no
solo los indicadores económicos eran mejores en las economías que habían hecho
la transición de un solo golpe sino que también los indicadores sociales eran
superiores. Según la experiencia del consultor internacional, los buenos
resultados económicos no estaban en contradicción con buenos resultados en
otros aspectos.
El secreto del éxito
según el conferencista radicaba más en la credibilidad de la política económica
que en la receta específica. Seguir las recomendaciones de los libros de texto
era menos importantes que el contar con autoridades que tuvieran un propósito
claro y que contaran con la credibilidad suficiente. Al igual que lo ocurrido
con Pablo en su camino a Damasco, no era necesario que el líder fuera uno de
los discípulos de la ortodoxia sino que en un momento dado se iluminara.
Un banquero central de
un régimen en transición podía a través de sus contactos con las autoridades
del Bundes Bank ver que si seguía comportándose de manera poco ortodoxa sería
rechazado por sus colegas más responsables. Una posible descertificación de los
banqueros centrales de Europa se convertía de esta manera en el ingrediente
necesario para un cambio radical. El ingreso del banquero a inflacionistas
anónimos lo dotaba de la fuerza de voluntad para dejar sus prácticas poco
ortodoxas y le hacía ganar la credibilidad de sus colegas de los Bancos
Centrales europeos y de los agentes económicos de su país.
Para lograr la
credibilidad necesaria el banquero central tenía que asumir posiciones
radicales hasta el punto de negar las demandas de crédito a todos los agentes
económicos, gobierno y sector privado, por igual. Los problemas temporales del
ajuste y las dificultades transitorias en el camino a la estabilidad debían ser
aceptadas con serenidad, de la misma manera que el alcohólico anónimo tiene que
sobrevivir a la urgencia de tomarse una copita. Las ventajas de la estabilidad
económica compensarían, en el largo plazo, cualquier costo que se tuviera que
pagar en la transición.
La lección para el caso
colombiano parece muy clara. Con medidas timoratas y de conveniencia temporal
no se logra ganar la confianza del público y la economía no solo no se ajusta
sino que a la larga tiene que pagar costos mucho más altos. La persistencia en
una reducción gradual de la inflación no nos está llevando a ninguna parte. La
Junta Directiva del Banco de la República no puede seguir con políticas
gradualistas de ir reduciendo la inflación a cuenta gotas. Pensar llevar a la
economía a una estabilidad económica en cómodas cuotas anuales de dos puntos
porcentuales es posponer una decisión por diez años.
El fracaso de la lucha
contra la inflación durante los últimos seis años no es sino el reflejo de la
falta de compromiso de las autoridades económicas colombianas. La lucha contra
la inflación ha sido solo una sucesión de declaraciones inocuas sin contenido
de política económica. El querer meter a la Junta Directiva del Banco de la
República en el fracasado Pacto Social es un ejemplo más del enfoque
mamagallista que ha distinguido al Presidente Samper desde sus inicios en la
política.
Lo que se requiere de
veras es reconocer que el enfermo requiere un tratamiento de choque y que para
que la medicina surta sus efectos es necesario poderle creer al médico. El
gobierno debe darse cuenta de la gravedad de la situación y liderar un cambio
radical en su política económica. Lamentablemente, los fracasos de las
políticas gradualistas ha acabado con la credibilidad de buena parte de
nuestros economistas. La pésima conducción del Doctor Perry acabó con la poca
credibilidad que le dejó su desastrosa gestión en el Ministerio de Minas y
Energía. Los pocos resultados logrados por el Doctor Ocampo unidos al saboteo
de sus colegas del gabinete está acabando con el prestigio de un distinguido
académico.
Todo parece indicar que
para lograr recuperar la credibilidad de la política económica será necesario
apelar a una nueva cara en el Ministerio de Hacienda. Parodiando al Presidente
López podríamos decir y si nos es Javier Fernández, ¿quién?
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