La coexistencia de dos sistemas de cambio, ha
obligado a los economistas a estudiar las implicaciones que tienen las
políticas monetaria y fiscal para cada uno de ellos.
A
comienzos de 1970 se discutió mucho si era más conveniente mantener un sistema
de tasas de cambio en las que el Banco Central interviniera o si, simplemente
sería mejor dejar que las fuerzas del mercado determinaran el precio de las
divisas.
En esa
ocasión, el Profesor Milton Friedman fue uno de los principales defensores de
adoptar un sistema de tasas de cambio flexibles. Para ello dió una serie de
argumentos, que sin lugar a dudas contribuyeron a convencer a los encargados de
la política económica a nivel mundial.
Los
argumentos teóricos en favor de un sistema de cambios flexibles, unidos a las
perturbaciones de comienzos de los setentas, llevaron al abandono del sistema
de Bretton Woods vigente desde el final de la segunda guerra mundial. Los países
industrializados han mantenido en los últimos quince años, un sistema en el que
las autoridades monetarias y cambiarias prácticamente no intervienen en el
mercado de las divisas.
La
experiencia con el sistema de tasas de cambio variables ha sido positiva, pues
ha servido para absorber los efectos de grandes perturbaciones externas sin
consecuencias muy negativas en las economías de los países industrializados.
Sin embargo, la experiencia también ha mostrado que el sistema de cambios
flexibles no puede ser adoptado por los países pequeños, pues en mercados de
tamaño reducido no es posible desarrollar instrumentos que permitan cubrir los
riesgos inherentes en variaciones no previstas de la tasa de cambio.
La
coexistencia de dos sistemas de cambio, uno de tasas de cambio fijo para países
pequeños, y otro de tasas de cambio flexible ha obligado a los economistas a
estudiar las implicaciones que tienen las políticas monetaria y fiscal para
cada uno de los dos regímenes.
Las
conclusiones de este análisis son bien importantes, sobre todo cuando se
considera la existencia de los capitales golondrinas que vuelan hacia el país
donde el retorno es más alto. En estos casos, la conclusión es que en un
sistema de cambios fijos la política monetaria es impotente para cambiar el
nivel de la actividad económica doméstica. Por otra parte, en un sistema de
tasas de cambio fijo, la política fiscal se torna impotente para estabilizar la
economía.
La
experiencia de la impotencia de las autoridades monetarias en la Administración
Gaviria para controlar la economía colombiana, corrobora que el análisis
realizado por los buenos macroeconomistas también se aplica en el trópico.
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