La ciudad no solo ha tenido que pagar más por obras
innecesarias y demoradas sino que ha tenido que sufrir años de incomodidades
causadas por la construcción de las tan promocionadas soluciones al trancón.
En los comienzos de la administración de Jaime Castro cuando alguien quería poner de manifiesto su falta de acción decía que estaba esperando que el Alcalde se posesionara. Para la mayoría de los bogotanos y para los asesores del Alcalde esta falta de acción fue un grave pecado que tuvo que ser enmendado con el comportamiento contrario en la etapa final de su mandato.
El Alcalde Castro optó por subir espectacularmente los impuestos
apelando a todos los trucos de carácter fiscalista habidos y por haber. Reencauchó el cobro de valorización por
beneficio general, apeló a un auto-avalúo y nos cobró dos veces el impuesto de
industria y comercio. Armado con estos
recursos comenzó la feria de las obras contratando puentes y vías sin tener los
diseños ni mucho menos sin contar con los predios.
El encarecimiento de las obras por escasez de materiales, mano de obras
y hasta equipos de transporte no se hizo esperar. Las obras planeadas, más con el corazón que
con la razón, para ser entregadas en los días finales de la administración han
sido objeto de considerables atrasos, hasta el punto de que algunas no han
podido ser entregadas funcionando como se esperaba.
La famosa Autopista NQS que ha sido el objeto de grandes inversiones en
los ú1timos cinco años opera en muchos puntos en cámara lenta. El cruce de la NQS con la calle 127 es un
verdadero cuello de botella en el que el sufrido bogotano tiene que gastar ocho
minutos los fines de semana. Todo el
tiempo ahorrado desde la calle 13 hasta la cien por las ingentes inversiones se
pierde en una intersección dejada a la buena de Dios.
La falta de planeación de la Administración Castro y el afán para
recuperar el tiempo perdido no solo han llevado a un plan de obras poco eficaz
para resolver el problema del transporte sino que ha dado lugar a sobrecostos
causados por las demoras en las obras.
La ciudad no solo ha tenido que pagar más por obras innecesarias y
demoradas sino que ha tenido que sufrir años de incomodidades causadas por la
construcción de las tan promocionadas soluciones al trancón.
Cuando uno transita por la calle 100 con la carrera quince no puede
menos de preguntarse si se justifica de alguna manera estar sufriendo, durante
tanto tiempo, los problemas ocasionados por la construcción de una intersección
a desnivel que no beneficia al usuario normal de esta vía. El conflicto originado por el cruce de estas
dos importantes avenidas sigue vigente sin que las costosas obras hayan
contribuido a la solución. Como en el
dicho popular los usuarios de esta intersección se quedaron con el pecado y sin
el género.
Como lo hemos dicho en repetidas ocasiones, lo que es más triste de esta
situación es que la decisión de diferir las obras hasta el momento en que se
pudieran hacer con buenos diseños y con una eficiente planeación era la
correcta. Los recursos generados por la
valorización por beneficio general y por el cobro anticipado del impuesto de
industria y comercio han debido servir para disminuir el elevado endeudamiento
del Distrito y sus empresas. De esta
manera unos recursos de carácter netamente transitorio se convertirían en
recursos permanentes pues reducirían el elevado servicio de la deuda.
Pagar deudas y diferir inversiones cuando los recursos son de carácter
transitorio es una recomendación bastante lógica. Los modelos financieros de las finanzas
consolidadas del Distrito muestran claramente esta opción como una de las más
atractivas para solucionar en el largo plazo la situación del Distrito. La experiencia en el manejo de bonanzas,
revisadas cuando se estaban estudiando las opciones de política de manejo
macroeconómico de la bonanza petrolera, muestran, inequívocamente, que el
secreto de un manejo adecuado de un hallazgo inesperado es el guardar el valor
del hallazgo y vivir de la renta. Los
que se dedican a gastarse las loterías terminan, por lo general, en peores
condiciones de las que arrancaron.
Los bogotanos deberían aprender de los errores de sus gobernantes para
definir una política más seria de sus sucesores. La experiencia en los últimos cinco años
muestra que solo con asignar dinero no se solucionan los problemas de la
ciudad. La Administración tiene que
cambiar para poder ejecutar eficientemente las obras contempladas en un
plan. Al Alcalde Mockus hay que dejarle
que termine las obras de su antecesor y que estudie cuidadosamente las suyas
antes de entrar en la onda de las grandes contrataciones. El no gastar es una política que puede pagar
en el futuro.
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