Ni el Ministro de
Hacienda en el 91, ni la Junta Directiva del Banco de la República en el 92,
han podido controlar la inflación.
A mitad del año la
inflación llegó a casi el 18 por ciento. Si se mantuviera el mismo ritmo
durante el segundo semestre, la inflación podría llegar al 38.7 por ciento al
final del año. La posibilidad de cumplir este año la tan anhelada meta del 22
por ciento parece muy remota. 1992 será otro año de frustración en el combate
de la inflación. Ni el Ministro de Hacienda en el 91, ni la Junta Directiva del
Banco de la República en el 92, han podido controlarla.
Si en el 91 el Ministro
de Hacienda apeló a todo un arsenal de medidas para manejar el crecimiento de
los medios de pago, en el 92 se decidió dejar de controlar el crecimiento de
los medios de pago. concentrándose más bien en el control de las tasas de
interés. Las Autoridades Monetarias pensaron que al mantener unas tasas de
interés bajas se reduciría considerablemente la entrada de los capitales
golondrinas causante del crecimiento desmesurado de los medios de pago en el
año anterior.
El control monetario se
ha descuidado con la peregrina idea de que en una economía abierta no es
necesario preocuparse por el crecimiento de los medios de pago, pues no existe
una relación muy estrecha entre el dinero y la inflación. Desafortunadamente,
la realidad es más compleja de lo que piensan nuestras autoridades monetarias.
La disminución de las tasas de interés por debajo de las tasas de inflación
tiene un efecto importante en la reactivación de la inflación. Cuando el valor
de la tasa de interés que reciben los ahorradores es inferior a la tasa de
inflación se vuelve buen negocio comprar bienes en lugar de colocar los ahorros
en el sistema financiero.
Un ejemplo sencillo
muestra el efecto perverso que tiene mantener unas tasas de interés por debajo
del nivel de inflación. Si alguien tiene un excedente de 325 mil pesos puede
comprarse un segundo televisor o guardar su dinero en una corporación para
comprarlo un año más tarde. Si lo compra ahora, tendrá el televisor y podrá ver
los juegos olímpicos, si por el contrario espera un año es muy probable que no
pueda comprarlo. El televisor valdrá 416 mil pesos mientras que el saldo en la
corporación será de apenas 390 mil pesos. Es claro que el comprador hará un
buen negocio, pues además de tener un año de disfrute, tendrá 26 mil pesos más
que el que le confió sus ahorros al sistema UPAC. El auge de la construcción se
explica, así mismo, por esta discrepancia entre los retornos diferenciales en
el sector financiero y en el mercado de los bienes.
Sin embargo, la protección que dan los bienes
a los excesos de liquidez no es perfecta. La viudas y jubilados que viven de
sus ahorros no pueden protegerse
comprando televisores o apartamentos. Los que viven de sus rentas necesitan un
instrumento de alta liquidez y seguridad. Los sonados casos de Furatena, de los
Picas y de los Pombos, han mostrado que la desintermediación finaciera es un
juego bastante peligroso que mucha gente, hoy en día, no está dispuesta a
jugar.
El gobierno, ahora
que inicia el segundo tiempo con nueva alineación, tiene que hacer ajustes en
la política de tasas de interés. Debe convencerse que la tasa de interés no
puede ser un objetivo final sino que, más bien debe tomarse como una meta
intermedia en la lucha contra la inflación. Persistir en unos niveles muy bajos
en la tasa de interés con el fin de eliminar los flujos de capitales, puede ser
contraproducente si esto aumenta las expectativas inflacionarias.
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