En vez de dedicarnos a entrar en largas discusiones sobre compromisos
de cada uno de los diferentes estamentos, el gobierno debería dedicar su
esfuerzo a poner en funcionamiento un verdadero plan de estabilización en el
que se logre controlar el impacto negativo del desequilibrio fiscal.
Para contribuir a la discusión sobre la política económica colombiana
la Asociación Bancaria trajo la semana pasada a importantes figuras del
continente que se han destacado por sus contribuciones a la estabilización de
las economías más importantes de Latino América. Los destacados economistas sin
pretender enseñar a los asistentes expusieron sus experiencias y dieron algunas
recomendaciones. Lo tratado en el Simposio sobre el Mercado de Capitales
realizado en la capital del Valle ha servido para orientar las discusiones
sobre las negociaciones relacionadas con la fijación del manejo de la política
económica en el próximo año.
De las presentaciones hechas en Cali, quedó claro que por regla
general en situaciones como la colombiana no es necesario ni recomendable
confiar demasiado en la utilización de un acuerdo como el conocido en Colombia
como el Pacto Social. Lo que se requiere es una política orientada a remediar
los graves desequilibrios económicos especialmente a atacar los desequilibrios
fiscales y externos. El control de la inflación por el cómodo sistema de cuotas
anuales del dos por ciento no justifica un desgaste entre autoridades
económicas empresarios y trabajadores. Los beneficios logrados con la reducción
gradual de la inflación son muy inferiores a los costos que incurre la economía
especialmente en lo que se refiere a la mala asignación de recursos que suele
ocurrir cuando se adoptan estos compromisos.
En vez de dedicarnos a entrar en largas discusiones sobre compromisos
de cada uno de los diferentes estamentos, el gobierno debería dedicar su
esfuerzo a poner en funcionamiento un verdadero plan de estabilización en el
que se logre controlar el impacto negativo del desequilibrio fiscal. Debe
quedar claro que los problemas no son creados por la mala voluntad de
trabajadores y empresarios sino que son en buena parte el resultado de una mala
política económica.
La revaluación del peso tiene muy poco que ver con el aumento del
salario mínimo y mucho que ver con la financiación del gasto público. La
entrada de divisas para financiar el déficit fiscal ha inundado de dólares el
mercado cambiario y ha hecho que el peso haya mejorado su valor con relación al
dólar. El déficit fiscal ha impedido que la devaluación nominal se transforme
en una verdadera devaluación real. Mientras no se logre un superávit fiscal
considerable cualquier aceleración de la devaluación nominal se va a
transformar en un aumento considerable de la inflación. Tratar de estimular la
economía en esta época de recesión sería un grave error que nos pondría a las
puertas de una crisis fiscal.
La revaluación es la principal causante de la ampliación de la brecha
externa ya de por si importante. Un país no puede mantener estos déficit
externos tan grandes sin poner en peligro su credibilidad como deudor. Pensar
que se puede aumentar la deuda externa a una tasa del cinco por ciento del PIB
por año es totalmente irreal. Los acreedores tarde o temprano van a aplicar el
freno a la economía colombiana lo que llevará a graves problemas de ajuste.
Es mejor comenzar a realizar el ajuste en estos momentos que esperar a
que la situación toque fondo. La experiencia muestra que cuando la economía
toca fondo el país tiene que acudir al Fondo Monetario Internacional y aceptar
las condiciones que le impongan. La posibilidad de llegar a estos extremos en
una circunstancia en la que Colombia cuenta con poco apoyo en Washington es tan
grave que el gobierno debe adoptar las medidas necesarias lo más rápido
posible.
Colombia tiene que retornar a la ortodoxia fiscal. Los excesos de los
dos últimos gobiernos en la ampliación del tamaño del Estado deben revertirse.
Se necesita de un gobierno más pequeño y más eficiente que deje respirar al
sector privado sin ahogarlo con el cúmulo de impuestos que han brotado tanto a
nivel nacional como a nivel local. Es hora de emprender una segunda fase de las
reformas económicas que permitan al sector privado cumplir con su papel en el
desarrollo económico.
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