lunes, 4 de marzo de 1996

Liberación parcial de precios de la gasolina

La semana pasada el gobierno realizo un interesante experimento con los precios de la gasolina. El Ministro de Minas decidió sorprendernos con una liberación de los precios de la gasolina extra. A pesar del caos inicial causado por el experimento la medida debe ser estudiada y analizada pues puede a la larga tener efectos interesantes que es conveniente explorar.

En primer lugar, es necesario destacar la importancia de eliminar controles innecesarios que lo único que hacen es limitar la competencia. La libertad de precios de la gasolina extra va a permitir, ahora si, establecer el atractivo relativo de los dos tipos de gasolina. Los consumidores van a poder mostrar sus preferencias por las gasolina extra comparada con la normal. Si el precio fijado por el distribuidor para la extra es muy alto el consumidor dejará de consumirla y se pasará a la corriente. el consumidor tiene en sus propias manos su propia defensa y no necesita que el gobierno lo defienda de un supuesto abuso de los distribuidores inescrupulosos. Por otra parte, el distribuidor tendrá la posibilidad de lograr la misma rentabilidad en las ventas de los diferentes tipos de gasolina y no tendrá que estar solicitando ajustes al Ministerio ni tendrá que apelar a protestas extremas como en el pasado cuando el precio de la gasolina extra sea muy bajo.

Sin lugar a dudas, los distribuidores y consumidores poseen una mejor información que los funcionarios del Ministerio de Minas y Energía y por lo tanto están en mejor capacidad de fijar el precio relativo de la gasolina extra con relación al precio de la gasolina corriente. La solución adoptada por el Ministerio puede contribuir a una mejor asignación de recursos pues el precio relativo de la gasolina extra comparado con el de la gasolina corriente estará más en línea con los verdaderos costos y beneficios.

Es claro que el experimento de la liberación parcial de los precios de la gasolina es apenas el comienzo de una racionalización de las políticas de precios de los energéticos. Si el experimento es exitoso la consecuencia lógica sería comenzar a dar libertad de precios en el precio de la gasolina corriente. Una posible solución sería fijar unas bandas al estilo de las usadas para el dólar que definan el campo en el cual pueda variar el precio de la gasolina corriente. Esta banda fijaría un techo por encima del cual no se podría vender la gasolina y que protegería al consumidor de un posible abuso de los distribuidores y fijaría un mínimo para proteger la rentabilidad del distribuidor. Dentro de estas bandas los distribuidores podrían competir por atraer clientes mediante promociones de precios.

La flotación de los precios de la gasolina corriente dentro de una banda de precios debería llevar en el largo plazo a una libertad total de precios. La conveniencia de esta medida aconsejada por la lógica económica salta a la vista cuando se analizan los resultados desastrosos de una política como la venezolana que ha tratado de mantener precios muy por debajo de los verdaderos costos de oportunidad de la gasolina. Como pude apreciar en un reciente seminario realizado en Caracas, para todos los economistas latinoamericanos el mayor error de política del gobierno venezolano es mantener precios de la gasolina tan bajos.

La profunda brecha entre el precio internacional y el precio de venta en Venezuela se ha constituido en uno de las principales fuentes del desequilibrio fiscal y que, dada su gran magnitud, no puede ser corregida fácilmente. En estas circunstancias un ajuste total en el precio de la gasolina llevaría a notables aumentos en la canasta familiar y causaría sonoras protestas a nivel popular. Por otra parte, y lo que es más grave produciría efectos notables en los propietarios de vehículos de servicio público, pues muchos de ellos han invertido todos sus ahorros en carros de altas cilindradas que consumen enormes cantidades de gasolina.


Los excesos de nuestro vecino unidos a una buena experiencia con la libertad de precios de la gasolina deberían orientarnos hacia una política de libertad total de los precios de la gasolina que debería venir acompañada de una libertad de importar gasolina y de hacer inversiones en las refinerías. En la medida en que los funcionarios del Ministerio dejen de competir con el mercado en la fijación de precios tendrán más tiempo para dedicar a definir las verdaderas políticas del sector de minas y energía. 

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