A nadie puede escapar los
problemas que se pueden generar cuando una decisión sobre materia cambiaria se
mantiene en el congelador.
En estos días la Junta
Directiva del Banco de la República decidió hacer unos ajustes en la política
cambiaria. En efecto, la semana pasada se efectuaron cambios en la denominada
banda de flotación para el dólar. Antes de tratar de entender si esto nos va a
favorecer o a perjudicar es conveniente recordar la manera como opera esta
banda de flotación. El Banco Central a través de su Junta Directiva
establece un tope máximo o techo para el
valor del dólar y a partir de éste se compromete a intervenir en el mercado
cambiario vendiendo dólares a quien lo solicite. Adicionalmente, el Banco
Central establece un precio mínimo o piso y se compromete a comprar
dólares a ese precio a quien quiera que
le ofrezca dólares. Dentro de la banda de flotación, aunque el Banco Central
puede intervenir como lo considere conveniente, por regla general, se dejan
operar las fuerzas de la oferta y demanda para determinar el valor de la divisa
norteamericana.
Esta regla de operación, en
condiciones normales minimiza el impacto de los desequilibrios internos en la
oferta monetaria y por lo tanto reduce las presiones inflacionarias. Sin
embargo, cuando el dólar toca fondo el Banco de la República tiene que comprar
dólares para lo cual tiene que o bien dejar crecer los medios de pago por
encima de las metas fijadas o emitir títulos a través de Operaciones de Mercado
Abierto lo que tiene, a su vez, como consecuencia un aumentó en las tasas de
interés.
Al ampliar la banda de
flotación, el Banco de la República y el gobierno estaban reconociendo que la
revaluación del último año fue muy superior a lo contemplado hace doce meses y
que por lo tanto era necesario hacer ajustes en su política de intervención. El
cambio en la política cambiaria es también un reconocimiento de que las medidas
de control de crédito resultaron impotentes para contener el chorro de dólares
que querían venir a Colombia a gozar de las altas tasas de interés y de la
posibilidad de una revaluación de la moneda local.
La medida debe entenderse,
entonces, más como un reconocimiento de que la situación estaba llegando a
extremos insostenibles y como un intento de recuperar uno de los principales
instrumentos de política económica. No puede entenderse como una solución a los
problemas percibidos por los agentes económicos. No podemos ignorar que el
fuerte aumento en endeudamiento externo privado que ha sido una de las
principales causas de la entrada de divisas es una decisión bastante racional
de los agentes económicos que han percibido que tanto el Pacto Social como el Salto Social lleva
inexorablemente a una fuerte revaluación del peso frente al dólar.
Si nuestro análisis de que el
principal efecto de la medida es recobrar un instrumento adicional en el manejo
de la política económica es correcto uno podría pensar que la medida debería
ser aceptada por todos y que lo que se debería era cuestionar si la política
que han definido las autoridades económicas es la correcta. Infortunadamente,
en lugar de buscar un consenso en torno a una medida inevitable se ha realizado
un debate infortunado en torno al momento en que se debería tomar la medida.
Para el Gobierno la medida ha debido tomarse cuando todos estuviéramos cantando
villancicos abriendo los regalitos de navidad, mientras que para el Banco de la
República era necesario hacerlo lo más rápidamente posible. La impresión que le
queda al común de la gente es que no solo existe una gran descoordinación entre
las autoridades económicas sino que el Gobierno trata de quedar bien con todo
el mundo aunque para ello tenga que cambiar de posición entrando en conflictos
con la Junta Directiva del Banco de la República. Nadie puede entender como el
Presidente de la Junta Directiva del Banco de la República puede estar en
desacuerdo con los otros miembros en
aspectos tan importantes como el manejo cambiario.
El Ministro ha sido
desafortunado al buscar una pelea con la Junta Directiva en un asunto en que la
razón estaba más de su lado que la del
Gobierno. A nadie puede escapar los problemas que se pueden generar cuando una
decisión sobre materia cambiaria se mantiene en el congelador. Mantener una
tasa de cambio fija en un valor insostenible ha sido siempre el mayor incentivo
para la entrada o salida de los llamados
capitales golondrina. Cuando el gobierno está obligado a comprar o vender
divisas a un precio a todas luces fuera de línea con su valor de equilibrio los
especuladores en el mercado cambiario hacen su agosto pues nunca pueden pecar
por exceso. Las presiones sobre la divisa se vuelven insostenibles aún en
economías tan importantes como la americana, la alemana y la japonesa. Como
podríamos pensar que el Banco Central de Colombia pueda defender el dólar
cuando la emisión de más títulos lo único que lograría sería aumentar las
pérdidas del Banco de la República afectando al mismo tiempo la situación
fiscal. Diferir la entrada en vigencia de la nueva banda es incentivar la
entrada de divisas garantizándoles
retornos abundantes.