lunes, 27 de enero de 1992

La calentura no está en las sábanas

El control administrativo de las tasas de interés, fuera de ser un pésimo mensaje para los agentes económicos, ataca los síntomas de un problema, en lugar de atacar sus causas.


La semana anterior se estuvo discutiendo en el seno del gobierno, la conveniencia de poner en práctica el control administrativo de las tasas de interés que cobran los intermediarios a sus clientes. Dentro de la Junta Directiva del Banco de la República existían varias opiniones. Algunos de los miembros pensaban que era conveniente la intervención, mientras que otros, consideraban que era mejor que las tasas de interés se siguieran determinando como un resultado del juego de la oferta y la demanda.

Al final de la semana se llegó a un compromiso, en el que se decidió fijar las tasas de interés de los bancos oficiales, dejando la determinación de las de los bancos privados, al buen criterio de los banqueros. Las autoridades, en esta ocasión, no buscaron el famoso pacto de caballeros para bajar las tasas de interés. Por el contrario, se pronunciaron en contra de la fijación concertada de ellas. Inclusive, las autoridades regañaron a los miembros de la asociación de tarjetas de crédito, porque encontraron que el parecido en las tasas fijadas no era una pura coincidencia.

Aunque en teoría, las discrepancias en el equipo de gobierno pueden ser sanas, en la práctica estas diferencias dan un mensaje negativo a los agentes económicos. En materia tan importante para el manejo monetario, lo menos que se puede pedir es que se compartan los criterios sobre cómo se determinan las tasas de interés.

Más aún, cuando se ha tratado de independizar el manejo monetario de las presiones ejercidas por los ministros encargados del gasto, no pareciera lógico volver a la época en que se fijaban las tasas de interés en el despacho del Ministro de Hacienda. En los países con una autoridad monetaria independiente, esta busca cumplir con sus objetivos a través del mercado, sin apelar a las medidas directas. En Estados Unidos lo último que pensarían los intermediarios financieros, sería la apelación por parte de la Reserva Federal a controles directos de la tasa de interés.

El control administrativo de las tasas de interés, fuera de ser un pésimo mensaje para los agentes económicos, ataca los síntomas de un problema, en lugar de atacar sus causas. Las autoridades deberían preguntarse, por qué están tan altas las tasas de interés y una vez obtenida la respuesta, tratar de encontrar la solución a estos problemas.

El haber bajado las tasas de interés de captación frenará la entrada de divisas. Si se cumple lo que está pidiendo el Doctor Hommes, de que la gente se endeude en el exterior, se generará un efecto similar.  Terminaremos con una salida de dólares igual a la entrada de estos, lo cual se obtiene como resultado del endeudamiento con el extranjero. El control de la base monetaria requiere que la gente, no sólo no traiga sus dólares o los saque, sino que no se endeude en el exterior.

Un economista podría pensar que las tasas de interés de captación están altas porque hay una demanda elevada de crédito. Es posible pensar que algunos de los cambios introducidos por las reformas de la actual administración, están generando demandas adicionales de crédito. Por ejemplo, modificaciones en la legislación laboral, como lo es el traslado de las cesantías a los nuevos fondos, obligará a algunas empresas a endeudarse para poder cumplir con esta disposición antes del 15 de febrero. Adicionalmente, las reformas en el régimen de retención en la fuente, introducidas por la dirección de impuestos para generar fondos al comienzo del año, en algo influyen en la liquidez de las empresas y en las necesidades de préstamos.

Además de lo anterior, la demanda de crédito ha aumentado por el ánimo especulativo de algunos de nuestros yuppies. Si bien, los más prudentes han colocado sus ahorros en la bolsa, los más osados no han dudado en endeudarse para gozar del boom de nuestro Wall Street criollo.

Por el lado de la oferta, también parece que las políticas del gobierno algo han tenido que ver con el problema del alto costo del crédito. Aunque se hubiera podido pensar que la privatización de los bancos contribuiría a una mayor competencia, parece que esto no ha ocurrido. Por el contrario, en el corto plazo, la privatización de los bancos, ha aumentado la concentración del poder del mercado en los grupos más poderosos. Los gigantes parecen estar más bien fortaleciéndose con unos márgenes grandes, como preparación a la pelea que se ve venir.


A propósito de la privatización, resulta paradójico en la decisión de bajar el costo del crédito, que ella, no sólo va a hacer menos atractiva la compra de los bancos, pues los márgenes de intermediación van a ser menores, sino que los inversionistas se desalentarán, al saber que el precio de su negocio va estar bajo control de las autoridades monetarias. Los que compraron los bancos bajo la hipótesis de que los márgenes de intermediación seguirían siendo altos, deben estar pensando en imitar a la Renault y solicitar una indemnización, pues el negocio resultó menos rentable de lo que se había pensado al hacer la oferta. 

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