La política de mantener
los precios de los vehículos por parte de algunas ensambladoras se trata de
justificar con argumentos que no tienen mucha validez, intentando convencer al
consumidor de que esa acción se toma en su beneficio.
Recientemente, el
gerente de COLMOTORES nos sorprendió con la grata noticia de que los precios de
los vehículos ensamblados por la General Motor se iban a reducir. La
disminución de los precios se originó en buena parte en la rebaja del arancel
para el componente importado y por la apertura de las importaciones de
vehículos. Sin embargo, el buen ejemplo no fue seguido por las otras
ensambladoras. SOFASA fabricante de Renault en avisos de prensa publicados al
día siguiente, anunció que no rebajaría el precio de sus vehículos.
Uno puede entender que
la grave situación por la que atraviesa esta ensambladora, le haya obligado a
mantener el precio de sus vehículos. Lo que no se puede aceptar es que esta
política se esté justificando con argumentos que no tienen mucha validez. Es
mucho menos aceptable el que se pretenda hacer creer al consumidor que, esta
actuación se ha hecho pensando en beneficiar al sufrido dueño del carro
colombiano.
En efecto, el argumentar
que este aumento va a beneficiar al comprador del vehículo desafía cualquier
análisis. En la vida es muy válido el conocido principio de Pambelé, todos
sabemos que es mejor ser rico que ser pobre; de la misma manera, siempre es
mejor pagar menos que pagar más. Cuando un productor llámese SOFASA o CCA cobra
más de lo que se debe por un producto, el consumidor sale perjudicado. No es
mucho consuelo saber que el vehículo por el que hemos pagado más de lo debido
se va vender, ya usado, a un precio más alto. Evidentemente, quien nos compre
el vehículo usado a un precio mayor también va a salir perjudicado en esta
cadena de la infelicidad. El hecho de que haya muchos perjudicados no mejora la
situación sino que por el contrario la empeora.
La política gubernamental,
de eliminar las grandes distorsiones existentes en el mercado automotor, está
siendo convertida en un programa de subsidios para las dos ensambladoras que no
han rebajado el precio de sus vehículos. Para efectos prácticos, y por obra y
gracia de la decisión de dos empresas, el programa de rebaja se ha convertido
en una sobretasa arancelaria con destinación específica. El consumidor termina
pagando más para que dos empresas ganen más.
La competencia con
COLMOTORES y con las importaciones, van
a frustrar en parte las intenciones de las ensambladoras que no han bajado los
precios. En estas circunstancias se vuelve muy atractivo vender los R9 y R 18
usados a buen precio para comprar el SPRINT o el HONDA que hemos venido
anhelando desde hace algún tiempo.
Infortunadamente, la
realidad fiscal de Colombia nos prevé un aumento de impuestos para compensar
las rebajas arancelarias. Los dueños de Mazda y Renault además de contribuir al
bienestar de los fabricantes van a tener que pagar los nuevos impuestos que nos
está preparando el Doctor Hommes.
No hay comentarios:
Publicar un comentario