La semana pasada, el 5 de septiembre de 2018, durante
el estudio del Presupuesto 2019 en las comisiones económicas de Senado y
Cámara, María Victoria Angulo, ministra de Educación del recién posesionado
presidente Iván Duque Marquéz, anunció[1] el fin del programa
“Ser Pilo Paga”, pues se encuentra desfinanciado en 2 billones de pesos.
Ser Pilo Paga se inició en 2014, siendo Gina
Parody d'Echeona Ministra de Educación. Buscaba que 40.000 estudiantes de
bajos recursos, pero con muy buenos puntajes en las pruebas Saber, accedieran
a una carrera profesional en una de las 33 instituciones de educación
superior colombianas con Acreditación Institucional de Alta Calidad.
Los beneficiarios de este programa recibían un
crédito-beca que cubría el 100% del valor de la matrícula además de un
subsidio de sostenimiento para garantizar que pudieran solventar sus gastos
de estudio y vivienda pues en muchos casos los estudiantes no eran
originarios de la ciudad donde iban a estudiar. Este crédito sería condonable
una vez el estudiante obtuviera su título profesional[2].
Como una contribución al debate quiero hacer
algunas reflexiones. Una manera de evaluar este programa es considerar el
punto de vista de T. W. Schultz premio Nobel de economía de 1979, y Gary Becker , premio Nobel de economía de 1992, quienes afirman que la
educación es una inversión en capital humano y que como tal es susceptible de
evaluarse en un enfoque beneficio costo. Es decir, Ser Pilo Paga se justifica
si el valor presente de los beneficios supera el valor presente de los
costos.
Cuando se acepta que el grueso de los beneficios para
la sociedad se refleja en un aumento en la productividad y que ésta se
refleja en los ingresos laborales, el beneficio neto depende en buena parte
del comportamiento del mercado laboral. Cuando hay una gran demanda de
trabajo y la oferta de personal calificado es escasa la rentabilidad de un
programa de becas es muy alta y por el contrario si hay poca demanda y mucha
oferta la rentabilidad es muy baja.
Como un ejemplo de programa exitoso quiero mencionar
a Colombia de los años de mediados del siglo XX.
En 1952 entré a estudiar el bachillerato en el colegio
San Bartolomé de la Merced regentado por los jesuitas. Esta institución
educativa tenía unas matrículas muy razonables en parte por que los
profesores, la gran mayoría jesuitas, recibía un remuneración inferior a su
costo de oportunidad. La comunidad jesuita subsidiaba considerablemente este
aspecto clave de la vida colombiana.
En esa época el colegio fomentaba una sana competencia
en el estudio y en los deportes. En las sesiones solemnes de final de año se
entregaban medallas a los que sacaban las mejores notas en cada una de las
materias. Además, se mencionaban a los que ocupaban los segundos y terceros
puestos. El mensaje era claro. Ser pilo pagaba!
Los que se destacaban en el colegio, por lo
general tenían una alta probabilidad de entrar a la Universidad Nacional a
estudiar la carrera de su preferencia. Mi promoción (1957) tuvo la fortuna de
contar con excelentes profesores en el campo de las matemáticas, química y
física que nos permitió a más de diez compañeros entrar a estudiar la carrera
de Ingeniería Civil en la Universidad Nacional. El haberse esforzado en el
colegio pagó para los que logramos entrar a las mejores universidades de ese
entonces.
En esa época, lograr mantenerse y destacarse
entre los mejores en la Universidad Nacional traía unos beneficios
importantes pues se podía reducir considerablemente el valor de la matrícula.
Pero además abría las puertas para trabajar como monitor y en algunos casos
especiales como instructor. Esto permitía a un grupo de estudiante pilos
tener ingresos adicionales para mejorar el nivel de vida sin haber recibido
el diploma de grado. Evidentemente ser pilo en la facultad de ingeniería
también pagaba.
Si esto fuera poco, ser un buen estudiante de
ingeniería de la Universidad Nacional abría las puertas de las mejores
universidades del mundo para continuar la preparación académica. De la
promoción de 1963, tres estuvieron en el MIT, tres fuimos a Berkeley, dos
fueron a la Universidad de Illinois en Urbana y otros estuvieron en Alemania
y Francia.
Pero más importante que poder estudiar becado la
carrera, las ventajas que le otorgaba el haber sido pilo en el colegio y la
universidad se veían cuándo se obtenía el título académico. Los egresados de
la facultad de ingeniería civil eran reclutados por las mejores
organizaciones del país. Me acuerdo de que antes de terminar mi carrera la
firma Samel Ingenieros le solicitó a la facultad la lista de los cinco
mejores promedios para vincularlos a la compañía. Afortunadamente, fui
seleccionado y tuve asegurado mi primer trabajo como profesional meses antes
de mi grado.
Mi generación fue muy afortunada pues haber
logrado un título de educación superior fue recompensando con un mercado
laboral muy favorable. El Ministerio de Obras, el Instituto de Reforma
Agraria (Incora), el Instituto de Fomento Municipal (Insfopal) y más tarde el
sector eléctrico dieron trabajo directamente o a través de firmas de
consultoría a las nuevas generaciones de ingenieros.
El gobierno de Carlos Lleras Restrepo abrió las
puertas a quienes habían regresado con un posgrado en el exterior. El
Departamento Nacional de Planeación, el Departamento Administrativo Nacional
de Estadística, entre otros, ofrecieron condiciones muy atractivas para
vincularse al gobierno.
En este entorno de rápido crecimiento de la
educación superior se generó una gran demanda de docentes que ayudó a crear
puestos de trabajo para mis compañeros de promoción. Algunos de mis
compañeros se vincularon a la Universidad Nacional, incluso uno llegó a
ser rector de esta universidad durante la presidencia de Julio Cesar Turbay
Ayala.
A finales de los sesenta y principios de los
setenta, el auge de los computadores electrónicos atrajo a
profesionales egresados de universidades de primera línea al novedoso campo
de sistemas. Campo con alta demanda que se veía recompensado con altos
salarios.
Con el paso del tiempo ingenieros civiles de la
Universidad Nacional cambiaron a otras ramas de la Ingeniería como la
mecánica y la eléctrica. También a otras disciplinas como las matemáticas, la
física y la economía. Y yo no fui ajeno a este fenómeno pues desde que obtuve
mi doctorado en economía en 1981 me he dedicado a esta ciencia social.
Reitero, mi generación fue MUY afortunada pues no tuvo
que padecer las angustias del desempleo. Por ejemplo, un amigo economista con
el que hablé recientemente me dijo que en su caso, el mayor período sin
trabajo fue de quince días cuando salió de la Junta Monetaria.
En resumen uno podría decir que en Colombia ser pilo
pagó cuando se dio simultáneamente una educación de bajo costo con unos
beneficios altos debido a un mercado laboral muy favorable para una minoría
privilegiada de pilos.
Hoy en día, no este no es el caso. En primer
lugar, el mercado laboral al que se van enfrentar las nuevas generaciones de
pilos es muy poco atractivo debido a los bajo salarios y al alto desempleo en
la población joven. En segundo lugar, el costo para el Estado es muy alto,
pues el programa contempla una serie de pagos que no reflejan los costos
incurridos por la sociedad para educar a los pilos.
Las universidades están en la capacidad de
recibir un número limitado de estudiantes sin cobrarles el costo total de la
matrícula pues por una parte el costo adicional de recibir a un pilo es muy
bajo; tener clases de veintiséis personas es casi el mismo del curso de veinticinco
estudiantes. Pero además, un buen estudiante genera externalidades positivas
para el resto de la clase. Es bien sabido que los estudiantes no solo
aprenden de los profesores sino que muchas veces lo hacen de sus propios
compañeros.
También es necesario poner de presente que en una buena
evaluación beneficio costo no se deben incluir los gastos de manutención pues
estos se incurren de la misma manera si una persona está estudiando o
trabajando.
Un caso muy interesante de un programa de becas fue el
iniciado por Carlos Rodado cuando fue rector de la Escuela Colombiana de
Ingeniería en 2001. El rector Rodado preocupado por la poca demanda de
algunas carreras como la de Economía y la de Ingeniería Eléctrica propuso la
creación de un programa de becas similar a ser pilo paga para atraer talento
a estas carreras.
La premisa de ese programa era sencilla. Como el costo
marginal de tener un estudiante talentoso en un aula era casi cero, las
directivas de la Universidad habían tomado la decisión racional de no
cobrarle la matricula a los pilos. Eso sí, el pilo debía mantener un promedio
académico elevado para garantizar este beneficio durante toda la carrera.
El beneficio para la Universidad era las externalidades positivas que
los buenos estudiantes le traían a sus compañeros. En muchos casos estos
estudiantes se volvían monitores y vi muchas veces como ellos le eran más
útiles a sus compañeros que el mismo profesor.
Las anteriores reflexiones nos permiten presentar
algunas sugerencias para una reformulación del programa del gobierno Santos
donde se buscó apoyar a los estudiantes de bajos ingreso. Primero, las
universidades deben entender que aún más escaso que el dinero es el talento
humano y que deben hacer esfuerzos por atraer ese talento sin que importe si
el estudiante y su familia tengan los recursos para costearse los estudios.
Deberían adoptar políticas de apoyo a los buenos prospectos y en especial a
los de bajos ingresos[3]. El ensayo hecho por el rector Rodado en la ECI es un buen ejemplo a
seguir.
Segundo, la rentabilidad de la inversión en educación
depende de las condiciones del mercado de trabajo. Por lo tanto es necesario
lograr que los graduados de las universidades tengan la seguridad de poder
encontrar un trabajo con que utilice los conocimientos adquiridos y con una
buena remuneración.
Lo que hemos visto en esta entrada es que en 60 años la
educación en Colombia cambió de manera considerable.
Pasamos de un sistema educativo de alta calidad y bajo
costo en el bachillerato ofrecido por las comunidades religiosas a precios
subsidiados, una educación superior en las universidades públicas casi
gratuita y una vida laboral con pleno empleo en donde ser pilo pagaba; a un
sistema con una educación cara que comienza desde el kínder hasta la
educación superior con un desempleo altísimo y un subempleo aún mayor, una
posible razón que las nuevas generaciones en vez de querer tener hijos
prefieren invertir su tiempo y sus recursos criando una mascota.
La gran diferencia es que a mediados del siglo XX había
muy poca oferta de profesionales para una gran demanda de personal
capacitado. En consecuencia la rentabilidad de la inversión en la educación
superior era alta. Hoy en día tenemos un exceso de oferta de personal educado
y una demanda deficiente lo que se traduce en una rentabilidad baja; por eso
cualquier programa que reduzca los costos de la educación superior o mejore
el acceso no tendrá muchos efectos positivos si no viene acompañado de
políticas que aseguren un mercado de trabajo formal de alta calidad sino
estaremos aumentando la capacitación de futuros compradores ambulantes como
los rappitenderos o los conductores de Uber y Cabify; el trabajo que se
generó de manera masiva en el cuatrienio anterior. Por eso, la tarea que
tiene el nuevo y joven presidente de Colombia para los cuatro próximos años
¡está complicada!
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[1] https://www.elheraldo.co/atlantico/gobierno-anuncia-el-fin-del-programa-ser-pilo-paga-538506
[2] https://www.mineducacion.gov.co/cvn/1665/w3-article-346214.html
[3] En Estados Unidos
hay muchas universidades que tienen políticas conocidas de need-blind admission
que ofrecen un paquete de ayuda financiera que combina elementos de beca, trabajo
y estudio, préstamo y apoyo familiar.
Doctor Pachón! Excelente artículo. Es necesario que la sociedad hoy por hoy invierta en la consolidación de valores a nivel especialmente de personas dedicadas al servicio para que repliquen esos valores en la sociedad. El SENA podría hacer un grandísimo papel trabajando por la calidad del servicio (habilidad y capacitación) y por la persona y su familia. Los conductores de servicio público, la policía, los bomberos, los enfermeros, entre otros, deberían estar en la primera línea de capacitación y formación. Atte. Ing. Luis Vega B. UPTC Tunja
ResponderEliminarDoctor Pachón, me gustaría mucho volver a leer su blog! Atte. Luis.vega@uptc.edu.co
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