A comienzos de los
ochentas hubo un movimiento importante a nivel mundial para desregular el
transporte. Un sector que había estado protegido de la operación de la ley de
la oferta y la demanda tuvo que verse enfrentado a una competencia fuerte en la
que el gran beneficiado fue el consumidor.
Los más beneficiados
con esta desregulación del transporte fueron los pasajeros de las líneas aéreas
quienes tuvieron a su disposición unas tarifas muy favorables que les
permitieron realizar viajes por todo el mundo a costos muy razonables. La
desregulación del transporte aéreo condujo a una restructuración total del
sector. Compañías que en una época habían sido líderes del mercado como PANAM
desaparecieron para dar paso a una nueva gama de operadores que aprovecharon el
nuevo entorno regulatorio.
En otras ramas del
transporte como el ferroviario, el urbano de pasajeros y el de carga el cambio
no fue tan dramático. En general puede decirse que el efecto principal de la
desregulación en estos campos se tradujo en un acercamiento entre los precios
del transporte y los fijados por el libre juego de la oferta y la demanda.
En Colombia, la onda desreguladora
no se pudo apreciar con la misma fuerza. Las aerolíneas y en especial las más
grandes lograron impedir por mucho tiempo la entrada de nuevos operadores y
limitaron la competencia de las líneas extranjeras. Solamente, en el gobierno
Gaviria y como parte de la estrategia de liberación se da una apertura en el
transporte aéreo bajo el rótulo de cielos abiertos. El transporte terrestre de
pasajeros tuvo un profunda transformación en los ochentas con la introducción
de servicios especiales de alta calidad y logró entrar a competir
ventajosamente con el transporte aéreo.
En lo que respecta al
transporte de carga por carretera el principal logro de la desregulación fue la
eliminación de la intervención del gobierno en la fijación de las tarifas. Estas
comenzaron a determinarse por el libre juego de la oferta y la demanda. Las
asociaciones de transportadores se limitaban a fijar unas valores de referencia
que servían como base para las negociaciones entre el transportador y el
usuario. Era reconocido dentro del medio que las tarifas de referencia eran
mucho más altas de las que se negociaban en la práctica.
Este esquema no
regulado entró recientemente en crisis como consecuencia de una serie de
fenómenos originados en la apertura económica y en las malas condiciones de la
economía. Por una parte, la rebaja de aranceles y la libertad de importaciones
unidos a la revaluación y a las bajas tasas de interés tuvieron como
consecuencia un aumento considerable en el parque automotor. Las mejoras en el
sistema de transporte especialmente en la entrada en funcionamiento de la
troncal del Magdalena, las mejoras en el mantenimiento consecuencia de la
puesta en funcionamiento del sistema de concesiones unidas a la privatización
de los puertos tuvo como consecuencia un aumento considerable en la eficiencia
de la operación del transporte orientado a la exportación.
El aumento en la
productividad del sector del transporte causados por un parque más moderno, una
red más eficiente y mejor mantenida, con unos puertos más eficientes amplió la
capacidad de transporte efectiva. Este aumento debido a la productividad se
sumó, entonces, al aumento en la
capacidad transportadora originada en la expansión del parque automotor.
Un aumento considerable
en la oferta puede no afectar los precios del sector si viene acompañado por un
aumento correspondiente en la demanda. La expansión del comercio exterior
causado por la apertura económica mantuvo el equilibrio entre la oferta y la
demanda, difiriendo el problema hasta el momento en que la economía entró en
crisis. La recesión generalizada de la economía colombiana acabó el precario
balance en el sector del transporte de carga.
Las medidas adoptadas
por el gobierno que tratan de mejorar al transportador a costa del productor a
la larga no van a solucionar el problema. En primer lugar, como ya se dijo, el
origen del problema es más de carácter estructural pues existe un marcado
desbalance entre la oferta y la demanda. Un aumento de precios es precisamente
lo que no se debe hacer pues por una parte, va a incentivar la ampliación de la
oferta y por otra va a disminuir la demanda. En segundo lugar, si lo que se
pretende es establecer un cartel que permitiera mantener altos los fletes por
encima de los precios de equilibrio, la situación es inherentemente inestable
pues como bien se sabe, los miembros del cartel cuando hay un exceso de oferta
tienen todo el incentivo para hacer reducciones de precios por debajo de la
mesa lo que a la larga lleva a la desaparición del cartel.
Todo pareciera indicar
que el acuerdo entre transportadores y gobierno que llevó al levantamiento del
paro no va a solucionar el grave problema que enfrenta el sector.
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