Para muchos la solución
de los problemas se encuentra en el uso creativo del crédito. No es raro leer
que el sector agropecuario, la pequeña industria o el sector informal pueden
producir más si se les aumentan los recursos de crédito. Esta teoría encuentra
el respaldo en la diaria existencia. La familia que ha podido comprar su primer
televisor por que le concedieron un préstamo, el profesional joven que se hizo
a su vehículo a través de los consorcios y los yuppies colombianos que
compraron su vivienda a través del sistema UPAC son testigos de excepción de
las bondades del sistema de crédito.
Infortunadamente, lo
que es cierto para un caso particular a menudo no se cumple para todos. Si
alguien se levanta en un estadio puede ver mejor algunas escenas de un partido
de fútbol, sin embargo si todos los espectadores se levantan al mismo tiempo no
solo no ven mejor el partido sino que terminan más cansados. Esto que el
Profesor Samuelson ha llamado la falacia de la composición puede aplicarse a
muchos aspectos relacionados con la economía y especialmente válido para el
Crédito. Las ventajas obtenidas por un
sector cuando se le asignan recursos adicionales usualmente se derivan de un
peor tratamiento a otros sectores o los ahorradores.
Los mitos sobre el
crédito como el del famoso crédito productivo que ha servido de base conceptual
para el llamado crédito de fomento tienden a persistir en Colombia. Las
investigaciones colombianas a veces no tienen la divulgación que merecen. Los
investigadores de FEDESARROLLO han encontrado que el volumen de crédito no
incentiva la inversión en Colombia pero parece que nadie les cree pues se sigue
recomendando como solución para una mayor inversión más crédito y menores
intereses. Los modelos econométricos muestran que no hay un efecto positivo del
volumen de crédito en la inversión de algunos sectores y sin embargo se continúan promoviendo esquemas de crédito de fomento.
El impacto negativo de
los subsidios al crédito ha sido documentado en casi todos los estudios sobre
distribución del ingreso sin que esto haya tenido mayor influencia en el cambio
de las políticas crediticias. Por el contrario se persiste en asignar el
crédito a nivel de detalle. El UPAC ha tenido toda suerte de distorsiones
mediante la asignación de cuotas a diferentes tipos de vivienda cobrando tasas
de interés diferenciales. Como consecuencia de este excesivo intervencionismo
se pierde la transparencia del sistema haciéndose difícil conocer las tasas
reales de interés realmente cobradas.
Estos estereotipos
sobre el comportamiento de la economía no solo originan recomendaciones
equivocadas sino que impiden apreciar los grandes cambios que están ocurriendo
en el sistema financiero. Por ejemplo, para muchos la pérdida de participación del sector industrial en el crédito total de la economía es uno de las
principales causas del pobre comportamiento de las manufacturas en Colombia.
Sin embargo, esta reducción no es un indicador negativo sino que más bien
muestra unos cambios importantísimos en el sector financiero. Desde la creación
del sistema UPAC los industriales que producen materiales de construcción no
tienen que financiar totalmente al comprador de sus productos sino que esto se
hace a través del crédito al constructor. Más aún, algunos productores logran
vender su producción con pagos anticipados gracias a la financiación del sector
vivienda. Las compañías de financiamiento comercial al otorgar crédito a los
comerciantes permiten que estos ya no dependan tanto del crédito de
proveedores. Las compañías de Leasing y Factoring reducen las necesidades de
acudir a los Bancos para aumentar el capital de trabajo. Los pasivos de las
industrias son hoy en día menores de los que hubieran tenido si no existieran
las Compañías de Financiamiento Comercial, las tarjetas de crédito los
Factoring y los Leasing y por esta razón no han tenido que acudir a los
intermediarios financieros tradicionales.
Más aún, las grandes
compañías industriales han podido prescindir de los intermediarios financieros
y han logrado financiación directa del público a través de los papeles
comerciales y más recientemente de los bonos. En resumen, la realidad
crediticia parece haber desbordado la sabiduría convencional de los economistas
colombianos.
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