martes, 11 de febrero de 1997

Un campanazo de alerta

Es necesario aceptar que el suministro de agua para Bogotá es muy vulnerable y que esta falla debe corregirse de inmediato.

La gran vulnerabilidad en el aprovisionamiento de agua en Bogotá ha quedado nuevamente en evidencia. El túnel de Chingaza se ha derrumbado por enésima vez y Bogotá está ad portas de un nuevo racionamiento. El embalse de San Rafael resultó insuficiente para suministrar agua a la ciudad durante el período de reparación del túnel. La Empresa de Acueducto y Alcantarillado de Bogotá no ha podido asegurar el suministro confiable a la ciudad a pesar de las grandes inversiones realizadas.

El esfuerzo de los últimos alcaldes y de sus gerentes no ha sido suficiente para lograr un suministro confiable de agua en Bogotá. Las graves fallas de los diseñadores del acueducto, la clientelización de la Empresa de Acueducto y de la Administración de Bogotá han conducido a una situación que es necesario corregir lo más pronto posible. 

Es necesario aceptar que el suministro de agua para Bogotá es muy vulnerable y que esta falla debe corregirse de inmediato. La Administración debe considerar como prioritario el lograr mejorar la confiabilidad del sistema de agua potable en Bogotá. Para ello debe hacer una fuerte inversión en varios campos. En primer lugar, es necesario hacer reparaciones urgentes en las tuberías por donde llega el agua de Tibitoc. De no hacerlo seguiremos con la ruptura de las tuberías en el norte de la ciudad cada vez que se necesite incrementar el suministro desde Tibitoc para suplir las fallas del sistema de Chingaza.

En segundo lugar, será necesario pensar en la posibilidad de construir otro túnel que permita suplir el suministro en caso de otra falla. Esta alternativa probablemente hubiera ahorrado la gran inversión en el embalse de San Rafael y hubiera evitado crear falsas expectativas. Este nuevo túnel debería ser diseñado como se hace en los países avanzados en donde se minimizan los riesgos de derrumbes y en donde no se acepta la práctica colombiana del chamboneo que prefiere arreglar los derrumbes a prevenirlos mediante un buen diseño.

En tercer lugar, es necesario inculcar a los bogotanos la cultura del ahorro de agua como un hábito permanente y no como algo exótico que se debe adoptar únicamente en caso de emergencia. Esta cultura del ahorro de agua debe comenzar con la educación desde las escuelas y colegios y debe reflejarse en el costo del servicio de acueducto. La ciudadanía debe estar dispuesta a pagar más por un servicio de alta confiabilidad.

Pero no solo es necesario aumentar la confiabilidad del sistema sino que además es necesario aumentar la competencia en la prestación del servicio. Aunque a primera vista los servicios públicos pueden catalogarse como un monopolio natural la experiencia ha mostrado que hoy en día es posible introducir la competencia en la prestación de algunos de los principales servicios públicos domiciliarios. A nadie escapa que Bogotá en realidad tiene más de una fuente alterna de suministro de agua y que por lo tanto el negocio de la producción de agua podría dividirse entre varios proveedores.

Más aún, es posible dividir el servicio de acueducto de manera similar a la del servicio de energía eléctrica. La Empresa de Acueducto se puede dividir en una de captación y tratamiento, en otra de transmisión y en una de distribución. Estas empresas competirían entre sí y podrían dedicarse a su negocio lo que redundaría en una mayor eficiencia. Hoy en día el Gerente de la Empresa de Acueducto tiene que preocuparse por la captación, por la transmisión y por la distribución con la consecuencia de que no puede dedicarle la atención que requiere cada una de ellas.

Finalmente, es necesario que los bogotanos tomen conciencia de la importancia de contar con un buen gobierno. La experiencia de las Empresas Públicas de Medellín muestra que es posible que los servicios públicos sean prestados eficientemente por el gobierno municipal. Sin embargo, lo que se requiere es crear una clase de administradores públicos que manejen eficientemente la ciudad. Mientras que en Bogotá no haya conciencia de la importancia de contar con un verdadero equipo de administradores profesionales estaremos esperando el milagro de que se nos aparezca el salvador para solucionarnos todos nuestros problemas.


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