lunes, 2 de octubre de 1995

Del afán no queda sino el cansancio

La ciudad no solo ha tenido que pagar más por obras innecesarias y demoradas sino que ha tenido que sufrir años de incomodidades causadas por la construcción de las tan promocionadas soluciones al trancón.

En los comienzos de la administración de Jaime Castro cuando alguien quería poner de manifiesto su falta de acción decía que estaba esperando que el Alcalde se posesionara.  Para la mayoría de los bogotanos y para los asesores del Alcalde esta falta de acción fue un grave pecado que tuvo que ser enmendado con el comportamiento contrario en la etapa final de su mandato.

El Alcalde Castro optó por subir espectacularmente los impuestos apelando a todos los trucos de carácter fiscalista habidos y por haber.  Reencauchó el cobro de valorización por beneficio general, apeló a un auto-avalúo y nos cobró dos veces el impuesto de industria y comercio.  Armado con estos recursos comenzó la feria de las obras contratando puentes y vías sin tener los diseños ni mucho menos sin contar con los predios.

El encarecimiento de las obras por escasez de materiales, mano de obras y hasta equipos de transporte no se hizo esperar.  Las obras planeadas, más con el corazón que con la razón, para ser entregadas en los días finales de la administración han sido objeto de considerables atrasos, hasta el punto de que algunas no han podido ser entregadas funcionando como se esperaba.

La famosa Autopista NQS que ha sido el objeto de grandes inversiones en los ú1timos cinco años opera en muchos puntos en cámara lenta.  El cruce de la NQS con la calle 127 es un verdadero cuello de botella en el que el sufrido bogotano tiene que gastar ocho minutos los fines de semana.  Todo el tiempo ahorrado desde la calle 13 hasta la cien por las ingentes inversiones se pierde en una intersección dejada a la buena de Dios.

La falta de planeación de la Administración Castro y el afán para recuperar el tiempo perdido no solo han llevado a un plan de obras poco eficaz para resolver el problema del transporte sino que ha dado lugar a sobrecostos causados por las demoras en las obras.  La ciudad no solo ha tenido que pagar más por obras innecesarias y demoradas sino que ha tenido que sufrir años de incomodidades causadas por la construcción de las tan promocionadas soluciones al trancón.

Cuando uno transita por la calle 100 con la carrera quince no puede menos de preguntarse si se justifica de alguna manera estar sufriendo, durante tanto tiempo, los problemas ocasionados por la construcción de una intersección a desnivel que no beneficia al usuario normal de esta vía.  El conflicto originado por el cruce de estas dos importantes avenidas sigue vigente sin que las costosas obras hayan contribuido a la solución.  Como en el dicho popular los usuarios de esta intersección se quedaron con el pecado y sin el género.

Como lo hemos dicho en repetidas ocasiones, lo que es más triste de esta situación es que la decisión de diferir las obras hasta el momento en que se pudieran hacer con buenos diseños y con una eficiente planeación era la correcta.  Los recursos generados por la valorización por beneficio general y por el cobro anticipado del impuesto de industria y comercio han debido servir para disminuir el elevado endeudamiento del Distrito y sus empresas.  De esta manera unos recursos de carácter netamente transitorio se convertirían en recursos permanentes pues reducirían el elevado servicio de la deuda.

Pagar deudas y diferir inversiones cuando los recursos son de carácter transitorio es una recomendación bastante lógica.  Los modelos financieros de las finanzas consolidadas del Distrito muestran claramente esta opción como una de las más atractivas para solucionar en el largo plazo la situación del Distrito.  La experiencia en el manejo de bonanzas, revisadas cuando se estaban estudiando las opciones de política de manejo macroeconómico de la bonanza petrolera, muestran, inequívocamente, que el secreto de un manejo adecuado de un hallazgo inesperado es el guardar el valor del hallazgo y vivir de la renta.  Los que se dedican a gastarse las loterías terminan, por lo general, en peores condiciones de las que arrancaron.


Los bogotanos deberían aprender de los errores de sus gobernantes para definir una política más seria de sus sucesores.  La experiencia en los últimos cinco años muestra que solo con asignar dinero no se solucionan los problemas de la ciudad.  La Administración tiene que cambiar para poder ejecutar eficientemente las obras contempladas en un plan.  Al Alcalde Mockus hay que dejarle que termine las obras de su antecesor y que estudie cuidadosamente las suyas antes de entrar en la onda de las grandes contrataciones.  El no gastar es una política que puede pagar en el futuro.

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