lunes, 3 de febrero de 1992

No me defiendas compadre

La política de mantener los precios de los vehículos por parte de algunas ensambladoras se trata de justificar con argumentos que no tienen mucha validez, intentando convencer al consumidor de que esa acción se toma en su beneficio.

Recientemente, el gerente de COLMOTORES nos sorprendió con la grata noticia de que los precios de los vehículos ensamblados por la General Motor se iban a reducir. La disminución de los precios se originó en buena parte en la rebaja del arancel para el componente importado y por la apertura de las importaciones de vehículos. Sin embargo, el buen ejemplo no fue seguido por las otras ensambladoras. SOFASA fabricante de Renault en avisos de prensa publicados al día siguiente, anunció que no rebajaría el precio de sus vehículos.

Uno puede entender que la grave situación por la que atraviesa esta ensambladora, le haya obligado a mantener el precio de sus vehículos. Lo que no se puede aceptar es que esta política se esté justificando con argumentos que no tienen mucha validez. Es mucho menos aceptable el que se pretenda hacer creer al consumidor que, esta actuación se ha hecho pensando en beneficiar al sufrido dueño del carro colombiano.

En efecto, el argumentar que este aumento va a beneficiar al comprador del vehículo desafía cualquier análisis. En la vida es muy válido el conocido principio de Pambelé, todos sabemos que es mejor ser rico que ser pobre; de la misma manera, siempre es mejor pagar menos que pagar más. Cuando un productor llámese SOFASA o CCA cobra más de lo que se debe por un producto, el consumidor sale perjudicado. No es mucho consuelo saber que el vehículo por el que hemos pagado más de lo debido se va vender, ya usado, a un precio más alto. Evidentemente, quien nos compre el vehículo usado a un precio mayor también va a salir perjudicado en esta cadena de la infelicidad. El hecho de que haya muchos perjudicados no mejora la situación sino que por el contrario la empeora.

La política gubernamental, de eliminar las grandes distorsiones existentes en el mercado automotor, está siendo convertida en un programa de subsidios para las dos ensambladoras que no han rebajado el precio de sus vehículos. Para efectos prácticos, y por obra y gracia de la decisión de dos empresas, el programa de rebaja se ha convertido en una sobretasa arancelaria con destinación específica. El consumidor termina pagando más para que dos empresas ganen más.

La competencia con COLMOTORES  y con las importaciones, van a frustrar en parte las intenciones de las ensambladoras que no han bajado los precios. En estas circunstancias se vuelve muy atractivo vender los R9 y R 18 usados a buen precio para comprar el SPRINT o el HONDA que hemos venido anhelando desde hace algún tiempo.


Infortunadamente, la realidad fiscal de Colombia nos prevé un aumento de impuestos para compensar las rebajas arancelarias. Los dueños de Mazda y Renault además de contribuir al bienestar de los fabricantes van a tener que pagar los nuevos impuestos que nos está preparando el Doctor Hommes. 

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