Indudablemente, el reto del próximo gobierno chileno es seguir un
rumbo en el que se mantengan los aciertos del gobierno anterior y en el que
rectifiquen los excesos y equivocaciones. Sería un desacierto tremendo el botar
el bebé junto con el agua sucia. Por otro lado, el reto de los colombianos que
encuentran atractivas algunas innovaciones de la política económica chilena, es
diseñar unas medidas que se puedan poner en práctica dentro de un marco
democrático.
El próximo mes de
diciembre se van a realizar las elecciones presidenciales en Chile. Después de
16 años, el gobierno dirigido por el General Pinochet tendrá un sucesor. Los
electores chilenos tendrán la oportunidad de dar su veredicto sobre un gobierno
que ha sido objeto de amplios debates por parte de los economistas del mundo.
Realmente, Chile ha
sido un país donde en los últimos veinte años se han observado interesantes
experimentos económicos. El entusiasmo de una generación que creyó en la
posibilidad de realizar un experimento socialista democrático en un país
Latinoamericano, se puso de manifiesto en el Chile de Allende. Jóvenes, y no
tan jóvenes, de Colombia se trasladaron a Santiago a estudiar y a observar este experimento
económico.
Sin embargo, el
Gobierno de Allende, con su manejo alegre de la oferta monetaria, logró demostrar
que los fenómenos inflacionarios tienen siempre un origen monetario. Las cifras
sobre crecimiento de medios de pago e inflación sirvieron de ejemplo en varias
universidades del mundo para ilustrar la estrecha relación existente entre
estas dos variables.
Los efectos negativos
del control de precios fueron observados en los comienzos de los setentas por
la población chilena y por los visitantes de otros países. El desabastecimiento
de productos junto con el deterioro de los equipos de transporte fueron eventos
del diario vivir de los chilenos en ese período.
Los experimentos del
régimen de Pinochet también han sido objeto de intensos debates. Algunas de sus
políticas, aunque muy elogiadas en su época, hoy en día son criticadas por la
mayoría de los economistas. El experimento con las tasas de cambio fijo, que en
un principio contribuyó a la disminución de la inflación, hizo crisis en 1983
precipitando al país austral a una severa recesión. El retraso cambiario
chileno, al igual que el colombiano, produjo una severa crisis. Las enseñanzas
de Mundell fueron funestas para el experimento chileno. Solamente en la segunda
mitad de los ochentas, la introducción de la devaluación como instrumento de
manejo de la economía chilena, contribuyó notablemente a su recuperación y
permitió mantener un ritmo alto de crecimiento.
El manejo de las
políticas sectoriales ha tenido interesantes consecuencias y ha servido de
modelo para muchas de las propuestas de los candidatos a la presidencia en
otros países del continente. La apertura de la economía es sin duda una de las
políticas más controvertidas. De una economía totalmente protegida, vigente al
comienzo de los setentas, se ha pasado a una con claras orientaciones hacia el
exterior. Las exportaciones de frutas han tenido un crecimiento impresionante
en este período y constituye un buen ejemplo de desarrollo a partir de sus
ventajas comparativas. De acuerdo con críticos colombianos, el costo de la
apertura ha sido considerado como muy
alto, aunque es difícil precisarlo dada la dificultad de realizar una medición
real de los costos y beneficios de dicha política.
Las reformas en la
prestación de algunos servicios sociales han sido exitosas en términos de
eficiencia económica. Los costos de provisión de viviendas de interés social se
han reducido en forma radical. El ICT chileno ha suprimido las labores de
diseño, compras de terreno e interventoría y se ha dedicado a contratar
unidades llave en mano. Este sistema de contratación ha permitido reducir los costos
de la vivienda en forma dramática. La vivienda ha sido subsidiada hasta en un
75 por ciento logrando llegar a estratos realmente populares.
La participación del
Estado en la producción se ha disminuido considerablemente. En la provisión de
la seguridad social, los incentivos del mercado se han puesto al servicio del
interés público. Se han creado fondos de pensiones para incentivar el ahorro de
las familias.
Podría afirmarse que la
experiencia chilena de los últimos veinte años es de gran utilidad para los
encargados de formular las políticas económicas. Un análisis desapasionado de
esta experiencia, si bien difícil de hacer por la fuerza de los sentimientos
relacionados con los dos gobiernos chilenos, es de vital importancia para
pensar en adoptar lo que ha sido exitoso y tratar de evitar lo que realmente
puede ser nocivo para el desarrollo del país.
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