El principio de la
ventaja absoluta ha conducido a errores fundamentales de política económica en
especial al excesivo proteccionismo.
El Profesor Michael
Porter de la Escuela de Administración de Negocios de la Universidad de Harvard
es uno de los consultores mejor pagados. La firma Monitor a la cual está
vinculado tan destacado académico ha realizado recientemente un estudio sobre
nuestro país que ha sido objeto de algunos comentarios y que sin lugar a dudas
servirá para centrar el debate sobre el tema de la competitividad de la
industria colombiana durante los próximos años.
Los análisis realizados
por la firma consultora toman como base conceptual el libro del Profesor Porter
titulado "La ventaja comparativa de las naciones" publicado
originalmente por la editorial Macmillan y traducido al español por Javier
Vergara Editor de la Argentina. Para focalizar la atención del lector el Profesor
Porter ha acudido a un diagrama en forma de diamante en el que presenta cuatro
atributos que determinan la ventaja comparativa de las naciones. Las cuatro
variables elegidas por Porter son: las condiciones de los factores; las
condiciones de la demanda; los sectores afines y de apoyo; y la estrategia,
estructura y rivalidad de las empresas.
El éxito de este
sencillo diagrama es incuestionable. Los hombres de acción encuentran muy
atractivo poder resumir todo el trabajo desarrollado en más de mil páginas en
algo tan sencillo y fácil de recordar. Conceptos tan abstractos como el de la
ventaja comparativa, la relativa escasez de los factores de producción, los
encadenamientos hacia atrás y hacia adelante y el efecto de la tasa de cambio
en la competitividad no se necesitan para poder entender la razón por la cual
algunos sectores industriales de un país pueden alcanzar el éxito a nivel
mundial.
Al reconocer que no hay
nada "más exitoso que el éxito" los consultores colombianos saltan al
vagón de la ventaja competitiva de las naciones y se convierten muy rápidamente
en los divulgadores del nuevo evangelio. No se paran a pensar si realmente se
debe volver a pensar en términos de ventaja absoluta y si se ha abolido la
teoría de la ventaja comparativa, en buena hora difundida por David Ricardo.
Este retroceso en el
enfoque sobre el comercio internacional no deja de ser preocupante para el
economista teórico que ha gastado enormes esfuerzos para hacer entender a sus
alumnos que un país que es menos eficiente que otro en todos los sectores puede
beneficiarse del intercambio comercial con otro país que es más productivo en
todas las actividades.
La negación del
principio de la ventaja comparativa y el redescubrimiento de las ventajas
absolutas ahora bautizadas como ventajas competitivas no solo reducen el campo
de aplicación de esta nueva teoría a unos pocos sectores de unos pocos países
sino que conducen a políticas económicas equivocadas. El principio de la
ventaja absoluta ha conducido a errores fundamentales de política económica en
especial al excesivo proteccionismo. La experiencia ha mostrado que es muy
fácil argumentar que la protección a las industrias locales es la mejor
política cuando el comercio internacional está orientado por el principio de la
ventaja absoluta.
El esquema en forma de
diamante popularizado por Porter, mal interpretado, puede llevar a conclusiones
equivocadas en el campo cambiario. El efecto de la tasa de cambio en el
comportamiento de las exportaciones de un país es ignorado a lo largo del
tratado del Profesor Porter. Para los discípulos de Porter, las políticas
macroeconómicas no tienen efecto alguno sobre la competitividad de las
industrias. La tasa de cambio real, las políticas fiscal y monetaria son
totalmente ignoradas a lo largo del trabajo de Porter. Esto lleva a afirmar a
algunos fanáticos que las naciones no son las que compiten sino los que
compiten son las firmas.
La simplificación y
mala interpretación de trabajos serios como el de Porter puede conducir a
errores de política. El gran peligro en utilizar los esquemas en forma de
diamante sin analizar cuidadosamente las restricciones que llevan estos
esquemas simplificados puede conducir a la formulación de políticas
equivocadas.
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