Si todos los bogotanos
decidimos utilizar como base de auto avalúo la cifra que aparece en el
formulario, el gobierno distrital no podría físicamente hacer cumplir la ley.
Los bogotanos estamos
al borde de la desesperación. Este es el mes en el que tenemos que afrontar el
chaparrón de impuestos que nos ha preparado el Secretario de Hacienda del
Distrito. A medida que se acercan las fechas de pagos de los diferentes
tributos el sufrido habitante de la capital comienza a entrar en pánico.
Como primera medida, el
pobre contribuyente tiene que acudir a expertos asesores tributarios para que
le expliquen la manera como este año se debe cumplir con la penosa obligación
de pagar impuestos para obtener un nivel de vida inferior al que gozan los
habitantes de Somondoco.
Después de varias
sesiones logra entender que ante la absoluta incapacidad del catastro distrital
debe contratar el mismo a un avaluador para que le diga cuanto vale su
vivienda. de manera totalmente ilusa se pretende que el contribuyente haga en
un día lo que no pudo hacer el Distrito con una inmensa burocracia en diez
años.
Esta absurda
privatización del catastro no le cabe en la mente al ciudadano. Lo lógico
hubiera sido que si la administración no es capaz de mantener un catastro lo
contrate con el sector privado, en manera similar a lo que en buena hora hizo
Andrés Pastrana con las basuras. El apelar al auto avalúo es como pretender que
para mejorar la recolección la solución sea que cada persona lleve sus basuras
a los rellenos sanitarios. Las personas no están para recolectar basuras ni
para hacer auto avalúos.
Sin embargo, lo grave
es que se pretende castigar a todos aquellos que pongan en su declaración un
avalúo inferior al que, arbitrariamente, les fije el Catastro Distrital. La
Administración Distrital se enfrentará a pleitos interminables en los que
tendrá que comprobar la mala fe de los contribuyentes, quienes alegarán hasta
el cansancio que su declaración fue hecha de buena fe y que las discrepancias
se deben simplemente a la dificultad que tiene un persona común para hacer un
avalúo.
Lo grave de esta
situación es que si todos los bogotanos decidimos utilizar como base de auto
avalúo la cifra que aparece en el formulario, el gobierno distrital no podría
físicamente hacer cumplir la ley. En primer lugar, tendría que abrirle juicio
fiscal a un millón de contribuyentes que alegarían, con sobrada razón, que para
ellos las cifras del catastro son las mejores guías para determinar el valor de
su predio. Además, la Administración tendría que hacer por su cuenta un avalúo
serio de todos los casos en litigio. Esto equivaldría, obviamente, a hacer en
seis meses una labor, la conformación del catastro, que no ha podido hacer en
diez años.
Pero si no fuera
suficiente con tamaño despropósito, el Secretario de Hacienda Distrital, Julio Roberto Piza, ha
incurrido en abusos peores. Solo a un impenitente alcabalero se le puede
ocurrir que los contribuyentes bogotanos tienen que pagar doblemente el
Impuesto de Industria y Comercio. A la declaración normal que se hace
habitualmente por estos meses, el Doctor Piza ha agregado una serie de
declaraciones mensuales correspondientes a lo que normalmente se hubiera pagado
el año entrante. Este anticipo que no es otra cosa que un préstamo forzoso no
solo no recibe intereses sino que en caso de no otogársele al gobierno tiene
unas multas que pueden llegar en algunas ocasiones a más del quinientos
porciento.
La indolencia de un
Secretario de Tránsito ante el clamor ciudadano terminó con su renuncia. El
abuso del Secretario de Hacienda debería terminar de igual manera. El Alcalde
de Bogotá debe asumir el liderazgo que le permita terminar con algo de
prestigio su período. Si la ciudad no se maneja con responsabilidad lo único
que nos espera es la demagogia total.
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