martes, 24 de septiembre de 1996

La crisis del empleo

A mediados del período presidencial la situación de empleo no puede ser más desoladora.

La campaña Samper quiso mostrar, aún en contra de la realidad, que la situación económica del país era bastante grave y que se requería de un gran estimulo para lograr alcanzar unas altas tasas de crecimiento.  El diagnóstico del plan de desarrollo especialmente en el tema del empleo mostraba una situación relativamente aceptable pues los indicadores eran bastante favorables.  El desempleo se había venido reduciendo de tal manera que al comienzo del gobierno de Samper se contaba con indicadores muy favorables.  Tal como se indica en "Las políticas del Salto Social", el desempleo durante los últimos tres trimestres estaba mostrando los niveles más bajos de los últimos diez años, 7,6% en Septiembre de 1995; 7,9% en diciembre de 1994 y 8, 1 % en marzo de 1995.

El mismo documento mostraba además que el problema de la informalidad se estaba reduciendo de manera sostenida.  De un valor de 57,1 en 1988 se había reducido a un 53,8% en 1994.  Más aún, gracias a las reformas de los noventa, el crecimiento se venia dando en el sector privado, habiendo dejado el gobierno el papel de empleador de última instancia.

De la lectura del documento queda claro que la situación del empleo en Colombia era muy diferente a la retórica que nos tenía acostumbrados el Expresidente de ANIF. Las grandes frases acuñadas por el candidato liberal a lo largo de su carrera pública, no tenían ningún soporte en la realidad.  Las grandes promesas de la campaña se estaban cumpliendo aún antes de formular el plan de desarrollo pues la situación era mucho mejor de lo que siempre había hecho creer el Poder Popular.

La creación de un millón seiscientos mil empleos en los cuatro años no parecía muy difícil de cumplir pues lo único que se necesitaba era proseguir en la senda de rápido crecimiento económico que se había logrado establecer en los últimos años de la Administración Gaviria.  Se calculaba que con un crecimiento de 5,7 por ciento por año durante el cuatrenio Samper sería posible mantener un crecimiento del 2,8 por ciento del empleo lo que permitiría descensos adicionales en la tasa de desempleo o mejoras en la calidad de los puestos de trabajo.

Infortunadamente, el plan Samper para la creación del millón seiscientos mil empleos no se tradujo en acciones especificas.  El gobierno le apostó a un crecimiento general de la economía en la que se esperaba que con buenas intenciones se lograría un crecimiento dinámico de la agricultura y la industria.  Se pensó que logrando una devaluación real se podría obtener un rápido crecimiento de las exportaciones industriales y agrícolas.  Más aún, se esperaba no solo aumentar el empleo sino lograr al mismo tiempo un aumento en la competitividad de la economía colombiana.  Se confiaba que creando un Consejo Nacional de la Competitividad se podría lograr una mayor dinámica de los sectores exportadores que permitirían el doble milagro de crear cuatrocientos mil empleos anuales y disminuir al mismo tiempo los costos laborales aumentando de paso la competitividad de la economía colombiana.

 A mediados del período presidencial la situación de empleo no puede ser más desoladora.  Los indicadores se han tornado negativos.  Trimestre a trimestre, el desempleo ha comenzado a aumentar, las empresas entran en concordato y licencian a los trabajadores.  El empleo industrial cada vez es menor, la agricultura acosada por la guerrilla cada vez genera menos empleo, las marchas campesinas y el descontento en el campo son la orden del día.  El país se encuentra aislado y el gobierno no puede garantizar ni la movilización de los alimentos a las ciudades principales.

La posibilidad de mantener un crecimiento acelerado que permita incorporar a los nuevos trabajadores a un empleo productivo es cada vez más lejana.  La recesión es cada vez más notoria y el impacto de la parálisis de la construcción en el empleo se puede apreciar cada día más.  El aumento de los impuestos, la posibilidad de sanciones económicas no son buenas noticias para los trabajadores colombianos.

En medio de este caos creado por la ausencia de políticas claras en el campo del empleo, la ciudadanía se siente desprotegida.  El Ministerio de Trabajo y Seguridad Social que debería guiar la política de empleo se empeña en utilizar su poder para mejorar la suerte de algunos de los sindicatos más fuertes.  Los grandes sindicatos no contentos con mantener sus prebendas han comenzado a fijar las políticas sectoriales.

El Sindicato de Telecom decide cuando se debe abrir la competencia en larga distancia y cuando se puede entrar a competir en Bogotá por el mercado de la telefonía local.  El Ministro de Comunicaciones es impotente ante un gobierno que está dispuesto a comprar el apoyo del sindicato de las telecomunicaciones para mantenerse en el poder.  El Sindicato de Ecopetrol decide si se debe aumentar la participación de los asociados y define en general la política energética.  Los Sindicatos del Sector Eléctrico aprovechan la oportunidad para captar la reducción de los subsidios a los estratos cuatro, cinco y seis.

El trabajador raso ve desaparecer su puesto de trabajos mientras que el afiliado a los grandes sindicatos mejoran considerablemente su suerte.  Esta situación no puede continuar por mucho más tiempo.  El crecimiento del desempleo es un lujo que no se puede dar el país en este momento de grave crisis institucional.


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