La
realidad es que en este último año hemos vivido la experiencia de países
desarrollados con ventajas comparativas en industria y en servicios donde se
subsidian la producción y las exportaciones agrícolas.
Colombia tiene algunas
características de país desarrollado. Nos estamos dando el lujo de pagar más
por los productos básicos en Colombia que en el exterior. Estas prácticas
comerciales que tradicionalmente se han dado en los países desarrollados están
ocurriendo en Colombia. Componentes de nuestro desayuno cotidiano como el
chocolate y el café hoy en día son más caros para el colombiano que para el
extranjero. El costo de la libra de café es mayor para el consumidor colombiano
que para el exportador. Lo mismo puede decirse del cacao. El proceso que con
tanto esfuerzo ha hecho FEDERACAFE de substituir el cultivo del café por el
cacao, ha tenido que contar con el patrocinio de los consumidores. Los cultivadores
han necesitado un precio alto para poder compensar la baja productividad. La
productividad de los cacaoteros colombianos se encuentra hoy en día por debajo
de la mitad de los productores mundiales más eficientes.
El azúcar desde hace
tiempos se ha cotizado en el mercado colombiano por encima del mercado
internacional. Los consumidores han tenido que poner su granito de sacrificio
para permitir exportar este dulce producto en los mercados internacionales. El
algodón materia prima para los textiles ha tenido un precio por encima del
internacional. Esto ha contribuido a encarecer las telas lo que ha disminuido
la competitividad externa tanto de los textiles como de las confecciones.
Hemos vivido con la
ilusión de que Colombia es un país con una amplia ventaja comparativa en
recursos naturales, minerales, petróleo y especialmente en la agricultura. La
realidad es que en este último año hemos vivido la experiencia de países
desarrollados con ventajas comparativas en industria y en servicios donde se subsidian
la producción y las exportaciones agrícolas.
Para lograr exportar
hemos mantenido una política de precios domésticos altos. Está política si bien
ha contribuido a sostener el ingreso de los agricultores ha tenido altos costos
no solo para el consumidor sino también para la economía, pues se están
utilizando recursos en actividades que no están produciendo su máxima
rentabilidad social.
Para justificar estas
políticas de precios altos muchas veces se han citado las ineficiencias
originadas en otros sectores y los altos costos de los insumos importados. Los
resultados del aumento de la producción agrícola observada en 1989 muestran que
es posible compensar estas desventajas por medio de precios remunerativos.
Infortunadamente, en el largo plazo la producción puede mantener un ritmo
creciente únicamente si se logran aumentos en la productividad de la
agricultura y si se eliminan las distorsiones creadas por la alta
protección.
La noticia reciente de
que la Federación de Cafeteros ha disminuido el subsidio a las exportaciones
muestra que existe el deseo de terminar con estas políticas. Es posible que en
el futuro se pueda volver a la situación de los libros de texto, en la que el
precio de los productos con alta ventaja comparativa sea más bajo en el
interior que en el extranjero.
Las prácticas de precios altos en el interior
y precios bajos en el exterior son imposibles de sostener en el largo plazo por
el efecto negativo que puede tener en las exportaciones competitivas. Realmente
no podemos hablar con la suficiente autoridad ante los Estados Unidos para que
nos rebajen gravámenes anti-dumping en productos como las flores cuando estamos
actuando en contra de las leyes del comercio internacional en productos tan
importantes como el café, el azúcar y el algodón.
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