La campaña presidencial de 1990 se caracterizó por
una ausencia de debate en torno a los temas económicos. La consulta popular
terminada en marzo de 1990, con su énfasis en la disputa interna por el
candidato del partido de gobierno, logró silenciar casi completamente las
discusiones de carácter económico. Los asesinatos de los precandidatos y la
situación de orden público en las elecciones de mayo desplazaron de la mente de
los electores las consideraciones de bolsillo.
Las pocas discusiones sobre temas económicos mostraron, curiosamente,
una gran coincidencia tanto en los diagnósticos como en los programas de los
diversos candidatos. La falta de discusión sobre los diagnósticos y los
programas de los candidatos puede contribuir a un falso sentido de seguridad de
los encargados de formular la nueva política económica. Para muchos de ellos la
afirmación de que a la economía le ha ido bien mientras que al país le ha ido
mal puede llevarlos a no tomar las medidas apropiadas.
Para muchos colombianos la gestión económica en los últimos años ha sido
bastante satisfactoria. Obviamente, cuando se compara con algunos países
latinoamericanos, Colombia se destaca en su desempeño económico. Por el
contrario, cuando se comparan los resultados obtenidos en Colombia con los de
los cuatro tigres de Asia la gestión económica no sale muy bien librada. Lo que
usualmente no se menciona es que durante los ochenta la tasa de crecimiento del
PIB de Colombia fue igual a la del conjunto de los países en desarrollo.
Colombia no puede continuar creciendo al mismo ritmo promedio de los países en
desarrollo.
Indudablemente, este desempeño por debajo de nuestro potencial se debe a
los problemas causados por el endeudamiento externo. Tantas veces se nos ha
repetido que Colombia ha manejado su problema de endeudamiento externo mejor
que los otros países latinoamericanos que hemos acabado creyendo que no tenemos
problemas. Colombia es uno de los países al que las Instituciones
Multilaterales han denominado como altamente endeudados. En las estadísticas
publicadas cada año por estos organismos seguimos apareciendo con un asterisco.
Las notas de pie de página que acompañan estos cuadros nos recuerdan que
pertenecemos a ese conjunto con graves problemas de deuda externa. Más aún, la
realidad que vivimos cada día nos confirma que esto no es un mero capricho de
los que elaboran las estadísticas. Los fenómenos que acompañan el alto
endeudamiento externo también ocurren en Colombia. La disminución del ahorro
interno, la postración de la inversión, el relativo estancamiento de la
economía y la inflación son algunos de los síntomas que se presentan en
Colombia y en otros países altamente endeudados.
Colombia debería estar pensando al igual que un gran economista argentino.
Hay que volver a crecer. El gobierno que comienza el próximo 7 de agosto tiene
una gran oportunidad. El respaldo inicial a la política económica del nuevo
Presidente indudablemente será superior al que los respaldó en las urnas. El
nuevo gobierno debe aprovechar esta magnífica oportunidad en que hay un gran
consenso en Colombia y en el mundo en asuntos de política económica para tomar
las medidas que nos pongan en una trayectoria de alto crecimiento. La apertura
tímidamente comenzada en el tiempo de descuento del gobierno de Barco debe
adoptarse con entusiasmo. Colombia en los próximos cuatro años tiene que
integrarse a la economía mundial. Más aún, debemos desplazar a las economías
del Asia como ejemplos de un verdadero desarrollo.
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