El
presidente ha mostrado su visión del futuro, sin tener que apelar a las
tendencias populistas e intervencionistas, que han convertido los programas de
gobierno anteriores en una mezcla de vodka con agua bendita.
César Gaviria expuso
una vez más sus prioridades económicas en su discurso de posesión. Habló, entre
otras cosas, de privatización, de reformas laborales, de la apertura económica,
de medio millón de unidades de vivienda, de incentivar el ahorro para
complementar las pensiones del seguro social, de dar participación a las comunidades
en la prestación del servicio de salud, de la transformación de Proexpo en un
Banco de Exportaciones y de la reforma del estatuto cambiario.
Indudablemente, el
discurso del Presidente Gaviria presentó un buen programa de gobierno, muy de
acuerdo con los tiempos en que vivimos. Para el colombiano consciente de las
limitaciones de lo que puede hacer un gobernante en sus cuatros años de
mandato, la propuesta de Gaviria es bien atractiva. En primer lugar, es
coherente. El presidente ha mostrado su visión del futuro, sin tener que apelar
a las tendencias populistas e intervencionistas, que han convertido los
programas de gobierno anteriores en una mezcla de vodka con agua bendita.
En segundo lugar, ha
identificado muy claramente los problemas y soluciones. Muchos de los que no
votamos por el nuevo presidente nos sentimos identificados con las prioridades
que anunció en su discurso. Las soluciones ofrecidas han venido siendo
propuestas por distinguidos comentaristas. Lo que comenzó como unos brotes
esporádicos del virus de Chicago, se fue convirtiendo poco a poco en la
sabiduría convencional.
En tercer lugar, las
propuestas concretas del presidente Gaviria representan un magnífico marco de
referencia, para poder realizar un control del cumplimiento de sus promesas. En
las épocas modernas no nos podemos contentar con el cumplimiento de un voto de
carácter general de respetar la constitución y las leyes. A los gobiernos hay
que comenzarlos a medir por haber hecho lo que tocaba en el momento oportuno.
Como nos lo ha enseñado Peter Drucker, el ejecutivo eficaz debe fijar las
posterioridades o sea lo que no va a hacer. El discurso de Gaviria y la misma
conformación del gabinete, ha mostrado una decisión de concentrase en lo
importante sin dejar que falsas prioridades se interpongan en la realización de
las tareas prioritarias. Puede que el Director del SENA o el rector de la
Universidad Nacional no se sientan muy contentos porque el Presidente no los
mencionó en su discurso. Pero el resto de los colombianos estamos un poco más
tranquilos de que los nuevos recursos a las actividades no prioritarias tienen
que ser ganados en franca lid. Deben convencer al gobierno que sus programas
tienen un mérito especial.
El discurso de Gaviria
ha permitido exorcisar una serie de fantasmas que habían venido manteniendo una
vigencia totalmente ficticia. La presencia de Simón Gaviria Muñoz en el estrado
y la mención de la reforma del estatuto cambiario, nos traen a la memoria la
fábula de las ropas del Emperador. Solo un niño puede decir claramente que
nuestra política cambiaria está en los físicos cueros. Nuestros jerarcas
económicos nunca tuvieron el valor de decirle a su emperador que estaba desnudo
en medio de una multitud.
Un buen contraste con
gobiernos preocupados por los megaproyectos que usualmente terminan en
inflaciones galopantes, es que las propuestas del Presidente Gaviria son de
carácter conceptual. Mientras otros hablan en sus discursos de la guerra de las
galaxias o de llevar un hombre a la luna, Gaviria simplemente nos promete
llevarnos al futuro. Quedaríamos muy contentos si nos aterriza en el presente
sacándonos de los mitos del pasado.
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