La propuesta de la codirectora del Banco de la República tiene indudables beneficios. Nadie puede negar que si la moneda colombiana fuera equivalente a un dólar, la actividad económica sería mucho más sencilla
El simposio sobre Mercado de Capitales que cada dos años organiza la Asociación Bancaria ha sido el sitio en donde han surgido muchas de las propuestas de reformas del sistema financiero colombiano. En esta ocasión, en el simposio realizado en Medellín, María Mercedes Cuellar de Martínez, la codirectora del Banco de la República, ha lanzado una propuesta interesante para lograr controlar el crecimiento de los precios.
Siguiendo la práctica de algunos países en donde se ha podido llegar a una inflación cercana a la de los países avanzados, la distinguida economista propone vincular la moneda colombiana al dólar americano. Como consecuencia de la unión indisoluble de las dos monedas, los precios en Colombia tienen que crecer en la misma proporción que en los Estados Unidos y por lo tanto la inflación colombiana, por fuerza, tiene que ser igual a la de los Estados Unidos.
La doctora Cuéllar de Martínez, para facilitar las transacciones del comercio internacional, propone, además, el cambio de la moneda por una nueva. El nuevo peso, equivalente a mil pesos, tendría el mismo valor que un dólar, permitiendo hacer fáciles comparaciones entre los precios de Colombia y Estados Unidos. La equivalencia entre las unidades monetarias de Colombia y Estados Unidos facilitaría enormemente la planeación financiera, pues evitaría las conversiones de pesos a dólares, tan necesarias hoy en día.
La propuesta de la codirectora del Banco de la República tiene indudables beneficios. Nadie puede negar que si la moneda colombiana fuera equivalente a un dólar, la actividad económica sería mucho más sencilla. Los críticos que han surgido a tan importante iniciativa no niegan las ventajas que se derivarían de una paridad constante con el dólar sino más bien dudan de la factibilidad política de la propuesta y de la disposición de las autoridades colombianas para llevar a cabo los cambios en la política económica necesarios para poder sostener la paridad cambiaria en el largo plazo.
La experiencia en otros países ha mostrado que para que el cambio de moneda funcione es necesario, en primer lugar, escoger una paridad que permita competir internacionalmente. En el caso colombiano, la paridad de mil pesos a un dólar parece bastante razonable siempre y cuando el ajuste se pueda lograr en menos de un año. Este valor de mil pesos por dólar es un poco superior a la tasa representativa del mercado y por lo tanto en la medida en que se pudiera adoptar de inmediato permitiría recobrar algo de la competitividad que se ha venido perdiendo en los últimos años.
Para lograr pasar de un régimen de mini devaluaciones a una tasa completamente fija es necesario desmontar los procesos de reajuste automático. En esto tal vez radica la mayor dificultad política, pues la congelación de precios y salarios que usualmente se requiere puede no contar con el respaldo político. Lo que no parece muy consistente es que funcionarios del gobierno que están tratando de vendernos la idea de un pacto social, en el que todo el mundo acepta un veinte por ciento de aumentos, se pongan a un verdadero acuerdo nacional en el que todo el mundo acepta una congelación de salarios y precios por un corto periodo de ajuste a la nueva moneda.
La tercera condición para el éxito de lo que podríamos llamar el Plan Mercedes es la adopción de una verdadera austeridad fiscal. Para poder mantener una paridad constante no sólo la autoridad monetaria tiene que perder su autonomía sino que el Gobierno tiene que generar un superávit fiscal considerable que permita mantener la paridad constante. La experiencia muestra que los planes heterodoxos que no han incluido un verdadero control fiscal fracasan al poco tiempo de ser lanzados. Los países vuelven a la misma situación de la que partieron, bien sea la hiperinflación o la inflación galopante del veinte por ciento anual.
El equipo económico del Gobierno debería aprovechar el revuelo que h causado la propuesta hecha en Medellín para replantear su tímida estrategia de lucha contra la inflación. El doctor Perry y el doctor Ocampo, que se ha mostrado en ocasiones tan amigos de este tipo de programas, cuando se adoptan en otras latitudes, debería pensar en la conveniencia de dar el salto cambiario abandonando el sistema de devaluación gota a gota.
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